¿Hay descendientes de William Shakespeare hoy en día? La respuesta es negativa. Se sabe que la familia perdura gracias a otra línea, la de su hermana pequeña Joan, pero la del famoso dramaturgo se extinguió. Eso se debe a que, pese a que tuvo tres hijos con su esposa Anne Hathaway, dos fueron chicas y por tanto adoptaron el apellido de sus maridos al casarse (por lo que se perdió la pista de su descendencia), siendo únicamente uno varón; y el problema es que éste falleció a los once años de edad. Se llamaba Hamnet, nombre que inevitablemente ha llevado a especular sobre si inspiró el título de su famosa obra Hamlet.
Hamnet nació en Stratford-upon-Avon en 1585, el mismo año en que Inglaterra firmaba una alianza con las Provincias Unidas de los Países Bajos para combatir a España y que Miguel de Cervantes, al que a veces se vincula al Bardo por genio literario y la fecha de su óbito (ambos murieron en 1616), publicaba La Galatea. Hamnet no llegó sólo sino junto a su hermana melliza, Judith; la primogénita, Susanna, lo había hecho en 1583. Los dos bebés fueron bautizados, el mismo día de su nacimiento, en la iglesia parroquial local, la Colegiata de la Santísima Trinidad (donde lo había sido su padre y donde está la tumba de éste).
Se cree que ambos recibieron sus gracias en deferencia a un matrimonio amigo de sus progenitores: el panadero Hamnet Sadler, que luego sería testigo del testamento de Shakespeare, y su mujer, Judith. Hamnet (o sus variantes Hamnett y Hannett) es un nombre cuyo origen se remonta a la Edad Media, derivado del francés antiguo Hamunet y del topónimo Hampnett (una villa de Gloucestershire). Actualmente es muy raro y, de hecho, hay poco más de medio millar de personas que lo llevan entre Gran Bretaña e Irlanda; aparece más bien como apellido, pero en la Edad Moderna no era infrecuente.

Tras nacer Hamnet y Judith se produce un vacío en la biografía de William Shakespeare, lo que suele conocerse como los años perdidos, etapa que abarca desde 1585 hasta 1592. Son muchas las historias apócrifas enmarcadas en ese período, pero sí se sabe que hacia 1587 marchó a Londres, según una leyenda escapando de una denuncia por caza furtiva, según otra para cuidar los caballos de los espectadores que acudían a las funciones teatrales; también se ha teorizado sobre que fuera maestro de escuela. Lo más probable, empero, es que se trasladara en busca de un empleo en el teatro para mantener a su familia.
El caso es que en 1592 ya tenía obras estrenadas, mientras Anne y su prole seguían viviendo en Stratford-Upon-Avon sin reunirse con él. Eso, junto con algunos elementos del testamento del escritor de los que parece deducirse cierto desdén hacia ella, han llevado a suponer que el matrimonio estaba en crisis, aunque también es posible que el éxito que alcanzó le impidiera visitarlos con la frecuencia deseable. Sea como fuere, Hamnet se crió con su madre; no se sabe si en una casa de Henley Street propiedad de su abuelo paterno, o en una pequeña vivienda rural o de alquiler en la de New Place que posteriormente comprarían.
Es posible que Hamnet acudiera a la escuela primaria, algo común entonces, completando los estudios a los once años de edad, justo antes de que la muerte le alcanzara en agosto de 1596. Ignoramos las causas (¿peste? ¿sudor inglés?…), ya que los registros parroquiales no solían recogerlas, si bien en la Inglaterra de esa época un tercio de los niños no superaban la década de vida. El niño fue enterrado en la misma iglesia en la que se bautizó mientras sus dos hermanas seguían creciendo y llegaron a ser razonablemente longevas.

La mayor, Susanna, se casó con el médico John Hall, con el que tuvo una hija llamada Elizabeth, viviendo hasta 1649. Judith contrajo matrimonio con el viticultor Thomas Quiney, al que dio tres hijos a los que sobrevivió, falleciendo en 1662. Anne Hathaway había muerto en 1623, siete años después de enviudar. Como decíamos al principio, la línea familiar se mantuvo gracias a Joan, la hermana del escritor, cuyo marido era un sombrerero llamado William Hurt con el que tuvo cuatro vástagos: William, Mary, Thomas y Michael. El primero no tuvo descendencia, así que todo se debe a los otros.
Volviendo a Hamnet, es objeto de discusión la posible influencia que ejerció en su padre a la hora de escribir; no sólo en Hamlet sino también en otras obras. Shakespeare, a diferencia de otros literatos coetáneos como Ben Jonson, poeta y dramaturgo londinense -inicialmente rival y luego amigo-que dejó un sentido testimonio de la muerte de su hijo, no se refirió nunca de forma explícita al óbito de Hamnet. De hecho, éste se produjo en una etapa en la que publicaba sobre todo comedias; las tragedias no llegarían hasta unos años después.
«El dolor llena la habitación de mi hijo ausente». Algunos ven una alusión a Hamnet en estos versos de La vida y muerte del rey Juan puestos en boca de lady Constance, viuda del duque de Bretaña. Sin embargo, se cree que Hamnet todavía vivía cuando su padre lo escribió. Pero es frecuente intentar relacionar pasajes de obras literarias con la experiencia vital del autor y en Shakespeare eso se ha llevado hasta el extremo, con incidencia especial en el romanticismo: críticos como Coleridge, Dowden o Dover Wilson creyeron encontrar referencias al vástago perdido, siendo Hamlet el libro que se lleva la palma, en parte por la similitud de los nombres y en parte porque, en su testamento, Shakespeare llama Hamlett a su citado amigo Hamnet Sadler.

Hamlet fue escrita entre 1599 y 1601 y hoy ningún experto cree que ello tuviera nada que ver con la tragedia personal de Shakespeare más allá del parecido formal en el título. Es posible que Hamlet fuera un nombre de moda y, en cualquier caso, la obra no era del todo original porque estaba basada en dos fuentes. La primera es una obra isabelina titulada Ur-Hamlet («Hamlet original» en alemán), que unos atribuyen al dramaturgo inglés Thomas Kyd y otros al propio Shakespeare; no se conserva ninguna copia, por lo que lo mismo pudo ser una versión primigenia del Hamlet definitivo o simplemente proporcionar algunas ideas.
La otra fuente, generalmente más aceptada, es la leyenda de Amleth, un personaje de la Edad del Hierro germánica que aparece en una obra en latín titulada Vita Amleth y que fue recogido por el cronista danés Saxo Grammaticus en su Gesta Danorum (aunque también aparece en el Chronicon Lethrense, del siglo XII). Amleth, príncipe de los jutos, finge estar loco para salvarse de los asesinos de su padre y es enviado al extranjero, regresando un año después para vengar a su progenitor. Por supuesto, Shakespeare podría haberse basado en esta historia legendaria afectado por la muerte de su hijo; una cosa no excluye necesariamente la otra. Lo que pasa es que no es sólo con Hamlet.
En efecto, existen muchas propuestas en otras tantas obras, como por ejemplo Noche de reyes, en cuyo argumento hay una niña que cree que su hermano gemelo ha muerto; o Julio César, en la que el protagonista adopta a Marco Antonio como reemplazo de su hijo fallecido; o Romeo y Julieta, interpretada a veces como el reflejo del dolor de perder a un vástago; o La tempestad, donde se relaciona la culpa de Alonso con el óbito de Hamnet; o El rey Lear, con los amargos lamentos del monarca ante el cadáver de su hija Cordelia: «¡No, no, no hay vida! / ¿Por qué un perro, un caballo, una rata, tienen vida, / y tú no respiras en absoluto? ¡No volverás más, / nunca, nunca, nunca, nunca, nunca!».

Y no son sólo las grandes obras. También pasa en los poemas sueltos, caso de los ciento cincuenta y cuatro sonetos en pentámetro yámbico publicados a lo largo de su vida y recopilados bajo ese epígrafe común con dedicatoria a un destinatario anónimo apodado Fair Youth (Juventud justa) y cuyas iniciales serían W.H. Hay varios candidatos a ser identificados por ello y se considera que ese joven sería fruto de un deseo sexual de Shakespeare o quizá un amor platónico, por lo que en realidad no tendrían nada que ver con Hamnet. Pero como no faltan teorías al respecto, veamos los casos más señalados.
En el soneto número treinta y tres se cree ver una metáfora de la efímera vida del infortunado niño y la pena que dejó su ausencia: «Así brilló mi sol una mañana temprana/con todo el esplendor triunfante en mi frente./Pero, por desgracia, sólo fue mío durante una hora,/la nube de la región me lo ha ocultado ahora». El trigésimo séptimo también suele atribuirse a la impresión trágica que sufría el autor, aunque esta vez expresada de forma más vaga: «Como un padre decrépito se deleita/al ver a su hijo activo en hazañas de juventud,/así que yo, lisiado por el más severo despecho de la Fortuna,/me consuelo con tu valor y tu verdad«.
¿Hamnet era entonces Hamlet o sólo tenía parecido el nombre? ¿Escribió su padre versos llorando su memoria o más bien nunca le prestó demasiada atención? ¿Era veladamente omnipresente en sus obras o hay un exceso de entusiasmo en algunos estudiosos del tema? Las respuestas a esto varían con el tiempo, según se imponga un tipo de análisis crítico u otro. Con el romanticismo la respuesta era positiva; el modernismo y la nueva crítica (el formalismo norteamerticano) cambiaron esa percepción y se resistieron a los paralelismos entre la vida del autor y su obra; ahora parece que se retoma la primera postura…
FUENTES
William Shakespeare, Las obras completas de Willian Shakespeare
Samuel Schoenbaum, William Shakespeare. A compact documentary life
Edmund Kerchever Chambers, William Shakespeare. A study on facts and problems
Elizabeth Winkler, ‘Hamnet’ Review: Shakespeare & Son
Shakespeare Birthplace Trust, Hamnet Shakespeare
Wikipedia, Hamnet Shakespeare
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