Tras veinte años de estudio, investigación y restauración, el «gigante de piedra» de la antigua Akragas ha resucitado. El telamón (atlante), una de las colosales estatuas antropomorfas que sostenían el arquitrabe del templo de Zeus Olímpico, el Olimpeion, símbolo del Valle de los Templos, ha sido devuelto a su posición vertical.

La estatua, de casi 8 metros de altura, se apoya en una estructura de acero de 12 metros a la que se anclan soportes donde se colocan las piezas individuales del monumento reensamblado.

Según el Presidente Renato Schifani, este gigante de piedra de la antigua Akragas, que tras muchos años de estudio e investigación podemos observar ahora en su posición natural, es el corazón de un importante proyecto de musealización de toda la zona del templo de Zeus.

Todo el proyecto de musealización de la zona del Olimpeion, que ha costado hasta ahora 500.000 euros de los fondos del Parque, incluye la próxima reconstrucción sobre el terreno de parte del entablamento y la cornisa del templo, para dar una idea más concreta de las dimensiones colosales y la singularidad del monumento, protegiendo al mismo tiempo los objetos.

En 2004, el Parque del Valle de los Templos puso en marcha una amplia campaña de estudio e investigación sobre el Olimpeion encomendada al Instituto Arqueológico Alemán de Roma y dirigida por Heinz-Jürgen Beste.

El estudio, además de nuevos conocimientos sobre el monumento, condujo a la catalogación precisa de los elementos aún in situ.

Así, se identificaron más de 90 fragmentos que pertenecían al menos a ocho telamones diferentes y, de uno de ellos, se conservaban cerca de dos tercios de los elementos originales que lo componían. Este núcleo homogéneo de bloques se utilizó para la reconstrucción del telamón, «hermano» del ya reconstruido a finales del siglo XIX, que se encuentra en el Museo Arqueológico «Pietro Griffo», donde permanece en la actualidad.

El templo de Zeus Olímpico en Agrigento (Sicilia) se alzaba al sur de la ciudad antigua, en la parte occidental de la Colina del Templo. Se erigió en señal de agradecimiento por la victoria de Akragas sobre los cartagineses después del 480 a.C. para celebrar el prestigio del tirano Theron.

Ya hablamos de él en otro artículo, donde decíamos que se trata del más asombroso y extraño de todos los templos griegos, a pesar de que nunca se terminó.

Se idearon soluciones arquitectónicas nunca vistas, como las altísimas semicolumnas estriadas, en cada una de las cuales cabía cómodamente un hombre, según escribe Diodoro Sículo. De dimensiones colosales, medía aproximadamente 112 x 56 metros (el Partenón de Atenas mide 69,54 x 30,87 metros), ocupaba 6340 metros cuadrados y estaba construido con bloques de calcarenita local.

Tenía una planta inusual (pseudoperipteroeptastilo, 7 semicolumnas dóricas en los lados cortos y 14 en los largos), con el arquitrabe, compuesto por tres filas de bloques, rematado por un friso dórico, el geison y la sima. En los espacios entre las columnas (intercolumnios), de unos 11 metros de altura, había estatuas monumentales (telamones) en el acto de sostener con sus brazos una pesada carga.

El templo sufrió daños irreparables a causa de un terremoto en 1401, fue saqueado en el siglo XVIII y sus bloques se utilizaron para construir el muelle de Porto Empedocle.

Junto con el Templo de la Concordia y los templos de Paestum, el Olimpeion fascinó a viajeros y eruditos de los siglos XVIII y XIX, especialmente a Winckelmann, padre de la historia del arte moderno, que destacó sus enormes dimensiones comparando sus columnas con las de San Pedro.

Con la aportación de los grabados y acuarelas de Jean Houel y Philipp Hackert, nació el mito del misterioso Olimpeion. Los arqueólogos se preguntaban sobre su tamaño y estructura, pero fue un joven arquitecto británico, Charles R. Cockerell, en 1812, quien identificó por primera vez la existencia de los telamones -reconoció una cabeza hallada durante las excavaciones borbónicas, atribuida erróneamente al frontón- y los combinó en una primera figura.

Después fue Pirro Marconi, hacia 1920, quien sacó a la luz los diversos hallazgos que hoy forman parte del actual proyecto museístico; y fue el entonces superintendente Pietro Griffo, en 1965, quien colocó el primer telamón reconstruido en el recién fundado Museo Arqueológico (que lleva su nombre).

En los años siguientes, el creciente interés por los restos de los misteriosos colosos nunca mencionados en la descripción del templo hecha por Diodoro dio lugar a un acalorado debate internacional entre arqueólogos, que continúa hasta nuestros días.


Fuentes

Parco Archeologico e Paesaggistico della Valle dei Templi


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