Pese a la creencia popular, a lo largo de los siglos Gran Bretaña ha tenido que ver cómo un buen número de ejércitos de diversos países hollaban su territorio. Ya vimos en otro artículo cómo los españoles lo hicieron unas cuantas veces, tomando el relevo de normandos (los últimos con éxito, en Hastings), anglos, sajones, romanos y otros. Intentos más recientes como los de Hitler y Napoleón fracasaron, pero no mucho antes de que este último lo intentara en 1805, con aquel complicado plan que terminó en desastre para su flota, la Francia Revolucionaria logró desembarcar fuerzas en Inglaterra. Eso sí, la operación también se frustró: en la batalla de Fishguard de 1797, cuya principal característica fue… que nunca se libró.

En esa época Bonaparte sólo era un general, pero tan brillante que en 1795 había salvado a la Convención ante una insurrección realista, lo que le hizo ganar popularidad e influencia ante el nuevo Directorio y su líder, Paul Barras. Eso hizo que los políticos empezasen a recelar de él y, con la idea de alejarlo del país y del poder, le permitieran acometer la campaña de Italia en 1796. El objetivo era enfrentarse a los austríacos, que por entonces ocupaban la mitad norte de la península itálica y formaban parte de la Primera Coalición; era ésta la alianza europea contra los revolucionarios galos, a los que declaró la guerra ya en 1792.

La integraban Reino Unido, España, el Sacro Imperio, los territorios de los Habsburgo, los reinos de Prusia, Portugal, Nápoles y Cerdeña, y las Provincias Unidas. En 1795 los franceses lograron desgajar de estas últimas la República Bátava, que convirtieron en estado satélite, igual que arrancaron Renania a los prusianos. También firmaron la paz con España, que pasó a ser su aliada cediéndoles Santo Domingo, y abrieron un nuevo frente retomando los viejos planes de invasión de Gran Bretaña concebidos en 1759.

Situación estratégica de Europa en 1796, durante la Guerra de la Primera Coalición/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ese año, la monarquía de Luis XV vio cómo el gobernante británico William Pitt desarrollaba una serie de acciones contra sus colonias de Senegal, Martinica y Nueva Francia (actual Canadá) en el contexto de la Guerra de los Siete Años, así que encargó al duque de Choiseul el diseño de una invasión que pusiera fin a la molestia de los británicos de un solo golpe. El duque concibió una operación relámpago que debía trasladar un ejército de cien mil soldados por el Canal de la Mancha mediante una flota improvisada de barcazas de fondo plano.

Sin embargo, aunque se construyeron más de tres centenares de esas embarcaciones, el plan nunca pudo ponerse en práctica porque ello requería el apoyo logístico de los países nórdicos o al menos su neutralidad, cosa a la que no se comprometieron. Además, los espías británicos informaron a su gobierno, que envió a la Royal Navy a bloquear los puertos franceses, derrotando a la armada enemiga en las batallas de Lagos y la bahía de Quiberon. Francia se quedó sin escolta para la fuerza de invasión y optó por olvidarse del proyecto en 1763, si bien lo recuperó eventualmente en 1770 (Guerra de las Malvinas) y 1779 (Guerra de Independencia de EEUU).

Pero en 1797 las cosas habían cambiado, al sustituirse la monarquía borbónica por un pujante régimen revolucionario que fue capaz de ir anulando todos los intentos internos y externos para combatirlo. El encargado del nuevo plan fue el general Lazare Hoche, un militar nacido en 1768 en el seno de una familia muy modesta y que había ido ascendiendo en el escalafón poco a poco. Veterano pese a su juventud, en 1786 ya había intentado un desembarco en Irlanda que el mal tiempo echó atrás.

Lazare Hoche retratado por Jean-Louis Laneuville/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Esta vez optó por una operación combinada: enviaría quince mil soldados a Bantry Bay en ayuda de la Society of United Irishmen, una organización republicano-nacionalista que se había levantado en armas contra el dominio británico, y para crear una distracción habría otras dos expediciones simultáneas, una a Newcastle dirigida por el general Quantain y otra a Liverpool -luego sustituido por Bristol, por entonces la segunda ciudad del país.

Hoche encabezó personalmente la de Irlanda, pero de nuevo la meteorología frustró el intento al dispersar su flota en diciembre de 1796, al igual que pasó con la que se dirigía al norte de Inglaterra.

Únicamente la que tenía Bristol como objetivo consiguió alcanzar su destino… a medias. Se trataba de cuatro barcos, las fragatas Vengeance y Résistance más la corbeta Constance y el lugre Vatour, que al mando del comodoro Jean-Joseph Castagnier y navegando encubiertos bajo bandera rusa, desembarcaron a los efectivos de la Seconde Légion des Francs. Era ésta una unidad creada por Hoche con cuarenta y seis oficiales y mil ciento setenta y ocho hombres, de los que seiscientos eran regulares y el resto una amalgama de presidiarios, desertores ingleses, realistas prisioneros y similares, reclutados contra su voluntad.

The United Irishmen/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Estaban dirigidos por el coronel William Tate, un militar estadounidense de ascendencia irlandesa cuya experiencia militar era más bien escasa y se limitaba a la Guerra de Independencia de EEUU -en la que cogió odio a los británicos porque los nativos aliados de éstos asesinaron a su familia- y un fallido intento en 1793 de arrebatar a España las Carolinas americanas en favor de Francia. Aquella tropa se equipó con rojos uniformes enemigos capturados en Quiberon dos años antes pero teñidos de color marrón oscuro, lo que hizo que se les conociera popularmente como la Légion Noire (Legión Negra). Tate, que no hablaba francés, dependía de los oficiales galos e irlandeses para entenderse.

La noche del 22 de febrero de 1797, amparados en la oscuridad, no desembarcaron en Bristol sino en Carregwastad Point (condado inglés de Pembrokeshire), cerca de la villa de Fishguard. Con medio centenar de botes bajaron a tierra, aparte de los soldados, cuarenta y siete barriles de pólvora, cincuenta toneladas de cartuchos, granadas y varias piezas de artillería, aunque algunas se perdieron al zozobrar una de las lanchas. Como cabía esperar del carácter de aquella gente, desde el primer momento reinó la indisciplina y los soldados forzados se dedicaron a saquear las aldeas del entorno.

Los soldados regulares sí guardaron orden y se enfrentaron a un pequeño contingente armado -medio centenar de hombres-, que mandaba John Campbell, barón de Cawdor, un diputado que había pasado de la Cámara de los Comunes a la de los Lores, partidario de Pitt, abolicionista y coleccionista de antigüedades, y que en esos momentos era comandante de la Pembrokeshire Yeomanry (un regimiento auxiliar creado en 1794 precisamente para afrontar una posible invasión). Los ingleses sabían que había intrusos porque éstos se vieron desviados del canal de Bristol por el tiempo y fueron avistados a la altura de Fishguard, desde donde les dispararon un cañonazo de advertencia.

Carregwastad Head, el lugar donde desembarcaron los franceses en 1797/Imagen: RATAEDL en Wikimedia Commons

Campbell tenía la misión de ganar tiempo mientras su superior, Lord Milford, señor del condado, reunía al grueso de la tropa. Para ello recibió una compañía de milicianos de Milford Haven, compuesta por noventa y tres infantes y tres oficiales, más ciento cincuenta marineros y sus siete oficiales con dos cañones de los Revenue Cutters. A ellos sumó otros ciento noventa y un efectivos y tres oficiales de la Newport Volunteer Infantry, que estaban destinados en Fishguard, y los doscientos cincuenta de la milicia de Pembrokeshire reunidos por el teniente coronel Colby.

Esas fuerzas se integraban en el Volunteer Corps, a cuyo mando se hallaba el teniente coronel Thomas Knox, de veintiocho años, que no tenía experiencia en combate porque su padre, un terrateniente llamado William Knox, le había comprado el cargo; algo que hoy resulta extraño pero que entonces era costumbre en el ejército británico. Thomas tuvo la suerte de que buena parte de las milicias estaban reunidas realizando ejercicios de adiestramiento y dio aviso a Campbell y Milford, informándoles de que pensaba atacar al enemigo el 23 de febrero si no se veía en demasiada inferioridad numérica.

Mientras los ingleses bajaban a tierra nueve cañones navales, tres de los cuales se entregaron a la tropa y los seis restantes se destinaron a defender el castillo de Haverfordwest, y se ordenaba actuar al press gang (apodo de las cuadrillas de leva, encargadas de reclutar gente por las buenas o por las malas), los franceses empezaron a adentrarse en el condado. Como tenían orden de aprovisionarse sobre el terreno, ocuparon varias granjas; en una de ellas, Trehowel, estableció su cuartel general el coronel Tate.

John Campbell, primer barón de Cawdor, retratado por Joshua Reynolds/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sus tropas tomaron posiciones en sitios altos, favorables para el combate. En cambio Thomas Knox, que apenas disponía de doscientos hombres, descubrió con consternación que le superaban en proporción casi de uno a diez porque todavía no habían llegado todos los suyos y que muchos campesinos galeses acudían a unírsele… armados precariamente con lo que habían podido encontrar.

Consecuentemente, renunció a atacar y optó por una retirada hacia Haverfordwest, donde sabía que encontraría refuerzos. Por el camino se encontró con Campbell, a quien cedió el mando y tras unir los dos contingentes se dirigieron a Fishguard.

También a Tate le surgieron problemas. Los convictos de la Legión Negra se habían emborrachado al hallar un cargamento de vino rescatado de un naufragio reciente y eso les hizo perder la poca disciplina que les quedaba, amotinándose muchos de ellos y desertando otros. Tampoco se hizo realidad la esperanza de que los galeses se pusieran de su parte y, de hecho, indignados por el comportamiento de los convictos, causaron algunas bajas; Jemima Nicholas, una zapatera de Fishguard, lideró a un grupo de mujeres que apresaron a doce franceses mediante engaños y armadas sólo con horcas. Así que Tate únicamente podía contar con la mitad de su ejército, la integrada por los soldados regulares, viendo anulada así la baza de la superioridad numérica.

Un letrero a la entrada del Royal Oak, el pub Campbell tenía su cuartel general, recuerda el episodio de la última invasión/Imagen: Donar Reiskoffer en Wikimedia Commons

Tras una reunión con sus oficiales, llegó a la conclusión de que no disponían de fuerzas suficientes para cumplir la misión y, dado que los barcos que les llevaron allí ya no estaban (después de desembarcarles zarparon para apoyar la otra expedición a Newcastle, ignorando que había salido mal, y encima la fragata Résistance y la corbeta Constance fueron apresadas por la Royal Navy, pasando a incorporarse a ésta rebautizadas como HMS Fisgard y HMS Constance), tampoco había forma de efectuar una retirada. Por tanto, lo más racional era negociar una rendición, aun cuando todavía no se había producido un enfrentamiento armado abierto.

De hecho, Campbell había pensado atacar pero al estar ya próximo el anochecer prefirió retrasarlo. Se debió de llevar una sorpresa al ver la llegada a su cuartel general de Royal Oak de dos emisarios franceses con la oferta de parlamentar. De las palabras de aquellos dos oficiales dedujo que habían confundido con tropas inglesas a la muchedumbre de galeses que seguía a los militares para aprovisionarles, porque sus vestiduras tradicionales consistían en un abrigo rojo y alto sombrero negro, asemejando de lejos el chacó y la casaca típica militar. Tirándose un farol, Campbell les respondió a sus interlocutores que exigía la rendición incondicional porque contaba con un numeroso ejército y ellos se lo comunicaron a Tate, que aceptó ingenuamente.

A la mañana siguiente, la Legión Negra entregó sus armas en Goodwick Sands y sus integrantes fueron conducidos a Haverfordwest como prisioneros de guerra. A Tate se le recluyó en una casa de Pembroke con algunos de sus ayudantes y protagonizó una anécdota perfecta para rematar aquel esperpéntico episodio. Como caballeros, el régimen de control al que estaban sometidos era bastante laxo y recibían la visita periódica de algunas damas que les proporcionaban material para entretenerse: papel, pluma, tinta, madera y hueso para tallar… Gracias a ellas pudieron escapar.

El episodio también es conmemorado mediante unn monolito erigido en Carregwastad Head /Imagen: Lis Burke en Wikimedia Commons

Y es que dos de los franceses sedujeron a un par de ellas y las convencieron para que les llevaran unas herramientas, con las que excavaron un túnel y salvaron el muro que rodeaba el inmueble. Ellas se les unieron en el exterior y guiaron al grupo hasta el puerto, donde había preparada una balandra (un barco pequeño, de un sólo mástil con vela cangreja). Los evadidos zarparon, aunque no llegaron muy lejos porque ninguno tenía conocimientos náuticos y acabaron encallando en un banco de arena.

Entonces abordaron un yate propiedad de Campbell, pero también naufragó. No obstante, los evadidos fueron recogidos por otro barco que navegaba hacia Saint-Malo, donde ya estuvieron a salvo. Mientras, los ingleses ofrecían por ellos una recompensa de quinientas libras que finalmente, al hallar los restos del yate, dándoles por muertos, retiraron abandonando la búsqueda. Como en un cuento de hadas, las dos parejas de damas y oficiales terminaron casándose.

La cuestión es que, en efecto, probablemente sea un cuento. Otra versión menos romántica dice que Tate permaneció un año cautivo en Inglaterra, hasta que se le devolvió a Francia junto con sus hombres en un intercambio de prisioneros. En cualquier caso, a él le corresponde el honor de haber protagonizado la última invasión de Inglaterra (en 1798 se produjo otra en Irlanda, también francesa y también rechazada en la batalla de Ballinamuck), aunque fuera de aquella forma tan chapucera.


Fuentes

Ben Johnson, The last invasion of Britain (en Historic UK) | Jon Latimer, The battle of Fishguard: the last invasion of Great Britain | Norman Longmate, Island fortress. The defence of Great Britain 1603-1945 | Ian Hernon, Fortress Britain. All the invasions and incursions since 1066 | Wikipedia


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