Cuando Homero cuenta en la Odisea cómo el héroe Odiseo viaja al inframundo en busca del consejo del profeta ciego Tiresias, no menciona explícitamente el lugar en que sucede.

Sin embargo, la descripción que hace del inframundo y el río Aqueronte en el poema ha llevado a los estudiosos a sugerir que el lugar que sirvió de inspiración al poeta para esta parte de la historia se encuentra cerca de la antigua ciudad de Éfira, en el noroeste de Grecia.

Las excavaciones realizadas en el yacimiento, que está al este del pequeño pueblo de Mesopotamos, sacaron a la luz una acrópolis micénica con muros ciclópeos, que data del siglo XIV a.C., tres grandes túmulos funerarios del siglo XII a.C., y los restos de un antiguo santuario, que se cree es el Necromantío del Aqueronte (necromantío significa oráculo de los muertos).

Restos del necromantío con el monasterio construido encima | foto Jean Housen en Wikimedia Commons

Y cuando hayas atravesado el Océano y llegues adonde hay una playa estrecha y bosques consagrados á Proserpina y elevados álamos y estériles sauces, detén la nave en el Océano, de profundos remolinos, y encamínate á la tenebrosa morada de Plutón. Allí el Flegetonte y el Cocito, que es un arroyo del agua de la Estigia, llevan sus aguas al Aqueronte; y hay una roca en el lugar donde confluyen aquellos sonorosos ríos. Acercándote, pues, á este paraje, como te lo mando, oh héroe, abre un hoyo que tenga un codo por cada lado; haz alrededor del mismo una libación á todos los muertos, primeramente con aguamiel, luego con dulce vino y á la tercera vez con agua; y polvoréalo de blanca harina. Eleva después muchas súplicas á las inanes cabezas de los muertos y vota que, en llegando á Ítaca, les sacrificarás en el palacio una vaca no paridera, la mejor que haya, y llenarás la pira de cosas excelentes, en su obsequio; y también que á Tiresias le inmolarás aparte un carnero completamente negro que descuelle entre vuestros rebaños. Así que hayas invocado con tus preces al ínclito pueblo de los difuntos, sacrifica un carnero y una oveja negra, volviendo el rostro al Érebo, y apártate un poco hacia la corriente del río: allí acudirán muchas almas de los que murieron

Homero, Odisea X.513

Era un lugar a través del cual la gente descendía al inframundo para consultar a los muertos, que tenían la capacidad de predecir el futuro. El santuario, íntegramente construido con muros ciclópeos, encaja con la descripción de Homero y la visita de Odiseo a Tiresias.

Estaba dedicado a Hades y Perséfone, los dioses del inframundo, y la tradición lo sitúa cerca de Éfira, a orillas del río Aqueronte y en la confluencia del Flegetonte y el Cocito (que son dos de los cinco ríos del Hades, junto con el propio Aqueronte, el Estigia, y el Lete). Por el Flegetonte corría fuego que ardía sin combustible alguno, y el Cocito se alimentaba de las lágrimas de los malhechores.

En la Antigüedad el Aqueronte se unía con el Cocito en el lago Aquerusia, hoy desaparecido totalmente por desecación. Significativamente el Necromantío se construyó muy cerca de donde estuvo el lago, excavado en la ladera de una colina sobre la confluencia de los tres ríos. La conexión del lugar con los ríos lo convertía en un potente lugar de comunicación con los muertos y los dioses del inframundo.

Plano del yacimiento del Necromantío del Aqueronte | foto Eforado de Antigüedades de Preveza

Constaba de túneles y cámaras subterráneas, a las que se descendía desde el templo situado justo encima por una serie de rampas y pasadizos, hasta llegar a las cámaras centrales donde tenían lugar los rituales. Mediante estos, que consistían en libaciones y sacrificios para invocar a los muertos celebrados por los sacerdotes, llamados psicagogos, los peregrinos podían obtener revelaciones y profecías de los espíritus.

Los rituales comenzaban con oraciones y meditación en el templo, seguidos del reparto de ágapes de judías, carne de cerdo, pan de cebada, marisco, vino (todo lo cual causaba un trastorno en el organismo) y un brebaje alucinógeno o narcótico. Luego tenía lugar una ceremonia de purificación con agua y el sacrificio de una oveja, tras lo cual los sacerdotes conducían a los visitantes a través de un oscuro laberinto subterráneo con varias puertas de hierro que se abrían a cambio de ofrendas. Al final del laberinto, el visitante entraba en una cámara donde se creía que podía encontrarse con los espíritus de los difuntos.

Según los investigadores la aparición de los muertos se producía gracias a los sacerdotes, que usaban complicados trucos con engranajes y barras de hierro, así como sonidos y juegos de luces y sombras. La dieta y sustancias ingeridas hacían que los sentidos funcionasen mal, y los fieles creían realmente estar en el inframundo.

Restos de los muros del laberinto del necromantío, con mampostería característica | foto Zde en Wikimedia Commons

Los visitantes salían del laberinto finalmente por un lugar distinto y apartado de la entrada, para no entrar en contacto con los reciéntenlo llegados, asegurando así el secreto, ya que se consideraba blasfemia contar lo experimentado.

Heródoto menciona que Periandro, tirano de Corinto, y Mardonio, uno de los principales comandantes persas durante las guerras greco-persas, entre otros, acudieron al necromantío para consultar con los muertos.

Los restos del Necromantío que sobreviven datan del período helenístico, finales del siglo IV y principios del III a.C. El lugar fue destruido por los romanos en el año 167 a.C., durante la tercera guerra macedónica, aunque se restauró parcialmente en el siglo I a.C.

La sala central del santuario | foto Evilemperorg en Wikimedia Commons

Siguió en funcionamiento hasta el siglo IV d.C., cuando el auge del cristianismo llevó a su abandono y olvido. A principios del siglo XVII se construyó sobre el antiguo santuario un monasterio dedicado a San Juan Bautista.

El yacimiento fue redescubierto en la década de 1950 y excavado en los años siguientes. Se encontraron cientos de vasijas con ofrendas y lámparas de aceite. También piedras de molino, conchas marinas, herramientas agrícolas y de construcción y figurillas de Perséfone y Cerbero.

Hoy pueden visitarse los restos del templo, el laberinto subterráneo y un pequeño museo en el que se exponen los artefactos desenterrados durante las excavaciones.

El lugar por donde los visitantes descendían al «inframundo» | foto Nikos Laskaridis en Wikimedia Commons

Fuentes

The Archaeological Sites of Nekromanteion and Ephyra (Ephorate of Antiquities of Preveza) | Konstantina Zidrou, Νεκρομαντείο | Karen Mutton, Subterranean Realms: Subterranean & Rock Cut Structures in Ancient & Medieval Times | Salomon Kroonenberg, Why Hell Stinks of Sulfur: Mythology and Geology of the Underworld | Wikipedia


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