En un reciente artículo, el dedicado a la exploradora escocesa Olive MacLeod, reseñábamos la existencia de una curiosa reliquia que era algo así como el talismán del clan al que pertenecía. Ese objeto se conserva en el castillo de Dunvegan y se trata de un pendón que, según una tradición, fue confeccionado por un hada que se casó con un jefe de los MacLeod y se lo regaló para protegerle a él y a los suyos. Y es que, según el escritor Walter Scott, aumentaba el número de efectivos en batalla, incrementaba la fertilidad de sus miembros, curaba las plagas del ganado y atraía arenques al lago que hay en sus tierras, en la isla de Skye. Hablamos de la Am Bratach Sìth o Bandera de las Hadas.

Skye es la mayor isla de Escocia, la más grande y septentrional del archipiélago de las Hébridas Interiores; un pedazo de tierra de poco más de millar y medio de kilómetros cuadrados habitados por unas diez mil personas, la mitad de las cuales hablan gaélico. Famosa porque allí se refugió en 1746 el pretendiente jacobita Carlos Eduardo Estuardo, preferentemente conocido como Bonnie Prince Charlie, es el territorio histórico del clan MacLeod, cuyos orígenes se remontan a la Edad Media; al siglo XIII, en concreto.

No está claro si su fundador, Leoid, era un hijo de Olaf el Negro, rey de Mann, o un primo tercero de Magnus, también rey de Mann (y el último). En cualquier caso, Leoid, que era dueño de la mitad de la isla vecina de Lewis y Harris, se casó con una hija de MacArailt, senescal noruego de Skye, y sus hijos Tormod y Torquil dieron lugar a las dos ramas del clan (en realidad, Torquil era nieto). Cuatro siglos después, una alianza entre los MacLeod descendientes de Tormod, los Mackenzie y los Morrison se enzarzaron con los MacLeod de Torquil en una guerra por controlar esa zona de Escocia.

Mapa y ubicación de la isla escocesa de Skye
Mapa y ubicación de la isla escocesa de Skye. Crédito: Nilfanion / Ruhrfisch / Wikimedia Commons

En el XVIII, como vimos, tomaron partido inicialmente por la causa jacobita, aunque luego, en el levantamiento de 1745, cambiaron de bando. Fue tiempo después de terminado el conflicto, aún en ese siglo, cuando se documentó la existencia de la Am Bratach Sìth. Corría el año 1772 cuando el naturalista y anticuario galés Thomas Pennant, que acababa de publicar con gran éxito A tour in Scotland, 1769, un libro en el que contaba su visita a tierras escocesas, decidió emprender un segundo viaje en el que incluyó las Hébridas.

Aunque su interés principal era la fauna, se interesó también por las costumbres y tradiciones locales y en la isla de Skye conoció el castillo de Dunvegan, que le tenía reservada una sorpresa. Situado sobre un promontorio que domina el lago homónimo (que en realidad es una ría), en el oeste insular, a un par de kilómetros de la localidad de Dunvegan, pertenece a la familia MacLeod de MacLeod y fue el bastión histórico del clan durante setecientos años, desde su construcción en el siglo XIII (más tarde experimentó reformas y ampliaciones, siendo su aspecto actual fruto de una rehabilitación medievalista decimonónica).

El castillo no sólo es visitable desde 1933 sino que también se puede pernoctar en él. Su interés radica, arquitectura aparte, en las reliquias que conserva. Entre ellas figuran la Dunvegan Cup, una copa ceremonial de madera y plata fabricada en 1493 que está envuelta en leyendas de hadas y brujería, y el Sir Rory Mor’s Horn, un cuerno de buey rematado en plata que la tradición dice que procedía de un toro salvaje que atemorizaba a los lugareños y al que mató Malcolm, el tercer jefe del clan MacLeod; cada vez que hay un nuevo líder, éste tiene que beber de él de un solo trago para demostrar su virilidad.

El castillo de Dunvegan
El castillo de Dunvegan. Crédito: Dunvegancastle / Wikimedia Commons

Pero la reliquia más importante es la que Pennant bautizó como Braolauch shi. En su obra A tour in Scotland, and voyage to the Hebrides 1772 explica que la bandera le fue entregada a los MacLeod por Titania, la banshee (un espíritu femenino del folklore gaélico que se aparece gritando y llorando para anunciar una muerte inminente) que estaba casada con Oberón, el rey de las hadas según la literatura británica medieval y renacentista (inmortalizado, como su esposa, por Shakespeare en El sueño de una noche de verano). El clan, dijo Titania, debía ponerse a su servicio y a cambio recibiría dos regalos.

Uno, las tierras libres de Bracadale (una zona occidental de Skye). Otro, la bandera en cuestión, que estaba dotada de unos poderes mágicos que se manifestaban al ondearla tres veces, siendo la tercera especial porque su porteador se volvería invisible y desaparecería para siempre. Según Pennant, constaba que ya se habían producido esas tres ocasiones: la primera en una batalla entre dos ramas de los MacLeod que ganó una gracias a que sus efectivos se multiplicaron por diez; la segunda, para salvar a una dama del clan que estaba embarazada y que, al haber enfermado, corría peligro de muerte para sí y su hijo.

La tercera resulta realmente curiosa; se enarboló para salvar a la propia bandera, que estaba hecha jirones; pero Titania decidió que, al hallarse en tan mal estado, no merecía la pena recuperarla. Sin embargo, un manuscrito del que vamos a hablar a continuación da una versión distinta: el hechizo del estandarte se agotaría a la tercera vez, lo que podría suponer la victoria definitiva sobre los enemigos del clan o la extinción de éste. Por eso se procuró evitar siempre la ocasión y el objeto permaneció guardado, deteriorándose progresivamente por el paso de los siglos.

Recreación de la Bandera de las Hadas, con la seda amarilla y los motivos decortaivos bordados: las cruces rojas y los elf spots
Recreación de la Bandera de las Hadas, con la seda amarilla y los motivos decortaivos bordados: las cruces rojas y los elf spots. Crédito: RootOfAllLight / Wikimedia Commons

Dicho manuscrito cuenta que la bandera se guardaba en el castillo de Dunvegan, en un cofre de hierro cuya llave permanecía en manos de un guardián y pasaba de padres a hijos. Al morir Tormod, el último legítimo, la jefatura del clan recayó en los MacLeod de Talisker (otra localidad de Skye ubicada al noroeste, célebre hoy por su castillo y por albergar varias destilerías de whisky). Pero la joven viuda se negó a entregarles el castillo porque estaba embarazada y esperaba que su hijo tomara el relevo de su padre póstumamente, como así fue en 1706.

Vemos, pues, que la narración de Pennant se amplía y detalla con otras fuentes posteriores, ya que él mismo se hace eco de tradiciones orales y escritas sobre el tema. De esas otras, la más importante es la que acabamos de reseñar: el Manuscrito Bannatyne, una crónica de la historia de los MacLeod escrita en 1829 que debe su nombre a alguno de los candidatos a los que se atribuye su incierta autoría: el noble e historiador sir William MacLeod Bannatyne y Bannatyne William MacLeod.

Según esa obra, el honor y la existencia misma del clan dependían de la Bandera de las Hadas, de ahí que se seleccionase una guardia de doce hombres de la «sangre más alta y pura de la raza» para custodiarla. Procedían de la familia Tormad Vic Vurichie, a los que los MacLeod habían cedido tierras cerca de Bracadale por su lealtad y que, tal como cuenta el folklorista Alasdair Alpin, eran enterrados en una tumba que tenía una rejilla horizontal, de modo que cuando se inhumaba un nuevo cuerpo los restos del anterior caían al fondo a través de ésta.

El Fairy Bridge de Dunvegan
El Fairy Bridge de Dunvegan. Crédito: Graeme Smith / Wikimedia Commons

El manuscrito narra que el pendón fue enarbolado en la batalla naval de Bloody Bay, que libraron varias ramas del clan MacDonald entre sí hacia 1480. Los MacLeod eran aliados de la que finalmente resultó derrotada, pero lo verdaderamente interesante es que ellos mismos estaban divididos y se unieron cuando vieron a los doce porteadores enarbolar la Am Bratach Sìth. Como al final eligieron el bando perdedor, sufrieron una matanza y entre los caídos figuraban los doce guardianes. Pero no sería la última vez que se viera la Bandera de las Hadas en una contienda.

Aproximadamente una década más tarde (en 1513, según estudios recientes), en la batalla de Glendale, se enfrentaron los MacLeod de Harris y Lewis contra los MacDonald, que trataban de apoderarse de la isla de Skye y que finalmente tuvieron que retirarse porque la reliquia sirvió a las dos ramas del clan para unirse y aumentar sus fuerzas. Eso sí, a costa de tantas bajas que nunca volvieron a ser los mismos. Entre los muertos estaba Paul Dubh, el abanderado, al que se enterró en un sepulcro de la iglesia de San Clemente que luego serviría para acoger los restos mortales de sus sucesores en el cargo hasta la extinción del linaje.

El Manuscrito Bannatyne también aporta una explicación racional sobre el origen del pendón, aunque probablemente tan legendaria como las otras. Dice que un miembro de los MacLeod que había luchado en las Cruzadas y regresaba de Tierra Santa fue albergado por un ermitaño que le advirtió de un demonio que impedía a los viajeros cruzar un puerto de montaña. Para superarlo, le regaló un lignum crucis con el que, efectivamente, derrotó al maligno. Éste tuvo que entregarle su fajín y su lanza, con las que el caballero confeccionó una bandera y su asta que se llevó a Escocia: la Am Bratach Sìth.

Las Maidens de MacLeod, en la isla de Skye. La más alta mide sesenta metros
Las Maidens de MacLeod, en la isla de Skye. La más alta mide sesenta metros. Crédito: Alan White / Wikimedia Commons

Lo cierto es que no hay forma de corroborarlo y, de hecho, otra tradición identifica la Bandera de las Hadas con un estandarte que usarían los vikingos en alguna de sus incursiones por las Islas Británicas; luego lo veremos con más detalle. Ya dijimos al comienzo que el escritor Walter Scott, que visitó el castillo de Dunvegan en 1814, se hizo eco de varias leyendas relacionadas con las tres propiedades mágicas conferidas por las hadas a la pieza: incrementar los efectivos militares, aumentar la fertilidad de los miembros del clan al extenderla sobre el lecho nupcial y atraer arenques al Dunvegan Loch para los pescadores.

Eso nos lleva otra vez a esos seres míticos, que al parecer se vinculan a esta historia mediante una canción de cuna gaélica recogida por Neil MacLeod, a la sazón bardo del clan durante la segunda mitad del siglo XIX. La letra habla de cómo un hada entró en el castillo de Dunvegan y encontró en su cuna a un bebé que era el heredero del clan MacLeod, arrullándolo con una canción. La niñera, inmovilizada por un hechizo, aprendió de memoria la sintonía y ella misma se la cantaba al pequeño, pasando la costumbre de generación en generación.

En una variante del cuento, un jefe del clan y un hada se enamoraron y casaron, pero el rey de las hadas consideraba contra natura aquel enlace, accediendo a que el matrimonio durase sólo un año y un día, al término del cual ella tuvo que regresar a su país fantástico. Se separaron en el Fairy Bridge (Puente de las Hadas), que hay cerca de Dunvegan. En ese tiempo habían tenido un hijo y ambos se prometieron que nunca lo dejarían llorar porque aunque ella podría oir sus llantos tendría vetado acudir a consolarlo. Procuró, pues que el bebé no llorase y le asignó una niñera que lo cuidara las veinticuatro horas.

Estado de la bandera en 1924, hecha jirones
Estado de la bandera en 1924, hecha jirones. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Sin embargo, una vez ésta le dejó solo mientras dormía para asomarse con curiosidad a una fiesta que se celebraba en el salón. El niño quedó desabrigado y se despertó con frío, siendo sus llantos únicamente escuchados por la madre, que volvió presurosa para darle calor y lo envolvió en un chal que más tarde sería la famosa Am Bratach Sìth. Luego, fue presentado ante los invitados, que quedaron maravillados por el objeto y una canción mágica que sonaba, cuya letra aludía a las tres mencionadas propiedades que iba a conferir al clan.

Ahora bien, en otras leyendas no serían sólo tres. Ya dijimos al comienzo que también estaba la facultad de sanar al ganado enfermo y lo mismo ocurriría incluso con los miembros del clan en esa situación. Por otra parte, el propio pendón sería susceptible de agotar sus poderes -y hasta de desaparecer para siempre- si se enarbolaba más de tres veces. Algo que entraría en contradicción con otra tradición que vincula su existencia a la de los MacLeod, incluyendo una profecía que auguraba la caída de éstos y una posterior recuperación.

Norman MacLeod, capellán de la reina Victoria que además fue poeta y autor de un diccionario inglés-gaélico, dejó escrito uno de esos vaticinios que había oído en su juventud, relacionado con un famoso vidente decimonónico llamado Brahan: el clan MacLeod caería cuando se produjeran una serie de presagios, entre ellos la muerte accidental del tercer Normand (‘Tormaid nan’ tri Tormaid’), que los Campbell se apropiaran de las Maidens («Doncellas», unos afloramientos rocosos costeros) y que la Bandera de las Hadas se enarbolase por tercera y última vez.

Según testimonio del propio Norman MacLeod, recogido por su hijo Donald, de niño acompañó a un herrero que abrió el cofre donde se guardaba la pieza, que era una tela cuadrada con cruces cosidas en hilo de oro. Corría el año 1800 y, al parecer, más o menos al mismo tiempo, el heredero del clan fallecía en la explosión e incendio accidental en el Mediterráneo del HMS Queen Charlotte, navío de línea de ciento diez cañones de cuya oficialidad formaba parte. Casualidad o no, los Campbell compraron las Maidens. Sin embargo, la profecía no se completó porque los MacLeod siguieron siendo dueños de sus tierras.

Foto reciente de la Bandera de las Hadas
Foto reciente de la Bandera de las Hadas. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Al menos por el momento, ya que en un siglo menos cŕedulo como es el XX se dio la circunstancia de que el castillo de Dunvegan quedó vacío, pues el único heredero tuvo que marchar al frente por el estallido de la Primera Guerra Mundial. En 1938 se produjo un incendio fortuito en un ala del castillo, aunque se pudo controlar; pero, por si acaso, durante las labores de extinción se pusieron a salvo las reliquias. Alguien sugirió que fue la intervención mágica de la Am Bratach Sìth la que permitió sofocar las llamas.

Por último, durante la Segunda Guerra Mundial, Flora MacLeod de MacLeod, que ostentaba la vigésimo octava jefatura del clan desde 1929 y era hermana de Olivia (la exploradora de la que ya hablamos), recibió una carta de un miembro del clan que estaba destinado en la RAF y que había llevado a cabo varias misiones de bombardeo sobre Alemania, regresando siempre ileso, el hombre atribuía esa suerte a una foto de la Bandera de las Hadas que llevaba siempre consigo a bordo de su avión. Enviudando, la propia Flora se ofreció a ondearla sobre los acantilados de Dover cuando se detectara la llegada de las escuadrillas de la Luftwaffe.

La pregunta que más de uno se hará después de todo esto es ¿de dónde salió realmente la Am Bratach Sìth? El caso es que ha sido analizada muchas veces pero no hay resultados definitivos ni claros. Es de seda cruda amarilla decorada con unos motivos florales rojos bordados y lo que se define como elf spots (puntos o manchas de elfos). Según una medición realizada en 1927 tiene unos cuarenta y seis centímetros cuadrados, aunque se estima que eso es lo que queda hoy y originalmente debía ser más grande, pues cada vez que la examinaban le quitaban un trozo.

El arqueólogo Alan Wace, uno de los que trabajaron en la traducción de las tablillas en lineal B (la escritura micénica) y a la sazón curador de textiles del Victoria and Albert Museum entre 1924 y 1934, publicó varios artículos sobre esa materia, incluyendo la bandera. Según él, la seda parece provenir de Siria o Rodas, mientras que los bordados corresponden a Oriente Próximo, situando la fecha en el siglo IV d.C. Sin embargo, originalmente se trataría de una prenda de vestir, quizá una camisa. Además, no habría pertenecido a una persona corriente, dada la riqueza de la tela, y podría provenir de una reliquia de un santo.

La muerte de Harold III Hardrada en la batalla de Stamford Bridge, obra de Peter Nicolai Arbo
La muerte de Harold III Hardrada en la batalla de Stamford Bridge, obra de Peter Nicolai Arbo. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Aquí entra en juego una alternativa y es que en la eṕoca en que Wace hizo ese estudio se creía que los MacLeod descendían de los vikingos. Para ser exactos, de Harald III Hardrada, rey noruego que en su adolescencia tuvo que huir de una rebelión apoyada por Dinamarca y en 1035 llegó a Constantinopla. Allí se unió a la Guardia Varega del Imperio Bizantino, gracias a lo cual participó en una veintena de batallas por Oriente Próximo y el Mediterráneo. Harald regresó a Noruega en 1043 y los MacLeod pensaban que había llevado consigo la reliquia. Con ella confeccionó el Land Ravager, un estandarte del que se decía que tenía propiedades mágicas y daba la victoria a su poseedor.

De hecho, en 1066 el vikingo trató de conquistar las Islas Británicas aliado con Tostig, conde de Northumbria y hermano del rey inglés Haroldo II. Pero una flecha mató a Hardrada cuando combatía en estado de berserkergang (desnudo y en una especie de trance guerrero) en la batalla de Stamford Bridge, dejándole al normando Guillermo el Conquistador la puerta abierta para la conquista de Inglaterra. En el fragor de la lucha se perdió el Land Ravager, pero su peculiaridad hizo que identificara con la Bandera de las Hadas, aunque sin explicitar cuándo se encontró y cómo llegó a Escocia.

Según la web oficial del clan, los expertos han datado la Am Bratach Sìth entre los siglos IV y VII d.C., lo que significa que sería bastante anterior a las Cruzadas, pero resulta imposible saber mucho más. Claro que ¿quién lo necesita teniendo la maravillosa historia de las hadas?



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