El NASM (National Air and Space Museum) es un museo del Smithsonian Institute que, como indica su nombre, está dedicado a la historia y tecnología de la aviación y los vuelos espaciales. Un lugar que solazará a cualquier aficionado que lo visite, permitiéndole además descubrir cosas tan insólitas como el prototipo original del Horten Ho 229, un avanzado cazabombardero a reacción construido por la Alemania hitleriana a finales de la Segunda Guerra Mundial, que nunca llegó a entrar en acción pero pudo ser la causa de los primeros avistamientos de ovnis, documentados en 1947.

La razón de que ese aparato se conserve el Estados Unidos, rodeado por atractivos como el invento de los hermanos Wright, el Spirit of Saint Louis con el que Lindbergh atravesó el Atlántico, el Enola Gay desde el que se lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima, el Bell X-1 que usó Yeaguer para romper la barrera del sonido, el módulo del Apolo 11 que pisó la Luna por primera vez, el Air Force One que usaba el presidente Kennedy; la razón, decíamos, fue la Operación Paperclip, a la que nos referimos ya en alguna otra ocasión.

La Operación Paperclip, inicialmente llamada Operación Overcast, tenía como objetivo llevarse a EEUU a los científicos germanos especializados en el desarrollo de la tecnología armamentística que el régimen nazi impulsó a partir de 1944 como medida desesperada para invertir o al menos atenuar la marcha de la guerra hacia la derrota; también se codiciaban las armas creadas por ellos, obviamente, como las V-2, el Messerschmitt Me 262 o los estudios sobre el átomo. En suma, cualquier adelanto tecnológico y médico.

El Ho 229 expuesto en el NASM con las alas separadas/Imagen: Clemens Vasters en Wikimedia Commons

Corría el mes de marzo de 1945 cuando el Tercer Ejército de Patton cruzó el Rin adentrándose en territorio alemán y la Task Force Baum, enviada por el entonces inefable teniente general para liberar un campo de prisioneros donde estaba recluido su yerno, fracasaba. Sin embargo, la resistencia enemiga decayó considerablemente en abril y las tropas estadounidenses empezaron a rendir a miles de soldados alemanes; fue en ese contexto cuando se toparon con un planeador y un prototipo del Horten, este último fabricado en acero y madera, a punto de terminarse.

Se trataba de un descubrimiento importante, ya que la fuerza aérea de EEUU llevaba tiempo trabajando en desarrollar un avión a reacción pero la potencia obtenida con el motor Westinghouse J30 resultaba inferior a la del BMW 003A que utilizaba el Horten. Por tanto, transportaron ese modelo, el Ho 229 V3, al aeródromo del Royal Aircraft Establishment, un centro de investigación militar aéreo situado en Farnborough, Inglaterra, donde se intentó aprovechar el fuselaje adaptándole un motor británico, aunque resultó imposible por las excesivas diferencias entre las piezas.

El Horten Ho 229 era la niña de los ojos de Hermann Göring, vicecanciller del Reich, ministro del Aire y comandante en jefe de la Luftwaffe. Fue él quien, en 1943, había solicitado a los ingenieros un bombardero ligero capaz de cumplir el llamado requisito 3 x 1.000, es decir, transportar mil kilos de bombas, una autonomía de un millar de kilómetros y una velocidad de mil kilómetros por hora. ¿Por qué esas cifras? Porque aunque los aviones alemanes podían volar hasta las Islas Británicas, lanzar su carga mortal y regresar, lo hacían a costa de sufrir grandes pérdidas a manos de los cazas de la RAF.

Militares estadounidenses trasladando el avión alemán/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La petición de Göring requería un motor a reacción, algo en lo que se llevaba trabajando desde hacía tiempo y, de hecho, ya se había aplicado a los nuevos Junkers el Jumo 004, un tipo de turborreactor que se ajustaba también a los deseos del vicecanciller pero con una pega: consumía demasiado combustible. Era necesario buscar una solución a ese problema y se encontró dotando a la nave de un diseño innovador, revolucionario: un fuselaje ligero y con forma de ala delta, que se conoció como Nurflügel (Ala Volante).

La idea fue de los hermanos Walter y Reimar Horten, dos pilotos de combate naturales de Bonn que a principios de los años treinta, siendo miembros de las Juventudes Hitlerianas, ya habían construido planeadores con esa forma (el Tratado de Versalles prohibía a Alemania fabricar aviones motorizados) basados en el popular monoplaza de adiestramiento Jacobs Hols der Teufel. Eran modelos tan sencillos y aerodinámicos como incómodos de manejar, puesto que el piloto debía ir tumbado boca abajo en una pequeña cabina, pero constituyeron la base de lo que vendría después, ya que en 1935 le añadieron un motor.

Los Horten empezaron la Segunda Guerra Mundial en el frente, a los mandos de sendos Messerschmitt Bf 109; Walter incluso obtuvo nueve victorias en la Batalla de Inglaterra a las órdenes del as Adolf Galland, mientras Reimar dejaba de volar en 1940 para centrarse en su doctorado de matemáticas (un tercer hermano, Wolfram, también piloto, murió en Dunquerke). Mientras a Alemania le fue bien en la contienda, no se prestó demasiada atención al trabajo de los Horten, pero cuando la cosa comenzó a torcerse en 1942 les adjudicaron medio millón de marcos de financiación.

El HVII/Imagen: FOX 52 en Wikimedia Commons

Fruto de su esfuerzo e imaginación nacieron dos proyectos distintos pero conceptualmente similares, agrupados bajo la denominación común Horten HV: bimotores que continuaban un primer proyecto que los hermanos habían construido a caballo entre finales de los años treinta y principios de los cuarenta, a su vez heredero del planeador anterior. Sus principales características eran el fuselaje en forma de ala delta, el material de que estaban hechos (una ligerísima resina plástica que compensaba la limitada potencia de los dos motores a hélice) y el tren de aterrizaje fijo.

Del HV se hicieron dos unidades, diferenciadas en que en la segunda los pilotos ya no tenían que ir tumbados. La primera resultó decepcionante al estrellarse en el despegue de su vuelo inaugural, pilotado por Walter, que sobrevivió al apagar los motores y planear para que el choque contra el suelo fuera menos fuerte. En cambio, la segunda sí parecía prometedora, aunque su construcción se demoró hasta 1942 en favor de otras opciones mejores y al final también acabó malparada, dando paso al Horten H.VII. Éste era un avion de entrenamiento prácticamente igual que su predecesor pero con motores más potentes.

Se construyeron dos prototipos y Walter pilotó uno en varios vuelos de prueba. Luego se encargaron una veintena de unidades; el H.VII V-3, que iba a ser el primero, estaba casi terminado en la fábrica de Peschke (Minden, Westfalia) cuando la llegada de los aliados obligó a suspender los trabajos y destruirlo todo. Aún así, los soviéticos se llevaron lo que quedaba de uno para intentar reconstruirlo; según los oficiales estadounidenses del Proyecto Signo para la investigación de OVNIS, es posible que algunos avistamientos de platillos volantes fueran, en realidad, versiones del H.VII V-3 reconstruidas en la URSS.

Informe sobre el caso de Kenneth Arnold que incluye un dibujo suyo de los ovnis/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

O puede que se tratase de los intentos realizados en EEUU por la empresa Northrop Corporation, de la que se sabe que construyó una réplica a partir del aparato incautado por Patton y llevó a cabo vuelos de pruebas en Nuevo México. De hecho, el primer avistamiento documentado fue el de un piloto de Idaho llamado Kenneth Arnold, que en 1947 aseguró haber visto desde su avioneta una formación de nueve objetos volantes mientras buscaba un avión perdido. Lo verdaderamente interesante es que dijo que tenían forma de búmeran o media luna, aunque las autoridades consideraron que sólo habían sido unos reflejos.

Volvamos a la Segunda Guerra Mundial. Antes del H.VII V-3, el Reichsluftfahrtministerium (Ministerio de Aviación) aprobó el proyecto presentado por los Horten para su bombardero ligero del 3 x 1.000 y encargó tres unidades HV, si bien exigiendo que se las dotase de dos cañones de 30 mm. para aprovechar también su velocidad como caza eventual. Los trabajos de fabricación se confiaron a la empresa aeronáutica Gothaer Waggonfabrik, compensándole así el hecho de que se hubiera descartado el proyecto de ala volante que ésta había presentado a su vez.

Así fue cómo se acometió la fabricación del Ho 229, cuyo primer modelo, el H IX era de composición mixta: la estructura de la sección central y cabina del piloto estaba hecha de tubos de acero y el resto -las alas- de madera de pino contrachapada mezclada con serrín y carbón. El uso de esos materiales venía impuesto por la escasez que a esas alturas de la contienda sufría Alemania para hacer aleaciones ligeras; por suerte, los hermanos Horten, recordemos, tenían experiencia en fuselajes alternativos.

Esquema del H.IX V1/Imagen: FockeWulf FW 190 en Wikimedia Commons

Los pilotos apenas disponían de espacio para moverse, pero contaban con traje presurizado, un asiento eyectable y otros adelantos respecto a los prototipos: el tren de aterrizaje era retráctil y se podía desplegar un paracaídas como freno complementario al aterrizar. No obstante, el primero en volar, el 1 de marzo de 1944, fue el H.IX V1, con ruedas fijas y sin motor. Diez meses más tarde, subsanados algunos inconvenientes que se detectaron, llegó el momento de probar con motores: el H.IX V2, dotado de un Jumo 004 porque el designado, un BMW 003, no estaba aún disponible.

Cumplió con lo que se esperaba y Göring, entusiasmado, no sólo encargó cuarenta unidades sino que encomendó a los hermanos Horten otro proyecto: el Amerikabomber, un bombardero de largo alcance que fuera capaz de atravesar el Atléntico y alcanzar EEUU con ida y vuelta. Las propuestas hasta entonces se basaban en aviones convencionales multimotores como el Messerschmitt Me 264, el Focke-Wulf Fw 300, el Focke Wulf Ta 400 y el Junkers Ju 390; también se barajó la posibilidad de que un Heinkel He 177 transportara un Dornier Do 217, lanzándolo a mitad de trayecto sobre el océano.

Los Horten cambiaron radicalmente toido aquello aportando su novedoso concepto de ala delta. El Ho XVIII era una versión intercontinental del Ho 229, más grande y equipado con seis turborreactores Jumo 004, cuyo enorme consumo se compensaba gracias a que el aparato estaba fabricado de madera ensamblada con un pegamento especial de carbón (que absorbía las ondas electromagnéticas y, junto con la pintura, dificultaba su detección por radar). Disponía de dos torretas con dos cañones de 30 mm. cada una y podía cargar cuatro mil kilos de bombas.

Recreación del Ho XVIII/Imagen: Mulhollant en Wikimedia Commons

Para disgusto de los hermanos, los ingenieros de los constructores, Junkers y Messerschmitt, introdujeron modificaciones como la supresión del armamento defensivo y la reducción de los motores a cuatro. Tampoco tuvieron mayor trascendencia porque ni el Ho XVIIIa ni una variante desarrollada exclusivamente por Junkers y Messerschmitt, el Ho XVIIIb, llegaron a salir de la fábrica, al estar programado el inicio de la producción para el otoño de 1945 y acabar la guerra antes siquiera de terminar el montaje del primero.

Y, entretanto, seguía adelante el programa del Ho 229. Walter y Reimar, ocupados en su nueva misión, no asistieron a los vuelos de prueba que realizó el teniente Erwin Ziller, quien acabó matándose en el tercero, en febrero de 1945, al fallar uno de los turborreactores y caer en picado. El piloto trató de reencender el motor varias veces, pero no tuvo éxito y el prototipo se estampó contra el suelo, quedando consumido por el fuego lo que no se pulverizó en el impacto. Eso no detuvo los trabajos porque llegó la noticia de que el enemigo acababa de lanzar la Operación Lumberjack, el paso del Rin.

Consecuentemente, el Ho 229 pasó a engrosar la lista del Jäger-Notprogramm, o sea, el Programa de Cazas de Emergencia, que formaba parte de aquella desesperada baza que intentó el régimen nazi para frenar al enemigo, las famosas Wunderwaffe o “Armas Maravillosas”. Las instalaciones se trasladaron a Friedrichroda, en Turingia, y se empezó a trabajar en el tercer prototipo, el Ho 229 V3. Era un poco más grande y debían hacerse veinte unidades, pero no hubo tiempo porque fue entonces cuando llegaron las tropas de Patton, que encontraron los cuatro prototipos junto con un planeador.

El Horten Ho 229 V3 en Estados Unidos | foto Clemens Vasters en Wikimedia Commons

Al rendirse Alemania, Reimar Horten intentó negociar su entrega a los británicos y chinos, pero finalmente huyó a Argentina, donde continuó diseñando aviones. Uno de ellos, en 1953, sería el birreactor supersónico FMA I.Ae. 37, también con forma de ala delta; nunca llegó a fabricarse en serie debido a que los retrasos casusados por los problemas económicos terminaron por dejarlo obsoleto y se canceló el plan en 1961. Asimismo diseñó el DINFIA I.Ae. 38 Naranjero, llamado así por ser un avión de carga destinado al transporte de naranjas; tenía la misma peculiar forma… y el mismo desenlace.

Walter, por contra, había elegido quedarse en Alemania y siguió formando parte de la fuerza aérea hasta que en 1951, con la Guerra Fría, se autorizó a los germanos volver a construir aviones; entonces diseñó el planeador Ho 33, al que en 1957 se permitió añadirle un motor, aunque no salió como se esperaba. Ambos hermanos continuaron ideando aparatos, todos basados en su concepto de ala delta hasta su muerte: la de Reimar en Argentina, en 1994; la de Walter en Alemania, cuatro años más tarde.

Ideología aparte (fueron miembros del Partido Nazi, pero meros militantes, sin responsabilidades en él), el innovador espíritu aeronáutico que encarnaron sobrevive a través de su obra maestra, el Ho 229 V3, que, como decíamos al comienzo, está expuesto en la Sala Paul E. Garber del reseñado museo estadounidense, parcialmente restaurado aunque algo deslucido, al tener las alas separadas de la sección central.



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