Entre ellos estaban los soldados de la reina Candace, la que en mis tiempos reinaba en Etiopía, una mujer varonil, ciega de uno de los ojos.

Geografía (Estrabón)

Ésta es la referencia, parcamente descriptiva, que dejó Estrabón de una de las mujeres más curiosas de África en la Antigüedad, un personaje que forma parte de la historia de Roma porque tuvo en jaque a las legiones augustanas en Egipto durante cinco años. Sin embargo, el famoso viajero y escritor se equivocó en una cosa: Candace no era su nombre sino uno de los títulos que ostentaba; en realidad se llamaba Amanirena (o Amanirenes).

La errónea identificación se debe a que Candaces es la latinización de uno de los términos de dignidad de Meroe con los que aparece reseñada en los relieves de algunas estelas: qore li kdwe li, es decir, «quore y kandake», que podría traducirse como «gobernante y reina».

Ello repercuturía en otras obras posteriores, alguna tan señalada como el Nuevo Testamento, con la particularidad de que ni siquiera alude a Amanirena sino a otra, ya que es un episodio del siglo I d.C. :

El ángel del Señor dijo a Felipe: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza a través del desierto». Y se puso en marcha. En esto, un etíope eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía, administrador de todos sus bienes, que había venido a Jerusalén, regresaba y, sentado en su carro, leía al profeta Isaías.

Hechos de los Apóstoles 8, 26-29
Ruinas del templo de Amón en Napata, destruido por los romanos durante la guerra, en el 22 a.C./Imagen: Bertramz en Wikimedia Commons

Amanirena, en efecto, vivió mucho antes. No se sabe su fecha de nacimiento, calculada en torno al 60 o 50 a.C., como tampoco el año exacto de comienzo de su reinado; teniendo en cuenta que fue la sucesora de Teriteqas, quizá empezó hacia el 40 a.C., terminando por el 10 a.C. aproximadamente. La falta de fuentes arroja dudas sobre la relación de Aminarena con Teriteqa, pero el hecho de que las mencionadas estelas muestren sus nombres juntos hace deducir que estaban casados y que el hijo de ambos, Akinidad, sucedió a su padre cuando éste falleció al poco de iniciar la guerra contra Roma, continuándola y reinando junto a su madre viuda.

Pero Akinidad murió prematuramente en Dakka, en el 24 a.C., por lo que Amanirena continuó gobernando en solitario y se convirtió en la verdadera protagonista de la contienda, que es el episodio que marca su biografía en el trono de Etiopía. Era éste el nombre que le daban romanos y griegos al antiguo Reino de Kush, aquel estado a cuyos habitantes se referían los egipcios con la palabra nehesyw («negros») por el tono de piel que tenían, mucho más oscuro que el suyo (las fuentes clásicas los denominan aithi-op, es decir, «los de rostro quemado»).

Kush era una región que, vertebrada por el valle del Nilo, se extendía desde el sur de Egipto hasta el norte del actual Sudán, constituyendo la parte principal de Nubia (a la que los egipcios llamaban precisamente Kush) y habiendo aportado a la historia de los faraones la dinastía XXV tras conquistar el país en el siglo VIII a.C. Aunque los kushitas fueron expulsados sesenta y siete años más tarde, se marcharon llevando consigo una considerable influencia de la civilización egipcia al nuevo reino que fundaron en Nubia, el de Napata, siendo el testimonio más obvio de aquella inculturización las pirámides meroíticas.

Egipto durante el período de Augusto/Imagen: Gigillo83 en Wikimedia Commons

Unos trescientos años después, como consecuencia de la campaña emprendida contra ellos por el faraón Psamético II, tuvieron que trasladar la capital de Napata a Meroe y fueron perdiendo su legado cultural en favor de otro más «africano», desarrollando incluso lengua y escritura propias. Durante ese período Meroítico, Egipto cayó en poder de Alejandro Magno y fue en esa época cuando Nubia pasó a ser conocida como Baja Etiopía. También entonces surgieron las primeras candaces, contando una leyenda medieval -reflejada en el Romance de Alejandro-, el enfrentamiento entre una de ellas y el macedonio, al que hizo retroceder (y luego mantuvieron un romance), aunque en realidad éste nunca pasó del oasis de Siwa ni intentó conquistar Nubia.

En ese sentido, cabe decir que antes se consideraba que autores clásicos como Estrabón, Heródoto, Plinio el Viejo y Diodoro Sículo se dejaban llevar por la imaginación a la hora de atribuir un carácter guerrero a candaces como Amanishajeto, Amanitore, Nawidemak, Maleqereabar o Amanirena misma; sin embargo, los avances en el desciframiento de la escritura meroítica, aunque muy limitados, han permitido refrendar esa faceta y algunos relieves muestran, por ejemplo, a la kandake Shanakdakheto ataviada con armadura y esgrimiendo una lanza, indicativo de que no se trataba de una regente sino de una soberana plena con jefatura también militar.

Por tanto, si bien la palabra kandake alude a la hermana del monarca, que por línea matrilineal, al dar a luz al herero, pasaba a ser reina madre y regente, no pocas veces las candaces terminaban siendo reinas por derecho propio -como vimos que pasó con Shanakdakheto-, en cuyo caso adoptaban el citado título de quore, usado también por los varones. Las candaces solían representarse artísticamente en forma de mujeres de largas uñas, a menudo obesas (signo de riqueza y fertilidad) y cargadas de joyas. Probablemente se las consideraba divinas, ya que en la iconografía aparecen del mismo tamaño que Apedemak, el dios león de Meroe, y muchas llevan en su nombre la partícula amani, referencia al dios Amón.

Joyas de la kandake Amanishakheto, encontradas en su pirámide de Meroe/Imagen: Einsamer Schütze en Wikimedia Commons

Volviendo al Reino de Kush, éste era rico en materias primas, así que más tarde atrajo la atención de una Roma expansionista que se acababa de apoderar de Egipto después de que Octavio derrotase a la alianza que formaban su reina, Cleopatra, y su rival romano, Marco Antonio. Fue precisamente en tiempos de Augusto cuando se produjo la guerra en Nubia, en el año 25 a.C., para asegurar el control de la frontera meridional egipcia.

Estrabón cuenta que el prefecto Cornelio Galo tuvo que reprimir una revuelta que brotó contra la elevada carga impositiva; no obstante, Galo acabó procesado y desterrado por el Senado, que en el pulso de poder que mantenía con Augusto arguyó que planeaba la secesión de Egipto.

Augusto lo dejó caer en el 24 a.C. -terminó quitándose la vida- para no verse salpicado y en su lugar nombró a Elio Galo, de cuya vida, aparte del episodio que nos ocupa, no sabemos nada salvo que quizá fue padre adoptivo de Sejano, prefecto de la Guardia Pretoriana y luego mano derecha de Tiberio.

La llamada Cabeza de Meroe, un bronce de Augusto encontrado por John Garstang a la entrada de un templo de Nubia, tal como había narrado Estrabón/Imagen: Following Hacrian en Wikimedia Commons

Sí consta que era buen amigo de Estrabón, de ahí que al menos nos haya llegado noticia de la desgraciada aventura que iba a protagonizar: una expedición a la Arabia Felix que ya contamos en otro artículo. La campaña fue un desastre y la marcha de la Legio XXII Deiotariana dejó desprotegido Egipto; cuando Elio Galo regresó con sus tropas a Alejandría tras haber fracasado, se encontró con un mal panorama.

Los kushitas habían aprovechado su ausencia para atacar Egipto, campando por la región de la Tebaida (los trece nomos egipcios más meridionales) y tomando las ciudades de Swenet (Asuán), Filé y Elefantina antes de retornar a Nubia con la población esclavizada y un rico botín; también se llevaron una estatua de bronce de Augusto, cuya cabeza fue enterrada a la entrada de un templo para que fuera pisada al entrar y salir (irónicamente, eso favoreció su preservación y, encontrada por el arqueólogo John Garstang en 1910, hoy se conserva en el Museo Británico). Era la guerra, iniciada por el rey Teriteqas pero continuada, deciamos al principio, por Amanirena y su hijo; es posible que fuera ahí cuando la reina perdió su ojo y a su vástago.

La incapacidad de Elio Galo para hacer frente al problema supuso su destitución y sustitución en el 25 a.C. por un nuevo praefectus Alexandreae et Aegypti, Publio Petronio, amigo personal de Augusto. Aunque sus fuerzas disponibles no superaban los diez mil hombres y unos ochocientos jinetes, cifras muy inferiores a las de Amanirena, que sumaba cerca de treinta mil efectivos, éstos estaban peor armados (hachas, escudos de piel de vaca) que los legionarios y no pudieron resistir la superioridad táctica romana; Petronio dejó atrás la tercera catarata y derrotó a los kushitas frente a Swenet para después avanzar hacia Napata y conquistarla.

La Estela de Hamadab contiene información sobre Amanirena/Imagen: Jononmac46 en Wikimedia Commons

Previendo el movimiento, Amanirena no estaba en la ciudad. Desde una posición segura, había enviado un mensaje al prefecto culpando del levantamiento a los abusos de los nomarcas designados por Roma y ofreciendo la devolución de los esclavos y las estatuas, pero Petronio lo ignoró y arrasó la ciudad, capturando miles de prisioneros que también condenó a esclavitud.

Aquello indignó a la reina, que reorganizó a los suyos para contratacar; el objetivo era Primis, actual Qasr Ibrim, donde el romano, que pensaba que había concluido su campaña, había dejado una guarnición en un fuerte para vigilar lo que consideraba la nueva frontera sur del imperio.

Los agentes de Petronio sobre el terreno le advirtieron y volvió apresuradamente para reforzar el puesto, lo que le permitió rechazar el ataque. Sin embargo, nadie parecía interesado en mantener el estado de guerra y, según cuenta Estrabón, el prefecto proporcionó escolta a los embajadores kushitas para ir a la isla de Samos y entrevistarse con Augusto, que estaba de viaje hacia Siria para negociar con los partos. El mandatario romano no debía querer problemas en una zona del imperio tan delicada (Egipto era el granero de Roma, su principal suministrador de cereal) y aceptó recibirlos, concediéndoles un acuerdo de paz que les resultó sorprendentemente favorable.

Las singulares pirámides de Meroe/Imagen: Fabrizio Demartis en Wikimedia Commons

Así, los romanos seguían ocupando el Dodecasqueno («Tierra de las Doce Millas», la Nubia inferior entre la primera y la segunda catarata) y situaban la frontera más al sur, en Hiere Sycaminos (hoy Maharraqa), pero evacuaban la franja de treinta millas ocupada durante la guerra. Era el año 20 a.C. y , por su parte, el Reino de Kush también quedó satisfecho porque además de recuperar Primis se lo eximía de pagar tributos a Roma, lo que le permitió mantener una relación diplomática pacífica con los emperadores y continuar siendo una potencia local que no empezaría a declinar hasta el siglo II d.C. El tratado expiró definitivamente en la centuria siguiente.

Ignoramos qué fue de Amanirena a partir de ahí, ya que, aparte de Estrabón, las únicas fuentes son cuatro inscripciones y la lengua meroítica todavía se resiste a la traducción (el número de palabras conocidas ronda sólo el centenar). Algunos aventuran que murió hacia el 10 a.C. y quizá esté enterrada en la pirámide que se alza junto a la de su esposo Teriteqas, en las afueras de Napata, pero no es seguro.

Sí lo es el curioso dato de que Augusto tuviera que enfrentarse a dos decididas reinas nilóticas en muy poco tiempo, pues, tal como explicamos antes, apenas hacía una década que había tenido que lidiar con Cleopatra.


Fuentes

Estrabón, Geografía | Dion Casio, Historia romana | Plinio el Viejo, Historia natural | VVAA, La Biblia. Nuevo testamento | Adrienne Mayor, Amazonas. Guerreras del mundo antiguo | VVAA, The Cambridge history of Africa | Kai Mora, The Nubian queen who fought back Caesar’s army (en History) | Richard A. Lobban, Historical dictionary of ancient and medieval Nubia | Joshua J. Mark, The Candaces of Meroe (en World History Encyclopedia) | Wikipedia


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