En un estudio publicado recientemente en el Journal of Egyptian Archaeology, el investigador Brandon McDonald de la Universidad de Tufts examina un fascinante período de transición en la historia del antiguo Egipto bajo dominio romano. A través de un meticuloso análisis de evidencia arqueológica, McDonald demuestra cómo la otrora bulliciosa región del Desierto Oriental egipcio experimentó un dramático declive de actividad entre finales del siglo II y principios del siglo III d.C., mucho antes de lo que se creía previamente.
El artículo desafía la visión convencional de que la región mantuvo su importancia estratégica y económica para el Imperio Romano hasta mediados del siglo III. Por el contrario, McDonald presenta evidencia convincente de que el abandono gradual de esta zona crucial comenzó décadas antes, coincidiendo con el final de la dinastía Antonina y el comienzo de la era Severiana.
El Desierto Oriental, que se extiende desde el Nilo hasta el Mar Rojo, jugó un papel vital en la economía del Egipto romano. Albergaba importantes canteras de piedra ornamental, minas de oro y otros minerales preciosos, así como puertos marítimos que servían como puertas de entrada al lucrativo comercio con Arabia y la India. La región estaba atravesada por una red de caminos fortificados que conectaban estos centros de producción y comercio con el valle del Nilo.
McDonald realiza un exhaustivo recorrido por los principales sitios arqueológicos de la zona, desde las canteras de Mons Claudianus y Mons Porphyrites en el norte, hasta los puertos de Mios Hormos y Berenice en la costa del Mar Rojo. En cada ubicación, el patrón es similar: un auge de actividad en el siglo I y primera mitad del II, seguido de un marcado declive hacia finales del siglo II y principios del III.
En las canteras de Mons Porphyrites, famosas por su valioso pórfido púrpura, la evidencia cerámica y numismática sugiere que la mayoría de los asentamientos asociados fueron abandonados en la segunda mitad del siglo II. El fuerte que servía como centro administrativo del complejo muestra signos de actividad reducida a partir del segundo cuarto del siglo III.
Más al sur, en el importante puerto de Mios Hormos, los hallazgos arqueológicos indican que el asentamiento fue abandonado por completo alrededor del año 220 d.C. Su rival, Berenice, logró mantenerse activo por más tiempo, pero también experimentó una significativa disminución en el volumen de comercio durante el mismo período.
Este patrón se repite en numerosos fuertes y estaciones a lo largo de las rutas que conectaban las canteras y puertos con el Nilo. Muchos de estos puestos, vitales para la seguridad y logística del comercio a través del desierto, muestran evidencia de abandono o actividad muy reducida a principios del siglo III.
McDonald argumenta que este declive generalizado no puede explicarse únicamente por factores locales. En su lugar, propone que fue el resultado de una combinación de eventos geopolíticos y crisis que afectaron a todo el Imperio Romano durante este período. Entre los factores que pudieron contribuir a este fenómeno, el autor destaca:
La Plaga Antonina, una devastadora pandemia que azotó el imperio entre los años 165 y 180 d.C., causando una significativa disminución de la población y perturbando las redes comerciales.
Las costosas guerras libradas por Marco Aurelio contra los partos en Asia occidental y los marcomanos en Europa central, que drenaron los recursos del imperio y posiblemente redujeron la demanda de bienes de lujo orientales.
Cambios en los patrones de comercio a larga distancia, que pueden haber hecho que las rutas a través del Desierto Oriental fueran menos atractivas o necesarias.
Según McDonald, el declive de la actividad en el Desierto Oriental podría ser un indicador temprano de las tensiones y desafíos que culminarían en la llamada «Crisis del Siglo III».
Es importante destacar que el abandono de la región no fue total ni permanente. El autor señala que algunos sitios, como el puerto de Berenice, experimentaron una modesta recuperación en el período romano tardío (siglos IV-VI d.C.). Sin embargo, la región nunca recuperó la intensidad de actividad que había caracterizado su edad de oro en los siglos I y II d.C.
El declive del Desierto Oriental no fue un fenómeno aislado, sino que reflejó y posiblemente contribuyó a cambios más amplios en la economía imperial. Lejos de ser un evento repentino a mediados del siglo III, el trabajo de McDonald sugiere que los síntomas de la crisis ya eran visibles décadas antes en regiones como el Desierto Oriental de Egipto.
El examen de las evidencias arqueológicas de la región a lo largo del tiempo revela esta coyuntura como un punto de inflexión. La autoridad y las inversiones del Estado romano disminuyen a partir de este momento, lo que conduce a la invasión de las tribus del desierto oriental y a la retirada final del Imperio Romano de la zona, concluye McDonald.
FUENTES
McDonald, B. (2024). The Downturn of Egypt’s Eastern Desert in the Middle Roman Imperial Period. The Journal of Egyptian Archaeology. doi.org/10.1177/03075133241273454
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