Las aparentemente inofensivas cubiertas de libros del siglo XIX podrían albergar un secreto potencialmente letal, la presencia de elementos tóxicos que han permanecido ocultos durante décadas, acechando en los estantes de bibliotecas y colecciones privadas de todo el mundo.

El descubrimiento tuvo su origen en 2022 cuando un bibliotecario de la Biblioteca Winterthur en Delaware (Estados Unidos), decidió someter a pruebas químicas un libro del siglo XIX cuya cubierta verde presentaba un descascarado sospechoso, revelando la presencia de arsénico y desencadenando así una campaña de concienciación nacional denominada «Proyecto Poison Book», cuyo objetivo principal es informar a las bibliotecas sobre este fenómeno y proporcionarles las herramientas necesarias para identificar, evaluar y manejar de manera segura estos tesoros literarios que, inadvertidamente, se han convertido en potenciales peligros para la salud.

Inspirada por esta iniciativa pionera, Jan Cohu, bibliotecaria de sistemas de Beaman en la Universidad de Lipscomb (Nashville, Tennessee), decidió emprender una cruzada similar en su propia institución, embarcándose en la ardua tarea de identificar libros potencialmente peligrosos del siglo XIX en las colecciones de la Biblioteca Beaman, para lo cual solicitó la colaboración del Departamento de Química y Bioquímica con el fin de analizar la composición química de los tintes utilizados en las cubiertas de estos antiguos volúmenes.

Los resultados confirmaron concentraciones de plomo y cromo en el pigmento amarillo en cinco libros de la biblioteca, como este que data de la época victoriana
Los resultados confirmaron concentraciones de plomo y cromo en el pigmento amarillo en cinco libros de la biblioteca, como este que data de la época victoriana. Crédito: Lipscomb University

El proyecto ha puesto de manifiesto la presencia de arsénico en libros cuyas cubiertas exhiben un característico color verde brillante, atribuido al uso de acetoarsenito de cobre, un pigmento altamente tóxico cuya utilización era común en la época victoriana, no solo en la fabricación de libros sino también en una amplia gama de productos domésticos, desde papeles pintados hasta vestidos, ignorando por completo los peligros que podía entrañar para la salud humana.

La investigación llevada a cabo en la Biblioteca Beaman, sin embargo, ha arrojado resultados sorprendentes que amplían el espectro de la amenaza más allá del arsénico: los análisis han revelado concentraciones significativas de plomo y cromo en el pigmento amarillo utilizado en las cubiertas de varios libros, lo que sugiere la presencia del tóxico pigmento amarillo cromo.

Frente a estos hallazgos las bibliotecas norteamericanas han comenzado a aplicar protocolos de manejo y almacenamiento seguros para estas colecciones potencialmente tóxicas, lo que incluye la retirada de circulación de aquellos libros que contienen niveles elevados de sustancias peligrosas como el cromato de plomo, una medida que, según Cohu, no representa una gran pérdida, dado que no existe una lista de espera significativa para estos títulos, pero que es esencial para garantizar la seguridad de nuestros usuarios y personal.

Esta iniciativa está proporcionando datos cruciales sobre los niveles de plomo y cromo en los pigmentos utilizados en las encuadernaciones de libros del siglo XIX, información que complementa y expande los hallazgos previos centrados principalmente en la presencia de arsénico en el pigmento verde esmeralda.



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