Los Juegos Olímpicos de la Antigüedad eran un evento exclusivamente masculino y las mujeres tenían vedada su presencia, ya fuera como deportistas, ya como espectadoras; al menos las gynaikes (mujeres casadas), pues Pausanias parece indicar que las parthenai (jóvenes solteras) sí podían estar en las gradas. Sin embargo, las espartanas gozaban de mayor libertad y, al igual que su educación incluía una parte física, también hubo casos de participación en los juegos. La primera en obtener una victoria fue la princesa Cinisca, en las carreras de cuadrigas, aunque no de la forma que podríamos pensar.
Antes de nada hay que aclarar esa marginación femenina, resultado de una concepción social patriarcal extendida por toda Grecia, tal como refleja la literatura homérica. Esa situación era general; la mujer carecía de ciudadanía y por tanto de derechos civiles: propiedad, voto y herencia, siendo su función la de tener hijos y cuidar la casa, donde había un espacio exclusivo para ella y las sirvientas llamado gineceo. Además, determinados factores como la edad, el estado civil y la clase social también influían, pues, paradójicamente, las jóvenes y las de origen humilde no estaban sometidas a tanto rigor.
Se daba así la circunstancia de que, en el mundo grecorromano, las mujeres gozaban de un estatus peor que en el de otras civilizaciones antiguas, caso de la egipcia. Ahora bien, conviene tener en cuenta que esta visión se basa sobre todo en las referencias documentales y que éstas se refieren mayoritariamente a Atenas, por lo que no es descartable que en otras polis no fuera algo tan extremo. En ese sentido, probablemente muchos lectores se sorprendan de saber que Esparta, a pesar del rigor de su sociedad, constituía una marcada excepción para las féminas, que sí podían heredar bienes y administrar la economía familiar.
Las niñas espartanas eran educadas con los mismos objetivos que las otras griegas, pero mediante un sistema diferente porque se consideraba que la actividad física era importante para crecer con vigor y salud. La agogé (sistema educativo estatal) las excluía de la formación militar y permitía que fueran enseñadas en su propio hogar, pero exigiéndoles la práctica de ejercicios atléticos que endurecieran sus cuerpos y redujeran el sentimentalismo, considerado secundario ante la consideración matrimonial como herramienta de fabricación de descendencia.
Así, las chicas espartanas vestían un peplos abierto por los lados que suscitaba burlas entre otras helenas, especialmente las atenienses, que las llamaban despectivamente fainomérides («las que enseñan los muslos»). Claro que peor era en las fiestas y ceremonias religiosas, a las que iban desnudas. Tampoco llevaban ropa, al igual que los griegos en general, al practicar deportes: pruebas gimnásticas, de lucha, etc. Por supuesto, dichas prácticas no pasaban del ámbito educativo y jamás llegaban al del espectáculo deportivo.
De hecho, decíamos antes, las mujeres no pudieron tomar parte en los Juegos Olímpicos durante siglos. Tuvieron que esperar unos doscientos años para, en el siglo VI a.C., poder competir en un evento creado por y para ellas mismas (y, aquí sí, lo hacían vestidas con una túnica corta). Fueron los Juegos Hereos, cuya fundación se atribuye legendariamente a Hipodamía, un personaje a medio camino entre la realidad y la mitología que pretendía honrar a la diosa Hera (de ahí su nombre) por ayudar a Pélope, su marido, a ganar una carrera de carros a su padre, consiguiendo así su mano.
El hallazgo de una serie de inscripciones y estatuas de bronce de las vencedoras en el templo de Hera en Elis, así como la aportación documental de Pausanias demuestra la existencia de los Juegos Hereos. Obviamente, todas esas ganadoras eran espartanas, como Cinisca. Ahora bien, al principio decíamos que los triunfos de ésta fueron en los Juegos Olímpicos, no en los Hereos. Ello se debe a la libertad de que gozaban las espartanas y la peculiar forma de entender la atribución de las victorias.
Cinisca nació en torno al año 442 a.C., heredando el apodo de su abuelo Zeuxidamo, conocido como Cinisco, de origen dórico; así, el nombre de la nieta podría traducirse como «cachorro hembra», algo derivado acaso de la afición cinegética familiar o a la crianza de perros de caza a que era aficionada la dinastía. Era hija del rey euripóntida Arquidamo II y su esposa Eupolia; por tanto, tuvo como hermano a Agesilao II y como hermanastro a Agis II, que sucederían a su padre en el trono (la monarquía espartana era bicéfala).
Se trataba, por tanto, de una chica de la élite social que al no tener negocio podía dedicarse al ocio; es decir, no necesitaba trabajar -los ilotas se encargaban de eso- y, tras haber pasado la correspondiente etapa educativa -con ejercicios físicos, como vimos, entre ellos el tradicional en su casa de la caza-, dedicó el tiempo a la gran afición que la sedujo desde la infancia: las carreras de carros. Hubiera sido imposible de haber nacido en Atenas, por ejemplo, ya que allí tendría prohibido algo que sí podía hacer como espartana: criar caballos y formar equipos. Esto último es importante, pues Cinisca no forjó su fama como auriga sino como entrenadora y propietaria.
Las mujeres seguían privadas de la potestad de correr, lanzar, saltar y luchar en los juegos, pero sí podían concursar en deportes ecuestres -al menos las espartanas- siempre que no lo hicieran personalmente. Y dado que antaño, al contrario que ahora, los preparadores sí eran premiados, Cinisca tuvo ocasión de sumarse a ese grupo de estefanistas (galardonados con una corona de laurel).
Tal fue la fama que alcanzó que se le erigió un heroon (santuario honorífico, generalmente ubicado en la tumba del personaje conmemorado) cerca de los Platanistas, el campo de ejercicio de los jóvenes espartanos masculinos (llamado así por los platanares que lo circundaban), lo que indicaría que concitó también la admiración masculina.
Hablando de fama, cuando la reina egipcia Berenice II -la primera que acuñó monedas con su efigie- ganó una carrera de cuadrigas en los Juegos Olímpicos a comienzos del siglo III a.C. (antes lo había hecho en los de Nemea) encargó al poeta Posidipo de Pela un epigrama laudatorio en el que afirmaba haber superado en fama a Cinisca.
No era cierto porque ésta no necesitó de ningún rapsoda (la poetisa griega Zoé Karelli sí cantó a sus virtudes pero en el siglo XX) para ser conocida en toda la Hélade, pero la obra de Posidipo, que forma parte del Papiro de Milán -que contiene seis centenares de versos y ciento doce epigramas-, alcanzó gran difusión.
Somos caballeros, habitantes de Pisa, Macedonia, los que le dimos la corona a la Berenice Olímpica, que es legendaria y tiene una fama duradera, superando incluso la de Cinisca de Esparta.
Por otra parte, Cinisca fue la primera, abriendo camino a otras menos célebres como Zeuxo, Encrateia, Hermione, Timareta, Theodota o Cassia. La espartana Eurileonis, hija de un criador equino, y la argiva Bilitisque, concubina de Ptolomeo II, tomaron de Cinisca el testigo y también ganaron carreras unos años más tarde. Ella lo hizo dos veces, en el 396 a.C. y en el 392 a.C., empleando aurigas varones. Para entonces ya había dejado atrás su juventud, pues rondaría los cuarenta años. Una juventud en la que, según Jenofonte y Plutarco, fue animada en esa afición por su hermano Agesilao.
Los motivos para alentarla no están claros y los historiadores manejan dos interpretaciones. Una dice que Agesilao, como muchos hombres, consideraba que no había mérito alguno en ganar sin participar, al contrario de lo que pasaba en las pruebas masculinas; hacerlo sólo denotaría ser rico -había espartanos del otro sexo que también tenían sus cuadras- y hasta poco varonil. Agesilao quedaría así contextualizado en un ámbito moral, siguiendo lo que dejó escrito Jenofonte al respecto en su obra Agesilao:
A su vez ¿no es hermoso y de nobles sentimientos que adornase su propia casa con las obras y bienes propios de un varón, criando muchos perros de caza y caballos de guerra y que persuadiera a su hermana Cinisca a criar caballos de carreras y demostrara, con su victoria, que esa cría no es prueba de virtud varonil (andragathia) sino de riqueza?
La otra hipótesis es justo la contraria: lo que quería era triunfos que enaltecieran a la dinastía europóntida y promovieran así su perfil político, obteniendo apoyo popular. No olvidemos que Agesilao heredó el trono y fue uno de los monarcas más reputados de aquella época, pese a darse los primeros síntomas de debilidad de Esparta.
El caso es que, cuenta Pausanias, Cinisca aspiraba a ganar en los Juegos Olímpicos ya desde niña; resultaba lógico, pues, que cuando lo consiguió siguiera la costumbre de autoerigirse estatuas. El historiador griego dice que eran de bronce, la representaban a ella con sus caballos, su carro y su auriga, siendo colocadas a la entrada del Templo de Zeus que había en Olimpia, al lado del trono dedicado por Arimnesto, rey de Etruria. El autor fue el escultor Apelas de Calicles.
Iban acompañadas de inscripciones en el pedestal que indicaban que había sido la primera mujer en ganar, perfecta sublimación de la philotimia (amor a la gloria) lacedemonia. Conocemos el texto porque hizo una copia para colocar en Esparta y además figura en forma de poema en la Antología Palatina, una colección de breves epigramas griegos y bizantinos que permitió completar los fragmentos que se habían perdido :
Reyes de Esparta son mis padres y hermanos.
Cinisca, vencedora con un carro de veloces corceles,
erijo esta estatua. Y me declaro como la única mujer
de toda Grecia que ha ganado esta corona.
Asimismo, también en su ciudad, se le construyó un heroon que fue el primero dedicado a una mujer porque hasta entonces únicamente se habían hecho para hombres (de hecho, sólo reyes). Finalmente, cabe añadir que Pausanias da fe de un epigrama anónimo que consideraba el más bello jamás escrito para loar las hazañas de los reyes lacedemonios; antes decíamos que ella no necesitó de esa publicidad, pero es que Pausanias vivió tres siglos más tarde.
A juzgar por los testimonios, la vida de Cinisca fue larga; unos ochenta y cuatro años, por lo que se calcula su muerte hacia el 362 a.C. Le encantaría saber que hoy da nombre a varios equipos de diferentes deportes en el mundo.
FUENTES
Pausanias, Descripción de Grecia
Plutarco, Vidas paralelas: Agesilao
Jenofonte, Obras menores: Agesilao
Nicolas Richer, Esparta. Ciudad de las armas, las artes y las leyes
Mark Cartwright, La mujer en la Antigua Grecia
Adolfo J. Domínguez Monedero, La mujer en Atenas y Esparta
Sarah B. Pomeroy, Spartan women
Mark Golden, Greek sport and social status
Wikipedia, Cinisca
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.