En la más reciente temporada de excavaciones del proyecto Paisajes Arqueológicos de Pañamarca, se logró un descubrimiento notable: una arquitectura pintada inédita en el sitio. Este proyecto, iniciado en 2018, busca desentrañar las actividades que ocurrieron en Pañamarca y sus alrededores en épocas antiguas.
Es un esfuerzo conjunto entre arqueólogos, historiadores del arte y conservadores tanto peruanos como estadounidenses, contando con el respaldo de diversas instituciones, como la National Geographic Society, la Universidad de Columbia y el Centro de Conservación Avenir del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver.
Pañamarca es uno de los sitios monumentales más al sur de la cultura Moche, una civilización que floreció entre los años 350 y 850 d.C. en los valles costeros del norte de Perú. Esta cultura es famosa por sus tumbas de élite, su arquitectura impresionante y sus detalladas representaciones artísticas, así como por sus complejos artefactos y su rica imaginería religiosa.
Pañamarca, asentado sobre una colina de granito en el bajo valle de Nepeña, está compuesto por una plataforma escalonada de adobe de gran tamaño, dos plataformas más pequeñas pero igualmente de adobe, una vasta plaza amurallada y diversas estructuras adicionales, entre las que destaca un edificio de mampostería del periodo Formativo.
Uno de los aspectos más fascinantes de Pañamarca es su colección de murales coloridos, los cuales se publicaron por primera vez en la década de 1950. Estas pinturas, localizadas en la plaza y las plataformas, muestran escenas de sacerdotes y guerreros en procesión, batallas entre seres sobrenaturales, y actividades ceremoniales vinculadas a prisioneros humanos, junto a una figura intrigante de un hombre con dos rostros. Sin embargo, hasta ahora, no se había descubierto ninguna sala en Pañamarca (ni en otro sitio del antiguo Perú) con un trono destinado a una reina.
El hallazgo de este trono se dio en lo que Jessica Ortiz Zevallos, directora del proyecto, denominó como la «Sala del Imaginario Moche». Rodeada por muros y pilares, la sala presenta cuatro escenas diferentes que muestran a una mujer poderosa, en ocasiones recibiendo a visitantes en procesión, y en otras sentada en su trono. En temporadas anteriores del proyecto, se documentaron numerosas superficies pintadas en esta misma sala, con imágenes de hombres y mujeres elegantemente vestidos, guerreros con atributos animales como arañas y serpientes, y combates entre el héroe mítico moche y seres del mar.
La mujer representada en las paredes y pilares de la sala del trono, así como en el propio trono, está asociada con símbolos de la luna creciente, el mar y sus criaturas, y las artes del hilado y tejido. En los murales descubiertos recientemente, se ha encontrado una escena única de un taller de mujeres dedicadas a tejer y hilar, junto con una procesión de hombres portando tejidos y la corona de la líder femenina, adornada con trenzas. Pañamarca sigue desafiando nuestras expectativas, comenta Lisa Trever, catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Columbia, no solo por la creatividad inagotable de sus pintores, sino porque sus representaciones están transformando nuestra comprensión sobre los roles de género en la cultura moche.
El debate entre los estudiosos ahora gira en torno a la identidad de esta mujer poderosa: ¿se trataba de una figura humana, una sacerdotisa, una diosa o una reina? A pesar de estas discusiones, las evidencias físicas del trono, como la erosión de su respaldo, la presencia de cuentas de piedra verde, finos hilos y hasta cabello humano, sugieren que fue ocupado por una persona real, probablemente una líder femenina del siglo VII en Pañamarca.
En otro punto del proyecto, las excavaciones en la plaza revelaron una estructura monumental desconocida hasta ahora: la «Sala de las Serpientes Trenzadas«. Esta sala, construida sobre pilares cuadrados en la esquina sur de la gran plaza, destaca por sus murales que representan a una figura cuyo cuerpo está compuesto de serpientes entrelazadas con piernas humanas, un motivo inédito en el arte moche.
Además, hay representaciones de guerreros, armas antropomorfizadas y una escena de un monstruo persiguiendo a un hombre. La sala experimentó múltiples renovaciones a lo largo del tiempo, incluyendo la colocación de ofrendas materiales, quemas rituales y el recubrimiento de suelos y paredes. Según Michele L. Koons, arqueóloga del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver, esta sala ofrecía una vista prominente, casi como un palco desde el cual observar los eventos en la plaza, al tiempo que proporcionaba espacios privados a sus ocupantes.
En cuanto a la conservación, el trabajo arqueológico en Pañamarca se realiza paralelamente a un minucioso esfuerzo de preservación. Cada estructura y pintura mural es estabilizada, documentada y estudiada por un equipo de especialistas, quienes emplean tanto técnicas tradicionales de dibujo como tecnología avanzada de escaneos tridimensionales para registrar cada detalle. Debido a la fragilidad de las pinturas murales, actualmente no son accesibles al turismo. Dejarlas expuestas sin un programa de conservación provocaría un deterioro inmediato, como ocurrió con los murales descubiertos en los años cincuenta, señala José Antonio Ochatoma Cabrera, arqueólogo del proyecto.
Por ello, el equipo sigue las recomendaciones del Ministerio de Cultura peruano, cubriendo las excavaciones al final de cada temporada para asegurar su preservación a largo plazo. Además, se están construyendo techos y cortavientos para proteger las estructuras pintadas, todo con el objetivo de garantizar la conservación de este valioso patrimonio cultural.
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