Arqueólogos y antropólogos llaman ajuar funerario al conjunto de objetos diversos colocados en torno al cuerpo de un difunto, o al menos en su tumba, para facilitarle ciertas comodidades en su vida en el más allá. Por eso es frecuente que cuando se excavan esos sitios aparezcan no sólo alimentos y bebida sino también muebles, ropas, ornamentos, joyas, utensilios variados, armas, animales e incluso criados sacrificados. Pero si nos situamos en el Extremo Oriente actual, hay una forma de sustituir toda esa parafernalia por algo tan simple como un tipo de papel moneda ad hoc denominado Dinero del Infierno.
Para ser exactos, se trata de una variedad del conocido como papel Joss o papel de incienso, unas hojas fabricadas con el material homónimo -bien de bambú, bien de arroz- que pueden adoptar formas múltiples: desde simples estampas a casas y automóviles, pasando por teléfonos móviles, tablets, tarjetas de crédito y hasta muñecos antropomorfos que representan sirvientes. Todo ello confeccionado en una técnica artesana tradicional denominada Zhizha, que evolucionó en el culto taoísta de la Antigua China como forma de sustituir el sacrificio humano -o la inmolación voluntaria- por la quema de su avatar de papel durante ciertas ceremonias y funerales.
La Zhizha clásica ha ido cediendo paso a la fabricación industrial en serie, a causa de una enorme demanda tan grande que sacerdotes y zhācǎi jiàng (artesanos) no pueden satisfacer, sin contar el hecho de que, al parecer, no hay relevo generacional en el oficio. Aún así, la producción todavía es grande y al mecanizarse genera empleo fabril como alternativa al otro. Las cifras no son despreciables; los templos de Taiwán, por ejemplo, pueden llegar a quemar cada año varios cientos de millones de dólares en figurillas de papel de incienso.
Un subgrupo de este producto es el que los chinos llaman billetes Yin, billetes Ming o papel Yinsi, pero que aquí conocemos como Dinero del Infierno porque se quema como una ofrenda para que los fallecidos no tengan problemas económicos en el Diyu, tal como se concibe en la mitología china el más allá, una combinación del concepto budista del Naraka, reino del inframundo, y la tradición popular. En realidad se parece más al Purgatorio cristiano, en el sentido de que sirve tanto para expiar lo malo cometido en la vida como para depurar el alma de cara a la reencarnación.
El Diyu es concebido tradicionalmente como un complejo de mazmorras subterráneas repartidas por varios niveles, hasta dieciocho según la versión del relato. Las almas de los fallecidos son juzgadas en primera instancia por Yama (o Yanluo), el Señor de la Corte Terrenal, tras lo cual se las conduce al cielo o al nivel asignado para recibir el castigo que les corresponde. En este caso, la pena la decidirá un juez -hay uno para cada tipo de delito- y algunas son tan terribles como ser decapitado, serrado por la mitad, quemado en una olla de aceite hirviendo, etc., con la particularidad de que si el reo muere otra vez durante esa ejecución, se le revive para continuar.
Después, una vez expiadas la culpas y arrepentida, el alma recibirá el Té de los Cinco Sabores del Olvido de manos de la Señora Meng Po, una divinidad encargada de borrar su mente por completo para propiciarle un renacimiento terrenal puro. Así pues, la estancia en el Diyu puede resultar incómoda si uno no ha tenido una vida recta, de ahí que sea conveniente presentarse provisto de recursos económicos con los que ablandar un poco la inflexibilidad de los jueces o proporcionar alguna comodidad.
Esa finalidad tiene el Dinero del Infierno, que algunos investigadores creen que debe su nombre a la influencia de los misioneros cristianos, que hicieron confundir el Diyu con el reino del demonio. En cualquier caso, los difuntos reciben esa ofrenda de sus parientes vivos de dos maneras. Una, al introducirlo éstos dentro del ataúd antes del entierro. Otra, quemándolo dentro de una olla de barro según un ritual específico que requiere hacerlo suelto -billete a billete- y previo doblez del papel de una forma determinada para que no traiga mala suerte (a menudo se vende así ya). A veces los billetes no se queman sino que se depositan -doblados, eso sí- en pagodas.
Todo esto es algo que se relaciona fundamentalmente con los muertos, si bien a veces puede hacerse para honrar a los antepasados de una prometida o, en sentido negativo, para sobornar a Yama con el fin de que retenga en el Diyu a un ancestro odiado, sea propio o ajeno. Por lo demás, dar Dinero del Infierno a un vivo se considera un insulto y en algunos sitios incluso se invoca a Yama para que venga a llevarse al responsable de la ofensa. Se sabe que en otros ha sido utilizado como amenaza o medio de intimidación.
Asimismo, quemar dinero auténtico también resulta infausto. Porque, obviamente, el Dinero del Infierno no es de verdad. Frente a otros tipos de papel de incienso, que pueden estar decorados con símbolos regionales, dibujos de artículos cotidianos útiles para la otra vida (ropa, vasos, tijeras…) o pequeños cuadrados plateados en el centro -o dorados con las tres estrellas Fu, Lu y Shou-, estos billetes imitan los de curso legal, generalmente dólares estadounidenses y taiwaneses o yuanes chinos, pero también yens japoneses, wons coreanos…
Al fin y al cabo se trata de una costumbre muy extendida por todo el este de Asia. Aunque hemos hablado básicamente de China, lo cierto es que se encuentra Dinero del Infierno en otros países, caso de Tailandia, Taiwán, Corea del Sur, Vietnam y zonas de Japón (Ryukyu). Claro que parece servirles cualquier modelo monetario y se usan hasta réplicas de euros. Eso sí, generalmente con un descargo de responsabilidad indicando que son falsos, pues en ocasiones son reproducciones bastante fieles y no han faltado casos de estafa, ya que suelen mostrar valores económicos elevados.
En otras no hace falta, pues a menudo suelen tener impresa en el anverso la efigie de Yama con su firma y las de los jueces, mientras que en el reverso se representa la sede del Banco del Infierno.
Otras divinidades que pueden aparecer son el Emperador de Jade; los budas Sakyamuni, Amutabha y Ksitigartbha; los Ocho Inmortales; los dioses de la riqueza, la Tierra y la Ciudad, etc. De un tiempo a esta parte se les han unido las efigies de personajes famosos fallecidos, como Einstein, Marilyn Monroe o el presidente Kennedy.
Los tiempos cambian. Y mucho, si tenemos en cuenta que China ha empezado a poner coto a la costumbre de quemar papel de incienso; y no sólo porque reproduzcan artículos de lujo que consideran representativos de una mentalidad feudal y supersticiosa, como las autoridades han hecho con otras tradiciones, sino también por los efectos contaminantes y tóxicos resultantes de la quema de la parte metalizada, que contiene metales pesados que se expanden en el humo.
Fuentes
Stephan Feuchtwang, Popular religion in China. The imperial metaphor | James F Frayne, Hell Bank Notes | Janet Lee Scott, For gods, ghosts and ancestors. The Chinese tradition of paper offerings | C. Fred Blake, Burning Money. The material spirit of the Chinese lifeworld | Wikipedia
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