Calisto, Terencio, Higino, Narciso, Asiático, Neófito, Phaon, Palas… ¿Qué tienen en común estos nombres de personajes históricos de la Antigua Roma? Todos ellos eran libertos, es decir, esclavos liberados por sus amos, y la mayoría prosperaron en sus nuevas vidas hasta convertirse en apreciados literatos o secretarios de emperadores. Un buen ejemplo podría ser el caso de Marco Antonio Palas, que además de acumular una inmensa fortuna –igual que otro, Calisto-ocupó importantes cargos durante los mandatos de Claudio y Nerón, hasta que éste lo asesinó para quedarse con su dinero.
Palas era de origen griego, como solía pasar con los esclavos de cierto nivel; aquellos que no trabajaban en las duras faenas agrícolas sino en el servivio doméstico, a menudo como maestros y preceptores de los niños. Se ignoran su fecha y lugar de nacimiento y lo único que sabemos sobre su procedencia es el dato que proporciona Tácito al decir que descendía de los reyes de Arcadia (una región del centro del Peloponeso, por lo que se deduce que sus ancestros serían pelasgos). También que tenía un hermano, Félix, que al obtener la libertad sería nombrado procurador de la provincia romana de Judea.
Lo cierto es que ambos aparecen en la Historia como esclavos de Antonia la Menor, hija del célebre Marco Antonio, de quien tomarían el nombre al ser manumitidos siguiendo la tradición. Palas se vio envuelto pronto en intrigas políticas cuando, según cuenta Flavio Josefo, Antonia le envió ante Tiberio para que le mostrase pruebas del asesinato de su hijo Druso el Menor a manos de Lucio Elio Sejano, prefecto del pretorio que gobernaba Roma despóticamente por delegación del emperador. Cumplir esa arriesgada misión y haber cumplido la edad media para su condición llevaron a la dueña a concederle la libertad en algún momento entre los años 31 y 37 d.C.
No fue una manumisión sin más; en pago a sus servicios recibió un lote de tierras en Egipto y poco después, al fallecer Antonia, su hijo Claudio apadrinó al liberto, como era costumbre. Cuatro años más tarde Claudio subía al trono proclamado por los pretorianos en sustitución del malhadado Calígula y con la desconfianza abierta del Senado, lo que le obligaba a quitarle competencias y centralizar el poder en sus manos. Abrumado ante la ingente labor de gobierno que le esperaba, decidió repartirla entre varios ayudantes, para los que nombró a algunos de sus libertos de confianza.
Evidentemente, gozar del padrinazgo de la familia Julia-Claudia se unió a las buenas cualidades que Palas mostraba para el trabajo administrativo, por lo que se le nombró secretario de la tesorería imperial. Su gestión fue excelente. Tanto que Cornelio Escipión propuso al Senado que se le premiara y la moción resultó aprobada. Eso, unido a su salario, a las previsibles operaciones que pudo realizar en su propio beneficio gracias a que disponía de información privilegiada (aunque los historiadores antiguos aseguran que nunca malversó) y al ascendiente que tenía con el emperador, le supuso ganar quince millones de sestercios.
Con el tiempo ampliaría enormemente ese patrimonio hasta alcanzar la fabulosa cifra de trescientos millones, que le convertía en uno de los hombres más ricos de Roma; baste decir que para ser senador se exigía acreditar un millón de sestercios. Pero una cosa era disponer de dinero de sobra y otra tener la influencia acorde a ello. La condición de liberto, un escalón por debajo del ciudano libre, pesaba como una losa y, por ejemplo, Palas no pudo impedir que su hermano Félix, llamado a la metrópoli para comparecer ante un tribunal y condenado por corrupción, fuera desterrado. Tampoco fue capaz de evitar que su colega de administración, Polibio, otro liberto, acabara en manos del verdugo acusado de traición.
A menudo, en la historia romana, los libertos jugaron un papel decisivo en las crisis sucesorias. Algo que no se limitaba al trono sino que se extendía a las consortes. Después de que Claudio ordenase la ejecución de su esposa Mesalina a causa de la escandalosa infidelidad de la que hacía gala ella, Palas apoyó la candidatura de Julia Agripina la Menor, hermana de Calígula, para contraer nuevas nupcias con el emperador frente a Lolia Paulina, propuesta por otro liberto, Calisto. Paulina había sido obligada a divorciarse de su marido, Publio Memio Régulo, para casarse con Calígula, quien la repudió a los seis meses.
Según Tácito, la intención de Palas obedecía a un plan estratégico: estrechar lazos entre las familias Julia y Claudia para evitar que en el futuro un pariente de Agripina (marido, hijo) pudiera reclamar el trono. Otros coetáneos opinaban que, en realidad, ella y el liberto mantenían una relación amorosa, aunque no hay pruebas de ello y más bien se trataría un acuerdo de beneficio mutuo. De nuevo es Tácito quien proporciona otro dato: «Palas elogió a Agripina sobre todo por el hecho de que llevaría consigo al nieto de Germánico». Germánico era hermano de Claudio, por tanto, Agripina era su sobrina.
Al final Palas se salió con la suya y tuvo que repartir sus servicios y su influencia entre ambos cónyuges. Como Paulina podía seguir siendo un incordio, Agripina decidió eliminarla y en el 49 d.C. la acusó de brujería, ordenando confiscar sus ricas propiedades y desterrándola de Italia; luego, probablemente siguiendo órdenes de la emperatriz, un comandante de la Guardia Pretoriana la obligó a quitarse la vida. Como decíamos, esa cercanía que mantenía Agripina con Palas fue objeto de habladurías. La responsabilidad de su difusión correspondió a Tiberio Claudio Narciso.
Narciso, otro liberto griego, era el praepositus ab epistulis (encargado de la correspondencia). También había reunido una fortuna y se rumoraba que había sido cómplice de Mesalina en sus excesos, aunque las fuentes documentales aseguran que era muy leal a Claudio y fue él quien la denunció tras su bigamia. Su idea era que el emperador retomara como esposa a Elia Petina, su primera mujer, esperando que nombrase heredero a su yerno Fausto Cornelio Sila Félix en lugar de a Británico, el vástago que Claudio tuvo con Mesalina; al fracasar, dio un maquiavélico giro al plan, ganándose el favor de Británico.
Eso le convirtió en enemigo de Agripina, que aspiraba a colocar como sucesor a su propio hijo, Nerón, y por ende de Palas, de ahí las difamaciones que les dedicó. Finalmente, Agripina sospechó que Narciso estaba tratando de volver al emperador contra ella y se adelantó: primero quitó de enmedio al liberto, recomendándole ir a Campania a tomar unos baños para mejorar su salud, y luego envenenó a su marido, según se cree; hay quien dice que ayudada por Palas. De ese modo logró situar a Nerón al frente del Imperio; iba a ser algo temporal debido a la minoría de edad de Británico, pero las cosas salieron de forma muy diferente.
Narciso también había acabado igual al faltar Claudio, mientras que Palas continuaba en la tesorería al servicio del nuevo emperador. Pero éste no tardó en hartarse de las continuas injerencias de su madre en las labores de gobierno y, por consiguiente, en dudar de la fidelidad del liberto, al que seguía vinculando con ella. Al fin y al cabo, el emperador ya tenía sus propios consejeros, Séneca y Afranio Burro. Como cuenta Tácito:
Nerón, entonces, hostil a quienes ofrecían apoyo al orgullo arrogante de su madre, quitó a Palas la administración del tesoro, cargo que había obtenido de Claudio y que lo convertía casi en árbitro del Estado. Se decía que mientras Palas se marchaba seguido por una multitud de parásitos, Nerón dijo en broma que Palas iba a entregar su cargo. En realidad Palas había acordado que no se realizaría ninguna investigación sobre su gestión pasada y que su asunto con el Estado se daba por cerrado.
Nerón amenazó a su madre con abdicar y exiliarse en Rodas. Ella, reaccionó acercándose a Británico, lo que alarmó al emperador. La consecuencia era imaginable: el hijo de Claudio murió al poco de cumplir catorce años; presuntamente por un ataque epiléptico, si bien la mayoría opina que fue envenenado por Nerón (ayudado por una esclava llamada Locusta, como vimos en otro artículo). Eso supuso el definitivo alejamiento de la corte para Agripina y la muerte de su supuesto amante, Aulio Plaucio, a quien Nerón temía que ella promocionara como alternativa al trono, según Suetonio.
Agripina no duró mucho más. La nueva esposa de su hijo, Popea Sabina, también la consideró una rival a la hora de ejercer influencia sobre él y, tras varios intentos fallidos de asesinato, convenció a su marido para que, en el año 59 d.C., la ejecutara implicándola en una conspiración inventada. Pero aquella vorágine destructora continuaba. Cuatro años antes Nerón, que no estaba dispuesto a mantener a su lado a los que consideraba agentes o partidarios de Agripina, había destituido a Palas de su puesto de tesorero. Y en el 58 d.C. le implicó en una oscura conspiración que buscaría derrocarle y sustituirle por Fausto Cornelio Sila.
Éste era hijo de Fausto Cornelio Sila Félix, un descendiente del célebre dictador Lucio Cornelio Sila, y de su esposa Domicia Lépida, sobrina nieta de Augusto, nieta de Marco Antonio, madre de Mesalina y abuela de Británico. El presunto candidato a usurpar el trono, que estaba casado con Claudia Antonia, la hija de Claudio, habría tenido la complicidad de Palas y el prefecto del pretorio Sexto Afranio Burro en sus planes de ser proclamado emperador en vez de Nerón, de ahí que se abriera un proceso judicial. Séneca fue el encargado de defenderlos y consiguió la absolución de los tres. Pero Nerón, claro, no quedó tranquilo.
Al año siguiente se produjo una segunda acusación y esta vez Sila fue desterrado a Massilia (Marsella), donde sería asesinado en el 62 d.C. por dos sicarios que envió Ofonio Tigelino, la mano derecha de Nerón. Tácito considera que el carácter de Sila era tímido y despreciable, por lo que resultaba imposible que pudiera encabezar trama alguna. En cualquier caso, si todo un cónsul como él había salido malparado no se iba a librar alguien de menor posición social como un vulgar liberto. Palas acabó envenenado en el 63 d.C., no sólo para cortar los flecos que quedaban sino para acceder a su codiciable fortuna. Dice Tácito:
…se cree que Nerón hizo matar con veneno a sus libertos más poderosos: Doríforo acusado de haberse opuesto a la boda con Popea; Palas porque era demasiado viejo e inmensamente rico.
A manera de epílogo, cabe añadir dos curiosidades. La primera es que en el 167 d.C., durante el mandato de Marco Aurelio, un descendiente de Palas accedió al consulado, lo que significa que el liberto debió de arreglárselas para salvar una parte de su riqueza y mantener el estatus de su familia. La otra es que su hermano Marco Antonio Félix, recuperó su puesto en Judea y en el 58 d.C. fue quien libró a Pablo de Tarso de la pena de muerte a la que le había condenado el Sanedrín, trasladándolo a otra ciudad para su seguridad… a cambio de una sustanciosa suma de dinero.
FUENTES
Tácito, Anales
Suetonio, Vidas de los doce césares
Dion Casio, Historia romana
Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos
Plinio el Joven, Cartas
Sergei I. Kovaliov, Historia de Roma
Wikipedia, Marco Antonio Palas
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