No es la primera vez que hablamos de pareidolia en referencia al Antiguo Egipto; ya lo hicimos en al artículo dedicado a los relieves del templo de Seti I en Abidos y su parecido con un helicóptero, un tanque y un avión. Hoy vamos a ver otro ejemplo habitual, tan jugoso como el anterior para la imaginación, pero más burdo aún por cuanto no se basa en ruinas en mal estado ni palimpsestos: las llamadas lámparas o bombillas de Dendera.

El templo de Dendera es una construcción arquitectónica que se encuentra a dos kilómetros y medio de la antigua ciudad homónima, que fuera capital del sexto nomo (provincia) del Alto Egipto. Dedicado a Hathor, la diosa del amor y la fertilidad, en realidad es el edificio principal de un complejo de cuarenta mil metros cuadrados rodeado por una muralla de ladrillos que mide entre ocho y diez de altura. Su construcción se inició en tiempos de Pepy I, faraón de la dinastía VI, aunque la parte que se ve hoy es posterior, del reinado de Nectanebo I, de la dinastía XXX (siglo IV a.C.).

El complejo, uno de los mejor conservados de todo Egipto gracias a que permaneció enterrado en arena y lodo hasta su descubrimiento por Auguste Mariette a mediados del siglo XIX, consta del citado templo hathórico, otro dedicado al nacimiento de Isis, un lago sagrado con su sanatorio para hospedar a los peregrinos, dos mammisis (casas de nacimiento divino), un kiosko romano, las puertas monumentales construidas por Domiciano y Trajano, y una basílica cristiana del siglo V.

Fachada principal del templo de Hathor en Dendera/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pese a asentarse sobre construcciones precedentes -los cimientos se remontan a la época de Kéops-, el templo, en concreto es ptolemaico, de mediados del siglo I a.C., aunque fue el emperador romano Tiberio quien lo terminó. Allí, en la pronaos (pórtico) de una cámara dedicada a Osiris, las tropas napoleónicas encontraron el famoso Zodíaco de Dendera, un planisferio en bajorrelieve de forma circular que muestra la bóveda celeste con las doce constelaciones zodiacales y los planetas.

Pero en el templo hay algo que ha resultado más atractivo para los amantes del esoterismo: una serie de relieves pétreos que están esculpidos en las paredes y, a ojos de quien desea verlo, parecen representar grandes lámparas o bombillas. Puesto que la electricidad no se aplicó a la vida cotidiana hasta el siglo XVIII, cuando Alessandro Volta inventó la pila, y la bombilla fue inventada por Heinrich Göbel en 1855, encontrar ese elemento extemporáneo en el arte egipcio es perfecto para conspiranoicos, con el inefable Von Däniken a la cabeza seguido de Peter Krassa y su Das Licht der pharaonen.

El Zodíaco de Dendera/Imagen: Gary Todd en Wikimedia Commons

Si los faraones disponían de su propio flexo para leer papiros antes de irse a dormir o, como suelen decir algunos, se empleaban esos sistemas para iluminar los trabajos dentro de las pirámides, no se entiende qué interés podría haber en ocultarlo, al margen de que hemos visto que los relieves de Dendera son muy posteriores a las pirámides. Tampoco aparecen documentados en ningún otro sitio; ni siquiera en los textos de los clásicos, cuyas obras se guardaban en la coetánea Biblioteca de Alejandría. Y, por supuesto, no se ha hallado ni el más mínimo resto arqueológico.

Hay quien afina un poco al plantear que el uso de esas lámparas explicaría por qué no quedan manchas del humo de las antorchas en espacios cerrados de pirámides e hipogeos. Al respecto hay que explicar varias cosas. En primer lugar, las pirámides se construían a la luz del sol e iban creciendo hacia arriba, de modo que se podía pintar las cámaras antes de que quedasen a oscuras; algo parecido puede decirse de la excavación de hipogeos. Segundo, los egipcios aplicaban una técnica consistente en echar sal sobre las teas, lo que reducía considerablemente la emanación de humo. Tercero, solían usar candiles de aceite de oliva -de esto sí hay registro arqueológico- o de tuétano de vaca, cuya combustión resultaba más limpia.

Incluso simplemente se les podía poner encima a esas lamparillas una especie de capuz, si bien conviene aclarar que el planteamiento en sí está viciado de origen porque sí se han hallado restos de hollín en los techos y si no abundan es simplemente porque se trata de monumentos funerarios concebidos para el descanso de los muertos, no para que los contemplen los vivos (a ningún egipcio se le ocurrió que milenios después los visitarían millones de turistas). Por otra parte, puestos a aguzar el ingenio, también se ha sugerido el posible aunque improbable recurso de utilizar espejos reflectantes para llevar la luz solar al interior.

Otra vista de los relieves | foto Olaf Tausch en Wikimedia Commons

Inasequibles al desaliento, no faltan quienes señalan la cobertura de cobre de la parte superior de los mástiles que adornaban los pilonos como una forma de atraer los rayos de las tormentas y canalizar esa electricidad, a pesar de que los egiptólogos ya han explicado que dicha cobertura era por razones mágicas y que, una vez más, no hay rastro de instalaciones de ese tipo. En cualquier caso, los defensores de las lámparas de Dendera insisten en que son bombillas con sus filamentos y casquillos, cables e incluso baterías.

Rizando el rizo, hasta ven al babuino Upu usando guantes azules (los relieves conservan buena parte de la policromía original) para protegerse de la corriente y blandiendo cuchillos que serían una advertencia sobre ese peligro. El jeroglífico adjunto da la explicación correcta:

«Tu nombre perfecto es Upu; tu cara es de rana [y él responde]: Yo acuchillo a tus enemigos en el país y derribo a tus adversarios en la sala de ejecución».

El babuino Upu, arriba a la derecha, en color/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es simple pareidolia, es decir, el fenómeno psicológico por el que un estímulo vago y aleatorio se percibe como una forma reconocible; la capacidad, en suma, de reconocer figuras, rasgos o patrones familiares en objetos, tal cual pasa con las formas de las nubes y rocas -muchas de las cuales reciben nombres relacionados- o aquel célebre rostro en Marte que llenó los informativos en 1976. Al margen, por supuesto, de las interpretaciones interesadas para vender.

Entonces ¿qué significado tienen esos peculiares relieves egipcios de Dendera? Denotativamente son sencillamente lo que se ve: el supuesto casquillo de la bombilla es una flor de loto; el filamento, una serpiente; el cable, la proa de la balsa Mandyet; la pila, un Dyed; y el bulbo de cristal, una estela alegórica que en otros sitios no aparece. Connotativamente, se trata de una representación del mito de la creación, como de hecho, explica el texto jeroglífico que rodea todas las escenas. Porque son varias, unas solas y otras dobles; seis en total. Y todas tan accesibles como frecuentadas, al contrario del carácter reservado que les adjudicaba Von Däniken.

En el muro sur de la cripta, por ejemplo, vemos una dual acompañada de una breve narración sobre Harsomtus, nombre griego para referirse a Hor-sema-tauy, «Horus unificador de las Dos Tierras», un dios generador hijo de Horus y Hathor, con los que formaba la tríada de Edfú y que solía representarse bajo diversas iconografías: con forma de niño, de momia, teriocéfalo… En el muro norte hay otra sola, al igual que en el sur de la Sala G, donde se pueden ver dos escenas más dobles. Que se hagan relieves enfrentados, como reflejo uno de otro, es una referencia evidente al Alto y Bajo Egipto.

A la derecha, el babuino y sus cuchillos | foto Olaf Tausch en Wikimedia Commons

Como señor del templo de Dendera aparece representado con el aspecto de una serpiente, símbolo del principio dual de la creación, que está naciendo de una flor de loto, otro símbolo de la creación como una manifestación de la conciencia y elemento vinculado a él porque esa flor se abre al amanecer orientada hacia el este y vuelve a cerrarse de noche para hundirse en las aguas, algo que se usaba como metáfora del movimiento solar. Hor-sema-tauy es, en este episodio, un Horus en formación todavía, antes de convertirse en halcón.

La serpiente ondulante emergiendo del loto se puede ver en otros relieves. La diferencia es que en los de Dendera esta envuelta además en un halo ovalado que se pretende la ampolla de cristal de la lámpara.

En realidad, decíamos, se trata de una estela que representa el hn o útero de Nut, diosa personificación del cielo (que para los egipcios era femenino y se representaba como ese órgano) y, atención, conocida con el título de «La Grande que alumbró a los dioses» (Osiris, Set, Isis y Neftis, más una versión de Horus).

Relieves dobles del muro sur de la cripta, con las «bombillas» apoyadas en el pilar Dyed/Imagen: Olaf Tausch en Wikimedia Commons

Por último, la pila a la que se conecta el loto-bombilla no es más que el Dyed, un pilar que simbolizaba la espina dorsal de Osiris -quien ascendería a los cielos usando la columna vertebral de su madre como escalera- y era considerado una alegoría de la estabilidad del país.

En los relieves de Dendera está representado con brazos hacia arriba, en señal de poder; nadie ha visto nunca una pila con brazos…. Claro que en otros relieves del templo se muestra a Hor-sema-tauy en posición vertical y sin la estela detrás, con lo que desaparece el efecto pareidólico.


Fuentes

Larry Orcutt, The Dendera reliefs (en Catchpenny Mysteries of Ancient Egypt) | Kenneth L. Feder, Frauds, myths, and mysteries. Science and pseudoscience in archaeology | Juan de la Torre Suárez, ¿Electricidad en el Antiguo Egipto? (en Egiptomanía) | Kathryn A. Bard, Encyclopedia of the Archaeology of Ancient Egypt | Nacho Ares, Un viaje iniciático por los templos sagrados de antiguo Egipto | Wikipedia


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