En el artículo dedicado a la Guardia Varega explicamos que, a partir de la conquista de Inglaterra por los normandos en 1066, ese cuerpo pasó a llamarse Englinbarrangoi (Anglo-varegos) y el inglés fue su lengua habitual porque empezó a nutrirse de anglosajones (ingleses y escoceses) que dejaron las islas para establecerse en Constantinopla. En 1098 llegaron a miles, liderados por el príncipe Edgar Atheling, pretendiente al trono inglés, poniéndose al servicio de Alejo I Comneno. Si hacemos caso a las fuentes documentales, el emperador bizantino incluso les cedió tierras al noreste del mar Negro para que formaran una colonia que recibió el nombre de Nova Anglia.

Esa Nueva Inglaterra (o Nīwe Englalond, como se decía en inglés arcaico) habría sido creada entre los años 1070 o 1090. De ello dan fe dos obras posteriores. La primera es el Chronicon Universale Anonymi Laudunensis, del que se conservan dos ejemplares, ambos del siglo XIII: uno en París, en la Biblioteca Nacional de Francia, y otro en Alemania, en la Biblioteca Estatal de Berlín. Esa crónica fue escrita por un anónimo monje inglés de un monasterio de Laón (Picardía) perteneciente a la Cándida y Canónica Orden Premonstratense (cuyos miembros son conocidos en España como mostenses) y es una historia del mundo que se extendiende hasta el año 1219.

La segunda obra es la Saga Játvarðar konungs hins helga (título abreviado generalmente en Saga Játvarðar). Como indica el epígrafe, se trata de una saga islandesa que cuenta la vida de Eduardo el Confesor (por eso se la llama también Eduardiana), quien fue rey de Inglaterra del año 1045 al 1066, además de padre del mencionado Edgar Atheling. Se desconoce la identidad de su autor, pero sí sabemos que se basó en el reseñado Chronicon Universale Anonymi Laudunensis o, al menos, utilizó una fuente común. Ello no impide que haya algunas diferencias entre ambas, especialmente en los nombres de los personajes y en otros datos.

El emperador bizantino Alejo I Comneno
El emperador bizantino Alejo I Comneno. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Según cuentan, los ingleses que resistían contra Guillermo el Conquistador vieron su causa perdida al saber que el rey Svend II de Dinamarca dejaría de ayudarles y entonces decidieron abandonar el país para dirigirse a Miklagard, que es como se llamaba a Constantinopla en el norte de Europa, pues sabían que allí se requerían soldados. Una gran hueste, dirigida por Sigurðr, jarl af Glocestr (Siward, conde de Gloucester), se embarcó en tres centenares y medio de naves, navegando por las costas de Francia y la Península Ibérica para entrar en el Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar, saquear Ceuta y las islas Baleares, y alcanzar Sicilia.

Desde allí llegaron a la capital bizantina, rompiendo el sitio a que era sometida por paganos y siendo muchos contratados por Alejo I Comneno para su Guardia Varega. No obstante, Siward y otros preferían establecerse por su cuenta, así que el emperador les cedió algunas tierras situadas a seis días al norte y noreste de Constantinopla, quizá en la península de Crimea, que arrebataron a los infieles y bautizaron con el nombre de England (Inglaterra), al igual que pusieron nombres de ciudades inglesas a los diversos asentamientos. En el plano religioso, en vez de adoptar el rito oriental ortodoxo trajeron clérigos católicos desde el Reino de Hungría.

Ésta es la versión de la Saga Játvarðar. El Chronicon no menciona al rey danés y troca el nombre de Siward por el de Stanardus. Asimismo, no detalla el itinerario marítimo de los exiliados, aunque menciona la llegada a Cerdeña y no a Sicilia. Tampoco cita los nombres ingleses de las ciudades y aporta la denominación de Nova Anglia para la colonia. También añade un detalle curioso: se refiere a los colonos como Angli orientales y dice que mataron al funcionario bizantino que había enviado el emperador para cobrarles tributo, lo que motivó que los que se habían quedado en Constantinopla abandonaran la ciudad temiendo represalias y se dirigieran a Nova Anglia, dedicándose a la piratería.

El Imperio Bizantino en el siglo XI
El Imperio Bizantino en el siglo XI. Crédito: AteshCommons / Spiridon MANOLIU / Rowanwindwhistler / Wikimedia Commons

Existe una tercera fuente que además es más próxima cronológicamente a los hechos, lo que hace que los historiadores la consideren más veraz. Se trata de la Historia Ecclesiastica, cuyo autor es Orderico Vital, un monje benedictino natural de Atcham (Inglaterra), razón por la que recibió el apodo de Angligena (Inglés). Escribió la obra entre 1110 y 1115 por orden de sus superiores, que inicialmente iba a ser la crónica de la abadía de Saint-Evroul, sólo que fue ampliándola hasta convertirla en una historia de la Inglaterra anglonormanda.

A Vital corresponde el fragmento con que iniciamos este artículo y que forma parte de una descripción y causas del viaje inglés al Imperio Bizantino:

Otros [ingleses] se fueron al exilio voluntario para poder librarse en el destierro del poder de los normandos o conseguir ayuda extranjera y regresar y librar una guerra de venganza. Algunos de ellos que aún estaban en la flor de su juventud viajaron a tierras remotas y valientemente ofrecieron sus armas a Alejo, emperador de Constantinopla, un hombre de gran sabiduría y nobleza.

Portulano del cartógrafo Battista Agnese hecho hacia 1544 señalando vagropoli en el sur de Crimea y una flumẽlondia y p.d. susaco al este del estrecho de Kerch
Portulano del cartógrafo Battista Agnese hecho hacia 1544 señalando vagropoli en el sur de Crimea y una flumẽlondia y p.d. susaco al este delestrecho de Kerch. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Sin embargo, no explica la ruta ni da nombres, salvo el del emperador y su rival Miguel VII Ducas, que le disputaba el trono bizantino en alianza con Roberto Guiscardo, duque de Apulia. Por eso los exiliados son bien acogidos y, a cambio de su ayuda, reciben un premio que aparece llamado de otra forma, Civitot.

En consecuencia, los exiliados ingleses fueron recibidos calurosamente por los griegos y fueron enviados a la batalla contra las fuerzas normandas, que eran demasiado poderosas para los griegos solos. El emperador Alejo sentó las bases de una ciudad llamada Civitot para los ingleses, a cierta distancia de Bizancio; pero más tarde, cuando la amenaza normanda se hizo demasiado grande, los llevó de regreso a la ciudad imperial y los puso para proteger su palacio principal y tesoros reales. Ésta es la razón del éxodo de los sajones ingleses a Jonia; los emigrantes y sus herederos sirvieron fielmente al santo imperio, y todavía son honrados entre los griegos por el emperador, la nobleza y el pueblo por igual.

Esas discrepancias entre relatos y el tono algo fantástico de algunos detalles hace dudar de su historicidad parcial. Ahora bien, puesto que también hay coincidencias, que además se refrendan con otras pruebas, se considera que Nova Anglia existió realmente. ¿De qué pruebas hablamos? En primer lugar referencias de otras fuentes que, al no ser específicas, ganan en credibilidad. Es el caso de la Histoire de la conquête de Constantinople ou Chronique des empereurs Baudouin et Henri de Constantinople, obra escrita entre 1205 y 1213 por el cronista francés Geoffroi de Villehardouin, quen en el capítulo dedicado a la Cuarta Cruzada dice textualmente:

Los franceses colocaron dos escaleras de mano contra una barbacana cerca del mar. El muro aquí estaba fuertemente protegido por ingleses y daneses, y la lucha que siguió fue férrea, dura y feroz.​

Otra versión de la carta náutica de Battista Agnese datada en 1553. Menciona un flumen Londia y un Porto di Susacho en la costa noreste del Mar Negro
Otra versión de la carta náutica de Battista Agnese datada en 1553. Menciona un flumen Londia y un Porto di Susacho en la costa noreste del Mar Negro. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Asimismo, los relatos de los misioneros franciscanos que el papa Inocencio IV envió en 1246 al imperio mongol hacen repetidas menciones a la terra saxorum (tierra de los sajones), describiendo a esos saxi que viven en el entorno de Crimea y el mar de Azov como cristianos. Es algo especialmente interesante porque demuestra que, en el siglo XIII, esos colonos todavía constituían una comunidad identificable (el autor de la Saga Játvarðar ya informaba de que esa gente ha habitado allí desde entonces).

Por otra parte, las cartas del arzobispo búlgaro Teofilacto de Ohrid al príncipe armenio Gregorio Taronita y un elogio coetáneo del escritor Manuel Estraboromano a Alejo I Comneno demuestran que el Imperio Bizantino había restaurado su autoridad en el entorno del mar Negro. Y el Periplo de Pseudo-Escílax, una obra en griego antiguo del siglo IV d.C., estima que la duración del viaje por mar desde Constantinopla hasta el extremo occidental de la península de Crimea sería de seis días y noches, lo que coincide con la distancia a la que estaba la tierra que Alejo I cedió a los ingleses según el Chronicon y la Saga Játvarðar.

Más aún. Todavía hay ciertos topónimos en las cartas náuticas y portulanos de la costa del mar Negro que empleaban los navegantes españoles, italianos y griegos, que parecen remitir al inglés. Son cinco en concreto. Uno de ellos Porto di Susacho («Susaco» podría derivar del término saxon o south saxon, es decir, «sajón» o «sajones del sur», en referencia al antiguo Reino de Sussex) podría haber nominado a lo que luego fue la fortaleza otomana de Sudschuk-ckala’h (o Sujuk -Qale), germen de la ciudad rusa de Novorosíisk, situada en el litoral nororiental del mar Negro.

Otro topónimo interesante es Londina, nombre de un río que fluye por la parte septentrional del mismo mar Negro y que antaño debió de ser una ciudad situada al noroeste de Susaco, según los mapas de los siglos XV y XVI, en los que suele ir precedido de la palabra flume o flumen; huelga señalar la similitud con London (Londres). Los otros tres son Varangolimen, Vagropoli y Varangido agaria, los dos primeros situados en Crimea y el tercero en la desembocadura del río Don en el mar de Azov. Aunque no replican sitios en inglés, se trata de nombre griegos alusivos a los varegos ingleses.

Esta ilustración de la crónica de Juan Skylitzes es la única representación coetánea de la Guardia Varega, mostrada con armadura de estilo bizantino
Esta ilustración de la crónica de Juan Skylitzes es la única representación coetánea de la Guardia Varega, mostrada con armadura de estilo bizantino. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Algunos filólogos ven ciertas formas de las lenguas germánicas occidentales en el léxico conservado -escaso- del gótico de Crimea, un dialecto de los godos crimeos que perduró hasta finales del siglo XVIII. Por lo tanto, todo este panorama toponímico vendría a confirmar lo que ya se podía leer en el Chronicon Universale Anonymi Laudunensis:

A los pueblos que había en la tierra y a los que construyeron les dieron los nombres de los pueblos de Inglaterra. Las llamaron a ambas Londres y York, así como los nombres de otras grandes ciudades de Inglaterra.

Con todo esto ¿por qué no hay certeza plena y segura de la existencia de Nova Anglia? En realidad, a la vista de los datos, puede decirse que sí la hay, sólo que es necesario matizar los detalles. Como ocurre siempre, los cronistas tomaron los hechos y los adaptaron a las necesidades narrativas. Así, el único noble inglés de aquellos tiempos que tenía tierras en Gloucestershire se llamaba Siward Barn, por lo que se le podría identificar con el que la Saga Játvarðar llama Siward y el Chronicon Stanardus. Sin embargo, Barn estuvo preso de Guillermo el Conquistador entre 1071 y 1087, por lo que no podría haber liderado el viaje de la flota , que el Chronicon sitúa en el 1075.

Seguramente los autores de esas obras adaptaron el personaje al periplo marítimo del exilio y sincretizaron éste con el de Edgar Atheling en 1091. En cualquier caso, queda patente que la Nueva Inglaterra americana no fue la única ni la primera.



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