(Para aliviar mi pobreza,
François Villon, Epitafio
mi corazón me dice a veces:
«Hombre, no te preocupes tanto
y no soportes tal dolor;
si no tienes tanto como Jacques Coeur,
es mejor vivir bajo un escritorio grande
pobre, que haber sido señor
y pudrirse en una tumba rica»).
Este poema, escrito a mediados del siglo XV, hace alusión explícita a un comerciante francés que reunió una fortuna fabulosa abriendo mercados entre Francia y el Levante mediterráneo, lo que le permitió pasar a ser administrador del rey Carlos VII y acceder a la nobleza. Lamentablemente, con ello también se ganó la envidia y codicia ajenas, terminando por caer en desgracia y tener que huir de su país, el mismo que había colaborado a encumbrar. Hablamos, como se lee en los versos, de Jacques Coeur.
Nació en Bourges, una ciudad de la provincia de Berry (en el valle del Loira), en una fecha indeterminada que se calcula en torno a 1395. Era hijo de Pierre Coeur, maestro peletero convertido en acaudalado comerciante, y de Marie Lambert, viuda de un carnicero llamado Jean Bacquelier; tenía además un hermano pequeño, Nicolas, nacido hacia 1403 y varias hermanas de las que no se conoce mucha información. No hay apenas datos sobre la infancia de Jacques, salvo la referencia de un coetáneo a su poca afición a los estudios, lo que llevó a su progenitor a instruirlo en el negocio familiar; ahí sí dio muestras de perspicacia y viveza que compensaban su falta de formación.
Todavía era un adolescente cuando Francia quedó conmocionada por la catastrófica derrota de Azincourt, que supuso la muerte en combate de lo más granado de la nobleza nacional y la pérdida de Aquitania en beneficio de Inglaterra. Tres años más tarde, el defín Carlos tuvo que huir de París perseguido por Jean sans Peur (Juan sin Miedo, primogénito del duque Felipe el Atrevido y heredero del ducado de Borgoña), aliado del rey inglés Enrique V, y tuvo que refugiarse en Berry, recibiendo el apodo burlesco de le petit roi de Bourges.

Nombrado regente con el nombre de Carlos VII, su presencia allí iba a superar esa condición humillante para, al establecerse allí la corte, servir de estímulo a la economía local en general y la de los Coeur en particular. Nicolas fue nombrado obispo de Luçon y otra hermana contrajo matrimonio con el secretario del rey , mientras que una sobrina, Perrette, se casó con Jean de Village. Éste recibiría el cargo de patrón de galeras, lo que significaba tener el mando de la flota mercante, que compartió con su amigo Jacques.
Para entonces Jacques ya tenía su vida encauzada, con esposa desde 1418: Macée de Léodepart, hija del preboste de Bourges y valet (ayuda de cámara) del duque de Berry, y de Jeanne Roussart, cuyo padre era maestro en la ceca local. Con parientes tan bien posicionados no es de extrañar que Jacques también obtuviera un puesto de dignidad, dirigiendo una de las doce casas de cambio de la ciudad. Su carácter había madurado, pasando de ser aquel joven indolente a un adulto responsable y muy trabajador.
En 1427 se asoció con el cambista Pierre Godart para acuñar moneda. Dos años más tarde, en el desempeño de esa actividad, fue acusado de cometer un fraude y condenado por el monarca a pagar una multa de mil coronas, pena muy suave para un delito que normalmente le hubiera costado ir a galeras. Pero es que el contexto político del momento no aconsejaba desprenderse de los responsables del progreso económico de Bourges: en la guerra contra Borgoña, Juana de Arco acababa de romper el asedio de Orleans, abriendo así el camino a la coronación de Carlos VII como rey de Francia.

Barthomié, el hermano de Pierre Godart, se incorporó a la sociedad con Jacques y entre los tres diseñaron un plan audaz y temerario: abrir rutas comerciales con el Levante, haciéndole la competencia a los italianos (venecianos, genoveses y pisanos). Para superarlos, optaron por los pagos en efectivo en vez de recurrir al clásico trueque, de manera que importaban lana, seda, brocados, alfombras, cuero, pieles, piedras preciosas y nueces, exportando vino, telas y minerales como hierro y cobre; a Egipto y Siria, sobre todo, plata y plomo de las minas del Ródano. Esto último, junto con el fulgurante éxito obtenido, sirvió para sustentar una leyenda heredada de su padre.
Decía ésta que Pierre Coeur era un mercader modesto que ni siquiera tenía medios para alquilar una tienda, pero que conoció al famoso alquimista Ramón Llull, quien le desveló el secreto de la piedra filosofal para fabricar oro. Pierre transmitió luego dicho secreto a su vástago. Lo cierto es que, recordemos, Jacques podía aprovechar la flota de doce galeras mercantes que dirigía Jean de Village y eso le proporcionaba una extraordinaria fuerza comercial, con una red de trescientos agentes comerciales repartidos por el Mediterráneo oriental que a menudo obtenían -son sobornos si era necesario- el monopolio de los puertos para los intereses franceses.
Asimismo, aquella dinámica empresa complementaba y aumentaba sus beneficios mediante tráfico ilegal, ya que exportar ciertos metales preciosos como el oro y la plata, muy demandados en Levante, estaba prohibido en Francia. Pero es que Jacques tuvo la astucia de distribuir la riqueza entre varias bases, de modo que aunque la central estaba en Montpellier (reviviendo la actividad del antiguo puerto de Lattes y llenando la ciudad de lujosos edificios), había sucursales en Aigues-Mortes (donde instaló un astillero y un almacén de madera), Marsella (que contaba con un potente puerto ya desde la Antigüedad) y Pézenas (donde levantó una fábrica).

Era frecuente que Jacques en persona se pusiera al fente de las singladuras, lo que favorecía las transacciones y las decisiones sobre el terreno. Poco a poco, su figura se fue engrandeciendo y amplió la actividad concediendo préstamos a entidades importantes, caso de los Caballeros de Rodas (los anteriormente conocidos como Hospitalarios, que cambiaron de nombre al asentarse en la isla griega homónima y posteriormente pasarían a constituir la Orden de Malta), las repúblicas italianas e incluso la corona de Francia.
Ésta le encomendó en 1535 la ceca de Bougers y al año siguiente la de París, donde acuñó monedas de oro que no tardaron en superar en cotización a las inglesas. Fue eso lo que decidió a Carlos VII a ponerle en 1439 al frente de la tesorería real, cuyas funciones él extendió para obtener más recursos con los que combatir a Inglaterra; para ello creó dos impuestos directos, la taille (sobre personas físicas) y el fouage (sobre hogares), y reforzó algunos indirectos, como la gabelle (gabela, sobre la sal).
Los buenos resultados le hicieron ganarse en 1441 la concesión por parte de la corona de un estatus de nobleza, con escudo de armas (fondo azur con tres corazones gules y una banda dorada en la que figuran tres conchas de vieira, en alusión a Santiago) y divisa (A vaillans cuers riens imposible, es decir, «Para los corazones valientes nada es imposible»), pasando a formar parte del Consejo Real. Se daba la curiosa circunstancia de que la mayoría de los consejeros reales eran de origen de plebeyo, como en su caso.

Alternando trabajo público y privado, Coeur siguió engrosando su capital, que ya constituía una auténtica fortuna y repercutía en la prosperidad del propio estado, cuya economía estaba saneada y en crecimiento. Por eso Carlos VII le comisionó para que inaugurase cada año los nuevos Estados Generales del Languedoc, los cuales votaron a menudo recompensas a su favor, y le confió varias misiones diplomáticas (en Génova y Roma, ciudad esta última en la que, tras mediar para poner fin al cisma del antipapa Félix V, se ganó el favor del papa Nicolás V, quien le otorgó una licencia para comerciar con infieles).
En 1447 empezó a acuñar un tipo de moneda de plata de gran calidad -que recibió el nombre de gros de Jacques Cœur- gracias a la adquisición de las minas argentíferas de Brussieu, que se unieron así a las otras de hierro, plomo y cobre que ya explotaba; esa plata la exportaba, pese a estar prohibido, como dijimos, gracias a que hacía el transporte en forma de lingotes, en lugar de monedas. También a que tenía mucha cercanía con el rey, quien en 1449 le autorizó a acompañarle vestido igual que él en la entrada triunfal que hizo en la recuperada Ruán.
Y es que Coeur incluso había convencido al monarca para acometer la conquista de Normandía, que junto a parte de Aquitania seguía en poder inglés, para lo que adelantó personalmente doscientas mil coronas. Así, se reanudó la guerra en el verano de ese año, y al siguiente él fue el delegado designado para negociar con el enemigo la rendición de Cherburgo, que ponía fin a la contienda. De ese modo alcanzó su máximo apogeo, con poder ejecutivo, propietario de una veintena de señoríos, numerosos inmuebles urbanos en diversas ciudades, castillos, palacios…

Pero, como dice el aforismo, cuanto más alto se sube de mayor altura se cae y un oscuro incidente en la corte trocó completamente su vida. Ya habían empezado a surgir voces contra el monopolio que estaba formando en el ámbito comercial y alertas hacia los sucesivos préstamos que concedía a la corona, volviéndola dependiente de su voluntad. Y precisamente la favorita del rey tenía afición a comprar joyas (entre ellas el primer diamante tallado conocido), recurriendo a la ayuda de Coeur, con quien mantenía una estrecha amistad.
Ella se llamaba Agnès Sorel y era una aristócrata de la región de Picardía que había recibido una esmerada educación. La completó, según la costumbre de la época, siendo enviada a otro país a los quince años de edad: al Reino de Nápoles, como dama de compañía de Isabel de Lorena, consorte del rey Renato I. En su primer encuentro con Carlos VII le deslumbró y éste la llevó a Francia al servicio de su esposa, María de Anjou, aunque no tardó en convertirla en su amante.
Pese a la extravagante forma de vida que llevaba Agnès -vestía tocados estrambóticos, usaba colas de varios metros de largo y puso de moda el escote con los hombros descubiertos-, el monarca estableció con ella una empatía especial y tuvieron tres hijas. Algo que no gustó nada al delfín, el futuro Luis XI, quien llegó a amenazarla con una espada ganándose la expulsión de la corte. Su afición al lujo, su dudosa moralidad, la influencia que ejercía sobre el monarca y las deudas que contrajo con Coeur originaron una corriente de opinión muy crítica.

En febrero de 1450, a los veintiocho años de edad, murió de repente. Al principio se habló de disentería como causa, pero después fue tomando forma la hipótesis de un envenenamiento. Análisis practicados a sus restos mortales en 2004 revelaron que padecía ascariosis (infección por lombrices en el organismo) y se cree que usó mercurio (componente habitual también en los cosméticos) como tratamiento, resultando peor el remedio que la enfermedad. El delfín Luis era sopechoso, pero como estaba lejos fue exonerado y las miradas se posaron sobre Jacques Coeur después de que algunas damas que le debían dinero aprovecharan para acusarle aduciendo que era el albacea de la difunta.
Ya no tenía la protección de Agnès y el propio Carlos VII pasó a verle con otros ojos, accediendo a que se le procesara por otros delitos que fueron surgiendo: primero, malversación de fondos, después tuvo que comparecer en 1451 ante el Gran Consejo, que le mandó encarcelar por delito de lesa majestad, imputándosele también el falsificar el sello real, sacar del país metales preciosos, acuñar moneda ligera, devolver a Alejandría a un esclavo cristiano fugado, secuestrar remeros para sus galeras y vender armas a los sarracenos.
Algunas de esas acusaciones podían tener cierta base, pero otras eran claramente persecutorias. Sin embargo, pese a que respondió a todo con detalle, pesó demasiado el hecho de que se escuchase fundamentalmente a los testigos en su contra, centenar y medio. Sometido al tormento de la bota, durante el cual recibió la noticia del fallecimiento de su esposa, Macée de Léodepart, pasó veintidós meses de reclusión en cinco prisiones haciendo procesiones públicas de expiación. Finalmente, en mayo de 1453, recibió una sentencia que dictaba pena capital, si bien se le consideraba inocente de la muerte de Agnès.

La condena a muerte se le perdonó por otra de destierro que incluía someterse a un escarnio público, viéndose obligado a subir al cadalso con una vela encendida en sus manos como un penitente. Asimismo, antes de partir tenía que hacer frente a una serie de pagos, para lo cual se le embargaron sus bienes: debía abonar una multa de trescientas mil coronas y reembolsar otras cien mil al Tesoro Real (que el rey empleó para financiar otra guerra contra Inglaterra en Guyena). Se dio la paradoja de que muchos acreedores de Coeur, en vez de satisfacer sus deudas, se quedaron con dinero o propiedades suyas: tierras, casas, barcos…
Carlos VII, célebre por su carácter veleidoso, no le demostró gratitud y únicamente aceptó que se asegurase el mantenimiento de sus hijos. Coeur permaneció encerrado hasta octubre de 1454, cuando consiguió escapar del castillo de Poitiers y, ayudado por sus vástagos y un sobrino, atravesó la Provenza y llegó a Roma, donde le acogió su viejo amigo el papa Nicolás V. Allí empezó a reunir lo que le quedaba: muchos de sus ingresos venían de fuera de Francia y tenía numerosas propiedades en Italia y Levante, aparte de que conservaba las galeras porque estaban navegando cuando fue detenido.
Hablando de galeras, el pontífice estaba preparando una expedición naval en socorro de Rodas, asediada por los otomanos, y pese a que falleció antes de tenerla lista, su sucesor, Calixto III, continuó con los preparativos y entregó el mando de la escuadra a Coeur, quien había colaborado en la financiación. Habiendo recibido el título de Capitán General de la Iglesia zarpó en 1456, pero haciendo una escala en la isla de Quíos murió en noviembre de ese mismo año, según unos de disentería, según otros de un cañonazo; una leyenda cuenta que no hubo óbito sino que se enamoró de una mujer local, Lady Theodora, y se estableció con ella en Chipre, teniendo dos hijas y enriqueciéndose otra vez.
Leyendas al margen, la Historia dice que fue enterrado en una iglesia de Quíos que los otomanos destruyeron posteriormente. Carlos VII rectificó entonces y decidió honrar su memoria permitiendo a sus hijos recuperar lo que quedase de las riquezas paternas. En eso se encontró con la oposición del notable Antoine de Chabannes, principal beneficiado del expolio, que tras años de juicios terminó por pactar con la viuda de uno de ellos un matrimonio con su promogénito, poniendo fin a la disputa.
FUENTES
Louisa Stuart Costello, Jacques Coeur, The French Argonaut and his times
Robert Guillot, Jacques Coeur de Bourges
Pierre Clément, Jacques Coeur et Charles VII
Jacques-Henri Bauchy, Jacques Coeur. Roi sans couronne
Wikipedia, Jacques Cœur
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