En el marco del 80 aniversario de exploraciones en la Zona Arqueológica de Tlatelolco, se ha revelado un descubrimiento arqueológico de gran relevancia: una caja de ofrenda destinada a consagrar una ampliación arquitectónica del Gran Basamento, que data de hace más de siete siglos.
Este hallazgo es parte de los esfuerzos de conservación del Proyecto Tlatelolco, que la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha venido realizando. Dichos trabajos se intensificaron a raíz del colapso de la cubierta de la edificación, ocasionado por una intensa tormenta de granizo el 27 de abril de 2022.
Gracias a los fondos asegurados por el seguro institucional, se ha podido instalar una nueva techumbre y avanzar significativamente en la exploración del Gran Basamento. Esta estructura es un componente esencial en la vida ritual de los antiguos tlatelolcas, según indicó Salvador Guilliem Arroyo, director del proyecto.

Creado en 1987 por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, el Proyecto Tlatelolco ha permitido comparar las similitudes y diferencias entre Tlatelolco y su ciudad hermana, Tenochtitlan, a través de sus restos arqueológicos. En este contexto, el Gran Basamento, cuya excavación comenzó en 1991, es considerado el equivalente a la Casa de las Águilas de Tenochtitlan, sirviendo como lugar de culto para la élite militar tlatelolca y posiblemente dedicado a Tezcatlipoca negro, “el señor de espejo de obsidiana que humea”.
Durante las excavaciones en el área frente al altar central del Gran Basamento, los arqueólogos Francisco Javier Laue Padilla y Paola Silva Álvarez descubrieron la Ofrenda 29. Siguiendo la dirección de una grieta superficial, encontraron grandes piedras de basalto, tezontle y roca piroclástica, debajo de las cuales había dos niveles de losas de andesita.
Estas losas, recubiertas de estuco y con pintura mural negra, formaban una cista de 70 por 45 centímetros, que fue colocada entre 1375 y 1418 para consagrar la segunda etapa de la edificación bajo el mandato de Cuacuahpitzáhuac.
A una profundidad de 2.80 metros, dentro de la caja de ofrenda, se encontraron 59 navajillas y siete cuchillos de obsidiana, junto con tres bloques de copal, que son testimonio de un ritual probablemente de autosacrificio realizado por sacerdotes tlatelolcas antes de colocar los objetos en la cista.

La caja podría contener más materiales, cuya presencia se confirmará conforme avance el registro arqueológico, que incluye dibujos detallados de los diferentes niveles del contexto, levantamientos fotogramétricos para obtener imágenes tridimensionales del hallazgo y toma de muestras de tierra para identificar materia orgánica asociada.
Cada elemento descubierto posee una carga simbólica significativa que será analizada a fondo, ya que podría revelar conexiones con divinidades como Tezcatlipoca, una de las deidades más complejas del panteón mesoamericano.
Además, el Gran Basamento sigue siendo una fuente inagotable de descubrimientos. En su extremo poniente, arqueólogos como Jessica González Raya han registrado la Ofrenda 28, relacionada con una quema extensiva de comales cerámicos. En este caso, un comal de 30 centímetros de diámetro cubría colmillos de cánido y una punta de proyectil.
A pocos metros de allí, Miguel Ángel Marín Hernández y Germán Olivares Terrez están excavando entierros en una fosa común recientemente descubierta. Desde su localización en 2007, el Proyecto Tlatelolco ha recuperado aproximadamente 470 entierros humanos, en su mayoría víctimas de la epidemia de cólera de 1833, incluidos casos de mujeres embarazadas.
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