Hitoshi Imamura fue un general japonés que, al acabar la Segunda Guerra Mundial, fue procesado por crímenes de guerra cometidos por los soldados bajo su mando contra prisioneros Aliados en Nueva Guinea y la islas Salomón. Le sentenciaron a diez años de cárcel, pena no especialmente dura en comparación con otros miembros del ejército porque a él no se le reprochaba dar órdenes expresas para esos maltratos, sino no haberlas sabido impedir. Por esa misma razón, al salir en libertad en 1954 hizo algo insólito: donó todas las ganancias de sus memorias a los parientes de las víctimas y mandó construir una réplica de su celda en el jardín de su casa, donde se encerró hasta su fallecimiento en 1968.
Este poco común personaje nació en Sendai, capital de la prefectura de Miyagi, en 1886. Era el segundo hijo del matrimonio formado por el juez Torao y su esposa Kiyumi, pero sus dos abuelos había sido oficiales durante la Guerra Boshin y sus nietos heredaron esa vocación militar hasta el punto de que tres de los hermanos pequeños de Imamura (Yasu, Hisashi y Hosaku) eligieron tal profesión y alcanzaron el grado de coronel. Curiosamente, Hitoshi no estaba destinado a ello sino a estudiar Derecho y hacer la carrera judicial siguiendo los pasos de su progenitor, pero el azaroso destino tenía otros planes.
Y es que acababa de terminar la enseñanza secundaria y se disponía a matricularse en la universidad cuando murió Torao, dejando a la familia en una precaria situación económica. Necesitando dinero cuanto antes, la madre gestionó su ingreso en la Rikugun Shikan Gakkō (Academia del Ejército Imperial Japonés); se requerían cuatro años de secundaria y un examen de acceso que él aprobó, consiguiendo su despacho de subteniente a finales de 1907. Luego asistió a la Rikugun Daigakkō (abreviado Rikudai, Escuela de Guerra) y en 1915 se graduó como el mejor de su promoción por delante de otros futuros mandos como Hideki Tojo o Masaharu Honma.
Imamura ascendió a capitán dos años más tarde, siendo su primer destino Inglaterra, como agregado militar de la embajada. Siguió subiendo en el escalafón de forma fulgurante: mayor en 1922, teniente coronel en 1926, agregado militar en la India Británica en 1927, coronel en 1930 y entrada en el Estado Mayor en 1931.
Fue en septiembre de ese año cuando estalló el llamado Incidente de Mukden (también conocido como Incidente de Manchuria), en el que un atentado de falsa bandera (una bomba con la que se voló un tramo del ferrocarril japonés) sirvió para justificar la ocupación de Manchuria por el Ejército de Kwantung.
Era éste un grupo nacionalista formado por mandos y oficiales -entre ellos el mencionado Tojo, futuro primer ministro-cuya presión logró la creación en 1932 de Manchukúo, un estado títere de Japón en el corazón de China. Imamura, informado de la farsa montada para acusar a los chinos e intevenir, se mostró siempre remiso a darle crédito porque, entre otras cosas, el episodio había desatado la animadversión internacional. En ese sentido trató de recurrir a la prensa, hasta entonces también muy crítica; pero soplaban nuevos vientos en su país y el principal diario, el Asahi Shimbun, había dado un giro oficialista a su línea editorial.
Entonces Imamura viajó personalmente a Manchukúo para poner orden; fue inútil porque allí toda la jerarquía era partidaria del Kwantung, viéndose obligado a regresar frustrado, sin lograr nada. Irónicamente, se le destinó como agregado a la embajada japonesa en Manchukúo y desde allí intentó poner freno al expansionismo militar hacia Mongolia interior; no sólo resultó en vano sino que cosechó numerosas burlas de sus colegas, crecidos al saberse impunes. Por fin, en 1933 pudo dejar aquella pesadilla al ser nombrado secretario de la Academia Militar de Narashino, fundada ese mismo año para especializarse en guerra química.
También aquel puesto le trajo sinsabores, pues durante un simulacro con gases venenosos que supervisaba varios soldados se intoxicaron y uno falleció. El director de la institución, el general Asago Nakajima, que al parecer también había resultado afectado aunque no de gravedad, lo consideró un mero accidente y tuvo que intervenir para que su secretario no fuera destituido ni sometido a juicio. Imamura pudo así retener su puesto unos años; hasta agosto de 1937, en que pasó a la secretaría de la Academia de Infantería de Toyama. Apenas fueron unos meses, ya que en marzo de 1938 asumió la dirección de la oficina de personal del Ministerio de Guerra.
Guerra es la palabra clave a partir de ahí; pero no la de la burocracia ministerial sino la de verdad: el pasado verano había estallado el conflicto sino-japonés e Imamura, ascendido a teniente general de la 5ª División, que operaba en China, se estrenó en el escenario bélico real. Su misión fue conquistar Nankín, cosa que logró tras feroces combates cuerpo a cuerpo que, sin embargo, supusieron pocas bajas propias: un centenar y medio de muertos y algo más de trescientos heridos. Más difícil fue defender la ciudad del contrataque que Chiang Kai-sek desató sobre ella con cien mil soldados, pero eso ya no le correspondió a Imamura -al menos en su totalidad- porque en 1940 se le encargó una nueva misión.
Ahora era el segundo al frente de la Kyōiku Sōkanbu (Inspección General de Entrenamiento Militar) que, como indica su nombre, se ocupaba del adiestramiento táctico y técnico del Ejército Imperial Japonés. Una de las cosas que acometió fue un manual de referencia titulado Senjin Ken para el que obtuvo la colaboración de Toson Shimazaki, un escritor naturalista que, paradójicamente, no era muy entusiasta del supremacismo militarista impuesto por el gobierno.
No obstante, la mayor parte fue redactada más tarde por el general Hideo Iwakuro, uno de los pilares de los servicios de inteligencia nipones; Imamura siempre lamentó no haber podido dejar su impronta en aquel texto que sirvió para amparar las barbaridades cometidas por las tropas.
Y eso se debió a que en junio de 1941 volvió al frente, primero como comandante del 23º Ejército y después, en noviembre, del 16º. Al mes siguiente se produjo el ataque a Pearl Harbor, pero Imamura no se enfrentaría a los norteamericanos sino a sus aliados, ya que se le encomendó la invasión de las Indias Orientales Neerlandesas. La cosa estuvo a punto de costarle la vida nada más empezar: el Ryuji-maru, barco de transporte en el que viajaba hacia Java con sus hombres, se vio inmerso en la batalla del Estrecho de la Sonda contra una flota combinada estadounidense, australiana y holandesa, recibiendo el impacto de varios torpedos que lo mandaron a pique. Imamura tuvo que mantenerse a flote, agarrado a restos del buque entre petróleo ardiendo sobre la superficie, hasta que le rescataron tres horas más tarde.
Parece ser que ese desastre se debió a fuego amigo. Los disparos procedían de torpederas japonesas que causaron más daños aparte de la pérdida del buque: en el consiguiente desembarco llevado a cabo, Imamura contó con un centenar de efectivos menos y no pudo dirigir personalmente el ataque durante cinco días, sin contar que se había perdido el libro de códigos en el naufragio.
Todas esas adversidades, sumadas al hecho de que al final las tropas fueron dejadas en una zona más expuesta de la isla, supusieron numerosas bajas. Lo compensó obteniendo la colaboración de los líderes independentistas indonesios, Sukarno y Mohamed Hatta, a quienes proporcionó ayuda material y financiera.
De hecho, no sólo eso. Consciente de que el anterior gobierno colonial era bastante tolerante, continuó esa política y procuró mantener el orden, evitando saqueos. También contrató a personal indígena para la administración, permitió cierta dosis de participación en el gobierno local y favoreció la economía del pueblo bajando los precios, restaurando industrias (entre ellas refinerías de petróleo, que de paso le venían muy bien a los japoneses) y usando el dinero confiscado a los holandeses para construir infraestructuras públicas. Asimismo, los prisioneros Aliados recibieron un trato más digno del que los nipones solían dar a los cautivos.
Cabe destacar especialmente dos cosas. Por un lado, la negativa de Imamura a que Japón se llevase de Java el algodón para cubrir la escasez que había en el país, dado que los indonesios lo empleaban para amortajar a sus muertos y eso podría originar malestar religioso poniendo fin a la amigable situación establecida; así lo vio también Hideo Kodama, un funcionario enviado para comprobar el asunto in situ y que terminó dándole la razón al comandante. Por otro, la autorización para cantar Indonsesia Raya, el himno de los independentistas, del que el militar japonés mandó grabar una versión en Tokio y distribuirla por toda la isla.
Los indonesios estarían encantados, pero en Japón no lo estaban tanto. Si Imamura recibió del Estado Mayor una felicitación por su conquista, en cambio fue advertido por la labor administrativa que estaba desarrollando. El ministerio de Guerra envió a Java una delegación formada por los generales Akira Muto y Yasatsugu Tominaga que le reprendieron por su tolerancia. Se desató un acalorado debate en el que le exigieron la aplicación de las Directrices para la Gobernanza de los Territorios Ocupados previstas en el mencionado Senjin Ken, que implicaban un trato mucho más duro a los vencidos y nativos, mientras Imamura se negaba y amenazaba con solicitar su propia destitución.
La política militar de Imamura es contraria a las intenciones del gobierno central. Deberíamos aplicarla más coercitivamente, escribió Muto en un informe. Sin embargo, su compañero Tominaga quedó convencido de la postura de Imamura, rechazó la destitución y concluyó que no hay necesidad de hacer ningún cambio en el gobierno militar en Java. Se permite continuar con la política actual. Es interesante añadir que, posteriormente, Muto fue puesto al mando de Sumatra y allí utilizó la misma política que Imamura, admitiendo que se había equivocado. En cualquier caso, Imamura tuvo que irse: a finales de 1942 se le entregó el mando del nuevo 8º Ejército de Área, el 17º de las islas Salomón y el 18º de Nueva Guinea.
Estrenaba con ello su reciente ascenso a general de división, recibido en marzo de 1943, y lo hizo en el mismo desgraciado sentido que la vez anterior. El cuartel principal estaba en Rabaul, ciudad de Nueva Bretaña (la isla más grande de la actual Papúa-Nueva Guinea) y el avión que debía llevarle allí sufrió un accidente durante el despegue. La cosa no pasó a mayores, pero se da la circunstancia de que en Rabaul se reunió con un viejo amigo, el almirante Isoroku Yamamoto, quien luego partió por vía aérea y su avión fue derribado por cazas norteamericanos, perdiendo la vida. Imamura lo lamentó profundamente.
Él mismo estuvo a punto de ser alcanzado en similares circunstancias cuando realizaba una inspección aérea en primera línea, aunque finalmente logró escapar al ataque enemigo. Era todo un símbolo del cambio que experimentaba la marcha de la guerra: los japoneses empezaban a perder terreno y habían sido expulsados de Guadalcanal (la más grande de las islas Salomón), a la par que no pudieron impedir el desembarco de los marines en la parte oriental de Nueva Guinea. El vicealmirante Jinichi Kusaka, al mando de las fuerzas navales (Flota del Sudeste), dispuso un cordón para cerrar el paso por mar a los estadounidenses mientras Imamura hacía otro tanto por tierra.
La defensa contaba con recias fortificaciones subterráneas y arsenales, aparte de contar con suficientes víveres gracias a que Imamura había previsto un bloqueo y, pese a que la Armada hizo oídos sordos a sus peticiones de establecer una línea de suministro, ordenó cultivar campos para acumular las correspondientes cosechas. El resultado fue que los mandos de Estados Unidos consideraron demasiado difícil tomar Rabaul y no intentaron un desembarco sino que se limitaron a bloquearlo, tal como había imaginado el general japonés, sometiéndolo, eso sí, a una dura campaña de bombardeos navales y aéreos. Los aviones tenían la ventaja de poder despegar del vecino archipiélago Bismarck, capturado poco antes.
Rabaul sufrió, pero resistió hasta la rendición del Japón. Entonces llegó la hora de que los vencedores ajustaran cuentas. Imamura le confesó al general Akira Tomizawa que en aquel momento pensó en quitarse la vida; finalmente no se decidió y fue acusado, junto al almirante Kusaka, de lo que las ordenanzas del recién creado Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente definían como vulneraciones de clase B y C, es decir, crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad respectivamente (también había una clase A para los crímenes contra la paz). Su responsabilidad era no haber supervisado y evitado los excesos cometidos por sus tropas, entre ellos la ejecución de prisioneros.
Entre otras barbaridades que salieron a la luz, una de las más impactantes fue saber que la marina arrojaba al mar metidos en jaulas de bambú a los prisioneros capturados en Java, de ahí que en 1949 un tribunal holandés pidiera desde Yakarta para él la pena de muerte en un segundo juicio, aunque al final le declaró no culpable. Dos años antes Imamura había comparecido ante un tribunal australiano en Rabaul mismo, siendo condenado a diez años de prisión. Él no sólo no apeló sino que escribió al comandante enemigo para que acelerase el proceso, reconociendo su culpa, para después solicitar que no le enviasen a la prisión de Sugamo, el centro penitenciario de Tokio donde se recluía a los mandos y oficiales, sino a la isla Manus, en Papúa-Nueva Guinea, junto a sus soldados.
Esa insólita petición asombró al general McArthur, quien consideró que aquel era el primer ejemplo real de bushidō (el código de honor samurái adoptado por las fuerzas armadas japonesas) que había visto y, según se rumoreó, recomendó que se le concediera a Imamura la libertad condicional. Pero éste siguió cumpliendo condena en Manus desde su llegada en 1950 hasta agosto de 1953, fecha en la que se cerró el campo insular; entonces sí se le trasladó a Sugamo, aunque fue liberado en enero de 1954, una vez cumplida la pena. Cumplida o no del todo, puesto que al llegar a su casa mandó construir en el jardín una celda como la que le había albergado en Manus y se instaló en ella como si buscase una autorredención al considerarse culpable de lo que hicieron sus hombres.
El resto de su vida transcurrió con sencillez y modestia, escribiendo varios libros sobre su experiencia bélica en los que recordaba, con humor, las reprimendas que recibió en la academia militar por quedarse dormido en cualquier situación y con inusitada frecuencia, algo debido a que intentaba mantenerse despierto de noche -hasta se pinchaba con un cuchillo- porque padecía de incontinencia urinaria. También salía ocasionalmente en defensa de compañeros, como cuando se acusó al general Nogi Maresuke de incompetencia por la pérdida de un estandarte durante la Rebelión de Satsuma y él le defendió en un artículo enviado al periódico Yomiuri Shimbun.
En 1955 recibió el nombramiento de asesor del Bōei-shō (Ministerio de Defensa), pero lo más destacado de esa etapa fue que completó y publicó las memorias que había empezado a escribir estando preso, enviando las ganancias a las familias de los prisioneros Aliados ejecutados. Eso originó cierta picaresca, ya que algunos se presentaban como parientes sin serlo, aunque él fingía no darse cuenta y pagaba de todas formas.
Se entiende así que quienes le conocieron en la guerra resaltaran sus virtudes con expresiones como bien educado y humilde, general con corazón humano o general digno que ama a sus subordinados. Falleció el 4 de octubre de 1968, siendo enterrado en el templo Rinnoji de la ciudad de Sendai.
Fuentes
Max Hastings, Némesis. La derrota del Japón 1944-1945 | Peter Post (et al., eds), The Encyclopedia of Indonesia in the Pacific War. In Cooperation with the Netherlands Institute for War Documentation | J. Kevin Baird y Sangkot Marzuki, War Crimes in Japan-Occupied Indonesia. A Case of Murder by Medicine | Marc Lohnstein, The Netherlands East Indies Campaign 1941–42. Japan’s Quest for Oil | Ethan Mark, Japan’s Occupation of Java in the Second World War. A Transnational History | Bruce Gamble, Fortess Rabaul. The Battle for the Southwest Pacific, January 1942-April 1943 | Bill Yenne, The Imperial Japanese Army. The Invincible Years 1941–42 | Wikipedia
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