Que nadie se asuste al ver el título de este artículo porque no tiene nada que ver con el nazismo. Vamos a hablar de la Shìjiè Hóngwànzìhuì, expresión que suele traducirse como Sociedad Mundial de la Esvástica Roja y corresponde a una institución china de carácter filantrópico fundada en 1922 como una imitación de la Cruz Roja adaptada a la religión salvacionista que practicaba la secta Daoyuan (también llamada Guiyidao).

El Daoyuan o Camino de Retorno al Uno, fue creado en 1916 como una fe sincrética que aspiraba a combinar los valores típicamente asiáticos del taoísmo, el confucianismo y el budismo con los mediorientales del islam y los occidentales del cristianismo para venerar una deidad universal llamada Tian.

No partía de cero sino que era un nuevo intento de algo que ya había iniciado a principios del siglo XX la secta Xiantiandao, a su vez inspirada en un movimiento originado dos siglos antes en el norte de China bajo la dinastía Jin (o Yurchen) y denominado Quanzhendao.

Liu Shaoji, uno de los fundadores del Daoyuan/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El Daoyuan (que originariamente recibía los nombres de las instituciones que lo representaban, Daodeshe primero y Guiyi Daoyuan después, hasta el definitivo en 1921), surgió en la provincia de Shandong de la mano de Wu Fuyong y Liu Shaoji, extendiéndose rápidamente a Pekín y otras regiones gracias a su aceptación por círculos gubernamentales; incluso dio el salto a Japón, vinculándose a la secta sintoísta Omoto-kyo. Los preceptos quedaron reflejados en un libro religioso titulado Taiyi beiji zhenjing y su actividad se estructuró en seis secciones: administración, meditación, escritura, textos, predicación y filantropía.

Esta última tuvo su manifestación más visible y célebre en la fundación (en el año Renxu, el undécimo del calendario de la República China, equivalente a 1922) de la Sociedad de la Esvástica Roja, puesta en marcha por tres de sus miembros más destacados: Qian Nengxun -primer presidente-, Du Bingyin y Li Jiabai.

Tras haber obtenido el visto bueno del presidente de la organización, Li Jian Chiu, tomaron como modelo la vocación caritativa y asistencial de la Cruz Roja Internacional.

Quian Nengxun, primer presidente de la Sociedad/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

También imitaron su logotipo, sustituyendo la cruz por una cruz gamada del mismo color. Aunque fue el régimen hitleriano el que convirtió la Parteiflagge (bandera del Partido Nacionalsocialista -en negro sobre fondo blanco y rojo-) en emblema estatal de Alemania, otorgándole así una fácil identificación mundial, en realidad la esvástica era un símbolo muy antiguo, como demuestra su propio nombre procedente del sánscrito (suastíka, cuya traducción admite diversas variantes relativas a la felicidad, la salud, la buena suerte y, en suma, lo positivo).

Se han encontrado esvásticas en relieves de ruinas heptamilenarias y con una distribución multicultural muy amplia, desde la India hasta Grecia y Roma, pasando por Persia, la América precolombina, etc. Unas veces aparece con los brazos orientados hacia la derecha, en cuyo caso hablamos de una esvástica dextrógira o suástica, como la nazi, y en otros hacia la izquierda, en cuyo caso se trata de una esvástica levógira o sauvástica, como la de Daoyuan que estamos tratando.

Por supuesto, en Extremo Oriente la cruz gamada carece de la connotación política que ha adquirido inexorablemente en Occidente. Casi todas sus religiones, desde la budista a la hinduista pasando por el jainismo -por tanto, en los países donde se practican, como China, Japón, India y demás- la usan en su iconografía artística y decora sus templos, casas , coches y negocios sin miedo a generar confusión porque, además, se distingue por dibujarse recta, no inclinada como la nazi.

Un miembro de la Sociedad Mundial de la Esvástica Roja hacia 1937/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En China constituye un carácter de escritura traducible como «infinito» y está asociado a la creación y a la manifestación de lo divino, de ahí que el Daoyuan lo eligiera para la bandera de la Sociedad Mundial de la Esvástica, que al igual que la de la Cruz Roja se representa en rojo (metáfora de un “corazón inocente, brillante y resplandeciente”) sobre fondo blanco.

Ahora bien, esa institución, como su modelo, era -es- bastante más que su emblema, desarrollando una vasta actividad filantrópica acorde a uno de sus lemas,»promover la moralidad y practicar la caridad»: albergues, becas, comedores sociales, hospitales, residencias de ancianos, adopción de huérfanos, centros de formación profesional, ayuda a discapacitados, reacudación de fondos para fines benéficos y misiones asistenciales en general, especialmente en catástrofes como guerras, seísmos, tifones, inundaciones…

Como su enfoque era transfronterizo, internacionalista, esas labores no se limitaron a suelo chino sino que saltaron a otros países, donde tenían oficinas abiertas (París, Londres y Tokio), fomentando entre sus miembros la enseñanza del esperanto para poder entenderse.

Tao Hsi-Shan, presidente de la Sociedad de la Esvástica Roja de Nankín/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por eso también acudieron en ayuda de los que sufrieron grandes desastres naturales, como Japón (tras el devastador terremoto de Kantō de 1923, lo que sirvió para difundirse allí) o la Unión Soviética.

En el ámbito nacional, una de sus actuaciones más recordadas y mejor documentadas fue en la Masacre de Nankín, ocurrida en la ciudad china homónima -por entonces capital- entre finales de 1937 y principios de 1938, tras ocuparla durante la Segunda Guerra Sinojaponesa el ejército imperial nipón. Los soldados protagonizaron violaciones y matanzas indiscriminadas entre la población, calculándose entre cien mil y trescientas mil el número de víctimas.

La Sociedad Mundial de la Esvástica Roja intervino para enterrar los cadáveres y su presidente, Tao Hsi-Shan, que tenía fama de apacible e íntegro hasta el punto de que permaneció en la ciudad durante la batalla, hizo arduos esfuerzos por proteger a los ciudadanos. Los archivos de la sociedad en Nankín son hoy una importante fuente documental para la localización de las fosas comunes y el estudio de ese episodio.

Entrada a la clínica de la sede de Hong Kong | foto Liusim KAI Simmonz en Wikimedia Commons

Esa abnegada tarea, que fascinó a no pocos misioneros y atrajo a numerosos cristianos, ayudó a difundir el Daoyuan; tras dos décadas, en 1927 sumaba ya treinta mil miembros, que se dispararon a entre siete y diez millones una década más tarde. Esa fuerza creciente no gustó al gobierno comunista de Mao, que terminó decretando su prohibición en 1949.

Como suele pasar, el Daoyuan se mantuvo vivo en la clandestinidad dentro de la China continental, recibiendo autorización para reabrir su sede principal de Hong Kong en 1995.

Es allí, en los barrios de Tuen Mun y Tai Po, donde abrió una escuela de educación primaria y otra de secundaria. Fuera de esa región administrativa especial china, el grueso de su actividad se centra en Taiwán -que acoge la sede intercontinental- y otros países del mundo que recibieron población china tras la diáspora provocada por la Segunda Guerra Mundial y el régimen comunista, fundamentalmente Japón, Malasia, Singapur (donde abrió una tercera escuela de secundaria), Canadá y EEUU.



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