En el corazón del lago de Bolsena, en la provincia italiana de Viterbo, se esconde un tesoro arqueológico que durante siglos ha permanecido oculto bajo las aguas. Se trata del asentamiento prehistórico conocido como «Gran Carro», cuya existencia ha sido confirmada desde finales de los años 50, pero que solo recientemente ha empezado a revelar sus secretos más profundos gracias a un esfuerzo de investigación intensivo.
En 2024, bajo la iniciativa del PNRR-CAPUT MUNDI, se ha completado la primera fase de investigaciones para restaurar y valorizar este sitio, con el objetivo de crear un recorrido subacuático que permitirá a los visitantes explorar este fascinante legado histórico.
Un Asentamiento de la Edad del Bronce
El Gran Carro, cuyo origen se remonta a la Edad del Bronce Medio (alrededor del siglo XV a.C.), floreció principalmente durante la Primera Edad del Hierro (entre finales del siglo X y principios del siglo IX a.C.).
Este asentamiento se distingue por una dualidad funcional: una zona residencial, conocida como la “palafitos”, y una parte cultual centrada en el monumento de piedras llamado «Aiola». Aunque la existencia de este último es conocida desde hace tiempo, su verdadera función solo fue comprendida entre 2021 y 2022.
El esfuerzo arqueológico actual se ha centrado en una sección habitacional nunca antes explorada, cubriendo una extensión de más de 150 metros cuadrados. La investigación sigue un riguroso enfoque científico, algo que nunca antes se había hecho en este contexto sumergido. Este nuevo estudio busca no solo comprender mejor el sitio, sino también prepararlo para una futura accesibilidad turística subacuática.
El Misterio de las Estructuras y Estratos
Uno de los aspectos más desafiantes del Gran Carro es su compleja estratificación. El sitio está compuesto por múltiples capas de estructuras que fueron incendiadas, colapsadas y reconstruidas repetidamente.
Estos estratos se alternan con niveles de terraplenes artificiales, que parecen haber sido acumulados deliberadamente para cubrir los restos de incendios anteriores, lo que sugiere que los fuegos eran frecuentes en un asentamiento cuyas casas, hechas completamente de madera, tenían fogones internos.
Entre los hallazgos de este complejo estratigráfico se destacan herramientas y objetos en su mayoría de madera, como un mango de hacha, lo que parece ser un mecanismo de cerrojos de puertas, así como dos husos de madera con sus fusayolas, y hasta peines probablemente utilizados para tejer.
Especialmente sorprendente fue el descubrimiento de un cesto de mimbre que aún conservaba su contenido blanquecino, posiblemente un residuo de algún tipo de producto lácteo, lo cual está siendo sometido a análisis específicos.
Hallazgos Cerámicos y Votivos
El fuego que destruyó varias de las estructuras también deformó muchas de las piezas cerámicas encontradas, aunque algunas se mantienen casi intactas. Entre los hallazgos cerámicos destacan varias ollas de almacenamiento, ánforas decoradas con asas de columna, y vasos bicónicos. Además, se recuperaron tazas y cuencos decorados, incluyendo miniaturas con incisiones que podrían representar una forma primitiva de escritura.
Uno de los hallazgos más fascinantes es una figurilla antropomorfa hecha de barro cocido, que parece haber sido realizada con poca precisión y presenta incluso las huellas dactilares de su creador. Su ubicación en el área residencial y sus características sugieren un uso votivo, probablemente vinculado a rituales domésticos. Este tipo de artefactos es más común en contextos funerarios, lo que hace que su descubrimiento en una vivienda sea único en la región de la Etruria meridional.
Otro hallazgo significativo es un pequeño caballito de terracota, también incompleto y fragmentado, que presenta marcas de agujeros, lo que sugiere que alguna vez pudo haber tenido ruedas. Este objeto, al igual que la figurilla, podría estar relacionado con rituales religiosos, tal vez como símbolo del carro solar, un ícono común en la religión prehistórica.
Los descubrimientos más recientes arrojan nueva luz sobre las técnicas constructivas utilizadas hace 3.000 años. A diferencia de los palafitos tradicionales, que solían construirse sobre pilotes, los datos sugieren que las estructuras del Gran Carro fueron construidas directamente sobre el suelo, utilizando fundaciones llenas de arena y escombros. Además, se han encontrado elementos cuadrangulares de tierra cocida, que podrían haber formado parte de las paredes de las casas. Este aspecto es particularmente interesante, ya que podría indicar el uso de técnicas de construcción similares a las de pisé o muros de tierra cruda, una característica poco documentada en otros sitios arqueológicos.
Los materiales recuperados hasta ahora, que incluyen más de 150 piezas cerámicas, junto con numerosos artefactos de bronce, están siendo estudiados por el Instituto Central de Restauración. Entre los objetos de bronce se encuentran anillos, fíbulas, pequeñas herramientas, como cinceles, agujas, y anzuelos de pesca, además de ornamentos personales, como un fino colgante de hueso decorado con círculos incisos.
Gracias a la colaboración con diversas instituciones y cuerpos de seguridad, se ha llevado a cabo una exhaustiva documentación del sitio. La zona ha sido cuidadosamente dividida en cuadrantes de 2×2 metros, y cada uno de ellos se ha subdividido y documentado meticulosamente. Cada hallazgo ha sido numerado, fotografiado y etiquetado para un posterior análisis detallado, con el fin de mapear la distribución de los espacios y comprender mejor la organización interna del asentamiento.
El próximo paso en este proyecto es la creación de un recorrido subacuático accesible para el público, permitiendo a los visitantes explorar el asentamiento sumergido del Gran Carro. Además, se está desarrollando un recorrido virtual en 3D, que podrá ser disfrutado desde cualquier dispositivo multimedia. Con más de 500 pilotes ya identificados y una estructura habitacional única en su tipo, el Gran Carro promete seguir revelando los misterios de la vida prehistórica en Etruria durante muchos años más.
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