Durante la época romana, el promontorio sur del golfo de Bayas (en latin Baiae) era el lugar perfecto para la construcción de villae maritimae para la élite romana que decidía pasar sus residencias de verano junto al mar, donde al mismo tiempo cultivaban peces y ostras.
Una de estas residencias se encuentra hoy en la fortaleza militar del Castello Aragonese di Baia, construida en 1495 d.C. durante el periodo aragonés. Aquí, durante obras de restauración, los arqueólogos desenterraron las ruinas del sector residencial de la villa, que las fuentes históricas atribuyen a Julio César. La prueba más representativa de ello, según los arqueólogos, son los excepcionales restos in situ de mosaicos, yesos decorados y superficies finamente pintadas al fresco, decoradas según el repertorio del estilo II.
Entre los hallazgos más impresionantes se encuentra un fresco monumental que adorna una pared en opus quasi reticulatum, una técnica de construcción típica de la época republicana tardía. Este fresco, que los expertos han datado entre el 60 y el 50 a.C., representa una escena arquitectónica en perspectiva realizada en trompe l’oeil, un estilo ilusionista que crea la impresión de profundidad y tridimensionalidad en una superficie plana.
La composición central presenta un arco redondo enmarcado por un drapeado rojo intenso, que revela un tholos, un templo circular sostenido por doce columnas majestuosas. En primer plano, un pórtico con columnas jónicas añade profundidad a la escena, mientras que el fondo se tiñe de tonos verdes que evocan un cielo etéreo.
Lo que ha causado especial interés entre los investigadores es el análisis detallado de los pigmentos utilizados en estas pinturas murales. Utilizando una batería de técnicas no invasivas de vanguardia, incluyendo espectroscopía Raman, fluorescencia de rayos X portátil y espectroscopía infrarroja por transformada de Fourier, los científicos han logrado identificar una paleta de colores que no solo es diversa, sino también increíblemente costosa para los estándares de la época.
El descubrimiento más sorprendente ha sido la presencia generalizada de cinabrio, un pigmento rojo brillante compuesto de sulfuro de mercurio, conocido en la antigüedad por ser más valioso que el oro. Este pigmento, utilizado con profusión en los drapeados rojos y en los fondos monocromáticos de las decoraciones laterales, es un testimonio del poder y la riqueza del propietario de la villa.
El cinabrio tenía un precio legalmente fijado para los pigmentos de 70 sestercios la libra, frente a los 6 dinares del minio o los 2 dinares de la hematites, señalan los investigadores. Esta es la razón por la que los pintores solían mezclar el cinabrio con otros pigmentos menos caros como el ocre rojo.
Además del cinabrio, se han identificado otros pigmentos preciosos como el azul egipcio, ocres rojos y amarillos, y compuestos verdes a base de cobre, todos ellos aplicados sobre un sustrato de cal fresca, siguiendo la técnica del fresco verdadero que garantizaba la durabilidad de las pinturas.
La sofisticación técnica de estas decoraciones murales se extiende más allá de la elección de pigmentos. Los análisis han revelado un uso magistral de la mezcla de colores para crear efectos de sombreado y volumen, como se evidencia en las columnas blancas con estrías sutilmente pintadas con pigmentos a base de hierro para simular el relieve. Asimismo, la presencia de pigmentos orgánicos en las áreas rosadas sugiere un nivel de refinamiento artístico reservado solo para las residencias más prestigiosas.
Los investigadores también han detectado la presencia de resinas sintéticas, probablemente aplicadas en intentos modernos de preservar las pinturas, así como productos de degradación como el yeso, que indican los desafíos continuos en la conservación de estos tesoros arqueológicos.
La opulencia de la decoración y la elección de temas iconográficos reflejan no solo el gusto personal del propietario, sino también las aspiraciones y valores de una clase dirigente en vísperas de profundos cambios sociales y políticos.
La decoración mural de esta villa, a diferencia de los frescos más famosos de la zona vesubiana, es uno de los poquísimos testimonios de aparato decorativo de época tardorrepublicana presentes en los Campos Flegreos, a causa de la transformación del paisaje, la estratificación histórica de los yacimientos, el bradiseísmo y, desgraciadamente, las actividades constructivas no autorizadas, dicen los investigadores.
FUENTES
Cappelletti, P., De Bonis, A., Di Martire, D. et al. The Roman villa at the Castle of Baia (Naples, Italy): investigations on the polychromy of frescoed surfaces by using non-destructive spectroscopic techniques. Herit Sci 12, 328 (2024). doi.org/10.1186/s40494-024-01436-6
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