Un reciente estudio liderado por Haggai Olshanetsky, investigador de la Universidad de Varsovia, ha cambiado la percepción histórica sobre la Rebelión de bar Kojba o Segunda Revuelta Judía (en ocasiones también denominada Tercera guerra judeo-romana) contra el Imperio Romano entre los años 132-136.
Según este análisis, Simón bar Kojba, tradicionalmente considerado el líder indiscutible del levantamiento, habría asumido el control en medio del conflicto, despojando o eliminando a los líderes originales. Esta revelación cuestiona la narrativa establecida por fuentes romanas y judeocristianas, y aporta una nueva luz sobre los eventos de esta histórica rebelión.
Olshanetsky, quien también es docente en un programa internacional sobre civilizaciones antiguas, sostiene que una lectura desapasionada y directa de las fuentes históricas sugiere que la hegemonía de Simón bar Kojba no estuvo presente desde el inicio de la revuelta.
En cambio, el liderazgo habría pasado a sus manos como resultado de maniobras políticas y militares durante la marcha del conflicto. Esta perspectiva ayuda a resolver múltiples contradicciones entre los relatos romanos y judeocristianos, así como discrepancias en los datos arqueológicos, como la distribución de monedas acuñadas por los rebeldes.
La investigación también explora la complejidad del conflicto, señalando que la polarización interna de la sociedad judía y la influencia de grupos radicales contribuyeron significativamente al fracaso del levantamiento. De hecho, evidencias arqueológicas y textos descubiertos en la Cueva de las Cartas sugieren que varios asentamientos, como Teko’an y Tel Adirin, se habrían retirado o incluso opuesto activamente al liderazgo de Simón bar Kojba.
Finalmente tenemos una narrativa coherente sobre la Segunda Revuelta Judía que resuelve sus lagunas y contradicciones, afirma Olshanetsky. Según el investigador, este enfoque no solo reconfigura nuestra comprensión del conflicto, sino que también destaca las divisiones internas que llevaron a la derrota y destrucción de los rebeldes, impidiendo la creación de un estado independiente y próspero.
La teoría de que hubo numerosos líderes al principio concuerda con la descripción de Dion Casio y explica por qué, a diferencia de las fuentes judeocristianas, no aparece ningún Simón bar Kojba en los relatos romanos, explica Olshanetsky. Y expone que insurgentes que procedían de las filas del ejército romano ayudaron a armar la rebelión con armas que se fabricaban para las legiones, posiblemente ya en el año 130 d.C. Según esta teoría y las opiniones de otros académicos, los judíos se rebelaron públicamente a mediados del año 131 d.C. tras el regreso de Adriano a Roma.
Es posible que antiguos soldados judíos del ejército romano lideraran a los rebeldes en una serie de importantes victorias durante esta parte del conflicto. Sin embargo, entre finales del 132 y principios del 133 d.C., el extremista Simón bar Kojba y el sacerdote Elazar depusieron y/o eliminaron a los demás líderes, muchos de los cuales podrían proceder de las filas romanas. Como resultado, muchos de los territorios lejanos que participaron en la revuelta, como Galilea, decidieron retirarse y unirse de nuevo a los romanos.
Este cambio y el hecho de que el liderazgo en la primera parte de la guerra procediera de las filas romanas, ayuda a explicar por qué los rebeldes tuvieron tanto éxito al principio pero acabaron fracasaron completamente, concluye el investigador.
FUENTES
Olshanetsky, H. (2024). The Identity of the Leaders of the Second Jewish Revolt and Bar Koseba’s True Role in the Insurrection. Palestine Exploration Quarterly, 1–21. doi.org/10.1080/00310328.2024.2435788
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