Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para saludar a Festo. Como se entretuvieron allí varios días, Festo le presentó al rey el caso de Pablo (Hechos de los Apóstoles, 25:13). / Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo (Hechos de los Apóstoles, 25:23). / Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos (Hechos de los Apóstoles, 26:30).
Como se puede ver, estos fragmentos de los Hechos de los Apóstoles que narran la visita del rey Herodes Agripa II a la ciudad samaritana de Cesarea Marítima, tienen un segundo elemento común aparte del monarca: el nombre femenino de Berenice.
¿Quién era esta mujer? Pues la más joven de sus tres hermanas y, según una improbable leyenda, su amante. Esto último probablemente obedezca más a los prejuicios de los historiadores romanos que a la realidad, pero sí es cierto que mantuvo una relación sentimental con otro personaje todavía más poderoso: el emperador Tito.
Tito Flavio Vespasiano, hijo del emperador Vespasiano, nació en el año 39 d.C., durante el mandato de Calígula. Su padre se había casado el año anterior con Flavia Domitila, más conocida como Domitila la Mayor, una mujer de su misma clase social que no tenía buena fama por haber mantenido una relación previa con un caballero de la provincia de África llamado Statilio Capella. Con ella tuvo tres hijos, a saber, Domitila la Menor, el mencionado Tito y Domiciano; la primera, al igual que la madre, falleció antes de que Vespasiano accediera al trono, mientras que los dos varones serían sucesivos emperadores después de él.

El mayor se crió en la corte junto a Británico, vástago del emperador Claudio y, probablemente por influencia paterna, mostró desde joven una clara vocación por el oficio de las armas, aunque además recibió una esmerada educación que le convirtió en un consumado poeta y orador, hablando griego aparte del latín. Tito fue tribuno militar en Germania y Britania antes de acompañar a su progenitor a Judea para sofocar la rebelión que ha pasado a la historia como Bellum Iudaicum o Primera Guerra Judeo-Romana. La campaña empezó el año 66 y dos más tarde, estando ya encauzada, Vespasiano dejó la misión en manos de su hijo para emprender otra de mayor calado: hacerse con el trono, vacante tras el fallecimiento de Nerón.
Lo consiguió en el 69, tras los efímeros reinados de otros candidatos autoproclamados, Galba, Otón y Vitelio, que junto con él dieron origen a la expresión «el año de los cuatro emperadores». Vespasiano gobernó una década, caracterizada por un programa de reformas financieras, otro de construcciones arquitectónicas (incluyendo el Coliseo), una expansión por Britania y la estabilidad política en Roma.
Pero, sobre todo, por la victoria definitiva de su hijo en Judea, que terminó con la destrucción del Segundo Templo; sus entusiasmadas tropas le aclamaron como imperator y le ofrecieron una corona gramínea (la más alta condecoración romana, tal como vimos en otro artículo), que él rechazó con modestia argumentando, según Filóstrato de Atenas, que «no hay mérito en vencer a unas gentes abandonadas por su propio Dios».

Obviamente, fue durante su estancia en Palestina cuando Tito conoció a Berenice. Había nacido ésta en el año 28, hija de Herodes Agripa I y por tanto era tataranieta de Herodes el Grande (el famoso monarca durante cuyo reinado nació Jesús y al que la biblia responsabiliza de la muerte de los Inocentes), igual que sus hermanos, el citado Herodes Agripa II, Drusila y Mariamna; en su obra Antigüedades de los judíos, el historiador Flavio Josefo añade otro más pequeño, Druso, muerto en la pubertad. Todos ellos -menos el último- reinaron como soberanos o consortes, dejando patente el poder que llegó a alcanzar la dinastía herodiana.
De Berenice no se sabe gran cosa, en realidad. Según Josefo, estuvo casada tres veces antes de su relación con Tito y siempre con brevedad. La primera, entre el 41 y el 43, con Marco Julio Alejandro, que era hijo de Alejandro el Alabarca (recaudador de impuestos de Alejandría, hermano del célebre filósofo Filón) y hermano de Tiberio Julio Alejandro, procurador romano de Judea entre el 46 y el 48, prefecto de Egipto entre el 66 y 69, y mano derecha de Tito durante el asedio de Jerusalén. Ella se quedó viuda en el 44 y contrajo segundas nupcias con su tío, Herodes Polio, rey de Calcis, que también acababa de enviudar. Ambos tuvieron dos hijos, Berenicio e Hircano.

Pero Polio murió en el 48 y el heredero del reino fue Herodes Agripa II como tetrarca. Berenice se quedó a vivir con él, quien estaba muy romanizado por haberse criado en la corte de Claudio y por eso en el 53 el emperador le retiró esa tetrarquía que pasó a su primo Aristóbulo- para designarle rey de los territorios que había gobernado otro tetrarca, Herodes Filipo, hijo de Herodes el Grande: Iturea, Traconitis, Batanea, Gaulitis, Auranitis, Paneas, a las que se sumó el reino de Lisanias. Desde esa nueva posición privilegiada, Herodes Agripa II aprovechó para hacer diplomacia matrimonial, casando a sus hermanas: Drusila con Cayo Julio Azizo (rey-sacerdote de Emesa) y Mariamne con Julio Arquelao.
En cambio, no buscó nuevo marido para Berenice, lo que, unido al hecho de que convivieran bajo el mismo techo y a que él estaba soltero, dio origen al rumor de que mantenía una relación con su hermano. Tanto se extendió que no quedó mas remedio que acordar un tercer enlace, eligiéndose a Polemón II, al que Calígula había entregado los reinos del Ponto y el Bósforo, aunque Claudio le retiró este último para dárselo a Mitrídates de Armenia, compensándole con una parte de Cilicia.
La boda era buena para él, al entroncar con la poderosa dinastía herodiana y sus riquezas, pero para ello tuvo que convertirse al judaísmo; motivos demasiado espurios como para que la pareja perdurase. En efecto, no tardaron mucho en separarse; él renunció a la recién adquirida fe hebraica para casarse de nuevo con Julia Mamea, una princesa de Emesa, y Berenice regresó con su hermano.

Como él seguía sin esposa, volvieron a circular las habladurías sobre ellos, de las que se hicieron eco autores como Josefo o Juvenal. Ambos reinaban sobre un territorio que Nerón amplió en el 55 cediéndoles varias ciudades de Galilea y Perea. Fue por esa época cuando ocurrió el episodio de Pablo de Tarso contado en los Hechos de los Apóstoles, tal como reseñamos al comienzo del artículo: su llegada a la corte de Cesarea Marítima para responder de su acusación de profanación del Templo, a resultas de la cual el procurador, entre el 59 y el 60, Porcio Festo resolvería remitir a Roma al futuro santo -debido a que éste tenía la ciudadanía romana-, siguiendo asesoramiento de Herodes Agripa II.
Cuatro años más tarde empezó la rebelión de los judíos, motivada tanto por la discriminación que éstos sufrían en su propia tierra respecto a la población de origen griego como por el saqueo del tesoro del Templo que realizó el nuevo procurador, Gesio Floro, en concepto de impuestos.
La represión romana fue tan extrema que, cuenta Josefo, Berenice estuvo a punto de morir al verse sorprendida por un tumulto en las calles de Jerusalén, a donde había acudido para mediar entre Floro y los insurrectos infructuosamente. De todos modos, tanto ella como su hermano eran pro-romanos, así que se vieron obligados a huir a Galilea al ser incendiados sus palacios.

Dado que habían fracasado los intentos apaciguadores pero también el uso de la fuerza local (la Legio XII Fulminata, llevada desde Siria por Cayo Cestio Galo y derrotada en Beth-Horon), Nerón resolvió afrontar la cuestión como lo que era de facto, una guerra, enviando a las legiones V Macedonica y X Fretensis al mando de Vespasiano. Contando a los auxiliares sumaban unos sesenta mil hombres que se iban a imponer a los levantiscos judíos.
Como vimos, fue Tito quien remató la campaña, en el transcurso de la cual tuvo la oportunidad de conocer a Berenice. Era once años más joven que ella, lo que no impidió que se enamorase, algo que le vino muy bien no sólo en lo personal sino también en otros ámbitos.

Y es que las riquezas de la dinastía herodiana sirvieron para financiar parte del ascenso al poder de Vespasiano, sin contar el apoyo que suponía tener aliados de postín contra los rebeldes. Terminada la guerra en el 73, Tito retornó a Roma; lo hizo en loor de multitudes pero, a la vez, sin su compañera, quizá por la oposición de algunos notables -como el senador Cayo Licinio Muciano, mano derecha de su padre- a la presencia en Roma de aquella extranjera, a la que se veía como una nueva versión de Cleopatra.
Hay que tener en cuenta que Tito no era soltero exactamente; tras un primer matrimonio en el 62 con Arrecina Tértula, hija del prefecto del pretorio y que falleció en menos de un año sin tiempo a darle hijos varones, se volvió a casar con Marcia Furnila.
Se trataba de un enlace de conveniencia, ya que Furnila era una aristócrata y eso favorecía la ascensión social de su marido. Pero ese tipo de arreglos no prometen felicidad y, efectivamente, en el 65 tuvieron que separarse a causa de una disputa entre sus respectivos padres, al estar el de ella implicado en la conspiración de Calpurnio Pisón contra Nerón.

No se sabe qué fue de Furnila, pero el caso es que Tito siguió criando a la hija que tuvo con ella, Julia Flavia, y compensó la ausencia de pareja oficial con varias amantes, con las que tuvo más hijas según Filóstrato. Berenice sería una de esas mujeres y, cuando murió Cayo Licinio Muciano (no se sabe la fecha exacta, entre el 72 y el 78), la llamó a su lado.
Berenice dejó Judea en el 75 y llegó a Roma -acompañada de Herodes Agripa II, a quien se nombró pretor- para instalarse con Tito, con quien hizo vida conyugal como si fuera su esposa. No se trataba de una novedad en la familia, pues su padre había hecho algo parecido: tras enviudar de su primera mujer elevó como concubina a su amante, Antonia Cenis, que había sido esclava de Antonia la Menor (cuñada y madre de emperadores, Tiberio y Claudio respectivamente), pero a la que ésta manumitió en recompensa por su fidelidad.

Antonia Cenis recibió prácticamente la consideración de esposa, hasta el punto de que Vespasiano la mantuvo a su lado al subir al poder y ella no sólo ejerció una considerable influencia sobre él sino que incluso llevó a cabo actividades oficiales en su nombre.
Esa situación había provocado sentimientos distintos entre los hijos del emperador: Tito la apreciaba porque pensaba que de niño le había protegido de Calígula, mientras que Domiciano la despreciaba por su humilde origen y no dejaba pasar la ocasión de humillarla. No se sabe qué fue exactamente de Antonia Cenis cuando, en el año 71, Vesapasiano contrajo segundas nupcias con Domicia Longina, sobrina de Milonia Cesonia (la cuarta esposa de Calígula) y divorciada de un senador, que le dio otros dos hijos, niño y niña, aunque murieron muy jóvenes y, cuando el emperador se enteró de que ella tenía un amante la repudió… hasta el año 90, en que volvió a acogerla y tuvieron otro vástago que tampoco sobrevivió mucho. Luego, Domicia Longina se implicó en la conspiración que acabaría con la muerte de su hijastro Domiciano y auparía a Nerva.
Volvamos a Berenice y Tito, quien, como vemos, seguía el comportamiento paterno y cedía a su pareja unas insólitas competencias. En su Institutio oratoria, Quintiliano dice que en una ocasión ejerció de abogado de Berenice en un caso en el que ella misma resultó ser el juez.

De todos modos, el tiempo pasado no cambió la negativa percepción que tenían los romanos de la que consideraban una intrusa y, según Dión Casio, los cínicos se atrevieron a ir un paso más allá denunciando a la pareja en el teatro. La cínica era una escuela filosófica defensora de una vida sencilla y acorde con la naturaleza que solía lanzar duras críticas en forma de diatribas satíricas contra la corrupción de las costumbres y los vicios de la sociedad, en una actitud provocadora y desvergonzada que se conoce como anaideia.
La presión resultó excesiva y Tito tuvo que acceder de mala gana a separarse de ella y alejarla, dado que la inmejorable reputación que se había ganado en la guerra contra los judíos se estaba desmoronando. En el 79 falleció Vespasiano y él le sucedió al frente del Imperio Romano, la primera vez que un hijo sucedía a su padre biológico. Entonces llamó otra vez a Berenice a su lado y parecía el momento de formalizar su relación, pero no fue así. De hecho, esa segunda estancia resultó efímera porque con su nueva condición y cierta fama -injustificada- de poseer los mismos vicios que Nerón, explica Suetonio que el nuevo emperador emprendió una campaña de recuperación de popularidad con la que ella era incompatible.
Es posible que planease traerla de nuevo una vez conseguido eso, pero no iba a tener tiempo porque sólo gobernó dos años, muriendo de fiebres en el 81 (aunque algunos culparon a su hermano Domiciano). A cambio, consiguió plenamente el objetivo de lavar su imagen y los romanos cambiaron de opinión, pasando a considerarle uno de los emperadores más virtuosos. ¿Y qué fue de la infortunada Berenice? Se ignora y únicamente sabemos que su hermano murió en el 92, lo que supuso el fin de la dinastía. Como pasa tantas veces con las mujeres una vez acabado el personaje con quien se vinculan, la historia se olvidó de ella… o no, si tenemos en cuenta la fascinación que levantó en todo tipo de artistas, que compusieron en su memoria numerosas novelas, dramas, óperas, películas, ballets, etc.
Fuentes
Flavio Josefo, La guerra de los judíos | Suetonio, Vida de los doce césares | Dión Casio, Epítomes de la historia romana | Tácito, Historias | Marco Fabio Quintiliano, Instituciones oratorias | Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana | Sergei Ivanovich Kovaliov, Historia de Roma | Javier Fenández Aguado y Lourdes Molinero, La sociedad que no amaba a las mujeres | La Sagrada Biblia. Hechos de los Apóstoles | Wikipedia
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