Aunque su presencia se remontaba al último cuarto del siglo XVII, no hubo un dominio efectivo francés en el sudeste asiático hasta el Tratado de Saigón de 1862, cuando se apoderó de las regiones vietnamitas de Cochinchina, Tonkín y Annam, uniéndolas luego a Camboya para formar Indochina. Los roces con la vecina Siam le permitieron añadir más tarde la región de Chantaburi (hoy tailandesa) y las de Sham y Champasak (en el actual Laos), pero los franceses nunca imaginaron los quebraderos de cabeza que iba a suponerles el control de estas últimas debido al surgimiento de una insurrección mesiánica que se prolongó desde 1901 hasta 1936 y ha pasado a la historia con nombres como Révolte des Bolovens o Rebelión del Hombre Sagrado.
Cuando Francia se quedó con Sham y Champasak, éstos eran estados tributarios de Siam, cuyo rey les permitía una amplia dosis de autogobierno a cargo de las clases nobiliarias afectas. Era una zona montañosa en la que la población se concentraba en la fértil meseta de Bolavens, donde vivían tribus de origen austrasiático que odiaban a los colonos siameses de las llanuras. Consideradas salvajes y primitivas, aquellas gentes recibían el apodo despectivo de kha, palabra que significa esclavo, ya que a menudo eran objeto de caza para destinarlos a esa condición.
El reino de Champasak era el principal centro esclavista, desde el cual se enviaba la mercancía humana a otros sitios como Bangkok y Phnon-Penh, de modo que el esclavismo constituía una de las bases de la economía. Por eso entre 1874 y 1884, cuando el rey siamés Chulalongkorn, empeñado en modernizar el país, prohibió esa práctica y manumitió a todos los esclavos nacidos después de 1868, muchas comunidades vieron peligrar su modo de vida. La llegada de los franceses en 1883 no sólo no arregló el problema sino que lo empeoró, ya que a la supresión del esclavismo sumaron una reorganización administrativa que causó desagrado.
Y es que sustituyeron a los gobernantes nobles por mandarines locales que, haciendo de funcionarios, debían planificar las corvées (una prestaciones laborales, obligatorias y no remuneradas, destinadas a financiar obras públicas, como crear una red vial que enlazara toda Indochina o hacer navegable el tramo correspondiente del río Mekong) introducidas por las autoridades coloniales. Eso repercutía en el trabajo en los arrozales, que a menudo quedaban abandonados y se perdían las cosechas al tener que estar los campesinos trabajando en las corvées, y llegaron las hambrunas.
Por otra parte, la designación de puestos destacados sin tener en cuenta la alcurnia de los mandatarios previos ni las difíciles relaciones interétnicas existentes, a menudo nombrando para los cargos a gente de las llanuras en detrimento de los montañeses, también avivó viejas enemistades y generó nuevas disputas. El hecho de que los franceses no restituyeran el esclavismo, como muchos esperaban, fue la gota que colmó el vaso. Faltaba una chispa para que todo explotara y ésta se produjo con la aparición de un líder mesiánico llamado Ong Keo.
No se sabe gran cosa de su vida anterior, salvo que su verdadero nombre era Bac My y nació en fecha desconocida en la aldea de Ban Paktai, en Champasak. Al parecer, era hijo del jefe y pronto empezó a mostrar cualidades de líder, tanto por carisma como por hablar fluidamente laosiano y pali, gracias a lo cual se hacía entender por otras tribus a las que predicaba contra los odiados franceses. Así, poco a poco, fue reuniendo cada vez más adeptos que le dieron el apelativo de Pha Ong Keo («Santo que posee la piedra milagrosa») y Phu Mi Boun («Persona con mérito budista»), expresiones que, adaptadas a la mentalidad occidental, podrían traducirse como Hombre Santo.
Ong Keo encontró especial apoyo en los alak, un pueblo compuesto por casi medio centenar de etnias distintas agrupadas en tres grandes grupos, uno de los cuales, los lao theung (los otros dos son lao loum y lao soung), estaba formado por campesinos arroceros de la meseta de Bolavens. Constituían una cuarta parte de la población y si originalmente eran los habitualmente esclavizados -o sea, los que decíamos que recibian el mote kha-, después pasaron a formar la mano de obra principal de las corvées. Otros alak de las montañas, los lao soung, así como más etnias diferentes (los sedang, los loven y los nha-heum) se unieron a los lao theung para luchar contra los opresores.
Todo empezó el 15 de marzo de 1901, después de que el comisario francés Rémy prendiera fuego a la pagoda de Nong Met por considerarla el centro desde el que se difundían las protestas. Los montañeses se alzaron en armas y, un mes más tarde, una partida de millar y medio de khas atacó a una patrulla de milicianos que marchaba hacia la montaña Phu Cat para interrogar a Ong Keo; sólo su jefe, Rémy, logró escapar y regresar vivo a Saravane. La noticia corrió como la pólvora y el 29 de mayo fue atacado un puesto de guardia en las afueras de Kon Tum, muriendo su oficial al mando.
Francia se enfrentaba a una rebelión en toda regla, liderada por un santón al que se equiparaba con Bhodisattva y organizada como un movimiento mesiánico llamado Phu Mi Boun (algo así como «Gobernantes de la Justicia»). Sus integrantes se refugiaban en el monte Phou Tayun, donde celebraban rituales (boun) para animarse a empuñar las armas. Aquel auténtico mesías convertido en hechicero, al que se atribuía la capacidad de convertir las piedras en oro, se apoyó también en varias profecías de corte milenarista que anunciaban una catástrofe para la primavera de 1901, al término de la cual Ong Keo gobernaría el mundo.
Onh Keo se rodeó de varios lugartenientes, de los que el más destacado fue Ong Thong, su verdadero cerebro militar. En 1902, éste se autoproclamó Chao Sadet, es decir, Gran Rey, haciéndose retratar divinizado para difundir su imagen de esa forma por todas partes. Eso enardeció todavía más a los miembros del Phou Mi Boun, que se lanzaron a asaltar guarniciones secundados por numerosos jefes tribales locales e incluso lograron expandir el movimiento a Siam: en marzo de 1902, en Khemmaratau, ejecutaron a dos funcionarios coloniales, secuestraron al gobernador local y saquearon el pueblo.
El comisario siamés Sanphasitthiprasong tuvo que enviar una columna de cuatrocientos hombres a la zona para asegurarla, pero perdió nueve soldados en una emboscada, lo que multiplicó el alistamiento de insurrectos en las filas de Ong Thong. Fue necesario crear una columna móvil, reforzada con dos cañones, para perseguirle por la selva. Las tropas siamesas tuvieron éxito y en abril sorprendieron a los rebeldes, matando a trescientos y capturando a otros cuatrocientos; los supervivientes huyeron a Laos y Siam quedó libre de la presencia del Phu Mi Boun.
Ong Thong se encontró otro problema en el protectorado francés, al que había podido retornar apuradamente: Jean-Jacques Dauplay, sucesor de Rémy, tomó la parte occidental de la meseta de Bolovens con la Guardia Nativa de Annam y Tonkín. Thong y otro de los ayudantes del mesías, Ong Kommadam, dirigieron sendos contraataques, pero al estar faltos de víveres y encontrarse con dura resistencia acabaron retirándose, mientras una hambruna se extendía entre los suyos.
En abril de 1902 recibieron otro duro golpe. Una masa de activistas que había rodeado con cánticos intimidantes la comisaría francesa de Savannakhet fue rechazada a tiros. Sufrieron ciento cincuenta muertos y otros tantos heridos, debido a que estaban convencidos, como se les había prometido, que las balas se convertirían en flores y no les harían nada; era un bulo recurrente en las revueltas indígenas y les pasó también a los maji maji de Tanganika, por ejemplo. El Phu Mi Boun fue debilitándose y no pudo realizar más acciones durante tres años, pero en noviembre de 1905 retomó su actividad acabando en Ban Nong Bok Kao con cuarenta y un loven.
Corría octubre de 1907 cuando recibió el golpe de gracia con la muerte de Ong Thong. Habiendo perdido al hombre que dirigía la parte militar del levantamiento, Ong Keo se retiró. Sin embargo, continuó azuzando a luchar durante los tres años siguientes desde su pequeño reino de Chakam, por lo que Dauplay decidió resolver la cuestión de forma tajante: le convocó a una reunión con él y, aprovechando la tradición local de que no se tocase la cabeza del anfitrión, ocultó un revólver bajo su salacot que empleó para pegarle un tiro. Los franceses dijeron que había intentado huir tras provocar un motín.
En cualquier caso, era el otoño de 1910 y la acción resultó inútil, puesto que Ong Kommadam tomó el relevo al frente del movimiento. Eso sí, ya no era como antes por la falta de suministros (comida, armas) y de liderazgo espiritual; la rebelión aún latía, pero durante los siguientes quince años su nuevo superior se mantuvo a la defensiva, amparado en las impenetrables montañas, realizando una intensa labor diplomática entre las tribus para atraerlas a la causa diciéndoles que la gente de las llanuras quería exterminarlos con ayuda francesa.
El nuevo mesías, que empezó a ser Apodado Chau pha olahat ta («Genio que ve todo lo que sucede a distancias muy largas») y considerado «encargado por el Cielo de crear un reino Kha», prometió expulsar a los franceses en dos años, creó escuelas, proporcionó a todos un espíritu nacional e inventó un lenguaje que facilitase la comunicación entre todas las etnias, así como un sistema de codificación -el Khom, que recuperaba el antiguo alfabeto jmer- para coordinar las acciones guerrilleras a las que recurrían ahora para paliar las limitaciones de su arcaico armamento.
En efecto, mosquetes, ballestas y armas blancas constituían la base de su equipamiento, básicamente y apenas contaban con algún fusil de repetición moderno, capturado al enemigo o conseguido de contrabando. Por tanto, no les quedaba otro remedio que usar la imaginación y adoptar tácticas inéditas, alguna tan audaz como desviar cursos fluviales para inundar los campos, posteriormente adoptada por Ho Chi Minh en la Guerra de Indochina. Ya no eran esclavos ni mendigos sino khabots, es decir, resistentes.
Ong Kommadam también estuvo a punto de morir en las mismas circunstancias que su predecesor: al acudir a una negociación y recibir dos disparos por sorpresa. Aunque resultó herido, sobrevivió y pudo huir, lo que incrementó su prestigio y contibuyó a que pudiera unir a las minorías de las tierras altas del sur de Laos. Pero el nuevo gobernador francés, René Robin, dio plenos poderes a su subordinado, el comandante Nyo, para reprimir de una vez por todas la insurrección y le confió el mando de varios escuadrones nativos integrados por sedangs, jemeres y djarais.
Ese pequeño ejército conocía mejor el terreno y fue arrinconando progresivamente al Phu Mi Boun, de forma tan sistemática como implacable, sin detener las operaciones siquiera cuando llegaba el monzón y se hacía difícil avanzar. En septiembre de 1936 un informador avisó a Nyo de la ubicación de Kommadam y las tropas coloniales rodearon el lugar. Esta vez no hubo fallos: el líder rebelde fue abatido y se puso fin a la guerra. No obstante, pese a que sus hijos fueron trasladados e internados para evitar la posible sucesión, uno de ellos, Sithon, se convertiría en un líder independentista en 1946, durante la Guerra de Indochina.
Fuentes
Geoffrey C. Gunn, Rebellion in Laos. Peasant and politics in a colonial backwater | Vattana Pholsena, Post-war Laos. The politics of culture, history and identity | Martin Stuart-Fox, A history of Laos | François Moppert, La révolte des Bolovens (1901-1936) (en Histoire de l’Asie du Sud-Est. Révoltes, réformes, révolutions) | Wikipedia
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