Tiberio Sempronio Graco fue un tribuno de la plebe romano, miembro de una rica familia de la clase senatorial, que acometió una profunda reforma agraria para repartir tierras entre los ciudadanos más pobres y limitar el número máximo de hectáreas por propietario. Para llevar a cabo su objetivo necesitaba de maniobras políticas que lindaban lo revolucionario, pero también hacían falta medios económicos, por eso le vino muy bien que el recién fallecido rey de Pérgamo, Atalo III, legase a Roma el reino y su tesoro. Sólo que el hermano del monarca no estaba dispuesto a aceptar aquello; reclamó el trono con el nombre de Eumenes III y alentó una rebelión.. proporcionando así a los romanos un casus belli para intervenir en Asia Menor.
El testamento de Atalo III no era fruto de un arranque de locura. Para empezar, no tuvo hijos varones ni un herdero designado específicamente, así que se planteaba un obvio problema sucesorio. Por otra parte, aunque nunca había mostrado demasiado interés por las tareas de gobierno, prefiriendo centrarse en una intensa actividad intelectual (botánica, medicina…), sí era consciente del contexto internacional y sabía que la República Romana, inmersa en una fase de expansión militar desde siglo y medio antes, pasaba un momento de crisis económica que buscaría solucionar por cualquier medio.
Los plebeyos romanos estaban arruinados al haber tenido que abandonar el cuidado de sus campos para servir en el ejército durante sucesivas campañas y vieron cómo los aristócratas compraban esas granjas a bajo precio, razón que les llevó a apoyar las medidas dictadas por Graco. Atalo III entendía que éste, acuciado por la necesidad de dinero para aplicar su nueva ley agraria, probablemente pondría los ojos en Pérgamo, un reino creado en el año 241 a.C. a raíz de la muerte de Alejandro Magno y tras desgajarse del dominio de los seleúcidas, cuya riqueza era proverbial por su ubicación estratégica en las rutas comerciales y una potente industria manufacturera de pergaminos.
Esa prosperidad se manifestaba en varias cosas: entre otras, la posesión de diversas colonias en Anatolia, una espectacular arquitectura urbana que incluía el famoso altar de Zeus que hoy se conserva en Berlín, el teatro más grande del mundo, la segunda biblioteca más importante de la Antigüedad tras la de Alejandría, una escuela filosófica estoica y un tesoro de más de nueve mil talentos que perteneció a Lisímaco (uno de los famosos diádocos macedonios). Todo ello constituía, en opinión de Atalo III, un botín tan llamativo para Roma que ésta, en su crítico estado, no podría resistir la tentación de adueñarse de él y el rey consideró que era preferible legárselo y evitar así la muerte y destrucción de una guerra.
En realidad, el testamento del soberano excluía tanto la capital y las ciudades griegas como el tesoro, refiriéndose únicamente al resto del territorio. Pero, evidentemente, los romanos no se iban a conformar con eso y el propio Graco planteó al Senado que aquellos nueve mil talentos fueran repartidos entre la plebe, propuesta que fue rechazada. Los debates al respecto ocuparon un tiempo precioso que dilató la asunción práctica de los derechos de Roma sobre Pérgamo, lo cual facilitó que surgiera un movimiento contrario a la entrega. Lo lideraba un hombre llamado Aristónico, que al parecer era hermanastro de Atalo III.
El rey era hijo de Eumenes II y Estratonice. El padre, hijo a su vez de Atalo I, el fundador de la dinastía atálida, combatió a los seleúcidas aliado con los romanos, gracias a los cuales amplió sus dominios a Frigia, Lidia y Panfilia porque Roma deseaba estabilidad en Asia Menor y para eso hacía falta un estado fuerte. Fue él quien construyó la mencionada biblioteca y cuando Ptolomeo V de Egipto trató de protegerse de esa nueva competencia suspendiendo las exportaciones de papiro a Pérgamo, Eumenes II sustituyó ese soporte de escritura por la piel de animal, que empezó a llamarse pergamino por el sitio de su invención.
Eumenes II se casó con Estratonice, una princesa de Capadocia con ascendencia griega y macedonia. Al volver de un viaje a Roma en el año 172 a.C., él fue atacado y corrió la noticia de que había muerto, razón por la que su hermano Atalo II Filadelfo subió al trono y se casó con ella. Pero resultó que el rey había sobrevivido y al regresar hubo que restablecer la situación política y conyugal; trece años más tarde falleció de verdad y Atalo II retomó el poder (y la viuda), aunque como regente, ya que ella había alumbrado antes un vástago, Atalo III, que de momento era demasiado joven para reinar.
¿Dónde se sitúa Aristónico en esa historia familiar? Afirmaba ser un hijo ilegítimo de Eumenes II , que le habría tenido quizá con alguna amante o concubina, calculándose su nacimiento en torno al año 170 a.C. Ahora bien, su entrada en la historia acontece en el 133 a.C., cuando se erige en líder de los descontentos con la decisión de su presunto hermanastro y se autoproclama rey de Pérgamo, cambiando su nombre por el de Eumenes III. Según Estrabón, dio los primeros pasos de aquel levantamiento en Leucas, una antigua colonia griega en Jonia a partir de la cual consiguió hacerse con otras como Samos, Mindo y Colofón. La única excepción fue Pérgamo capital, donde se produjeron fuertes discusiones entre los partidarios del nuevo rey y Roma.
Ésta, viendo los resultados negativos de su dilación, decidió intervenir cuanto antes pactando con Éfeso para que su flota se enfrentase a la pergamena. Así ocurrió, frente a la costa de Cime, y la victoria fue para la primera, lo que supuso para Eumenes III un revés al perder el control de la costa; algo que suponía facilitar el desembarco de las legiones romanas. Y así fue, pues entretanto las cosas habían cambiado en la República: en el verano del 133 a.C., al intentar ser reelegido para el tribunado contraviniendo la tradición, Graco fue linchado hasta morir por un grupo de notables y dos años más tarde el cónsul Publio Licinio Craso Dives Muciano, un hombre muy culto y que hablaba griego, partió hacia Asia Menor para enfrentarse a Eumenes III.
Muciano llegó habiendo urdido una coalición con varios reinos vecinos, rivales de Pérgamo. Eso ponía en un brete al monarca, que optó por extender la rebelión al interior. Allí contaba con la simpatía de los habitantes de las colonias, en su mayor parte veteranos del ejército que temían perder las tierras que les había entregado la dinastía atálida como compensación por sus servicios. Pero también prometió conceder la libertad a esclavos y siervos, sin que esté claro si lo hacía por necesidad estratégica o por razones sociales; el mensaje prendió especialmente entre los segundos porque eran mayoritarios en el campo, mientras que los primeros estaban sobre todo en las ciudades litorales y éstas ya vimos que eran enemigas.
Eumenes III contó con la ayuda y el asesoramiento ideológico de un filósofo estoico llamado Cayo Blosio. Nacido en Cumas (en la región itálica de Campania), se daba la curiosa paradoja de que, frente a sus maestros, Diógenes de Babilonia y Panecio de Rodas, defensores de la propiedad privada como un deseo natural, él abogaba por la propiedad pública y el reparto de grano, habiendo sido preceptor de Tiberio Graco.
Tras la muerte de éste fue encausado como ideólogo suyo, pero él se defendió arguyendo que sólo acataba sus órdenes; a la pregunta de si hubiera obedecido la orden de quemar el Capitolio respondió que Graco jamás hubiera hecho eso y que de hacerlo hubiera sido por el bien del pueblo.
El argumento debió de resultar convincente porque acto seguido fue exonerado y puesto en libertad. Entonces marchó a Asia Menor para ponerse al servicio de Eumenes III. Insistiendo en esa línea, entre ambos crearon un nuevo concepto de estado ideal en el que no habría amos ni esclavos, viviendo todos los ciudadanos en armonía.
Estaría ubicado en Misia y lo bautizaron con el nombre de Heliópolis, debido a la implantación que tenían en Anatolia los dioses Apolo y Mitra, simbolizados por el sol y muy seguidos por los soldados; al fin y al cabo los convocados como futuros heliopolitas eran, como hemos visto, los siervos y los exmilitares.
Ahora bien, de momento tenían enfrente una formidable alianza enemiga liderada por Polémenes de Paflagonia, Mitridates V del Ponto, Nicomedes II de Bitinia y Ariarates V de Capadocia, a los que se unía ahora el citado cónsul Muciano, dispuesto a reconquistar Leuca. Aunque el romano parecía tenerlo todo a favor, no sólo resultó sorprendentemente derrotado en el 131 a.C. sino que cayó prisionero cuando huía entre Elaea y Esmirna. Humillado, Muciano se negó a revelar su identidad a sus captores y se revolvió contra uno de ellos, un tracio, con la intención deliberada de que le matase; consiguió su propósito, siéndole enviada la cabeza a Eumenes III. La gran ironía de todo ese episodio es que estaba casado con una sobrina de la esposa de Tiberio Graco y era un firme partidario de sus reformas sociales.
Pero el testigo lo recogió el nuevo cónsul, Marco Perperna, del que se decía hiperbólicamente que obtuvo el consulado -compartido con Apio Claudio- antes que la ciudadanía por un problema legal de su padre. Lo importante era que tenía una amplia experiencia en combate contra insurrectos: entre el 135 y el 132 a.C. tomó parte en la Primera Guerra Servil, en la que los generales Lucio Calpurnio Pisón, Escipión Emiliano y Publio Rupilio vencieron a los esclavos rebeldes de Sicilia que lideraba Eunoo. Perperna, que ganó una ovación por su trabajo, partió hacia Anatolia y demostró unas dotes bélicas superiores a las de su predecesor.
Evitando un enfrentamiento abierto en batalla campal, prefirió centrar su estrategia en conquistar las ciudades rebeldes una por una. Primero cayó Aso, después Tiatira y finalmente Estratonicea del Caico (en Lidia), en la que se había atrincherado Eumenes III. Tras un duro asedio en el que los defensores agotaron sus provisiones y fueron rendidos por hambre, el monarca fue hecho cautivo y enviado a Roma, donde fue exhibido en el correspondiente desfile triunfal, en el que, por cierto, Perperna no pudo participar pese a ser el protagonista porque falleció durante el viaje de regreso.
Tras el humillante espectáculo, se le recluyó en el célebre Tullianum, una mazmorra mas conocida por su nombre posterior, Cárcel Mamertina; de todos modos fue por poco tiempo, ya que estaba condenado a muerte y, efectivamente, fue estrangulado en el 129 a.C. Su compañero Blosio, consciente del destino que le aguardaba, se había quitado la vida antes de caer preso. A Perperna le sustituyó en el consulado Manio Aquilio, que lo compartió con Cayo Sempronio Tuditano y puso fin oficial a la guerra, dividiendo el Reino de Pérgamo entre Roma, Capadocia y Ponto.
Fuentes
Estrabón, Geografía | Justino, Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo | Veleyo Patérculo, Historia romana | Pierre Grimal, El mundo mediterráneo en la Edad Antigua. La formación del Imperio Romano | Ricardo Martínez Lacy, Rebeliones populares en la Grecia helenística | Wikipedia
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