Un reciente estudio arqueológico sobre el sistema de asedio romano en Masada, publicado en el Journal of Roman Archaeology, revela nuevos e importantes hallazgos sobre este histórico conflicto del siglo I d.C.
Un equipo internacional de investigadores, liderado por Hai Ashkenazi de la Autoridad de Antigüedades de Israel y la Universidad Goethe de Frankfurt, ha utilizado tecnología de vanguardia para analizar en profundidad el paisaje bélico que rodea la antigua fortaleza judía.
El asedio de Masada, que tuvo lugar alrededor del año 73 o 74 d.C., marcó el final dramático de la Primera Rebelión Judía contra el Imperio Romano. Hasta ahora, mientras que la fortaleza en sí había sido objeto de extensas excavaciones, el sistema de asedio romano que la rodeaba había recibido comparativamente poca atención académica.
Este nuevo estudio busca llenar ese vacío, aprovechando métodos arqueológicos contemporáneos para arrojar luz sobre las estrategias y tácticas empleadas por el ejército romano en este conflicto decisivo.
Los investigadores emplearon una combinación de técnicas, incluyendo un minucioso estudio de superficie, modelado fotogramétrico en 3D y análisis mediante sistemas de información geográfica (SIG). Este enfoque multidisciplinario les permitió examinar con un nivel de detalle sin precedentes el muro de circunvalación, los campamentos militares y otras estructuras asociadas al asedio.
Una de las conclusiones más significativas del estudio es que el muro de circunvalación, que rodeaba completamente la base de Masada, alcanzaba una altura de entre 2 y 2,5 metros. Esta imponente estructura no solo servía como obstáculo físico, sino que también cumplía funciones psicológicas y tácticas.
Por un lado, representaba una clara demostración del poder y la determinación romanos, ejerciendo una presión psicológica sobre los defensores judíos. Por otro lado, proporcionaba una plataforma desde la cual los romanos podían repeler posibles contraataques de los sitiados.
El equipo de investigación logró calcular con precisión las dimensiones del muro y sus torres asociadas, resolviendo debates de larga data entre los expertos. Se determinó que la longitud total del muro de asedio era de aproximadamente 4.300 metros, incluyendo las secciones que incorporaban las paredes de los campamentos militares.
Si se suman las paredes de los campamentos no integradas directamente en el muro principal, la longitud total de las estructuras defensivas romanas alcanza los 6.300 metros.
Un aspecto particularmente innovador del estudio fue el uso de modelado fotogramétrico en 3D para analizar un tramo de 1.100 metros del muro en su sección oriental, que se encuentra excepcionalmente bien preservada. Esta técnica permitió a los investigadores no solo documentar con precisión la estructura, sino también realizar cálculos detallados sobre su volumen y la carga de trabajo que habría sido necesaria para su construcción.
Estas estimaciones sobre el esfuerzo constructivo tienen implicaciones importantes para nuestra comprensión de la duración del asedio. Contrariamente a algunas interpretaciones históricas que sugerían un asedio prolongado, los datos recopilados apuntan a que la construcción del sistema de asedio, incluyendo el muro y los campamentos, se llevó a cabo con relativa rapidez, en apenas dos semanas. Esta eficiencia en la construcción refleja la disciplina y organización del ejército romano, capaz de movilizar y coordinar grandes cantidades de mano de obra en un entorno desértico hostil. El asedio habría durado, según los investigadores, de cuatro a nueve semanas.
El estudio también arroja luz sobre las múltiples funciones que cumplía el sistema de asedio. Además de su evidente papel defensivo, protegiendo a las tropas romanas de posibles salidas de los sitiados, el muro servía para aislar completamente la fortaleza, cortando cualquier posibilidad de suministro o refuerzo para los defensores. Asimismo, la imponente presencia del muro y los campamentos actuaba como una poderosa herramienta de guerra psicológica, transmitiendo a los sitiados un mensaje claro sobre la inevitabilidad de su situación.
Los investigadores identificaron y analizaron en detalle siete secciones distintas del muro, cada una con características específicas adaptadas a su ubicación y función. Por ejemplo, la sección oriental, que incluye 15 torres incorporadas al muro, estaba diseñada para ofrecer una vigilancia óptima de la llanura circundante y repeler posibles intentos de fuga o socorro desde esa dirección.
El estudio proporciona valiosas perspectivas sobre las tácticas de asedio romanas. La preservación excepcional del sitio, debido a su ubicación remota y al clima árido, ofrece una oportunidad única para estudiar un paisaje de conflicto romano prácticamente intacto desde el siglo I d.C.
Los hallazgos del equipo de Ashkenazi desafían algunas interpretaciones previas y abren nuevas líneas de investigación. Por ejemplo, el debate sobre si el famoso terraplén de asedio fue completado o no, y cómo exactamente los romanos lograron finalmente entrar en la fortaleza, sigue siendo un tema de discusión académica. Este estudio proporciona nuevos datos que sin duda alimentarán futuras investigaciones y debates sobre estos aspectos controvertidos.
Los investigadores concluyen que basándonos en nuestra observación de que grandes secciones de la muralla oriental han desaparecido o están cubiertas por sedimentos coluviales, sostenemos que se ha producido una erosión sustancial en este lado de Masada desde el siglo I de nuestra era, lo que refuerza aún más el argumento de que la tesis de Goldfus et al. es inexacta y que el asedio de Masada terminó con la ruptura de su muro occidental por las máquinas de asedio romanas.
FUENTES
Ashkenazi H, Ze’evi-Berger O, Gross B, Stiebel GD. The Roman siege system of Masada: a 3D computerized analysis of a conflict landscape. Journal of Roman Archaeology. Published online 2024:1-26. doi:10.1017/S1047759424000084
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