Aquellos a quienes les gusta la historia del Imperio Romano conocen bien la historia de Antínoo, el joven de extraordinaria belleza que cautivó profundamente al emperador Adriano, quien no solo lo amaba, sino que además compartía con él un vínculo muy estrecho y personal.

Este vínculo culminó en una tragedia en el año 132 d.C., cuando Antínoo perdió la vida al ahogarse en el río Nilo en circunstancias aún debatidas por los historiadores.

Algunas fuentes, incluyendo al historiador romano Dion Casio (quien al parecer tuvo acceso al diario personal de Adriano hoy perdido), sugieren que la muerte de Antínoo fue un sacrificio voluntario, tal vez con el propósito de extender la vida de Adriano.

También en Egipto reconstruyó la ciudad que a partir de entonces se llamaría Antínoo. Antínoo era de Bitinio, una ciudad de Bitinia, que también llamamos Claudiópolis; había sido un favorito del emperador y había muerto en Egipto, bien cayendo al Nilo, como escribe Adriano, bien, como es lo cierto, siendo ofrecido en sacrificio. Pues Adriano, como ya he dicho, siempre fue muy curioso y empleaba adivinaciones y encantamientos de todo tipo. En consecuencia, honró a Antínoo, ya fuera por el amor que le profesaba o porque el joven se había comprometido voluntariamente a morir (era necesario que una vida se entregara libremente para la consecución de los fines que Adriano tenía en mente), construyendo una ciudad en el lugar donde había sufrido este destino y dándole su nombre; y también erigió estatuas, o más bien imágenes sagradas, de él, prácticamente en todo el mundo.

Dion Casio, Historia romana LXIX.11
Constelación Antínoo
Busto de Antínoo, en el Museo del Louvre. Crédito: Jastrow / Dominio público / Wikimedia Commons

Adriano, desolado por la pérdida de Antínoo, buscó la forma de preservar su memoria y de honrarlo como una deidad inmortal, al igual que anteriormente habían sido deificados otros emperadores. Consagró una ciudad en Egipto en su honor, a la que llamó Antinópolis, e incluso le otorgó un lugar entre las estrellas, la Constelación de Antínoo.

Por último, declaró que había visto una estrella que creía que era la de Antínoo, y prestó oídos con gusto a las historias ficticias tejidas por sus asociados en el sentido de que la estrella había surgido realmente del espíritu de Antínoo y había aparecido entonces por primera vez. Por este motivo, se convirtió en objeto de burlas, y también porque a la muerte de su hermana Paulina no le había rendido inmediatamente ningún honor.

Dion Casio, Historia romana LXIX.11

La constelación de Antínoo fue creada en la región sur de la de Aquila (el águila), en una posición que lo unía así simbólicamente a Zeus al identificarlo con Ganímedes, quien fue llevado al Olimpo por un águila enviada por el padre de los dioses, para que les sirviera de copero.

Constelación Antínoo
La constelación de Antínoo en el mapa de John Flamsteed (1776). Crédito: MJ Fortin / Dominio público / Wikimedia Commons

Un emplazamiento que no fue una elección casual del emperador. Adriano, quizá influido por creencias místicas, eligió el espacio intermedio entre las constelaciones de Aquila y Capricornio, zonas que según antiguas creencias estaban asociadas con características que complementaban la idea de Antínoo como divinidad.

La constelación de Aquila, en especial, simbolizaba la fuerza y el poder, cualidades que se atribuían a Marte y Júpiter, mientras que la cercanía a Capricornio simbolizaba el amor y la belleza, energías asociadas con Venus. Este espacio intermedio, según la astrología antigua, representaba el lugar ideal para Antínoo, donde las fuerzas del cielo podrían converger para mantener su memoria.

Ptolomeo catalogó diecinueve estrellas conjuntamente en la constelación de Aquila y en la de Antínoo, ya que consideraba ésta como una subdivisión de aquella.

Constelación Antínoo
La actual constelación de Aquila (el Águila) incluye la antigua constelación de Antínoo. Crédito: Till Credner / Wikimedia Commons

Pero la primera representación gráfica conocida de la constelación de Antínoo se atribuye al famoso cartógrafo Gerardus Mercator en 1551, quien la incluyó en un globo celeste. Posteriormente, el astrónomo danés Tycho Brahe a finales del siglo XVI la incorporó en su catálogo estelar, basándose posiblemente en mapas anteriores.

Las principales estrellas que componían la Constelación de Antínoo eran Bezek, Al Thalimain Prior (los Dos Avestruces), y Tseen Foo (conocida por su nombre chino que significa “balsa celestial”).

Pero en 1922 con el esfuerzo de la Unión Astronómica Internacional por formalizar las constelaciones y organizar el cielo en áreas claramente delimitadas, Antínoo fue eliminada como constelación oficial. Todas las estrellas que la componían, y que habían sido anteriormente sustraídas de Aquila por Adriano, volvieron a su antigua constelación 18 siglos después.

Constelación Antínoo
La constelación de Aquila y el asterismo de Antínoo, arriba a la derecha, vistos desde Aspen, Estados Unidos. Crédito: Zach Dischner / Wikimedia Commons

Este esfuerzo de la UAI tenía como propósito reducir el número de constelaciones en uso y consolidar el cielo en 88 constelaciones oficiales, simplificando la cartografía celeste moderna.

En términos astronómicos, la constelación muestra cómo la astronomía antigua estaba intrínsecamente ligada a la mitología y la religión, con el cielo como un espejo de las emociones, creencias y sueños humanos. La creación de Antínoo como constelación refleja la idea de que el firmamento podía ser moldeado según la imaginación y los deseos de aquellos que lo observaban, una noción muy distinta de la visión científica y objetiva que hoy domina la astronomía.

Así, mientras observamos Aquila en la noche estrellada, podríamos recordar que en otro tiempo, en ese mismo espacio, un joven amado y recordado fue inmortalizado entre las estrellas. Podemos hacerlo porque aunque la constelación ya no existe oficialmente, aun se la puede ver como un asterismo, es decir, un conjunto de estrellas que aun no estando reconocidas como constelación, siguen un patrón popular e identificable en el cielo nocturno.



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