¿Qué le pasa a la armada de Brasil con la fauna marina? Hace tiempo contamos aquí como buques de guerra de ese país tuvieron sus más y sus menos con los franceses durante un conflicto de ribetes esperpénticos que se conoce como la Guerra de las Langostas. Hoy vamos a ver otro episodio todavía más estrambótico: la Batalla de las Marsopas, un incidente bautizado así después de que el crucero brasileño Bahía disparase contra una manada de dichos animales al confundirla con un submarino.
Eso sí, ocurrió en un contexto bélico que obviamente influyó en la toma de decisiones por parte de la tripulación. Fue, concretamente, en el otoño de 1918, unos días antes de que finalizase la Primera Guerra Mundial, contienda en la que Brasil intervino a favor de los aliados de la Triple Entente contra los de la Triple Alianza.
Al estallar las hostilidades el 4 de agosto de 1914 el país sudamericano se había declarado neutral; sin embargo, mantenía simpatías hacia los primeros y su flota mercante suplió a la de esas naciones en las rutas que los submarinos alemanes atacaban.
De hecho, el creciente hundimiento de barcos cargueros obligó a la Triple entente a proscribir las importaciones de café y látex en favor de productos más esenciales y eso supuso el hundimiento de la economía brasileña. Los sudamericanos revocaron su neutralidad el 1 de junio de 1917, pero aunque se mantuvieron no beligerantes en principio, incautaron todas las naves germanas fondeadas en los puertos nacionales. Ese cambio de postura permitía a sus buques navegar en los convoyes aliados, beneficiándose de su escolta.
No obstante, la dinámica ya resultaba imparable y, tras haber sufrido la pérdida de los barcos Tijuca y Lapa, un tercer ataque contra el Macao terminó por decidir al gobierno de Venceslau Brás a entrar plenamente en la guerra a finales de ese mismo mes. La Marinha do Brasil creó la DNOG (Divisão Naval de Operações de Guerra), a las órdenes del almirante Pedro Max Fernando Frontin y compuesta por los cruceros Rio Grande do Sul y Bahia, más los destructores Parahyba, Santa Catarina, Piahuy y Rio Grande do Norte; había también un buque auxiliar, el Belmonte, y un remolcador, el Laurindo Pita.
Dadas las limitaciones tecnológicas que tenía ese obsoleto grupo, su misión consistía en patrullar un sector triangular del océano Atlántico entre el Estrecho de Gibraltar, Cabo Verde y Dakar para prevenir ataques de submarinos y quitar minas. Lo cierto es que el comportamiento de aquella escuadra no fue malo.
Coordinada con la Royal Navy, dio escolta a más de medio millar de convoyes logrando que sólo se perdieran cinco unidades y hasta logró esquivar el torpedo de un U-Boot, al que hundió después (aunque la noticia fue proporcionada por los británicos y en realidad nunca se confirmó).
También es cierto que a esas alturas de la guerra los alemanes ya no actuaban con la frecuencia ni el radio de antes, ya que inventos como los hidrófonos y las cargas de profundidad habían puesto coto a la efectividad del arma submarina. El caso es que la mayor contribución de Brasil al esfuerzo bélico fue precisamente en la mar, superior sin duda a la prestada por el grupo de pilotos que se incorporó a la RAF y al regimiento integrado en el ejército francés.
Ya entrado 1918, las cosas se torcieron para las Potencias Centrales. A las limitaciones navales sufridas se sumaban el desabastecimiento y la entrada en la guerra de la AEF (Fuerza Expedicionaria Estadounidense), todo lo cual hizo fracasar su última ofensiva en la segunda batalla del Marne, en la que sus tropas no sólo fueron rechazadas sino también obligadas a retroceder, perdiendo más de un cuarto de millón de hombres y la iniciativa. En ese contexto, el 3 de noviembre el almirante Frontin recibió la orden del Almirantazgo británico de trasladar a su Divisão Naval desde Dakar a Gibraltar.
Nacido en Petrópolis (un municipio de Río de Janeiro) en 1867, Frontin había ingresado en la Marina a los quince años y fue ascendiendo en el escalafón por méritos. Durante la contienda, su grupo de combate estaba a las órdenes del almirante británico Hischcot Grant, quien tuvo que enfrentarse a dos problemas.
Primero, la mayoría de los marineros brasileños habían enfermado de gripe en Dakar (morirían 350, unos durante el servicio y otros al regresar a casa). Segundo, todos los aliados tenían su propia idea de a dónde destinar la Divisão: los italianos proponían el Mediterráneo; los estadounidenses, apoyándoles a ellos; los franceses, la costa atlántica africana.
Con tanta indecisión y la cuestión médica, Frontin no pudo poner proa a Gibraltar hasta finales de septiembre, cuando apenas quedaban unas semanas para que acabase la guerra. Los combatientes no podían saberlo, claro, así que aquella singladura se realizó igual que cualquier otra en tales circunstancias, siempre alerta ante la posible aparición de los temidos «lobos grises» enemigos. Sería el Bahía, el buque insignia, que mandaba personalmente el almirante, el que fuera a vivir la anécdota más curiosa de su participación bélica.
El Bahía era lo que se denominaba un scout crusier (crucero explorador) de la misma clase que los Adventure de la Royal Navy. De hecho, fue construido por la empresa británica Armstrong Whitworth y botado en Newcastle en 1907. Medía 122,38 metros de eslora por 11,9 de manga y 4,4 de calado, impulsándose con un motor de turbinas de vapor (el primero que tuvo la armada brasileña) que le proporcionaba potencia para alcanzar hasta 25 nudos a plena carga, con una autonomía de unas 1.400 millas náuticas (2.600 km). Sin embargo, esa flamante nueva joya de la marina pareció destinada desde el principio a engrosar la historia de la anécdota.
Y es que en 1910 se convirtió en uno de los escenarios de la llamada Revolta da Chibata (Revuelta del Latigazo). Como indica su nombre, la chispa fue el bárbaro castigo inflingido a un marinero: a base de azotes, como si se tratara de otra época pese a ser ilegal; al fin y al cabo, la memoria de la esclavitud aún estaba viva en Brasil, que no la abolió hasta mediados de 1888.
Otros marineros se rebelaron, mataron al capitán junto a varios oficiales y, bajo el liderazgo de João Cândido Felisberto, alias el Almirante Negro, hijo de esclavos, extendieron el movimiento a dos acorazados, el Minas Gerais y el São Paulo, entre otras unidades de la armada.
Los amotinados exigían el fin de los castigos corporales y una mejora de las condiciones de vida de la marinería. El nuevo presidente brasileño, Hermes da Fonseca, accedió en principio y hasta prometió una amnistía para ellos; luego se retractó y mandó detener a los implicados, muchos de los cuales acabaron en prisión o asesinados tras recibir torturas. Entre ellos estaba el propio Felisberto, que además contrajo tuberculosis y, aunque finalmente se le liberó, no pudo retomar su puesto, viviendo en la pobreza hasta incorporarse al Integralismo Brasileiro, un movimiento nacionalista fascista.
Volvamos al Bahía. Al término del verano de 1918 se estaba acercando ya al Estrecho de Gibraltar cuando recibió un aviso: el acorazado HMS Britannia, enviado para reforzar a la escuadra brasileña (que no iba entera, ya que el otro crucero, un destructor y el barco auxiliar se mantenían en su misión de patrulla), había sido atacado y hundido por un submarino enemigo.
El Britannia había pasado la contienda de patrulla por el Mar del Norte sin llegar a entrar nunca en acción y su nuevo destino en el Atlántico africano para sustituir al HMS King Alfred le supuso la desgracia.
Como decíamos antes, a esas alturas de la guerra los U-Boot habían reducido su área de actuación y se concentraban en esa zona. Uno de ellos, el pequeño SM UB-50, al mando del comandante Heinrich Kukat, lo torpedeó frente a la costa española -a la altura del cabo Trafalgar-, haciéndolo escorar a babor.
Dos horas y medio después se hundía con medio centenar de marineros en lo que constituía la 40ª victoria de la nave germana, que además era la más exitosa porque el acorazado británico fue, con sus 16.350 toneladas, el barco más grande destruido por un submarino.
Lógicamente, todo esto puso a la tripulación del Bahía en estado de alerta. Y entonces ocurrió. Una noche, uno de sus vigías creyó avistar un periscopio a flor de agua y dio rápidamente la alarma. Como el crucero todavía no contaba con hidrófonos ni sistemas de deteción antisubmarina, no pudo comprobar la exactitud del peligro y abrió fuego contra la sombra de lo que parecía, efectivamente un U-Boot. Para su sorpresa, la superficie iluminada por los reflectores se tiñó de color rojo. El desconcierto inicial no tardó en ser disipado cuando vieron saltar entre las olas a un grupo de marsopas.
Una manada de esos mamíferos marinos (parecidos al delfín pero más pequeños) había confundido a la tripulación del Bahía y lo había pagado con la muerte de varios ejemplares; el tono rojizo de las aguas era la sangre de los animales muertos o heridos.
Nada excepcional, en realidad, puesto que se sabe de casos parecidos y alguno en una fecha tan cercana como 1982, cuando, en plena Guerra de las Malvinas y pese a contar con sonar – quizá por eso-, la fragata británica HMS Brilliant confundió un par de ballenas con submarinos argentinos disparando contra ellas (resulta irónico que en 1996 fuera vendida a la Marinha do Brasil, que la rebautizó F47 Dodsworth).
En fin, el 10 de noviembre, después de la Batalha das Toninhas, como se la conoce en Brasil, el Bahía pasó al Mediterráneo escoltado por el destructor estadounidense Israel. Pero el de los cetáceos había sido su último combate, pues al día siguiente se firmó el Armisticio de Compiègne que ponía fin a la Primera Guerra Mundial. El HMS Britannia no tuvo suerte y se fue a pique dos jornadas antes; el Bahía sí, a costa de un susto y de hacer picadillo de marsopa. El lema del almirante Frontin parecía una broma: «¡Cuando no es posible hacer lo que tienes que hacer, debes hacer todo lo que puedas!».
Fuentes
Carlos Daróz, O Brasil na Primeira Guerra Mundial. A longa travessia | Adeilson Nogueira, Guerras brasileiras | Adler Homero Fonseca de Castro, O Brasil na 1ª Guerra Mundial e a DNOG (en Grandes Guerras)R | obert L. Scheina, Latin America’s wars. The age of the professional soldier, 1900-2001 | Cruzador Bahia – C 12/C 2 Tipo Scout Cruiser Classe Bahia (en naval.com) | Guilherme Witgen, Ops… o submarino inimigo era uma baleia! (en Defensa Aerea & Naval) | Wikipedia
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