Hace más de dos décadas que Londres tiene una alternativa lúdica al turismo de historia y arte que tradicionalmente constituyen los principales atractivos de la ciudad, como la Torre, la Catedral de San Pablo, la Abadía de Westminster, El HMS Victory, el British Museum, la National Gallery, etc. Se trata del London Eye, la gigantesca noria que además empieza a formar parte iconográfica del paisaje urbano complementando al Big Ben. Por tanto, si alguien tiene pensado visitar la capital británica y busca una experiencia original, que no se olvide de sacar las entradas para el London Eye. Y, para animarle más, veamos algunos datos curiosos.

Como decíamos antes, esta noria de aspecto futurista abrió sus puertas al público en la primavera de 2000 como parte de los fastos del cambio de milenio y, de hecho, originalmente se la conocía como Millennium Wheel. Al igual que pasó con la torre Eiffel de París, no estaba pensada para perdurar y su vida activa iba a ser de cinco años, tras los cuales se desmontaría; pero, como también pasó con el monumento francés, las ventajas que presentaba se sobrepusieron a las críticas y terminó por incorporarse al patrimonio londinense.

De ese modo superó a su predecesora, la Great Wheel, que se había levantado en 1895 con motivo de la Empire for India Exhibition, siguiendo la moda de la época iniciada por la Ferris Wheel de Chicago para la World’s Columbian Exposition, y que aguantó doce años. El London Eye cumple veintitrés y, salvo que ocurra algo impensable, aún le quedan muchas vueltas que dar para solaz de sus pasajeros, que son casi cuatro millones al año, nada menos; ninguna otra atracción se acerca a esa cantidad en Reino Unido, a pesar de que se puede esperar hasta una hora de cola en temporada alta (evitable si se reserva el billete prioritario para una franja horaria concreta; el horario normal, de 11:00 a 18:00, se amplía en verano de 10:00 a 20:30).

Hablábamos de virtudes frente a las pegas. La primera, obvia, es que se trata de un entretenimiento universal; hay norias en todas partes y atraen a mucha gente, por lo que instalar la más grande del mundo (hasta que la Estrella de Nanchang china la desbancó en 2006 y a ésta otras posteriores) era un acicate especial. Ello, combinado con su céntrica ubicación (en South Bank, junto al Támesis), la convierte en un excepcional mirador urbano que disfrutan todos sus pasajeros y muy especialmente los aficionados a la fotografía, pues con buen tiempo se puede otear una distancia de 40 kilómetros a la redonda (con la entrada se facilita un plano indicando cada sitio de interés).

La segunda virtud es su diseño, obra del estudio Marks Barfield Architects. Aunque sus 135 metros de altura han sido superados, sigue siendo la noria más grande de su estilo, en voladizo, es decir, sostenida por uno solo de sus lados mediante una estructura en forma de A, lo que, junto con los tensos tirantes de acero interiores, le confiere el familiar aspecto de una rueda de bicicleta. Las 32 góndolas (una por cada borough o distrito de Londres), climatizadas, tienen capacidad para 25 pasajeros, o sea, un total de 800, que pueden sentarse o moverse libremente por su interior para aprovechar la máximo las panorámicas que ofrecen sus paredes acristaladas.

Una tercera ventaja es la velocidad a la que gira, 26 centímetros por segundo, lo que permite a los usuarios entrar y salir de las barcazas sin necesidad de que la noria se detenga (salvo que haya clientes con problemas de movilidad), así como disfrutar de las vistas sin miedo al movimiento. Tarda media hora en dar un giro completo, así que el coste del billete se amortiza razonablemente y se puede dar por descartado el miedo al mareo para cualquiera, niños incluidos, ya que las góndolas cuentan con un sistema de estabilización que impide su balanceo.

Por último, el London Eye se ha revelado como un vistoso icono de eventos; no sólo de los suyos (reserva de cápsulas privadas para eventos diversos, desde cenas a fiestas y hasta bodas con champán y bombones), sino otros como homenajes a través de su espectacular sistema LED de iluminación polícroma, algo que adquiere una dimensión especial en la celebración de la Nochevieja -ya es el punto de referencia por excelencia de esa fecha- con un espectáculo de fuegos artificiales cuyas vistas desde la noria resultan inmejorables.

La experiencia normal es incluso mejorable con la opción extra de champán y bombones, el London Eye 4D Experience (un vídeo multisensorial, gratuito con la entrada) y la posibilidad de combinar el acceso a la noria con paseos fluviales en barcazas, el Museo de Madam Tussaud o el Sea Life London Aquarium, por ejemplo.


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