Leonardo Bruni, un humanista aretino del siglo XV, lo describió en su obra Historiae Florentini populi («Historia del pueblo florentino») como un motín brutal y descontrolado que provocó la muerte de muchos inocentes. Pero Maquiavelo, en su Istorie florentine («Historias florentinas»), amplió la visión de su colega con un análisis de causas sociales, políticas y económicas que expuso por boca de los protagonistas de los hechos, aunque a través de una serie de situaciones ficticias. En cualquier caso, un planteamiento complementario para un episodio que había conmocionado Florencia en el año 1378: la revuelta de los Ciompi.

Aunque se ha hablado de un origen francés para el término, en realidad ciompi era el diminutivo peyorativo de ciompavano, sustantivación del verbo ciompare («batir»), la palabra usada en la Florencia medieval para referirse a los cardadores (también llamados scardassieri), quienes en la fase inicial de su trabajo golpeaban la lana para prepararla antes de hacer las hebras con la carda. Esa denominación incluía también a todos los asalariados de ese sector y, por extensión, a todos los trabajadores textiles o artesanos de otros ámbitos que no estaban integrados en un gremio oficial, lo que les excluía del derecho a participar en el gobierno de la ciudad.

En el sistema laboral florentino medieval había una jerarquía sociopolítica en la que el popolo grasso (las clases acomodadas) estaba vinculado a los siete gremios de artes y oficios más prestigiosos e importantes (Arti Maggiori), frente a un popolo minuto (clase media) formado por la pequeña burguesía (que constituía los Arti Minori) y un popolo magro o clase baja, a menudo compuesta por gentes que emigraban del campo a la ciudad huyendo de los abusivos impuestos que se les asignaban para sufragar las milicias a la ciudad y que terminaban ejerciendo los oficios menos cualificados.

Escudos de las cofradías y gremios de Florencia/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Esa situación del estrato humilde, habitual por otra parte en casi toda Europa, se agravaba con la precariedad de su realidad socioeconómica, la prohibición de que se organizasen en un gremio con la consecuente exclusión de cualquier representación política y los estragos que produjo especialmente en ese estrato la Peste Negra desde mediados del siglo XIV. A ello se sumó la inestabilidad generada por una creciente rivalidad entre los Arti Maggiori y los Arti Minori desde que una clase de emigrantes, conocida como gente nuova, lograse progresar en el sector del comercio e ir ocupando el hueco dejado por muchos ricos que habían huido de la plaga.

La gente nuova fue la responsable de la recuperación de una economía que se había desplomado entre 1339 y 1349 por la quiebra de muchas familias adineradas y que se mantuvo una década y media más en esa decandencia a causa de la guerra con Pisa, empezó a cobrar inusitada importancia a partir de 1375. Esos ricos de nuevo cuño se aliaron con los Arti Minori para echar un pulso a la oligarquía, que a su vez buscó apoyo en el Partido Güelfo. Éste se enfrentaba al Gibelino en una guerra por apoyar respectivamente la autoridad del Papa frente a la del emperador del Sacro Imperio en el dominio de Italia. La contienda agravó la situación y ambas facciones gremiales se vieron obligadas a firmar una tregua en su disputa.

Eso fue entre finales de 1377 y principios de 1378, pero no duró mucho; los Arti Maggiori la rompieron pronto, abocando a los otros a una rebelión que no carecía de antecedentes, pues en 1344 ya se había producido un primer conato dirigido por un ciompo llamado Ciuto Brandini, en demanda de poder formar un gremio, tal cual se autorizó el año anterior a los tintoreros y sastres. Lamentablemente, esa medida había sido impulsada por Gualterio VI de Brienne, duque de Atenas, que controlaba el gobierno gracias a su protección de las clases bajas pero que finalmente terminó expulsado por los oligarcas, que a continuación suprimieron el gremio recién creado.

Fresco de Andrea Orcagna, en el Palazzo Vecchio, representando la expulsión del duque de Atenas/Imagen: Sailko en Wikimedia Commons

Surgió entonces la figura de Brandini como aglutinador del descontento, liderando la revuelta. Ésta resultó efímera, ya que no obtuvo apoyo entre otras clases trabajadoras y se la reprimió inmediatamente con dureza; él fue ejecutado y la cuestión quedó dormida pero latente, hasta que eclosionó de nuevo en 1378, con el ejemplo de la Grande Jacquerie francesa de por medio (1358). Esta vez fue por mano de los Sotto posti («Sin gremios»), más conocidos como Ciompi por ser los cardadores los que asumieron el peso del movimiento, si bien aglutinaba a todos los miserabiles en general (aquellos que no tenían propiedades y cuyo patrimonio era inferior a cien liras); aproximadamente una cuarta parte de la población.

Pese a que los gremios eran fundamentales para hacer ejecutivas las políticas dictaminadas por el gobierno, los veintiún existentes sólo incluían a una parte de la población activa -unas cuatro o cinco mil personas- y, de hecho, del sector textil apenas eran elegibles para cargos unas doscientas de un total de catorce mil, algo que no correspondía con su importancia en la economía florentina, siendo todos ellos miembros del Arte della Lana, el gremio lanero integrado en los Arti Maggiori. El resto de dicho sector no contaba, lo que se reflejaba en los salarios y su despreciable posición social. Como los artesanos descualificados de otros oficios estaban en la misma tesitura, se unieron a la insurrección.

Ésta estalló en verano, después de que los Arti Minori fracasaran en su reclamación de tener una mayor representación política. Contaban con el apoyo de los Ciompi, junto a los que aspiraban a formar un bloque conjunto por sus intereses comunes. Sin embargo, la Signoria (el órgano de gobierno de Florencia, constituido por nueve priori elegidos de entre los gremios y cofradías, seis de las mayores y dos de las menores más un gonfaloniere o alférez encargado del orden público y la justicia) intuyó el peligro y no sólo rechazó la exigencia sino que subió las tasas gremiales para dificultar cualquier posible nueva fundación.

El Palazzo Vecchio/Imagen: JoJan en Wikimedia Commons

Como cabía esperar, esa medida desató la indignación de los reclamantes, que se unieron aún más estrechamente. El 22 de junio los cardadores asaltaron varios edificios oficiales y religiosos, además de varios palacios, liberando a los presos y forzando a la Signoria a una negociación en la que, no obstante, ésta apenas se movió de sus negativas. Por lo tanto, el 21 de julio ocuparon el Palazzo dei Priori (actual Palazzo Vecchio), exigiendo -ya no solicitando- el derecho de asociación, participar en la vida pública y rebajar los desporporcionados impuestos. De forma simbólica, colgaron al verdugo por los pies frente al edificio.

Todo alzamiento de masas requiere un liderazgo y en este caso esa responsabilidad la asumió nada menos que de Salvestro de Alamanno de Médici, primo de Giovanni di Bicci de Médici, el fundador de ese ilustre linaje que, sin embargo, todavía no había alcanzado la fama que tendría en el siglo siguiente. Salvestro, pese a su origen patricio, era hostil a los güelfos y se había puesto al frente de los Sotto posti con el objetivo de conseguirles sus reclamaciones.

Nombrado gonfaloniere en mayo, tampoco desde ese cargo fue capaz de doblegar la férrea terquedad de los priori, de ahí que optase por adoptar una postura de fuerza. Los rebeldes tuvieron éxito, haciendo huir a los dirigentes. Salvestro, elegido Cavalieri Governatori della Repubblica junto a otros sesenta y tres ciudadanos, cedió el puesto de gonfalionere a un ciompi que había destacado por su resolución durante el asalto a la Signoria enarnbolando un estandarte, un capataz de cardadores de origen humilde (era hijo de una vendedora de hortalizas) llamado Michele di Lando.

Salvestro de Médici/Imagen en un grabado del siglo XVI/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Después, los sublevados obtuvieron el derecho a crear tres gremios (ciompi o cardadores, farsettai o sastres y tintori o tintoreros) que reunían a la mayoría de trabjadores, unos trece o catorce mil, lo que en la práctica les daba acceso por fin a constituir un tercio del gobierno.

No hubo reformas radicales y la moderación parecía regir el comportamiento de los insurrectos, pero, como suele pasar, un ala extremista de los Ciompi empezó a actuar por su cuenta persiguiendo a los que se oponían al movimiento.

Crearon un comité, bautizado con el nombre de los Ocho de Santa María de Novella (en alusión al número de integrantes y a la iglesia donde se reunieron), que detentando el poder presionó a los priores para que aceptasen sus exigencias de reforma fiscal, reducción de castigos corporales y nombramiento de tres priori de entre los suyos, ya que los Arti Minori se las habían arreglado para copar todos los puestos. Algunos, atemorizados por la violencia que comenzaba a despuntar en las calles, se mostraron dispuestos a aceptar. Sin embargo, Lando no quería que se desbordase el orden y se negó.

Estatua de Michelle di Lando situada en la Logia del Mercado Nuevo, Florencia/Imagen: Elenasan en Wikimedia Commons

Cuando las masas salieron a protestar, él, como gonfaloniere intervino por la fuerza deteniendo a dos de los líderes y enfrentándose en una batalla campal a los grupos armados que se habían adueñado de las calles. Paradójicamente, contó con la ayuda de las milicias de los gremios mayores y menores. La jornada, que tuvo lugar el 31 de agosto, terminó envuelta en sangre y los Ciompi derrotados. Al día siguiente, los ciudadanos reunidos en la plaza de la Signoria votaron disolver uno de los gremios recién creados, el que reunía a los trabajdores de menor cualificación, los aprendices, además de destituir a dos de los priori nombrados por los Ciompi.

Eso no significó el fin del movimiento, al menos de momento, ya que siguieron dictándose medidas igualitaristas como la institución del estimo, un impuesto a los ricos. Pero surgieron las desavenencias internas; laneros y tintoreros rompieron su relación y en 1382, ante el temor a un nuevo caos, los gremios tradicionales recuperaron su sitio, especialmente después de que Salvestro, acusado de tiranía, marchara al exilio y Lando renunciase a su cargo, dejando la ciudad para unirse al ejército. De ese modo, el poder volvió a manos de la oligarquía, que, aliada con la pequeña burguesía, persiguió a los líderes Ciompi y abolió su gremio.

Pese a todo, la revuelta de los Ciompi no cayó en saco roto; o no del todo. El nuevo gobierno, pese a ser aristocrático, entendió que debía ceder algo de cuerda para evitar otra ruptura y disminuyó la carga fiscal de las clases bajas. Eso sí, a cambio reforzó su autoridad para prevenir nuevas rebeliones, favoreciendo el acceso al poder de gobernantes fuertes; algo que aprovecharon los Médici para controlar Florencia durante el siglo XV, iniciando un período autocrático familiar.


Fuentes

Carlo Varoti, Tumulto dei Ciompi | Samuel Kline Cohn Jr, Lust for liberty. The Politics of Social Revolt in Medieval Europe, 1200–1425 | Samuel Kline Cohn Jr, The laboring classes in Reinassance Florence | Ippolita Douglas Scotti, Breve storia di Firenze | Niccoló Rodolico, Michele di Lando | Wikipedia


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