En 1829 el médico y naturalista holandés Philippe-Charles Schmerling realizó un increíble descubrimiento en una cueva de Engis (Bélgica). Mientras exploraba la cueva, encontró el cráneo parcial y otros restos óseos de lo que parecía ser un niño primitivo.
La cueva está situada en la orilla izquierda del arroyo Engis, afluente del río Mosa, justo al suroeste de Lieja. Consta de dos galerías principales, una superior y otra inferior, que fueron ocupadas frecuentemente durante el Paleolítico medio, hace entre 100.000 y 40.000 años.
Schmerling comenzó a explorar la cueva en 1829 en busca de reliquias de sus antiguos habitantes. En una de las galerías encontró huesos fosilizados de animales como mamuts, rinocerontes, osos y renos. Entre ellos había dientes humanos y un cráneo de niño fragmentado en dos partes.

El cráneo parecía anormal en comparación con la anatomía humana moderna. Poseía una frente retraída, crestas pronunciadas en las cejas y un cráneo aplanado o ligeramente inclinado. La capacidad craneal parecía mayor que la de la mayoría de los humanos actuales.
Schmerling reconoció que estas características eran distintas de las de los humanos modernos, pero la singularidad del hallazgo no se comprendió plenamente en aquel momento.
Durante décadas la comunidad científica estuvo dividida sobre la naturaleza del descubrimiento de Engis. Algunos creían que procedía de un bebé deforme de Homo sapiens, mientras que otros afirmaban que representaba a un antepasado humano primitivo distinto.

Entonces en 1856 se encontraron en la cueva de Feldhofer, en el valle alemán de Neander, unos restos inusuales. Partes del cráneo, fémur, antebrazo, húmero, costillas y otros, que su descubridor Johann Carl Fuhlrott, pensó inicialmente que correspondían a algún animal grande.
Se los enseñó a Hermann Schaaffhausen, un anatomista de Bonn, que inmediatamente los reconoció como humanos, aunque su forma y características los hacían distintos de los humanos modernos.
No sería hasta 1864 que William King adscribiría los restos a una nueva especie humana, el Homo neanderthalensis. Sin embargo, durante mucho tiempo algunos científicos siguieron considerando que los neandertales no eran más que humanos modernos deformes.

A principios del siglo XX se descubrieron otros restos neandertales, lo que demostró finalmente que eran evolutivamente distintos del Homo sapiens. Sus rasgos anatómicos únicos reflejaban adaptación a la Europa de la Edad del Hielo, no anomalías.
En 1936 que Charles Fraipont recuperó los restos del niño de Engis en la colección de paleontología de la Universidad de Lieja, reconstruyó el cráneo y tras estudiarlo lo clasificó de forma concluyente como neandertal, el primero de su tipo descubierto pero no reconocido inicialmente como una especie distinta.
En 1957, el antropólogo checo Jelinek realizó nuevos análisis con métodos de datación mejorados que confirmaron la antigüedad del niño de Engis.

Se determinó que el material óseo tenía unos 35.000 años de antigüedad, claramente dentro de la era neandertal.
Se calcula que el niño Engis tenía entre 3 y 5 años en el momento de su muerte, según el análisis de su formación dental. Esto indica que el desarrollo de los neandertales era más rápido que el de los Homo sapiens, alcanzando la edad adulta más rápidamente.
El niño de Engis demostró que los neandertales habitaron el noroeste de Europa hace 35.000 años o más.
Fuentes
Engis 2 (Smithsonian) | Michel Toussaint, Stéphane Pirson and Hervé Bocherens, Neandertals from Belgium, Anthropologica et Praehistorica 112, 2001, 21-38 | Steven E. Churchill, Thin on the Ground: Neandertal Biology, Archeology, and Ecology | Rebecca Wragg Sykes, Kindred: Neanderthal Life, Love, Death and Art | Wikipedia
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