A veces, la mejor versión de la humanidad logra imponerse sobre la degradación moral que suele acarrear la guerra y es entonces cuando cobran verdadera significación conceptos como honor, gloria, dignidad, respeto, caballerosidad y similares. En ese sentido, difícilmente se puede encontrar mejor ejemplo que el protagonizado por el teniente Ludwig Franz Stigler, un aviador alemán que durante la Segunda Guerra Mundial no sólo renunció a derribar un maltrecho avión enemigo sino que lo escoltó para que su tripulación tuviera oportunidad de salvarse.
Corría el año 1986, cuarenta y uno después del final de la contienda, cuando el teniente coronel Charles Lester Brown, un antiguo piloto de la USAAF (United States Army Air Force) acudió como invitado al Air Command and Staff College de la Maxwell-Gunter Air Force Base (Alabama, EEUU), para dar una charla en el Gathering of the Eagles (Reunión de Águilas), un encuentro de veteranos excombatientes de aviación. Durante el evento, alguien le pidió que contase algún episodio vivido que considerase digno de compartir con los demás y resultó que Brown tenía en su memoria uno de ésos que suelen engrosar los anecdotarios bélicos.
Porque él era el comandante de aquel indefenso avión al que un aparato alemán había perdonado, volando a su lado hasta que salieron del espacio aéreo de Alemania, en el Canal de la Mancha, para impedir que los cazas de la Luftwaffe rematasen la faena que habían hecho los antiaéreos, dejándolo como un colador, y concederle así la oportunidad de tomar tierra y que la tripulación pudiera sobrevivir a sus heridas. La evocación de los hechos llevó a que, al término del evento, Charlie -como era conocido Brown-, decidiese buscar al hombre al que él y sus nueve compañeros debían la vida.
Se puso a investigar en los archivos militares estadounidenses y alemanes, consultando miles de documentos de las respectivas fuerzas aéreas para tratar de hallar alguna pista sobre quién podría ser el altruista aviador germano, pero después de cuatro años de trabajo no tuvo éxito, así que terminó escribiendo a la desesperada a un boletín de la asociación de pilotos de combate, pidiendo información al respecto. Meses más tarde, en 1990, recibió una carta remitida desde Canadá con un mensaje lacónico pero satisfactorio, digno de novela: «I was the one»; o sea, «Fui yo».
Resultó que Franz Stigler se había instalado en ese país en 1953, dedicándose a los negocios y manteniendo en secreto su historia por miedo a las implicaciones jurídicas que pudiera tener. Pero el tiempo transcurrido ya volvía innecesaria tanta discreción y los dos viejos enemigos se pudieron en contacto telefónico. Tras una conversación en la que Brown obtuvo respuesta satisfactoria a las preguntas que hizo para asegurarse de que el otro no era un impostor -cosas sobre los daños del avión, el insólito vuelo de regreso y el saludo final-, quedaron en verse junto a los otros tripulantes.
A buen seguro, cuando por fin lograron estar todos juntos evocaron aquel 20 de diciembre de 1943 en el que se vieron las caras por primera vez. Lo de verse las caras es literal, puesto que la imposibilidad de comunicarse por radio llevó a que tuvieran que hacerlo por señas desde sus carlingas. De haberse cruzado un poco antes la relación hubiera resultado menos amistosa al ser adversarios, pero el germano les había visto pasar cuando estaba repostando en un aeródromo y aunque despegó rápidamente para interceptarlos, cambió de opinión al comprobar su estado de indefensión.
Era el resultado de haber recibido varios impactos de los cañones antiaéreos y cazas durante la misión de bombardeo llevada a cabo contra la planta de Bremen donde se fabricaban los aviones Focke-Wulf 190. Era la primera misión asignada al Ye Olde Pub, un Boeing B-17 Flying Fortress (bombardero pesado cuatrimotor que usaban los Aliados, tanto estadounidenses como británicos) que estaba al mando del mencionado Charlie Brown, del 527º Bombardment Squadron, uno de los cuatro escuadrones de que estaba compuesto el 379º y que tenía su base en Kimbolton, Inglaterra.
El 527º se destinó a bombardear objetivos estratégicos (bases de submarinos, industrias, almacenes, centros de comunicaciones, aeródromos, refinerías de petróleo…) ,de Alemania, ya fuera en ese país o en otros como Francia, Países Bajos, Bélgica, Noruega y Polonia. Por eso el Ye Olde Pub recibió la orden de atacar la fábrica de aviones de Bremen, asignándosele un puesto especialmente delicado en la formación que iba a protagonizar el raid: la llamada Purple Heart Corner, en el borde, lo que era más peligroso porque los antiaéreos solían disparar hacia allí y no al centro.
La suerte del Ye Olde Pub pareció cambiar ya en ruta, cuando tres bombarderos empezaron a tener problemas mecánicos y tuvieron que regresar, por lo que fue movido de su posición original en la formación al frente. Sin embargo, como vimos, eso pudo haber supuesto su final. De hecho lo fue para uno de los tripulantes, el sargento Hugh Ecky Eckenrode, artillero de cola, que moriría a causa de las heridas recibidas. Y es que, tal como se les había informado previamente, doscientos cincuenta cañones enemigos empezaron a vomitar fuego sobre el escuadrón en cuanto sonaron las alarmas.
Brown no tuvo tiempo de realizar su cometido. Se disponía a soltar las bombas desde una altitud de 8.320 metros cuando el B-17 resultó alcanzado por una andanada que le destrozó el morro acristalado (de plexiglás, en realidad). Eso provocó daños en el motor número cuatro y provocó que se apagase el dos, así que el avión tenía que mantenerse en vuelo con los dos restantes, perdiendo velocidad. Ello obligó a Brown a cambiar otra vez de posición en la formación, pasando a la cola; un lugar especialmente expuesto a los antiaéreos. Pero no era éste el único peligro porque enseguida aparecieron entre las nubes las siluetas de una docena de cazas alemanes.
Había varios Messerschmitt Bf 109, un tipo de interceptor muy versátil que formó la espina dorsal de la Luftwaffe y se mantuvo en activo toda la guerra, aunque desde 1941 estaba empezando a ser reemplazado por el Focke-Wulf Fw 190, el modelo que se fabricaba precisamente en Bremen y del que también aparecieron varias unidades para atacar al B-17. De hecho, las ráfagas disparadas por los germanos dañaron otro motor y buena parte de los sistemas de a bordo (eléctrico, hidráulico, oxígeno), además de arrancarle la mitad del timón y el ala trasera izquierda.
Tampoco la tripulación salió ilesa. Casi todos recibieron metralla o algo peor: el sargento artillero Alex Ruso Yelesanko fue herido de gravedad en una pierna; a su homólogo, el sargento Sam Blackie Blackford, sufrió congelación en los pies al estropearse los calefactores de su uniforme (en el exterior había sesenta grados bajo cero); el sargento Dick Pechout, operador de radio, perdió un ojo; el propio Brown, resultó herido en el hombro derecho; la peor parte se la llevó el artillero de cola, el citado Hugh Ecky Eckenrode, decapitado por un proyectil.
Para agravar las cosas, los numerosos boquetes abiertos en el fuselaje y la pérdida de calefacción no sólo hicieron que pasaran un frío atroz sino hizo que se congelaran los viales inyectables de morfina que llevaban en el botiquín, por lo que tuvieron que resistir el dolor a pelo, y que la mayor parte de las armas se bloqueasen, dejándoles únicamente la torreta superior y el cañón delantero ante nuevos posibles ataques. Brown se deshizo de sus adversarios lanzándose contra ellos en una desesperada maniobra que salió bien. Entonces, en su retirada, sobrevoló un aeródromo alemán donde un piloto estaba repostando y reparando su avión (tenía una bala incrustada en el radiador). Por suerte para ellos, era Franz Stigler.
Stigler, nacido en Ratisbona (Baviera) en 1915, era hijo de un aviador veterano de la Primera Guerra Mundial, por lo que desde pequeño se sintió atraído por ese mundillo y comenzó a volar en planeadores con apenas doce años de edad. Es más, orientó su vida profesional en esa dirección y entró a pilotar en Deutsche Luft Hansa, la aerolínea predecesora de la actual Lufthansa, hasta que en 1940, el mismo año en que su hermano August moría en un accidente a los mandos de un Junkers Ju 88 y en el contexto ya de la Segunda Guerra Mundial, se incorporó a la Luftwaffe como instructor. Fue él quien adiestró a uno de los ases de la contienda, Gerhard Barkhorn, que alcanzó las trescientas victorias.
Pero la participación de Stigler en la contienda no se limitó a eso. También realizó acciones de combate en casi medio millar de misiones, abatiendo a veintiocho adversarios y siendo él mismo derribado diecisiete veces (de las que seis saltó en paracaídas y el resto logró aterrizar de emergencia).
Fue asignado al Jagdgeschwader 27, un ala de cazas que primero daba cobertura al Afrika Korps y luego se trasladó a Europa. El 20 de diciembre de 1943, cuando avistó al Ye Olde Pub, acababa de derribar dos B-17 y subió rápidamente a su Messerschmitt Bf 109 G-6 para perseguir a este otro y ganar así una Ritterkreuz des Eisernen Kreuzes (Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro) por obtener tres presas seguidas.
Sin embargo, al aproximarse a él descubrió sus penosas condiciones («el avión más dañado que he visto todavía en vuelo»): el artillero de cola no le apuntaba -estaba muerto- y los demás, tal como pudo atisbar a través de los enormes agujeros del fuselaje, tampoco se ponían a las ametralladores sino que estaban intentando auxiliar a los heridos. Stigler decidió no disparar sobre ellos; como contó más tarde, «para mí, era como si estuvieran en un paracaídas»; se trataba de una referencia a unas palabras de su antiguo comandante Gustav Rödel en el norte de África: «¡Si me entero de que uno de ustedes dispara a un hombre en un paracaídas, le dispararé yo mismo!».
Esas muestras de caballerosidad no eran frecuentes pero tampoco extrañas del todo, como vimos en el artículo dedicado al rescate de los náufragos del Laconia por un submarino alemán. En cualquier caso, Stigler fue un paso más allá al intentar comunicarse con Brown para que aterrizara en el aeródromo y se rindiera o se desviase a la neutral Suecia. Dado que la radio del B-17 había resultado dañada, el germano trató de hacerse entender por señas, pero los estadounidenses no comprendían lo que quería decirles y no variaron su rumbo.
Entonces, dado que los eventuales antiaéreos seguían haciendo fuego sobre el avión americano, el Messerschmitt Bf 109 G-6 se situó a su lado de babor para escoltarlo, volando así hasta que dejaron el espacio aéreo alemán y salieron al mar del Norte. Allí, Stigler saludó militarmente a Brown y dio media vuelta, regresando a su base. El Ye Olde Pub todavía tuvo que recorrer unos cuatrocientos kilómetros entre tormentas antes de tomar tierra en RAF Seething, una base aérea situada al sureste de Norwich (Norfolk, Inglaterra) a la que todavía faltaban cuatro meses para ser inaugurada. Todos los heridos sobrevivieron, así que Eckenrode fue la única baja mortal.
Brown informó a sus superiores de la acción del caza enemigo, pero se le ordenó mantenerlo en secreto para que los pilotos Aliados no albergasen esperanza sobre un trato noble por parte del enemigo; «alguien decidió que no puedes ser humano y volar en una cabina alemana» lamentó posteriormente. Al acabar la guerra estudió en la universidad de West Virginia, aunque en 1949 se reincorporó a la US Air Force y sirvió en ella hasta 1965, pasando después al Departamento de Estado -intervino indirectamente en la Guerra del Vietnam- y retirándose en 1972. Establecido en Miami, fundó un centro de investigación ambiental y energética.
Franz Stinger tampoco informó del incidente con el avión enemigo porque podía haberle costado el fusilamiento. Pasó a integrar el Jagdverband 44, una unidad formada al final de la guerra y apodada Die Jet Experten («Escuadrón de Ases») porque había sido organizada con pilotos expertos, aunque apenas tuvo tiempo de combatir un par de meses.
Nombrado staffelkapitän (capitán de escuadrón) con rango de teniente, terminó su participación en la guerra en el Ergänzungs-Jagdgeschwader, una unidad que alternaba adiestramiento y combate. Después se fue a Canadá, como explicamos, y desde allí envió la carta a Brown. El destino quiso que ambos fallecieran el mismo año, 2008.
Fuentes
Adam Makos, Más allá del deber. Una increíble historia de combate y caballerosidad en los violentos cielos de la II Guerra Mundial | John L. Frisbee, When a enemy is a friend (en Air & Space Forces Magazine) | Adam Makos y Larry Alexander, A higher call: An incredible true story of combat and chivalry in the War-Torn skies of World War II | Wikipedia
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