Que a un archipiélago se le conociera como Islas de la Desolación ya dice bastante. Si además añadimos que se encuentra en la región subantártica, es decir, al norte de la Antártida y entre los 46 y 60 grados de latitud, se comprende el apelativo.

Nos estamos refiriendo a Kerguelen (que es como se llama ahora porque lo de Desolación cayó en desuso), un grupo de islas situado a unos 3.245 kilómetros al sureste de Madagascar y 1.950 al norte de la Antártida. Claramente uno de los lugares más remotos y aislados de la Tierra.

Pertenecen a Francia, que las administra como un distrito independiente dentro de sus Tierras Australes y Antárticas (Terres Australes et Antarctiques Françaises), y tienen una superficie de 7.215 kilómetros cuadrados repartidos entre más de 300 islas e islotes.

La mayor es la isla de Grande Terre, con 6.675 kilómetros cuadrados y una anchura máxima de 150 por 120 kilómetros, pero que alberga un pico volcánico de 1.850 metros de altitud, el Monte Ross, cubierto de glaciares.

Por su situación geográfica el lugar está azotado por fuertes vientos durante todo el año, con un clima riguroso y frío entre mares agitados aunque carentes de hielo. La costa tiene abundantes fiordos y el interior está salpicado de numerosos lagos y lagunas.

El archipiélago fue descubierto el 12 de febrero de 1772 por el navegante francés Yves-Joseph de Kerguelen-Trémarec (de quien toman su nombre), que lo reclamó para Francia. No encontró habitantes nativos, algo nada raro dado el carácter poco acogedor del lugar, pero se aseguró de dejar un mensaje para futuros visitantes.

El capitán James Cook fondeó el día de Navidad de 1776 en el lugar al que llamó Port Christmas, al noroeste de la Grande Terre, encontró el mensaje de Kerguelen y bautizó al archipiélago como Desolation Islands (Islas de la Desolación), porque le pareció un paisaje sumamente estéril.

Los balleneros que empezaron a dejarse caer por la zona desde 1781. Para 1956 y después de nueve naufragios y de casi llevar a la extinción a focas y ballenas, la era de la caza llegó a su fin y la mayoría de especies de las islas pudieron volver a prosperar. De aquella época quedan restos de cabañas, tumbas y numerosas inscripciones.

Precisamente a bordo de uno de aquellos barcos en el golfo de Morbihan, al este de la isla de Grande Terre, nació el 11 de marzo de 1859 la primera persona que lo hacía al sur de la Convergencia Antártica (la línea imaginaria que separa las aguas antárticas de las del resto de océanos). Era el hijo del capitán del barco, James William Robinson, y de su esposa Jane Parsons Bentley, a quien llamaron James Kerguelen (Robinson). En honor a él se nombró el Paso de Robinson en la Antártida.

Las islas recibieron en 1874 tres expediciones para observar el tránsito de Venus. Los británicos establecieron una estación geomagnética de observación en lo que ahora se conoce como Observatory Bay (Bahía del Observatorio). Los alemanes hicieron lo propio en Bahia Accesible, en la costa norte de la península Courbet. Y los norteamericanos instalaron una tercera en Pointe Molloy, en la costa norte del golfo de Morbihan. Las tres estaciones permanecen allí todavía hoy.

En 1897 la fama de aislamiento del remoto archipiélago hizo que Julio Verne hiciera a sus protagonistas visitarlas en su obra La esfinge de los hielos (que es la secuela de la única novela de Edgar Allan Poe), cuyo primer capítulo se titula precisamente Las islas Kerguelen.

En diciembre de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, un crucero alemán recaló en Kerguelen para realizar tareas de mantenimiento y reabastecerse de agua. Uno de los marineros, llamado Bernhard Herrmann, se cayó mientras pintaba la chimenea del barco y fue enterrado en la isla. Su tumba pasa por ser la tumba de guerra alemana de la Segunda Guerra Mundial más meridional del mundo.

Desde la década de 1950 Francia mantiene una base permanente en la localidad de Port-aux-Français (en la costa sur de la península Courbet, en la orilla oriental del golfo de Morbihan) compuesta por científicos, ingenieros y militares, que oscila entre 50 y 120 personas, los únicos habitantes del archipiélago.

Posee un puerto, laboratorios científicos de biología y geofísica, estación meteorológica y de telecomunicaciones, una estación de seguimiento de satélites, biblioteca, gimnasio, bar y centro médico. También hay una iglesia, Notre-Dame des Vents (Nuestra Señora de los Vientos, por los fuertes y constantes vientos del oeste), cuyas proporciones están basadas en el número aúreo y que está considerada como la iglesia francesa más austral.

Entre 1968 y 1981 desde el archipiélago se lanzaron numerosos cohetes sonda (usados para estudiar la atmósfera o realizar observaciones astronómicas) por los franceses y estadounidenses, pero principal y sorprendentemente por los soviéticos, que llegaron a lanzar unos 6.640 cohetes M-100 con fines meteorológicos.

No hay aeropuerto ni aeródromos, por lo que todos los viajes hacia las islas y el exterior se realizan en barco. La temperatura media durante el mes más cálido no alcanza los 10º, pero no cae por debajo de -10º en el mes más frío, y el clima es muy parecido al de Islandia, la península del Labrador en Cánada, o la península de Kamchatka.

La tierra más cercana son las islas australianas Heard y MacDonald (a 470 kilómetros al sureste), que están deshabitadas, y otras islas francesas, el archipiélago de Crozet (a 1.405 kilómetros al oeste) y las islas de San Pablo y Ámsterdam (a 1.405 kilómetros al noreste). Ambas tienen una veintena de habitantes.

Por su belleza excepcional y aislamiento, así como por su contribución a la conservación de las aves y la fauna marina, la reserva natural de las islas Kerguelen fue inscrita como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el 5 de julio de 2019.


Fuentes

Blog officiel du district de Kerguelen (TAAF) | Les Îles Australes (Sitio oficial de la Administración de Tierras Australes y Antárticas Francesas) | Archipel de Kerguelen (Institut Polaire Française) | Wikipedia


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