Domiciano, nacido como Tito Flavio Domiciano en el año 51 d.C., fue el último emperador de la dinastía Flavia, gobernando el Imperio Romano desde el 81 d.C. hasta su muerte en el 96 d.C. Era hijo de Vespasiano y hermano de Tito, quienes le precedieron en el trono.
A lo largo de su reinado, Domiciano se destacó por su enfoque riguroso hacia la administración del imperio y su mano dura contra la corrupción, la disidencia y aquellos que consideraba una amenaza para su autoridad.
Una de sus primeras medidas al asumir el gobierno del imperio fue combatir la corrupción entre los funcionarios públicos, que había sido un problema endémico en la administración romana, afectando la eficiencia del gobierno y minando la confianza de los ciudadanos en sus líderes.
En el año 85 d.C. se autonombró censor perpetuo, con el objetivo de supervisar y vigilar la moral y la conducta romanas. No dudó en destituir a los magistrados que aceptaban sobornos y a los que se habían divorciado, algo castigado con el exilio bajo la Lex Iulia de Adulteriis Coercendis que él mismo renovó .
Tampoco vacilaba en rescindir leyes cuando sospechaba de un conflicto de intereses, o no le convenía su aplicación, una forma de consolidar su autoridad y garantizar la lealtad de los funcionarios a través del temor y el respeto.
En el año 89 organizó un banquete al que invitó a un grupo de senadores y magistrados, en un salón que estaba pintado completamente de negro del techo al suelo. Frente a los divanes había lápidas funerarias con el nombre de los invitados, y la comida era servida por muchachos vestidos de negro en platos completamente negros, a la luz de las lámparas que se usaban en las tumbas. La comida consistía en las ofrendas que se suelen realizar a los muertos.
Durante todo el banquete los senadores temieron que la propia muerte les llegase a cada uno de ellos antes de que acabase la noche, pero finalmente por la mañana Domiciano envió mensajeros para informarles que podían llevarse como regalo las lápidas, que resultaron ser de plata, la vajilla y a los esclavos.
Les estaba recordando que se dedicasen a disfrutar de la vida y los placeres frugales mientras pudieran, en lugar de oponérsele y atacarle, porque la muerte siempre está al acecho.
Además de su lucha contra la corrupción, mostró una particular severidad contra aquellos que se atrevían a criticarlo públicamente. Los bulos y escritos difamatorios, especialmente aquellos dirigidos contra su persona, eran castigados con el exilio o incluso la muerte. Su intolerancia hacia la disidencia se completaba con su deseo de controlar la narrativa sobre su gobierno y su imagen pública. En un esfuerzo por mantener el orden y proteger su reputación, Domiciano adoptó una postura de vigilancia constante, actuando con rapidez y contundencia contra cualquier forma de oposición.
Los actores, en particular los mimos, no fueron inmunes a la suspicacia de Domiciano. Estos artistas, conocidos por sus representaciones satíricas y a menudo irreverentes, eran vistos como potenciales fuentes de crítica y subversión, por lo que prohibió que los mimos actuaran en público, una medida que buscaba silenciar cualquier representación que pudiera burlarse del gobierno o influir negativamente en la opinión pública. Un senador fue incluso expulsado del Senado por actuar y bailar en público.
Los filósofos, por otro lado, también enfrentaron la represión bajo su régimen. La filosofía, con su tradicional cuestionamiento y crítica del poder, era vista con desconfianza por el emperador. Epicteto, un prominente filósofo estoico que se había establecido en Roma, fue uno de los principales afectados por estas políticas. Su enseñanza de que los filósofos debían «mirar a los tiranos directamente a la cara”, se encontró en el punto de mira de Domiciano.
En el año 94 d.C., Domiciano decretó la expulsión de todos los filósofos de Roma, lo que obligó a Epicteto a trasladarse a Nicópolis, una ciudad romana recientemente fundada en Epiro, Grecia. Allí, continuó su trabajo y vivió en relativa seguridad hasta su muerte.
El reinado de Domiciano fue un período marcado por una administración efectiva y una consolidación del poder imperial, y en última instancia, su legado es complejo. A pesar de los aspectos positivos de su administración, la severidad y la brutalidad de sus métodos generaron resentimiento y oposición entre muchos sectores de la sociedad romana, hasta el punto que el emperador vivía constantemente bajo la amenaza de asesinato.
Por ello mandó pulir las piedras del suelo de la galería por donde hacía su paseo diario hasta que brillasen como un espejo, para poder vigilar su espalda en todo momento.
Este descontento culminó en una conspiración palaciega que resultó en su asesinato en el año 96 d.C. Inmediatamente tras su muerte, que puso fin a la dinastía Flavia, los senadores se apresuraron a aprobar una moción condenando su memoria al olvido. Ello supuso el inicio de un nuevo capítulo en la historia del Imperio Romano bajo los emperadores Nerva y Trajano, quienes adoptaron un enfoque más moderado y conciliador.
FUENTES
Brian Jones, The Emperor Domitian
Suetonio, Vida de Domiciano
Amelia Soth, A Roman Feast… of Death!
Waters, K. H. (1964). The Character of Domitian. Phoenix, 18(1), 49–77. doi.org/10.2307/1086912
Wikipedia, Domiciano
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