Hace tiempo dedicamos un artículo a los frumentarii y agentes in rebus, quienes constituían lo que podríamos considerar los servicios secretos del Imperio Romano, aunque en realidad ese cuerpo ejercía más funciones -entre ellas la postal y la de intendencia- porque, al fin y al cabo, hablamos de otra época. Juliano el Apóstata lo suprimió, dejando únicamente a diecisiete agentes y asignando el grueso del trabajo de espionaje a los esclavos, pero en el Imperio Romano de Oriente se mantuvo hasta finales del siglo VII, conviviendo con otra institución que sería el equivalente a la sección de inteligencia: la Scrinium Barbarorum u Oficina de Bárbaros.
Bárbaro (βάρβαρος) es un término que desde el siglo V a.C. se empleaba en Grecia para referirse a los extranjeros que no tenían relación con la cultura y la lengua helénicas, más adelante ampliado a aquellos pueblos que no conocían la libertad y vivían sometidos a monarquías e imperios. Eso ponía de relieve la superioridad del mundo griego sobre los demás, desde los egipcios a los persas pasando por judíos, sirios, galos y cartagineses. Por tal razón los romanos lo adoptaron luego, autoexcluyéndose, evidentemente, y sublimando así la cultura clásica greco-latina sobre las demás.
A partir del siglo III d.C. los bárbaros empezaron a afluir hacia occidente, traspasando las fronteras imperiales y pasando a formar parte del paisaje de forma tan generalizada que el emperador Caracalla no tuvo más remedio que promulgar la Constitutio Antoniniana, un edicto por el que concedía la ciudadanía a todos los habitantes libres del Imperio Romano. Eso obligó a adaptar la administración para que pudiera controlar dicha condición y atender la problemática específica que planteaban esa clase de personas.

El departamento encargado de eso fue la mencionada Scrinium Barbarorum, cuyo nombre aparece por primera vez en Notitia Dignitatum, un documento de la cancillería romana que detalla la organización administrativa de los dos imperios, el de Occidente y el de Oriente. En él se explica que esa oficina estaba divivida en cuatro secciones, cada una de ellas dirigida por un subadiuva o secretario bajo las órdenes del magister officiorum (una especie de canciller o superintendente general).
El magister officiorum estaba al frente de la Sacra Scrinia, que agrupaba varios departamentos administrativos más, como la Scrinium Memoriae, la Scrinium Epistolarum, la Scrinium Libellorum y la Scrinium Dispositionum. Eran los gestores de la burocracia, del papeleo, pues se ocupaban de la redacción de notificaciones oficiales, tramitar las peticiones y consultas, organizar los archivos, clasificar informes, acreditar nombramientos, preparar recursos judiciales ante el emperador, diseñar la agenda de éste, etc.
Dado que la información proporcionada al respecto por Notitia dignitatum se refiere al Imperio Romano de Oriente, se entiende que el ámbito de competencias de esos subadiuvae fueran las diócesis de Asiana, Póntica, Oriental (luego unidas en la prefectura de Oriente) y el conjunto formado por Tracia y Moesia (luego convertido en la prefectura de Iliria).

Por tanto, la Scrinium Barbarorum también desempeñaría funciones diplomáticas concretas, como el protocolo o la traducción de los embajadores; en suma, todo lo relacionado con los bárbaros que le daban nombre.
Algunos historiadores van un paso más allá y sugieren que quizá ejercía tareas propias de los servicios secretos, caso del espionaje. Ya vimos que eso lo hacían -como complemento a su trabajo normal- los agentes in rebus, que desde Diocleciano actuaban sobre el terreno en sustitución de los frumentarii, pero es que se da la circunstancia de que de entre ellos se nombraba precisamente a los cuatro secretarios de la oficina; es decir, cada subadiuva había sido antes un agens o bien había trabajado en alguna de las scrinia reseñadas.
Ahora bien, no hay ningún dato que corrobore esa actividad espía por parte de la Scrinia Barbarorum, por lo que se cree que, en todo caso, su labor en ese sentido sería más bien la de un servicio de inteligencia. Aunque éste y el espionaje son conceptos parecidos y están relacionados, mantienen esa sutil diferencia que hay entre conseguir información y procesarla. La Scrinia Barbarorum se dedicaría a la segunda función y como complemento de la burocrática ya apuntada, derivada de su trato con los bárbaros que vivían en el ámbito imperial.

Al fin y al cabo, parafraseando a Von Clausewitz, la filosofía romana -incluyendo la del imperio oriental- entendía la diplomacia como una forma de hacer la guerra por otros medios, evitando en la medida de lo posible el enfrentamiento armado en beneficio de tácticas más sutiles y sibilinas. Parece plausible que los funcionarios de la oficina recabaran información de los bárbaros aprovechando que éstos tenían que gestionar sus asuntos administrativos a través suyo.
De hecho, hay algún historiador que asegura que todos los extranjeros de visita en Constantinopla eran supervisados por la Scrinia Barbarorum y que ésta se hallaría supeditada al logotetas tou dromou o logoteta postal, el alto funcionario encargado del correo, la seguridad interna y los asuntos exteriores; en tal caso sería a partir del 762 d.C., año en el que el cargo de magister officiorum empezó a perder competencias.
El emperador León III había acometido una reforma del cargo de magister officiorum que terminó con su supresión definitiva y con ella la Scrinia barbarorum, aunque se conserva un sello de plomo del siglo IX identificando a un tal Pedro como «protospatharios y encargado de los bárbaros» (el protoespatario era el jefe de la guardia palaciega; los chartoularioi tou dromou, al cambio oficinistas, tenían el rango de espatarios).
Fuentes
Antonio Fernández de Buján, Orden interno, seguridad ciudadana y servicio secreto en el marco de la administración pública romana | Juan Antonio Arias Bonet, Los «agentes in rebus». Contribución al estudio de la policía en el Bajo Imperio romano | Otto Seeck, Notitia Dignitatum. Accedunt Notitia Urbis Constantinopolitanae Laterculi Prouinciarum | J. B. Bury, The Imperial Administrative System in the Ninth Century | Arnold Hugh Martin Jones, The Later Roman Empire 284-602 | Christopher J. Fuhrmann, Policing the Roman Empire: Soldiers, Administration, and Public Order | Wikipedia
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