El hallazgo de una momia inca en el volcán Quehuar, ubicado en la región de Salta, Argentina, en 1975 fue un descubrimiento arqueológico relevante que permitió profundizar en las prácticas rituales de los incas y en las dinámicas de la Capacocha, un sacrificio ritual de niños en honor a sus deidades.

El hallazgo, que inicialmente fue afectado por saqueadores que intentaron extraerla con dinamita, destruyendo la mayor parte de su cuerpo (solo queda la parte inferior), ha revelado información valiosa a través de análisis isotópicos que permiten reconstruir la vida de la niña sacrificada, su origen geográfico y su dieta estacional.

La momia, correspondiente a una niña de aproximadamente 12 años, fue descubierta en la cima del volcán a 6.130 metros sobre el nivel del mar, un sitio con características extremas de frío y sequedad que favorecieron su momificación natural. Los incas practicaban la Capacocha para prevenir desastres naturales o para asegurar buenas cosechas, seleccionando a niños por su pureza, siendo llevados en procesiones desde Cusco hasta montañas sagradas, donde fallecían debido a las condiciones adversas del viaje. Estos sacrificios tenían un alto valor simbólico en la sociedad inca.

Mediante el uso de técnicas avanzadas de análisis de isótopos estables en fragmentos de cabello y hueso de la niña, los científicos han podido deducir tanto su dieta como su posible lugar de origen. En cuanto al análisis de isótopos de oxígeno y carbono, los resultados sugieren que la niña provenía de una región situada a altitudes entre los 2.500 y 3.000 metros sobre el nivel del mar, muy probablemente cerca de la región andina, aunque no se ha podido precisar un lugar exacto. Es posible que la niña perteneciera a una comunidad cercana a la frontera actual entre Chile y Argentina, en zonas como los valles de San Pedro de Atacama o la Quebrada de Humahuaca.

Vista del volcán Quehuar en Argentina, donde se encontró la momia de la niña analizada
Vista del volcán Quehuar en Argentina, donde se encontró la momia de la niña analizada. Crédito: Bachelot Pierre J-P / Wikimedia Commons

Uno de los descubrimientos más significativos fue la evidencia de que, aproximadamente un año antes de su muerte, la niña consumía algas marinas en su dieta, un hallazgo inesperado dado que vivía lejos de las costas. Este consumo, que fue estacional y coincidió con la temporada de lluvias, refuerza la hipótesis de que las algas eran transportadas a través de la vasta red de caminos del Imperio Inca, el Qhapaq Ñan, lo que facilitaba la integración de productos costeros en las zonas de altura.

El análisis isotópico de las muestras de cabello mostró fluctuaciones cíclicas en los valores de isótopos de hidrógeno y azufre, lo que llevó a los investigadores a plantear que la niña no se movió de su lugar de origen antes de ser sacrificada. Los cambios en los valores isotópicos se interpretan como registros de variaciones estacionales, sugiriendo que el sacrificio ocurrió al inicio de la temporada de lluvias. El hecho de que la niña no haya sido trasladada durante sus últimos meses de vida sugiere una descentralización en el ritual de la Capacocha, en el que las élites locales, en lugar de la autoridad central en Cusco, podrían haber sido las encargadas de seleccionar y preparar a los niños para el sacrificio.

Además, el análisis de los isótopos de carbono, nitrógeno y azufre en el cabello reveló que la dieta de la niña consistía principalmente en plantas como el maíz, y en menor medida en legumbres. También se detectó un consumo significativo de carne de camélido.

El consumo de algas, que habría sido transportado desde la costa a través de caravanas de camélidos, pone de manifiesto la capacidad de los incas para gestionar un sistema complejo de comercio y transporte de bienes a largas distancias. Además de su valor alimenticio, las algas también podrían haber tenido un uso medicinal, ya que son ricas en yodo, lo que habría sido beneficioso para las poblaciones de altura propensas a padecer deficiencias nutricionales.

El estudio también plantea interrogantes sobre la naturaleza de los preparativos para el sacrificio. Se sugiere que la inclusión de algas en la dieta de la niña podría haber tenido un significado ritual o medicinal, ya que estas habrían sido utilizadas para fortalecer o sanar al individuo antes de su muerte. Asimismo, los cambios en la dieta durante los últimos seis meses de vida, con un aumento del consumo de maíz, un alimento reservado para las élites, indican que la niña podría haber sido preparada de manera especial para el sacrificio.

La combinación de datos arqueológicos y científicos permite reconstruir una narrativa más completa sobre cómo vivieron y murieron los niños sacrificados durante la Capacocha, y cómo sus vidas estaban profundamente entrelazadas con los sistemas políticos, religiosos y económicos del Imperio Inca.


FUENTES

Eve Poulallion, Violeta A. Killian Galván, et al., The Inca child of the Quehuar volcano: Stable isotopes clue to geographic origin and seasonal diet, with putative seaweed consumption. Journal of Archaeological Science: Reports, Volume 59, November 2024, 104784. doi.org/10.1016/j.jasrep.2024.104784


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