En el archipiélago de Svalbard, a 78 grados de latitud norte, se encuentra Longyearbyen, la ciudad más septentrional del mundo con una población permanente. Este asentamiento noruego, fundado en 1906 por el empresario estadounidense John Munroe Longyear como una ciudad minera, ha evolucionado a lo largo de más de un siglo para convertirse en un fascinante microcosmos de la vida humana en el Ártico.
Con sus calles cubiertas de nieve durante gran parte del año y sus edificios elevados sobre pilotes para evitar el derretimiento del permafrost, Longyearbyen ofrece una visión única de cómo los seres humanos se adaptan a condiciones extremas. Sin embargo, esta comunidad de aproximadamente 2.100 habitantes se enfrenta ahora a desafíos sin precedentes debido al cambio climático global.
El clima de Longyearbyen es ártico, con inviernos largos y fríos y veranos cortos y frescos. La temperatura media anual es de -6,7°C, pero el calentamiento global está alterando rápidamente este panorama. En julio de 2020, se registró una temperatura récord de 21,7°C, un claro indicador de los cambios drásticos que está experimentando la región.
Una de las características más sorprendentes de Longyearbyen es su diversidad demográfica. A pesar de su ubicación remota, la ciudad acoge a residentes de más de 50 nacionalidades diferentes. Esto se debe en parte al Tratado de Svalbard de 1920, que permite a los ciudadanos de los países firmantes vivir y trabajar en el archipiélago sin necesidad de visa.
La vida cotidiana en Longyearbyen está marcada por los extremos del ciclo solar ártico. Desde finales de octubre hasta mediados de febrero, la ciudad experimenta la «noche polar», un período de oscuridad continua. En contraste, desde mediados de abril hasta finales de agosto, el sol nunca se pone, un fenómeno conocido como el «sol de medianoche». Estos ciclos extremos afectan profundamente el ritmo de vida de los residentes y requieren adaptaciones psicológicas y fisiológicas significativas.
El derretimiento del permafrost está amenazando la estabilidad de los edificios y la infraestructura. Las avalanchas, antes poco comunes, se han vuelto más frecuentes y peligrosas. En 2015 y 2017, dos avalanchas causaron daños significativos y pérdidas de vidas, lo que llevó a la reubicación de algunas áreas residenciales.
La minería del carbón, que una vez fue el pilar económico de Longyearbyen, está en declive. La última mina operativa, la Mina 7, ha enfrentado cierres temporales debido al aumento de las temperaturas y el deshielo, por lo que el gobierno noruego está buscando alternativas más sostenibles.
Una de ellas es el turismo, que se ha convertido en una fuente importante de ingresos para Longyearbyen. Los visitantes llegan atraídos por la belleza austera del paisaje ártico, la posibilidad de ver auroras boreales y la oportunidad de experimentar una forma de vida única.
Otra es la investigación científica, donde el Centro Universitario de Svalbard (UNIS) realiza investigaciones cruciales sobre el cambio climático, la geología ártica y la biología polar. Además, la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, inaugurada en 2008, almacena duplicados de semillas de todo el mundo como salvaguarda para la biodiversidad global.
Aunque es parte de Noruega, la ciudad tiene un estatus especial debido al Tratado de Svalbard, lo que ha llevado a la creación de un sistema de autogobierno local que debe equilibrar las necesidades de una comunidad diversa con las regulaciones especiales que rigen el archipiélago.
La vida en Longyearbyen requiere una adaptación constante. Los residentes deben estar preparados para encuentros con osos polares, por lo que es ilegal salir de la ciudad sin un arma.
Las casas están construidas sobre pilotes para evitar que el calor derrita el permafrost debajo. Y debido a que el permafrost impide la descomposición, están prohibidos los enterramientos en Longyearbyen; los enfermos terminales deben ser trasladados al continente.
De hecho, lo científicos han comprobado que los cuerpos de los fallecidos por la pandemia de gripe en 1918 no se han descompuesto, y creen que aun podrían albergar cepas vivas, congeladas, del virus.
Además de todo eso, están prohibidos los gatos, y hay restricciones respecto a la cantidad de alcohol que se puede comprar al mes.
A pesar de estos desafíos, Longyearbyen es una comunidad vibrante y resiliente. Los residentes han desarrollado tradiciones únicas, como el festival de jazz PolarJazz, el más septentrional del mundo, que se celebra cada febrero. La ciudad también alberga un cine, piscina, biblioteca y varios restaurantes y bares, ofreciendo una calidad de vida sorprendentemente alta para su ubicación remota.
FUENTES
Longyearbyen Lokalstyre (Web Oficial del Consejo Local)
Norsk Polarinstitutt, Longyearbyen
Store Norske Leksikon, Longyearbyen
Andreas Umbreit, Roger Norum, Svalbard: Spitzbergen, Jan Mayen, Frank Josef Land
Wikipedia, Longyearbyen
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