Charles Lennox Richardson era un comerciante londinense que en 1862, tras nueve años trabajando en Shangái, decidió regresar a Inglaterra vía Japón. Estando en Yokohama se unió a tres compatriotas para hacer un tour turístico al templo de Kawasaki Daishi, pero cuando recorrían la calzada imperial Tokaido a través de Namamugi se cruzaron con el séquito de Shimazu Hisamitsu, padre de Shimazu Tadayosi, daimío de Satsuma. El protocolo dictaba que le dejasen paso; sin embargo Richardson se negó y acabó muerto por uno de los guardaespaldas de Hisamitsu, resultando heridos dos de sus compañeros. Este incidente iba a desatar una guerra que empezó con la acción punitiva de la Royal Navy conocida como el bombardeo de Kagoshima.

En realidad la cosa fue más tremenda todavía. Se inició una agria discusión y, al ver que los otros echaban mano a sus armas, Richardson emprendió la huida; pero cayó derribado de su caballo de un golpe de espada y, una vez en el suelo, le remataron por orden de Hisamitsu. Sus compañeros, Woodthorpe Charles Clarke y William Marshall, también resultaron heridos y la única en salir indemne fue la cuñada del último, Margaret Watson Borradaile. La violenta actitud de los japoneses no era gratuita; se basaba en el kiri sute gomen, expresión que significa algo así como «perdón por cortar y abandonar [el cuerpo de la victima]», si bien originalmente se llamaba uchi-sute («golpear y abandonar»).

Se trataba de una ley que otorgaba a los samuráis el derecho a matar a cualquier persona de una clase social inferior que hubiera comprometido su honor, salvo los practicantes de profesiones como médicos o parteras en el ejercicio de su trabajo. Eso sí, el kiri sute gomen establecía ciertas condiciones, caso de tener que hacerse en el momento, sin dar más de un golpe y notificándolo luego a las autoridades para que éstas determinasen si había actuado correctamente; de no poder probarlo -hacía falta un testigo- el samurái podía ser destituido de su cargo, confiscados sus bienes e incluso condenado a muerte (normalmente autoinflingida mediante el seppuku).

Shimazu Hisamitsu retratado por el pintor decimonónico Harada Naojirō/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Así pues, la ley amparaba a Hisamitsu, por excesiva que fuera. El problema estaba en que la víctima no era japonesa sino extranjera y, por tanto, no estaba sujeta a esa legislación sino a una serie de acuerdos firmados en el siglo XIX por las potencias occidentales con la China Qing, la dinastía Joseon de Corea y el shogunato Tokugawa de Japón, que hoy son conocidos como unequal treaty o»tratados desiguales» en referencia a que solían imponerse por la fuerza, bajo amenaza de intervención armada. Hasta 1863 los japoneses habían tenido que acceder a seis tratados, lo que eximía a los extranjeros de las leyes locales.

Lamentablemente la coacción de las potencias llevó a que, desde que en 1853 el comodoro estadounidense Matthew Perry obligase a abrir los puertos al comercio internacional por el Tratado Kanagawa, se extendiera entre la población nipona un sentimiento xenófobo de inspiración neoconfucionista: el Sonnō jōi , que se traducía en la expresión «Lealtad al emperador y rechazo de los extranjeros», englobando en su primera frase la creciente oposición surgida en torno al emperador Kōmei contra el dominio absoluto del poder por parte del shogun.

De hecho, el de Namamugi no era el primer incidente que se producía en ese sentido, ya que se registraron ataques esporádicos -generalmente disparos- a buques mercantes norteamericanos, franceses y holandeses; pero sí fue claramente el más grave y el que precipitó los acontecimientos. Después de una autopsia que practicó el doctor William Willis, quien formaba parte de la misión diplomática británica desde 1861, el cuerpo de Richardson fue enterrado en un terreno privado cerca del Cementerio Extranjero de Yokohama; su tumba sería flanqueada posteriormente por las de Clarke y Marshall.

El cuerpo de Charles Lennox Richardson/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aquel absurdo altercado se había producido tanto por la soberbia de clase de Hisamitsu como por el comportamiento de Richardson, que habituado a tratar despectivamente a los chinos creyó que los japoneses también se mostrarían sumisos ante su arrogancia. Hicieron el resto las diferencias culturales, el desconocimiento de los usos por parte de aquellos británicos -ignoraban que era costumbre desmontar ante el paso de un personaje importante y que no pasar en fila india se consideraría una ofensa- y que no hubiera nadie que hablase el mismo idioma para arreglar las cosas.

Dado que el embajador, Sir John Rutherfor Alcock, estaba de permiso fue el encargado de negocios de la legación británica, Edward St. John Neale, quien asumió la misión de exigir responsabilidades y compensaciones al Bakufu (el gobierno), cuyo representante era el wakadoshiyori (alto funcionario) Ogasawara Nagamichi al estar ausente en Kioto el shogun Tokugawa Iemochi. Neale, que no era un simple comerciante sino militar (teniente coronel), trató inicialmente de ser prudente, pero pronto recibió la presión de la indignada comunidad occidental de Yokohama, por lo que exigió al shogunato una disculpa oficial y una indemnización de cien mil libras esterlinas.

Las negociaciones se llevaron a cabo a bordo del buque francés Sémiramis. Ilustración coetánea de Le Monde/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Luego subió el listón y reclamó un juicio a los implicados en la muerte de Richardson y el pago de veinticinco mil libras a cada víctima, amenazando con bombardear Edo si no se cumplían las demandas. Pese a lo desproporcionado de éstas -un tercio del presupuesto anual del Bakufu-, Nagamichi aceptó; no así el señorío de Satsuma, cuyo señor inmediato era el daimío y a la que correspondía la detención y procesamiento de los implicados. Las conversaciones se prolongaron porque la autoridad del shogun, decíamos antes, estaba cada vez más cuestionada y Neale tuvo que negociar directamente con Satsuma, que siguió negándose a cualquier trato.

Así transcurrió un año, durante el cual se recrudeció el Sonnō jōi, esta vez abiertamente alentado por el emperador en lo que se denomina jōi chokumei or jōi jikkō no chokumei, un edicto que exhortaba a expulsar a los bárbaros (extranjeros). Si bien el shogunato no lo suscribó e incluso desató la llamada Purga Ansei contra los shihis, como se conocía a los ultranacionalistas, muchos daimíos y ronins (samuráis sin señor) se adhirieron con entusiasmo, atacando a ciudadanos occidentales o a sus intereses. Los disparos realizados en Shimonoseki contra barcos norteamericanos, holandeses y franceses fueron respondidos por éstos con el bombardeo de la ciudad en julio de 1863 (y repetirían en septiembre de 1864), deteriorando la situación irremisiblemente.

Ese mismo verano, Neale se hartó de negociar y ordenó a la Royal Navy emprender una acción de castigo. El Bakufu no sólo no protestó sino que ofreció un barco para participar también, viendo la oportunidad de debilitar a un oponente como el daimío de Satsuma. Al final no lo hizo y una escuadra al mando del contraalmirante Sir Augustus Leonard Kuper zarpó de Yokohama el 6 de agosto y cinco días más tarde fondeó en la bahía de Kinko, frente al castillo de Kagoshima que dio nombre al episodio (aunque en Japón se lo conoce por el nombre de la playa, Maenohama). Aquella fuerza estaba compuesta por siete naves: la fragata HMS Euryalus; las corbetas HMS Pearl, HMS Perseus y HMS Argus; y las cañoneras HMS Racehorse, HMS Coquette y HMS Havock.

Mapa del bombardeo realizado por John Drower para The Illustrated London News/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ante el fracaso de un último intento de arreglar las cosas se apoderaron de tres vapores de Satsuma, con vistas a usarlos como moneda de cambio. Fueron amarrados delante, a manera de parapeto, pero tras el impasse creado por un tifón los japoneses iniciaron el enfrentamiento abierto al disparar sin aviso sus baterías costeras contra la escuadra; uno de los artilleros, por cierto, era el futuro almirante Togo, vencedor de la batalla de Tsushima en 1905. La respuesta de Kuper fue echar a pique los vapores y formar una línea de batalla con la que navegaron frente a la costa haciendo uso de modernos cañones giratorios Armstrong y cohetes.

La ciudad, que había sido evacuada, sufrió la destrucción de medio millar de edificios y terminó perdiendo sus piezas artilleras (los cañones giratorios Armstrong), al igual que se vieron alcanzados varios juncos neutrales del Reino Ryukyu que estaban en el puerto y su embajada. Ahora bien, el contraalmirante se quedó sin municiones porque no esperaba tener que librar una batalla, así que ordenó la retirada considerando que quedaba cumplido el objetivo punitivo de la misión.

El bombardeo tal como lo plasmó el artista Frederick James Smyth para The Illustrated London News/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aunque acalló el fuego costero y no tenía más objetivo, los graves daños sufridos por el Racehorse y el elevado número de bajas hace que muchos consideren su acción una derrota. Así lo percibió la comunidad occidental de Japón, que además afeó a Kuper que hubiera dañado bienes neutrales. Y es que se registraron sólo cinco muertos y seis heridos por parte nipona, mientras que los británicos perdieron trece hombres -incluyendo al capitán del Euryalus y su segundo, y tuvieron sesenta y nueve heridos. El alto mando, en cambio, vio el vaso medio lleno y premió a Kuper nombrándolo caballero de la Orden del Baño y concediéndole la Gran Cruz de Bath.

No obstante, era obvio que en Japón no había capacidad real para oponerse a la maquinaria de guerra occidental, así que Satsuma terminó cediendo parcialmente: nunca llevaron a juicio a los responsables de la muerte de Richardson, pero sí pagaron las indemnizaciones a las víctimas. Para esto último solicitaron un préstamo al Bakufu; no necesitarían devolverlo porque en 1868 empezó la Guerra Boshin, la contienda civil que concluyó con la caída del muy debilitado shogunato Tokugawa y el comienzo de la Restauración Meiji. Irónicamente, Satsuma y el Imperio Británico, que habían estrechado lazos durante las negociaciones postbélicas, terminaron siendo aliados en ese proceso.

A modo de epílogo cabe añadir que Shimazu Hisamitsu salió indemne de su acción y fue uno de los artífices del triunfo de la revolución, llegando a ser ministro durante siete años. El shogun Tokugawa Iemochi, que era muy joven, falleció en 1866 a los veinte años de edad por un fallo cardíaco que le provocó el beriberi; le sucedió Tokugawa Yoshinobu, que perdió la Guerra Boshin y con ella acabó el shogunato. El emperador Kōmei falleció en 1867 dejando el trono a su hijo Mutsuhito, más conocido como Meiji, quien recuperó el poder imperial y modernizó el país.

El pago de la indemnización de Satsuma en una ilustración de la época del periódico The Illustrated London News/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En cuanto a los británicos, a Neale se le reconoció su esfuerzo pese a las opiniones en contra y recibió el nombramiento de embajador en Japón hasta 1865, en que fue sustituido por Sir Harry Parks. Por último, Kuper participó en la batalla final de Shimonoseki y ascendió a almirante en 1872.


Fuentes

Brett L. Walker, Historia de Japón | VVAA, Historia de Japón. Economía, política y sociedad | Conrad Totman, The collapse of the Tokugawa Bakufu, 1862–1868 | Greg Kennedy y Keith Neilson (eds.), Incidents and international relations. People, power, and personalities | David Rennie, The British Arms in North China and Japan. Peking 1860; Kagoshima 1862 | Marius B. Jansen, The making of modern Japan | Gopal Kshetry, Foreigners in Japan. A historical perspective | Wikipedia


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