La apicultura ha sido una práctica profundamente arraigada en la vida cotidiana de la población maya de la península de Yucatán desde tiempos prehispánicos, tal como lo evidencian diversos códices, como el Madrid o el Tro-Cortesiano, así como algunas crónicas de Indias, las cuales mencionan que los antiguos indígenas utilizaban la miel tanto como alimento, objeto de trueque y en ceremonias.
En el marco de los trabajos de salvamento arqueológico en el Tramo 6 del Tren Maya, que abarca desde Tulum hasta Chetumal, un equipo de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), bajo la coordinación de la arqueóloga Raquel Liliana Hernández Estrada, recuperó tres tapas de jobón en el frente 5, el cual incluye los municipios de Bacalar y Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo, una región culturalmente conocida como Los Lagos.
Estos materiales arqueológicos están principalmente asociados a la zona norte del estado, según han constatado diversos estudios realizados por arqueólogos del INAH como Luis Alberto Martos López, Manuel Eduardo Pérez Rivas y María Flores Hernández. Sin embargo, este descubrimiento, según la investigadora Hernández Estrada, respalda las observaciones de cronistas como Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, quienes documentaron la presencia de la meliponicultura en los territorios que hoy constituyen el sur de Quintana Roo, lo que sugiere que esta práctica maya se extendió hasta esa área.

Carlos Fidel Martínez Sánchez, otro arqueólogo del equipo, explicó que las tapas, coloquialmente conocidas como panuchos, son redondas y fueron elaboradas con piedra caliza, midiendo entre 20 y 25 centímetros, y se cree que datan del periodo Posclásico (950–1539 d.C.). De las tres tapas recuperadas, solo una se encuentra en buen estado de conservación, mientras que las otras dos presentan un alto grado de erosión.
El descubrimiento se registró durante la excavación de lo que inicialmente se pensaba era una albarrada en el área conocida como Estación. Sin embargo, al encontrar las tapas, la hipótesis cambió, determinándose que se trataba de los vestigios de un meliponario. Esta estructura debe su nombre a la especie nativa Melipona beecheii, conocida en maya como xunán kab, un elemento identitario de la población peninsular.
Además de las tapas de jobón, en el lugar se encontraron otros materiales arqueológicos utilitarios de cerámica, lítica y sílex, destacando entre ellos un cajete decorado en tonos rojos y naranjas, una mano de metate de roca caliza de 40 centímetros de largo, un metate de 50 centímetros de longitud, un hacha, un percutor y una cuenta de concha en forma de estrella.

La arqueóloga Hernández Estrada señaló que el frente 5 representa el testimonio de la vida común de personas que no pertenecían a la élite, sugiriendo que se trata de conjuntos habitacionales de ciudades periféricas a recintos ceremoniales como la Zona Arqueológica de Chacchoben y el sitio Los Limones. Hasta la fecha, se han contabilizado 261 monumentos correspondientes a restos de áreas habitacionales, principalmente cercanos a las localidades de Sabanitas y Estación, los cuales están en proceso de análisis en los laboratorios.
En Sabanitas, los monumentos registrados incluyen cimientos, albarradas y algunos basamentos pequeños, mientras que en el área de Estación también se encontraron cimientos y basamentos menores, deteriorados por la actividad humana.
La Secretaría de Cultura federal, a través del INAH, sigue adelante con las labores de investigación y preservación del patrimonio nacional en el marco del proyecto del Tren Maya, dirigido por el responsable del salvamento arqueológico, Manuel Eduardo Pérez Rivas.
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