Un nuevo análisis de heces antiguas tomadas de dos letrinas de Jerusalén que se remontan al reino bíblico de Judá ha descubierto rastros del microorganismo unicelular Giardia duodenalis, causa común de diarrea debilitante en los seres humanos.
Un equipo de investigadores dirigido por la Universidad de Cambridge afirma que se trata del ejemplo más antiguo que tenemos de este parásito causante de diarrea que infecta a los humanos en cualquier lugar del planeta. El estudio se publica en la revista Parasitology. El hecho de que estos parásitos estuvieran presentes en los sedimentos de dos pozos negros de la Jerusalén de la Edad del Hierro sugiere que la disentería era endémica en el Reino de Judá, dijo el autor principal del estudio, el Dr. Piers Mitchell, del Departamento de Arqueología de Cambridge.
La disentería es un término que describe las enfermedades infecciosas intestinales causadas por parásitos y bacterias que provocan diarrea, calambres abdominales, fiebre y deshidratación. Puede ser mortal, sobre todo para los niños pequeños. La disentería se propaga por las heces que contaminan el agua potable o los alimentos, y sospechamos que pudo ser un gran problema en las primeras ciudades del antiguo Próximo Oriente debido al hacinamiento, el calor y las moscas, y la escasez de agua disponible en verano, explica Mitchell.
Las muestras fecales procedían del sedimento situado bajo los retretes hallados en dos complejos de edificios excavados al sur de la Ciudad Vieja, que datan del siglo VII a.C., cuando Jerusalén era capital de Judá. En esta época, Judá era un estado vasallo bajo el control del Imperio Asirio, que en su apogeo se extendía desde el Levante hasta el Golfo Pérsico, incorporando gran parte de los actuales Irán e Irak. Jerusalén habría sido un floreciente centro político y religioso con una población estimada entre 8.000 y 25.000 habitantes.

Ambos retretes tenían asientos de piedra tallada de diseño casi idéntico: una superficie curva poco profunda para sentarse, con un gran orificio central para defecar y un orificio adyacente en la parte delantera para la micción masculina. Los retretes con pozo ciego de esta época son relativamente raros y solían estar destinados a la élite, explica Mitchell.
Uno de ellos procedía de una finca lujosamente decorada en Armon ha-Natziv, rodeada de un jardín ornamental. El yacimiento, excavado en 2019, data probablemente de la época del rey Manasés, un rey cliente de los asirios que gobernó durante cincuenta años a mediados del siglo VII a.C.
El emplazamiento del otro retrete, conocido como la Casa de Ahiel, era un edificio doméstico de siete habitaciones que albergaba a una familia de clase alta de la época. La fecha de construcción es difícil de precisar, y algunos la sitúan en torno al siglo VIII a.C. Sin embargo, su destrucción se fecha con seguridad en 586 a.C., cuando el gobernante babilonio Nabucodonosor II saqueó brutalmente Jerusalén por segunda vez después de que sus ciudadanos se negaran a pagar el tributo acordado, poniendo fin al reino de Judá.
Los antiguos textos médicos de Mesopotamia del primer y segundo milenio a.C. describen la diarrea que afectaba a las poblaciones de lo que hoy es Oriente Próximo y Oriente Medio. Un ejemplo dice: Si una persona come pan y bebe cerveza y posteriormente tiene cólicos estomacales, calambres y flujo intestinal, le ha dado setu. La palabra cuneiforme utilizada a menudo en estos textos para describir la diarrea era sà si-sá. Algunos textos también incluían conjuros recomendados para recitar con el fin de aumentar las posibilidades de recuperación.

Estas primeras fuentes escritas no proporcionan las causas de la diarrea, pero nos animan a aplicar técnicas modernas para investigar qué patógenos podrían haber estado implicados, dijo Mitchell. Sabemos con certeza que Giardia fue una de las infecciones responsables.
El equipo investigó las heces descompuestas del periodo bíblico, de dos mil quinientos años de antigüedad, aplicando una técnica biomolecular denominada «ELISA», en la que los anticuerpos se unen a las proteínas producidas de forma exclusiva por determinadas especies de organismos unicelulares. A diferencia de los huevos de otros parásitos intestinales, los protozoos que causan la disentería son frágiles y extremadamente difíciles de detectar en muestras antiguas a través de microscopios sin utilizar anticuerpos, explica Tianyi Wang, coautor y doctorando en Cambridge.
Los investigadores analizaron la presencia de Entamoeba, Giardia y Cryptosporidium: tres microorganismos parásitos que se encuentran entre las causas más comunes de diarrea en humanos y detrás de los brotes de disentería. Las pruebas de detección de Entamoeba y Cryptosporidium dieron negativo, pero las de Giardia fueron repetidamente positivas.
Investigaciones anteriores han datado los rastros del parásito Entamoeba, que también causa disentería, en la Grecia neolítica de hace más de 4.000 años. Trabajos anteriores también han demostrado que los usuarios de los antiguos retretes de Judea estaban infectados por otros parásitos intestinales, como la tricocéfala, la tenia y la lombriz solitaria.
Esta investigación se ha llevado a cabo gracias a la colaboración entre la Universidad de Cambridge, la Universidad de Tel Aviv y la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Fuentes
University of Cambridge | Mitchell, P., Wang, T., Billig, Y., Gadot, Y., Warnock, P., & Langgut, D. (2023). Giardia duodenalis and dysentery in Iron Age Jerusalem (7th–6th century BCE). Parasitology, 1-7. doi:10.1017/S0031182023000410
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.