En el corazón del agreste paisaje de Hardangervidda, una vasta meseta montañosa de Noruega, un grupo de arqueólogos, a pie y con herramientas a cuestas, ha seguido los pasos de antiguos viajeros explorando una ruta histórica conocida como Nordmannsslepa. Esta investigación es parte de un proyecto más amplio sobre la cultura alimentaria en la Edad Media, liderado por la Universidad de Oslo.
La Nordmannsslepa, un antiguo sendero que atraviesa la imponente Hardangervidda, era una vía crucial para aquellos que, siglos atrás, debían cruzar estas montañas. Según las descripciones del profesor Christopher Hansteen, un científico destacado del siglo XIX, el nombre de la ruta tiene sus raíces en una curiosa denominación local.
En una crónica de viajes de 1821, Hansteen narra cómo los habitantes de una región noruega se referían a los montañeses que llegaban desde el oeste como nordmenn (hombres del norte), ya que, para ellos, esa dirección representaba el norte. Así, el sendero, que conectaba las aldeas del oeste con el interior, quedó bautizado como Nordmannsslepa.
Hansteen, conocido por sus avances en geografía y astronomía, emprendió en ese año una caminata desde Christiania (hoy Oslo) hasta Eidfjord, a través de la meseta. En su travesía, el académico describió con detalle la importancia de las varder, unas pequeñas construcciones de piedras que servían para guiar a los viajeros en una época sin mapas precisos ni sistemas de navegación modernos.
Estas marcas, aún visibles en algunos tramos del sendero, eran, según Hansteen, una especie de “guías consoladoras” que indicaban al viajero que seguía por buen camino. Hoy en día, los excursionistas pueden seguir las marcas modernas de la Asociación Noruega de Turismo, reconocidas por la famosa «T» roja que señala los senderos.
Durante la reciente excavación, los arqueólogos del Museo de Historia Cultural (KHM) se dirigieron a Holmetjønn, un lugar en el que Hansteen mencionó haber encontrado una antigua cabaña de piedra en su viaje. Allí, el equipo descubrió no solo los restos de la estructura que el científico había descrito, sino también los vestigios de una cabaña aún más antigua, que se cree data de la época vikinga o medieval.
La existencia de estas cabañas en este duro entorno subraya la necesidad de refugio que enfrentaban los viajeros. Las leyes medievales noruegas estipulaban estrictas normas sobre el uso compartido de estos refugios. Si el clima era adverso y varias personas llegaban a una cabaña al mismo tiempo, se debía sortear quién tendría que salir si no había suficiente espacio. Cualquiera que se negara a acatar este mandato, si su acción resultaba en la muerte de otros, podía ser severamente multado. Estas normas reflejan la cruda realidad de la supervivencia en un entorno donde las tormentas y el frío podían ser letales.
Al excavar en el interior de la cabaña, los arqueólogos hallaron indicios de la vida cotidiana de los viajeros que la ocuparon. El suelo estaba cubierto por un espeso estrato de ceniza, huesos y restos de alimentos, lo que sugiere que, durante siglos, aquellos que pasaban la noche allí solían arrojar sus desperdicios directamente al fuego.
Los restos indicaban que estos antiguos viajeros se alimentaban de aves, peces y renos, y que, en muchas ocasiones, quemaban huesos enteros, incluso mandíbulas de pequeños animales, lo que hace suponer que algunos quizás disfrutaban de un manjar tradicional conocido como smalahove, una cabeza de oveja cocida.
Además de restos de comida, se descubrieron herramientas vinculadas al fuego, como un pedernal y un encendedor de hierro, que datan de la época vikinga. Estas piezas permiten imaginar a los antiguos viajeros tratando de encender un fuego en medio de la inhóspita meseta, tal como lo habrían hecho sus ancestros siglos atrás.
Entre los hallazgos más notables se encuentran dos puntas de flecha vikingas bien conservadas, encontradas cerca de la entrada de la cabaña. Estas puntas, cuidadosamente elaboradas, podrían haber pertenecido a un cazador de renos que utilizaba la cabaña como base durante sus expediciones.
El equipo arqueológico, encabezado por la arqueóloga Margrethe Figenschou Simonsen, ve estas excavaciones como el inicio de un proyecto a largo plazo. Holmetjønn y sus alrededores aún guardan muchos secretos, y los investigadores están convencidos de que nuevas excavaciones podrían desvelar más capas de historia, revelando detalles no solo sobre la vida en la Edad Media, sino también sobre los cazadores y viajeros que cruzaban estas montañas en épocas aún más antiguas.
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