La arqueología y la genética se han unido en una investigación fascinante sobre un esqueleto hallado en el pozo del castillo de Sverresborg, en Noruega, en 1938. Los restos, que fueron recuperados en 2016, ya entonces confirmaron la historia contada por las sagas vikingas. Ahora, se ha confirmado datos de la identidad del hombre.
Por primera vez, se ha identificado una persona descrita en textos históricos mediante el análisis genómico, lo que marca un hito en el campo de la investigación arqueológica. En palabras del profesor Michael D. Martin, del Museo Universitario de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, esta es la primera vez que se encuentra a una persona descrita en estos textos históricos. Esta investigación abre una ventana no solo hacia el pasado medieval de Europa, sino también hacia la evolución de los métodos que utilizamos para comprender nuestras raíces.
Un pasaje de la saga nórdica Sverris, la historia de 800 años del rey Sverre Sigurdsson, describe una incursión militar ocurrida en 1197 d.C., durante la cual se arrojó un cadáver a un pozo del castillo de Sverresborg, a las afueras de Trondheim, en el centro de Noruega, probablemente como un intento de envenenar la principal fuente de agua para los habitantes locales.
En el momento del descubrimiento de los restos, en 1938, la tecnología solo permitía una observación visual, por lo que las posibilidades de profundizar en la identidad de la persona a la que pertenecían los huesos eran limitadas. Sin embargo, la aparición de la datación por radiocarbono y las técnicas avanzadas de secuenciación genética han permitido a los investigadores construir una imagen más detallada del conocido como “Hombre del Pozo”. La datación por radiocarbono ha revelado que estos huesos tienen aproximadamente 900 años, lo que los sitúa en la Noruega medieval. Los estudios realizados en 2014 y 2016 determinaron que se trataba de un hombre que tenía entre 30 y 40 años en el momento de su muerte, información que en su tiempo no podía obtenerse.
En esta búsqueda de precisión histórica, la tecnología genómica ha permitido un avance notable. Anna Petersén, arqueóloga del Instituto Noruego de Investigación del Patrimonio Cultural, comenta que los textos antiguos a veces simplifican demasiado los hechos. La realidad es mucho más compleja que lo que muestran los textos, afirma, subrayando cómo la ciencia permite corroborar los eventos históricos de manera objetiva. Gracias a una muestra de un diente, obtenida de los restos del Hombre del Pozo, el equipo pudo secuenciar su genoma. Esto les permitió determinar, con alta probabilidad, que el hombre tenía ojos azules y cabello rubio o castaño claro, y que sus antepasados eran originarios de la región más meridional de Noruega, en lo que hoy se conoce como el condado de Vest-Agder.
Estos resultados fueron posibles gracias a una extensa base de datos de genomas noruegos contemporáneos, recopilada en colaboración con el profesor Agnar Helgason, de deCODE Genetics, en Islandia. La comparación entre genomas modernos y antiguos es crucial para establecer líneas ancestrales. Según el doctorando Martin Rene Ellegaard, la mayoría de nuestro trabajo depende de tener datos de referencia, así que cuanto más genomas antiguos y modernos secuenciemos, mejor será el análisis en el futuro.
A pesar de estos avances, el procedimiento no está exento de limitaciones y desafíos. Para secuenciar el genoma del Hombre del Pozo, fue necesario extraer y pulverizar la superficie de su diente para evitar la contaminación de quienes habían manipulado el hallazgo sin las condiciones de esterilidad adecuadas. Esto, sin embargo, significó que la muestra ya no puede ser reutilizada para futuras investigaciones, y limitó la posibilidad de detectar patógenos que pudieran haber estado presentes en el momento de su muerte. Fue un compromiso entre eliminar la contaminación superficial de quienes habían tocado el diente y preservar posibles rastros de patógenos. Hay muchas consideraciones éticas, señala Ellegaard, sugiriendo que las decisiones de hoy en cuanto a los análisis determinan las posibilidades de futuras investigaciones.
El equipo de investigadores expresa su interés en aplicar esta técnica a otras figuras históricas, en particular, en personajes como San Olaf, uno de los santos más venerados en la historia noruega y cuya tumba se cree que está en la catedral de Trondheim. Según el profesor Martin, el descubrimiento de los restos de San Olaf podría permitir no solo describir sus rasgos físicos, sino también rastrear su linaje a través de secuencias genómicas.
Refiriéndose a esta nueva técnica de mezcla de historia y ciencia, Petersén concluye: Es un resultado fantástico sobre lo que el método de Ellegaard y Martin puede aportar a la arqueología en un contexto tan extraño o raro como es éste.
FUENTES
Martin R. Ellegaard, S. Sunna Ebenesersdóttir, et al., Corroborating written history with ancient DNA: The case of the Well-man described in an Old Norse saga. iScience, 2024; 111076 DOI: 10.1016/j.isci.2024.111076
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.