Entre los años 353 y 352 a.C. -no está clara la fecha exacta- se libró en Tesalia una batalla de poético nombre que ha pasado a la historia fundamentalmente por dos motivos. Uno, haber encumbrado a su vencedor, Filipo II (el padre de Alejandro Magno), situándolo en la rampa de lanzamiento hacia la hegemonía de su Macedonia; otro, estar considerada la más sangrienta de la Antigua Grecia. Hablamos de la batalla de Krokion Pedion o Campo de Azafrán, también conocida como batalla de Volo, que puso fin a la llamada Tercera Guerra Sagrada.
El ordinal hace referencia a una serie de contiendas desatadas por el control del santuario de Apolo en Delfos. La primera tuvo lugar en el 590 a.C. entre la Liga Anfictiónica (una organización religiosa panhelénica que regía el susodicho santuario) y Cirra, una región del centro griego que coincidía con la Fócida y podía definirse como el puerto natural de Delfos.
Los cirrenses solían hacer incursiones contra los otros, además de asaltar a los peregrinos que acudían al famoso oráculo, lo que llevó al enfrentamiento y el triunfo total de la Liga, ayudada por Tesalia, Atenas y Sición, tras el asedio, conquista y destrucción de la capital enemiga.
La segunda llegó once años más tarde y enfrentó a Atenas con Esparta, en lo que iba a derivar en la Primera Guerra del Peloponeso, debido a que los espartanos independizaron Delfos de la Fócida. Los atenienses, con Pericles al frente, restituyeron el dominio a los focidios y, pese a los choques habidos, no hubo problemas para que los peregrinos siguieran visitando la ciudad sagrada porque para el 448 a.C., ya se había firmado la paz.
Eso sí, la vuelta al statu quo sólo retrasaba un poco las cosas para que volvieran a estallar en una tercera guerra en el 356 a.C., el mismo año en que nació un príncipe macedonio llamado Alejandro.
En esta ocasión, la chispa brotó por la negativa de la Confederación Focidia a pagar la sanción económica que le impuso la Liga Anfictiónica un año antes, motivada oficialmente por la acusación de haber cultivado tierra sagrada. En realidad se trataba de una excusa esgrimida por Tebas, que en ese momento era la potencia dominante de la Liga, para provocar a los focidios e incitarlos a no pagar, de modo que todo desembocase en una contienda en la que se impusieran los tebanos, cuyo ejército era muy superior.
De hecho, hicieron la misma jugada contra Esparta, también multada por ocupar Tebas tiempo atrás, esperando que una u otra cayesen en la trampa y le brindasen la oportunidad de extender su dominio en la Hélade; por eso las multas impuestas a ambas fueron extraordinariamente duras y los focidios, efectivamente, se negaron a afrontarlas con el apoyo de Esparta y Atenas.
Ese pretendido casus belli resultaba tan evidente y burdo que la mayoría de los griegos simpatizaron con Fócida… hasta que las tropas del general Filomelo ocuparon Delfos una vez más -era un territorio fronterizo que reivindicaban como suyo- y saquearon el templo de Apolo.
El objetivo era emplear sus tesoros en la contratación de mercenarios para poder enfrentarse al temible ejército tebano, pero a ojos de los griegos fue una profanación intolerable y cuando la Liga Anfictiónica declaró abiertas las hostilidades nadie acudió en ayuda de los focidios excepto la ciudad tesalia de Feras.
No obstante, las cosas empezaron favorablemente para ellos bajo el liderazgo del general Onomarco, sucesor en el cargo de su hermano Filomelo, que murió combatiendo en Neon. Con el refuerzo mercenario contratado logró que Tesalia se mantuviera al margen, invadió Locros y Tronio, y se impuso a Ámfisa.
A continuación se volvió contra Beocia, tomó Orcómeno e incluso sitió Queronea, aunque sin poder rendirla. entonces surgió un obstáculo: Feras se enfrentó a la tesalia Larissa y los gobernantes de ésta solicitaron ayuda a Macedonia, cuyo rey, Filipo II, vio la gran oportunidad de pescar en río revuelto y al mando de sus fuerzas marchó sobre Tesalia. Para detenerle, Licoforón, el tirano de Feras, recurrió a Onomarco, quien envió siete mil soldados de refuerzo al mando de su otro hermano, Filo. Como éste cayó derrotado, Onomarco se ocupó personalmente y con todos sus efectivos venció a Filipo en dos batallas sucesivas, expulsándolo de territorio tesalio.
Pero el padre de Alejandro se autocomparó expresivamente con un carnero que recula sólo para coger impulso y embestir con más fuerza. Regresó al verano siguiente con tropas reclutadas en toda Tesalia que, según Diodoro Sículo, sumaban veinte mil infantes y tres mil jinetes. Onomarco, que a su vez había recuperado la campaña beocia apoderándose de Coroneia, tuvo que interrumpirla de nuevo al recibir la noticia y acudió al encuentro del enemigo con veinte mil hombres más quinientos de caballería.
Según Diodoro se produjo en algún lugar cercano al mar, ya que Filipo había sitiado el puerto de Pagasas para impedir que sus adversarios recibieran auxilio por vía marítima de Atenas, aliada de Feras; los atenienses habían mandado al namarca Cares con una flota, ante el creciente peligro que veían en el macedonio. Éste se apresuró a enfrentarse con Onomarco antes de que uniera sus fuerzas con las de Licoforón y Cares. No se sabe dónde exactamente, pero parece ser que el sitio más adecuado es el denominado Krokion (o Krokoton) pedion («Campo de Azafrán», cabe imaginar el porqué del nombre), cerca de la actual Almyrós.
Como si de sus paladines se tratase, los hoplitas macedonios decoraban sus cascos con coronas de laurel en desagravio a Apolo. Y es que el sacrilegio que había supuesto la violación de su santuario pesaba en la conciencia de muchos focidios, hasta el punto de que hubo mercenarios que prefirieron retirarse sin combatir, mermando así sus filas. No obstante, la clave de la batalla no fue la infantería sino la caballería; más concretamente la tesalia, que además de sextuplicar en número a la adversaria era de afamada eficacia.
Como decíamos al comienzo, se considera que aquel choque fue el más sangriento de la historia antigua de Grecia. Seis mil muertos sufrieron los focidios, muchos de ellos caídos cuando huían en desorden hacia los barcos atenienses, unos a manos de los macedonios y otros ahogados. A ellos hubo que sumar tres mil que cayeron prisioneros que también perdieron la vida sacrificados en el fondo del mar, la preceptiva pena capital destinada a los profanadores en aquella época porque impedía que se les diera a sus cuerpos un entierro digno.
El historiador romano Eusebio de Cesarea dice que Onomarco fue de los que murieron intentando nadar hacia la flota de Cares, mientras que Diodoro refiere que le capturaron y ejecutaron; Pausanias aporta una tercera versión en la que murió por fuego amigo, alcanzado por flechas de sus propios hombres. En cualquier caso Filipo ordenó crucificar su cadáver para dar ejemplo, como había hecho con los tres mil infortunados que ahogó. Ninguna de esas decisiones conmocionó especialmente Grecia porque, al fin y al cabo, era lo que se esperaba del vengador de Apolo.
De hecho, la batalla del Campo de Azafrán encumbró a Filipo -que, exultante, dio a su hija recién nacida el nombre de Tesalónica, es decir, «victoria en Tesalia»-, logrando que le nombrasen tagos (gobernante) absoluto y perpetuo de Tesalia, lo que le confirió el control del dinero de esa confederación para financiar la ampliación de su ejército. Tras perdonar al tirano de Feras a cambio de su sumisión, marchó hacia las Termópilas con el plan de invadir Fócida. Esto hizo saltar las alarmas en Atenas, que envió tropas para cerrarle el paso. Al frente se situó Failo, otro hermano de Onomarco, que consiguió su objetivo e hizo desistir al macedonio, que tampoco quiso forzar su suerte.
El nuevo mandatario de Fócida, Falecos, tuvo que escuchar a su pueblo, que le exigía continuar la guerra; al fin y al cabo contaba para ello con las riquezas de Delfos, que aun estaba en su poder. Pero nueve años después los recursos empezaron a menguar y el ejército fócido, que ya no pudo seguir pagando mercenarios, declinó: Filipo se impuso definitivamente en el 346 a.C. Empezaba una nueva era de hegemonía macedonia.
Fuentes
Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica | Justino, Epítome de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo | Pausanias, Descripcion de Grecia | Adrian Goldsworthy, Filipo y Alejandro. Ryes y conquistadores | John Buckler, Philip II and the Sacred War | Raphael Sealey, A history of the Greek city states 700-338 b.C. | Wikipedia
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