El proyecto «Domus-La Alcudia: Vivir en Ilici» ha alcanzado sus objetivos en las nuevas excavaciones, logrando una secuencia verificada e ininterrumpida de ocupación en el sector noreste de la ciudad, uno de los puntos más altos de la topografía original, donde había indicios de ocupación desde la prehistoria hasta el período medieval. Así lo ha informado Sonia Gutiérrez Lloret, profesora de Arqueología en la Universidad de Alicante y codirectora del proyecto junto con los profesores Julia Sarabia, Victoria Amorós y Jesús Moratalla, todos ellos del departamento de Arqueología de la UA y especialistas en diversos periodos e temas históricos.
La campaña también incluye un gran equipo de especialistas en prehistoria y arqueología de la Universidad de Alicante y otros centros de investigación, como el Instituto de Arqueología de Mérida-CSIC (Trinidad Tortosa) y la Universidad de Murcia (Alicia Fernández). Además, participan estudiantes y graduados del Máster en Arqueología Profesional y Gestión Integral del Patrimonio de la UA y un excelente equipo de técnicos especializados y trabajadores, resultado de la colaboración con el Ayuntamiento de Elche.
Gutiérrez Lloret explica que Domus tenía como objetivo contrastar la narrativa idealizada de ciudades superpuestas con la verdadera historia material de Ilici. Para ello, en lugar de centrarnos en un período o monumento específico, hicimos de la diacronía (el tiempo en un espacio) nuestro objetivo, rechazando los clichés arbitrarios que han condicionado y continúan condicionando la interpretación de La Alcudia, desde el descubrimiento casual de la Dama de Elche en un contexto desconocido en la ladera oriental del cerro, dice la arqueóloga, quien enfatiza que todas las ciudades, como espacios construidos, son una sucesión de paisajes urbanos en continua transformación, y La Alcudia es un impresionante ejemplo.
Así, Sonia Gutiérrez señala que la excelente preservación de la estratigrafía en este sector ya ha proporcionado nuevos hallazgos interesantes, como el descubrimiento, por primera vez, de una ocupación islámica temprana (siglos VIII y IX), demostrando que la madina Ilš del Tratado de Teodomiro en 713 se encontraba en La Alcudia, mucho antes de que una nueva ciudad heredara su nombre, dando lugar a Elx en el siglo X. Hemos confirmado la importancia de la Ilici romana a través de una intensa y monumental remodelación urbana datada entre los siglos IV y V, con el trazado de calles y edificios que estuvieron en uso, después de varias remodelaciones, hasta el período visigodo. También se ha documentado una fase urbana imperial temprana del siglo I d.C. correspondiente a la fundación colonial, un contexto importante del siglo III a.C., y niveles que alcanzan el pleno período ibérico.
En total, esta última campaña ha marcado tres hitos fundamentales en la comprensión de la historia de La Alcudia: la materialización del urbanismo tardorromano, la confirmación de la importancia de la ciudad en el turbulento siglo III a.C., y la documentación de sus raíces ibéricas, subraya la investigadora.
En las venas de la ciudad romana
Además, la excavación de una intersección de calles romanas ha sacado a la luz, bajo su pavimento, las tuberías de plomo por las que circulaba el agua para abastecer las casas y los baños, junto con la impresionante red de alcantarillado subterráneo que saneaba la ciudad. Los nuevos datos obtenidos muestran que muchos de los restos romanos visibles en diversas partes de la ciudad en realidad pertenecen a los siglos IV y V, el verdadero período de esplendor de la ciudad de Ilici, mientras que la materialidad de la ciudad imperial temprana sigue siendo esquiva, comenta Gutiérrez.
Entre púnicos y romanos: el turbulento siglo III a.C.
Por otra parte, la arqueóloga destaca que uno de los descubrimientos más llamativos, que ha revelado la complejidad del siglo III a.C., se refleja en una inusual intensidad constructiva durante su segunda mitad, comparable a la detectada en otros asentamientos urbanos cercanos como el Tossal de Manises.
Se trata de la esquina de una estructura monumental de más de 9 metros de largo por un metro de ancho, preservando la base de mampostería con grandes muros de adobe y vigas verticales diseñadas para soportar algún parapeto sobresaliente, sobre una cimentación heterogénea de 2 metros de ancho, que transformó sustancialmente el tejido urbano doméstico preexistente.
La regularidad y características de su diseño, con paralelos en el mundo púnico y helenístico, y su cronología reforzada por el descubrimiento de una moneda hispano-cartaginesa (221-218 a.C.), lo sitúan en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, es decir, el conflicto entre púnicos y romanos que asoló el sureste de la península ibérica.
Las raíces ibéricas del asentamiento
Por otro lado, la excavación de los niveles más profundos ha mostrado que el área estuvo densamente habitada entre los siglos III y IV a.C., ya que más de 4 metros de profundidad respecto al suelo agrícola actual y por debajo de los niveles de la primera mitad del siglo III a.C., se suceden suelos y estructuras que reutilizan piezas de fases anteriores, como un espectacular molino rotatorio ibérico, alcanzando las habitaciones de adobe y arcilla, similares a otras documentadas en La Alcudia, que nos sitúan en la víspera de la sociedad que produjo la Dama de Elche.
Algunas pistas significativas, como un molino en forma de barco o cerámica de la Edad del Bronce, indican que la ocupación podría ser mucho más antigua, pero no es posible documentarla sin dañar otros valiosos restos que necesitan ser preservados.
Los investigadores recuerdan que el objetivo final de un proyecto diacrónico es realzar cada fase histórica detectada, explicando no una sino todas las historias escritas en el mismo suelo de este sector de La Alcudia.
Instantáneas de la historia en la tierra
Aunque la arqueología en general y nuestro proyecto en particular estudian procesos más que eventos, la investigación a veces trae sorpresas asombrosas capaces de congelar el tiempo en un instante, dice Sonia Gutiérrez mientras destaca dos de estas “instantáneas”: Por un lado, el descubrimiento, en una humilde habitación de la antigüedad tardía, de una antigua jarra de producción local, cuidadosamente sellada con arcilla y envuelta en un paño, cuya trama quedó impresa en la arcilla.
No sabemos por qué o qué contenía, aunque en épocas romanas anteriores se consideraba de buena suerte hacer ofrendas rituales similares, mientras que en períodos posteriores de inestabilidad a menudo se usaban como escondites, explica la arqueóloga. Por otro lado, un pequeño pozo lleno hasta el borde con cacharros rotos (tapaderas y ollas, tinajas, ánforas aún con restos de sus tapones de escayola).
Este humilde vertedero, que alguien llenó con trastos viejos, es un ‘tesoro’ que nos ha proporcionado un excelente contexto material del siglo VII y VIII que nos permitirá saber no solo cómo vivían los últimos habitantes de La Alcudia, sino también de dónde provenían los productos que almacenaban, dice la investigadora, señalando humorísticamente que a veces nuestra alegría está efectivamente en un pozo.
Fuentes
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