En la frontera entre Turquía y Siria, cerca de la desembocadura del río Orontes en el mar Mediterráneo y a unos 30 kilómetros al norte de la antigua Ugarit (moderna Ras Shamra), se encuentra una montaña que ha desempeñado un papel destacado en la historia de la región. Hoy se llama Jebel Aqra (monte Kel en turco), pero ha tenido muchos otros nombres en diferentes épocas.

Se localiza prácticamente en la costa, de hecho sus laderas descienden directamente al mar sin apenas dejar espacio para pequeñas calas de arena, por lo que con sus 1.717 metros de altitud siempre ha sido un punto de referencia para los navegantes.

Tiene la particularidad de parecer atraer las tormentas, dado que su cercanía al mar y su altura hacen que éstas sean frecuentes en su cima y laderas. Por ello desde muy antiguo se la consideró como morada de los dioses, de manera similar al Olimpo griego.

Se la llamaba Sapuna, que es el nombre más antiguo que se le conoce, de origen semítico. Los hurritas y más tarde los hititas la conocían como Hazzi, y pensaban que era la morada de su dios de las tormentas, Teshub.

Los cananeos creían que en su cima vivía el dios Baal, en un palacio construido con lapislázuli azul y plata junto a la diosa Anat. Del palacio no queda ni rastro, pero en su cima se encontró a comienzos de la década de 1930 un enorme montículo de cenizas y escombros, de unos 55 metros de ancho por 8 de profundidad, que pueden ser los restos de un antiguo santuario.

Los griegos llamaron a la montaña Monte Kasios (los romanos, Monte Casius), y asimilaron el culto al dios Zeus Kasios. Se sabe que construyeron allí un santuario porque ladrillos con el nombre de Zeus Kasios se encontraron reutilizados en el monasterio cristiano de la ladera oriental de la montaña.

Pero antes de eso hacia el año 300 a.C. el sucesor de Alejandro, Seleuco I Nicator, subió a la cima para hacer sacrificios a Zeus Kasios, y cuenta la tradición que un águila se llevó parte de la ofrenda (de carne) para dejarla caer en un lugar cercano de la costa, donde ya existía un pequeño asentamiento. Allí fundó Seleuco su nueva ciudad de Seleucia.

Más tarde, en el invierno de 115 d.C., Trajano estaba en Antioquía, donde Adriano había fijado su residencia como legado imperial. El 13 de diciembre un gran terremoto destruyó la ciudad, pero ambos lograron salvarse.

Trajano salió por una ventana de la habitación en la que se alojaba. Algún ser, de estatura superior a la humana, se había acercado a él y le había guiado adelante, de modo que escapó con sólo unas pocas heridas leves; y como los choques se prolongaron durante varios días, vivió a la intemperie en el hipódromo. El mismo monte Casio se estremeció tanto que sus picos parecían inclinarse y romperse y caer sobre la misma ciudad. Otras colinas también se asentaron, y mucha agua que no existía anteriormente salió a la luz, mientras que muchos arroyos desaparecieron

Dión Casio, Historia Romana 68.25

Por supuesto, Trajano atribuyó su salvación a Zeus Kasios en persona, quien le habría guiado en su huida. Así que subió a la montaña para ofrecer las consiguientes ofrendas acompañado de Adriano, quien compuso unos versos para la ocasión en los que describía al dios, muy apropiadamente, como oscuro y nuboso.

El mismo Adriano, ya siendo emperador, volvería en el año 130, porque durante los años que vivió en Antioquía había oido hablar de otra de las curiosas características del Monte Casius: al elevarse tan escarpadamente sobre el nivel del mar, desde su cima se podía contemplar un espectáculo único; durante unos cinco minutos el sol ascendía al amanecer desde el Este mientras que las llanuras y el mar al Oeste permanecían completamente a oscuras. Esto ocurre, según Plinio el Viejo, a las 3 de la mañana.

Adriano subió a la montaña en la oscuridad de la noche para llegar a tiempo de contemplar el insólito espectáculo que le esperaba en la cima al amanecer. Cuentan las fuentes que mientras se preparaba para honrar a Zeus Kasios con un sacrificio, un rayo mató al animal y dejó malherido al oficiante, aunque los expertos dan poca credibilidad a este incidente.

El último emperador en subir al Monte Kasios fue también el último emperador pagano, antes de que el cristianismo acabara con la vieja religión romana. Juliano el Apóstata, ascendió en la primavera del año 363 d.C. con la esperanza, al igual que había hecho Adriano, de ver el fabuloso amanecer.

Dice Libanio, un maestro de retórica que fue su amigo íntimo (y del que se conservan unas 1.544 cartas, más que del mismísimo Cicerón), que Juliano no solo vio el amanecer sino que vio a Zeus Kasios en persona.

Una vez, habiendo subido al monte Casius, al Júpiter Casiano, en un mediodía señalado vio al dios visiblemente, y al contemplarlo se puso en pie, y recibió de él una advertencia gracias a la cual escapó por segunda vez de una emboscada

Libanio, Oración fúnebre por el emperador Juliano, Or.18.172

Para contrarrestar la influencia del santuario pagano, al que los peregrinos seguían acudiendo a adorar a Zeus Kasios, se construyó un monasterio cristiano en medio del camino de subida a la cumbre. Y así, poco a poco, después de más de mil setecientos años, el dios que habitaba en la cima del Jebel Aqra se fue quedando solo.

Pero antes, como la montaña hunde sus cimientos en el mar, Zeus Kasios fue venerado como deidad protectora de los marineros y así se extendió a Egipto, a Grecia y más allá. Incluso el emperador Marco Aurelio le agradeció la victoria en una batalla en la lejana Germania.

En 1937 se realizaron excavaciones arqueológicas en la cima, pero solo se llegó a 1,8 metros de profundidad, lo que coincide con los estratos helenísticos.

El yacimiento fue cerrado durante la Segunda Guerra Mundial, y no ha vuelto a ser excavado, ya que se encuentra en una zona militarizada de la frontera turco-siria. Quién sabe que secretos guardará.


Fuentes

Robin Lane Fox, Travelling Heroes: Greeks and their myths in the epic age of Homer | Peter Van Nuffelen. (2006). Earthquakes in A.D. 363-368 and the Date of Libanius, Oratio 18. The Classical Quarterly, 56(2), 657–661. jstor.org/stable/4493463 | Libanius, Julian the Emperor | Wikipedia


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