Los cazadores-recolectores que se asentaron a orillas del Haine, un río del sur de Bélgica, hace 31.000 años ya utilizaban propulsores para cazar. Así se desprende de un nuevo estudio realizado en el TraceoLab de la Universidad de Lieja.
El material hallado en el yacimiento arqueológico de Maisières-Canal permite establecer el uso de esta técnica de caza 10.000 años antes que los arpones más antiguos que se conservan en la actualidad. Este descubrimiento, publicado en la revista Nature Scientific Reports, lleva a los arqueólogos a reconsiderar la antigüedad de esta importante innovación tecnológica.
El propulsor es un arma diseñada para lanzar dardos, proyectiles de gran tamaño parecidos a flechas que suelen medir más de dos metros de longitud. Pueden propulsar dardos a una distancia de hasta ochenta metros. La invención de armas de caza de largo alcance ha tenido importantes consecuencias para la evolución humana, ya que modificó las prácticas de caza y la dinámica entre los humanos y sus presas, así como la dieta y la organización social de los grupos de cazadores-recolectores prehistóricos. Por ello, la fecha de invención y difusión de estas armas ha sido durante mucho tiempo objeto de vivo debate en la comunidad científica.
Hasta ahora, las armas primitivas han sido infamemente difíciles de detectar en yacimientos arqueológicos porque estaban hechas de componentes orgánicos que se conservan raramente, explica Justin Coppe, investigador de TraceoLab. Las puntas de piedra que armaban los proyectiles antiguos y que se encuentran con mucha más frecuencia en las excavaciones arqueológicas han sido difíciles de relacionar con armas concretas de forma fiable.
La mayoría de las afirmaciones publicadas recientemente sobre el uso temprano de arpones y arcos en Europa y África se han basado exclusivamente en el tamaño de la punta del proyectil para vincularlas a estos sistemas de armas. Sin embargo, las revisiones etnográficas y las pruebas experimentales han arrojado serias dudas sobre esta línea de razonamiento al demostrar que las puntas de flecha, dardo y lanza pueden ser muy variables en tamaño, con rangos superpuestos.
El innovador enfoque desarrollado por los arqueólogos de TraceoLab combina el análisis balístico y la mecánica de la fractura para comprender mejor las huellas conservadas en las puntas de sílex. Llevamos a cabo un experimento a gran escala en el que disparamos réplicas de proyectiles paleolíticos utilizando diferentes armas como lanzas, arcos y propulsores, explica Noora Taipale, investigadora de la FNRS en TraceoLab.
Examinando cuidadosamente las fracturas de estas puntas de piedra, pudimos comprender cómo afectaba cada arma a la fractura de las puntas cuando impactaban en el objetivo. Cada arma dejó marcas distintas en las puntas de piedra, lo que permitió a los arqueólogos relacionar estas marcas con hallazgos arqueológicos. En cierto modo, es como identificar un arma a partir de las marcas que deja el cañón en una bala, una práctica conocida de la ciencia forense.
La excelente coincidencia entre la muestra experimental de propulsor y los proyectiles de Maisières-Canal confirmó que los cazadores que ocupaban el yacimiento utilizaban estas armas. Este hallazgo anima a los arqueólogos a seguir aplicando el método para averiguar la antigüedad real del armamento de largo alcance.
Los futuros trabajos de TraceoLab se centrarán en ajustar el método analítico a otros contextos arqueológicos para contribuir a alcanzar este objetivo.
Fuentes
Universidad de Lieja | Coppe, J., Taipale, N. & Rots, V. Terminal ballistic analysis of impact fractures reveals the use of spearthrower 31 ky ago at Maisières-Canal, Belgium. Sci Rep 13, 18305 (2023). doi.org/10.1038/s41598-023-45554-w
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