Ya hemos hablado otras veces de la Crisis del siglo III, aquel período de la Antigüedad que también se denomina Anarquía del siglo III porque durante cincuenta años, desde el asesinato de Alejandro Severo en el año 235 d.C. hasta el ascenso de Diocleciano en el 284 el Imperio Romano se vio sumido en un proceso destructivo que lo llevó al borde del colapso. Fue en ese contexto cuando tuvo lugar una invasión de los alamanes atravesando el Limes Germanicus y arrasando cuanto encontraron a su paso a través de la Galia hasta llegar a la mismísima Rávena. El líder de aquella incursión se llamaba Croco y apenas hay datos sobre él.
Las fuentes principales de información sobre ese episodio son dos. La primera, el Epitome de Caesaribus (Epítome acerca de los césares), es una obra de finales del siglo IV que, como indica su título, cuenta los reinados de los emperadores romanos desde Augusto hasta Teodosio. Los expertos consideran que es anónima, quizá de un autor pagano, aunque tradicionalmente se atribuye a Sexto Aurelio Víctor, historiador y político (Juliano le nombró prefecto de Panonia Secunda y se cree que alcanzó el consulado en el 369, junto al hijo de Valentiniano I) que también firmó una Historia de Roma.
A su vez, el Epitome de Caesaribus utiliza como fuentes la Historia emperatorum Romanirum Enmannica y los Annales de Virio Nicómaco Flaviano (otro que alternó la cultura con la política, siendo prafectus pretorio con Valentiniano II y el usurpador Eugenio), ambas perdidas hoy y que se cree que sirvieron de base para otros historiadores como Flavio Eutropio, Rufo Festo o Jerónimo de Estridón. En cualquier caso, el Epítome es una obra muy breve y, por tanto, la información que proporciona es escasa. En el caso que nos ocupa, se limita a apenas nombrar a Croco de pasada:
Cuando murió [Constancio Cloro] todos los presentes aplaudieron, pero especialmente Croco, rey de los alamanes, con la ayuda de Constancio, tomó el mando.

Pero decíamos que eran dos las principales fuentes historiográficas. La otra es Historia Francorum (Historia de los francos), también conocida como Decem Libri Historiarum porque está compuesta por diez volúmenes. En realidad se trata de una historia del mundo narrada desde una perspectiva cristiana y centra su atención en los merovingios, ya que su autor era el galorromano obispo Gregorio de Tours, natural de Clermont, donde nació en el siglo VI en el seno de una familia de clase senatorial. Para su obra se basó en la Historia de Sulpicio Alejandro y en la Historiae de Renato Profuturo Digerido, las dos perdidas.
Es Gregorio quien explica, en el primer libro de Historia Francorum (que llega hasta la muerte de Martín de Tours en el 397 d.C.), cómo un caudillo alamán llamado Croco cruzó el Limes Germanicus y saqueó la Galia. Le define como famoso en su tiempo y, de hecho, circulan varias leyendas sobre él; en unas le identifican como rey de los alamanes o de los vándalos; en otras -como el mencionado Epitome de Caesaribus-dicen que en el 306 asistió en York (Britania) al fallecimiento del emperador Constancio Cloro y apoyó la proclamación de su hijo Constantino I con sus tropas y junto a otros jefes como Latinus, Agilo y Scudilo.
Es difícil separar lo real de lo ficticio y en este caso más, debido tanto a la escasez de información fiable como al hecho de que, al parecer, Croco (o Croc, Chroco, Kroko o Crosco; en latín Chrocus) debía de ser un nombre frecuente entre los alamanes. Es más, algunos de los relatos que se cuentan no pueden corresponder a un mismo personaje, ya que se sitúan en fechas tan distantes entre sí como el 268 (año de la incursión germana), 306 (año de la muerte de Cloro), el 403 (en el que todavía se habla de las andanzas de un Croco) o el 406 (un líder vándalo apresado y ejecutado en Arlés). Incluso hay referencias a un Croco posterior, del siglo VI.

Este último aparece en la Crónica de Fredegario, una obra franca escrita en el siglo VII por un autor borgoñón que el anticuario y filólogo Claude Fauchet identificó en 1579 con Fredegario en su Recueil des antiquitez gauloises et françoises. La crónica comienza con la creación del mundo y termina en el año 642, si bien hace alusiones a sucesos posteriores. Cabe aclarar que toma como fuentes el anónimo Liber Generationis (que a su vez se basa en Hipólito de Roma), la Crónica de Eusebio, la Crónica de Hidacio y la reseñada Historia Francorum, pero los historiadores no le dan demasiada verosimilitud histórica.
Fredegario cambia los hechos al año 406 y la nacionalidad de Croco, convirtiéndolo en un cabecilla vándalo:
Allí, con astucia, cruzó un puente sobre el Rin en Maguncia y primero destruyó esa ciudad y mató a sus habitantes y luego sitió todas las ciudades de Germania. Cuando llegó a Metz, como señal divina, por la noche la muralla de la ciudad se derrumbó y la ciudad fue tomada por los vándalos . Sin embargo, los habitantes de Tréveris huyeron a la arena de la ciudad, que habían fortificado, y se salvaron. Después de eso, Croco invadió toda la Galia con los vándalos, los suevos y los alanos y destruyó varias ciudades mediante asedios y otras mediante astucia. En la Galia no se salvó ni una sola ciudad ni fortificación. Cuando sitió Arlés, Croco fue capturado por cierto soldado llamado Marius y encadenado. Como castigo, fue conducido a través de todas las ciudades que había destruido y se puso fin a su vida impía. Trasamundus le sucedió como gobernante.
Respecto a Croco, del que ignoramos cuándo nació y si se trataba de un monarca o un simple caudillo, una hipótesis sugiere que quizá si tenía dignidad real, pero que pudo renunciar a ella a cambio de acceder al generalato en el ejército romano y acumular así un poder mayor, dado que quedaban a sus órdenes importantes recursos militares. Eso explicaría por qué estaba en Britania, asistió al óbito de Cloro y apoyó a Constantino, pero siempre y cuando nos fijemos en el Croco del que habla el Epitome de Caesaribus.

Si centramos la atención en el otro, el anterior, parece que hay que dejarlo en uno de aquellos caudillos que aprovecharon la Crisis del siglo III (presión fronteriza, guerras civiles, surgimiento de usurpadores, devaluación monetaria, colapso de la economía, delegación de la defensa en los foederati, rebeliones campesinas y epidemia de peste cipriana), para cruzar el limes.
Era el líder de los alamanes, un pueblo protogermánico procedente del norte de Recia, una región encajada entre los ríos Elba y Meno y de los que no hay noticias hasta una fecha tan tardía como el año 213 d.C., cuando los menciona Casio en su Historia romana.
Se trataba de una confederación de varias tribus (bucinobantes, cuados, hermunduros, jutungos, lentienses, semnones y teutones; algunos añaden a los suevos) que empezaron a desplazarse hacia el oeste y terminaron asentándose en lo que actualmente son Suiza, Voralberg (en Austria), Alsacia (Francia) y Baden-Wurtemberg (Alemania, cuyo nombre deriva de ellos). Fue en esas circunstancias que se les presentó la ocasión de campar por las Galias, que se habían convertido en una zona semiindependiente -que la historiografía actual denomina Imperio Galo– como consecuencia de la adversidad sufrida por Roma en su campaña oriental.
Corría el año 253 cuando el emperador Valeriano, que había puesto a su hijo Galieno al frente del imperio occidental mientras él se ocupaba de Oriente, se embarcó personalmente en una expedición contra los persas que habían conquistado Antioquía, Armenia y Siria. Para ello tuvo que reunir fuerzas de todas partes y eso redujo las que defendían la Galia, lo que le obligó a retirar tropas del Rin y el Danubio para compensar el debilitamiento. Los bárbaros no desaprovecharon la oportunidad y los alamanes avanzaron hasta el Palatinado y Renania mientras los francos hacían otro tanto, alcanzado Metz, Reims y París.

Galieno intervino y pudo recuperar el terreno perdido, pero el boquete ya estaba abierto y en el 259, después de que Valeriano se trasladara a Edesa, en Anatolia, para continuar su campaña -recuperó Antioquía y Siria-, alamanes y francos volvieron a rebelarse sin que el comandante del Rin, Salonino, hijo de Galieno, fuera capaz de frenarlos; de hecho, Salonino murió asesinado por Póstumo, un general romano de origen galo que se autoproclamó emperador del citado Imperio Galo con la aprobación de las provincias galas, además de Hispania, Germania y Britania.
Póstumo mantendría su estado hasta el año 274 pero, en medio del caos que supuso su ascenso al poder, los bárbaros asolaron el territorio, incendiaron Arelate (Arlés) y llegaron incluso hasta Tarraco (Tarragona, en Hispania), que sometieron a saqueo. La situación era doblemente crítica, ya que Valeriano había caído prisionero del monarca persa Sapor I en la batalla de Edesa. No se sabe con certeza si los romanos lograron rechazar a los alamanes y volvieron después o si ya entonces continuaron su marcha hacia Italia, sembrando el pánico en Roma; algo agravado por el avance de los godos desde el este.
Al frente de los germanos estaba Croco, de quien Gregorio de Tours dice que actuaba por influencia de su progenitora. Según el obispo historiador, Croco arrasó la Galia, destruyó todos sus templos y «martirizó a muchos cristianos», en lo que parece plantear como una venganza divina.
Valeriano y Galieno recibieron el poder imperial romano en el vigésimo séptimo lugar y emprendieron una cruel persecución de los cristianos. En aquel tiempo Cornelio trajo fama a Roma con su feliz muerte, y Cipriano a Cartago. En su época también Crocus, el famoso rey de los alamanes, reunió un ejército y invadió los galos. Se dice que este Chrocus era muy arrogante. Y cuando hubo cometido muchos crímenes, reunió a la tribu de los alamanes, como hemos dicho, por consejo, se dice, de su malvada madre, e invadió a todos los galos y destruyó desde sus cimientos todos los templos que habían sido construidos en la antigüedad.

En concreto, describe cómo destruyó hasta sus cimientos el Vasso Galatae de Augustonemetum (como se llamaba entonces Clermont), un templo dedicado al dios homónimo céltico (Vassocaletis) que fue asimiliado a Mercurio por los romanos y es identificado por algunos historiadores con el santuario de Puy de Dôme y por otros con unas ruinas arqueológicas que se conservan hoy y se conocen como el Muro de los sarracenos. Dice Gregorio de Tours:
Y llegando a Clermont, prendió fuego, derribó y destruyó ese santuario que llaman Vasso Galatae en lengua gala. Había sido construido y fortalecido con maravillosa habilidad. Y su muro era doble, porque por dentro estaba construido de piedras pequeñas, y por fuera de bloques cuadrados. El muro tenía un espesor de treinta pies. Estaba adornado por dentro con mármol y mosaicos. El pavimento del templo también era de mármol y su techo de plomo.
No está claro si realmente fueron los alamanes quienes provocaron aquella oleada destructora o fue fruto de las guerras que generó la proclamación de Póstumo, pero así lo creían los galorromanos del siglo VI, rodeados de ruinas que recordaban una época de esplendor y parecía más fácil atribuir el desastre a los bárbaros. Éstos entraron en Italia por la llanura del Po, ocuparon Placentia (Piacenza) y continuaron hacia Fano saqueando todo a su paso. Claudio II, que había sucedido a Galieno y contenido a los godos (lo que le hizo ganarse el cognomen Gótico), marchó contra ellos pero fue vencido en enero del 271.
Cuando todo parecía tornarse negro para Roma, los alamanes se estrellaron en la batalla del lago Benaco, disputada en noviembre en el lugar homónimo (también llamado lago de Garda, situado entre los Alpes y la llanura padana). No se conserva ninguna descripción de cómo se desarrolló el combate, pero según se cuenta, con evidente exageración, unos trescientos mil guerreros germanos (tratándose de una razia a buen seguro serían unos pocos miles) no pudieron con los treinta mil legionarios romanos que mandaba el general Lucio Domicio Aureliano, quien acabaría siendo emperador entre el 270 y el 274.

Los alamanes sufrieron cuantiosas bajas, muchas de ellas sacrificadas in situ al acabar la batalla, y se retiraron al norte mientras Aureliano se hacía acreedor del título Germanicus Maximus. Regresaron en el 271 y se impusieron a Aureliano en la batalla de Placentia, pero luego él volvió a ganarles en el río Metauro, Fano y Pavía, obligándolos a renunciar a su planes definitivamente. Aquel episodio sirvió de advertencia a los romanos, que por orden del emperador reforzaron sus defensas construyendo la Muralla Aureliana, la primera que envolvía la capital desde la Serviana.
¿Y qué pasó con Croco? No se sabe a ciencia cierta. La versión más fiable, que es la de Gregorio de Tours, dice que fue apresado en el 256 en Arlés, torturado y ejecutado «a espada», aunque ya vimos que se le nombra más veces en los años siguientes, fuera el mismo o no. Según otra, sobrevivió al menos hasta que en el 306 avaló la ascensión al trono de Constantino I.
Su sucesor habría sido Mederico, un místico helenizado; luego fue el turno del hermano de éste, Chonodomario, que ayudó a Constancio II contra el usurpador Magnencio y para ello volvió a saquear la Galia en compañía de su sobrino Agenarico hasta ser derrotado por Juliano en el 357. Los alamanes todavía efectuarían más incursiones en los años 368 y 378. Resistentes al desaliento, en el 451 se aliaron a los hunos y cayeron con ellos en los Campos Cataláunicos y en el 457 y el 554 también salieron escaldados de sus intentos invasores.
FUENTES
Pseudo Aurelio Víctor, Epitome de Caesaribus
Grégoire de Tours, Histoire des Francs
Fergus Millar, El Imperio romano y sus pueblos limítrofes
Adrian Goldsworthy, La caída del Imperio Romano. El ocaso de Occidente
Wikipedia, Chroco
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