¿Se imaginan un gobierno que tuviera un Ministerio de Música y Poesía? Hoy resulta demasiado emotivo y soñador para pensarlo siquiera, pero en la Antigua China tenían una mentalidad diferente y se sabe de la existencia, al menos desde dos siglos antes de Cristo, de la llamada Yuefu u Oficina de Música. Fue una institución que pervivió de forma discontinua durante varias dinastías y, como indica su nombre, se encargaba de cuestiones relativas a la música, la poesía, el entretenimiento en general y la religión. Y además dio lugar al homónimo yuefu, un género lírico basado en el folklore y las canciones populares.
De hecho, el término yuefu está compuesto por la raíz yue, que significa «música», y el complemento fu, traducible como «oficina», aunque con otra pronunciación puede equivaler también a rapsodia, tanto en prosa como en verso. Aparece documentado por primera vez en tiempos de la dinastía Qin, que gobernó entre los años 221 y 206 a.C., si bien suele vincularse sobre todo a la siguiente, la Han, que extendió su mandato cuatro siglos, hasta el 220 d.C. Esto último se debe a que fue entonces -al final del período, especialmente-cuando se produjo uno de los momentos cumbre de la poesía china, hasta el punto de que se la denomina poesía Han.
La poesía Han fue la materialización de un momento de esplendor cultural que, en este apartado concreto, tuvo en la obra Diecinueve poemas antiguos su más alta representación y llevó a la Yuefu a articular todo un estilo practicado por los mejores rapsodas; no sólo de época Han sino también posteriores, gracias a la influencia dejada por recopilaciones como Wen Xuan y Nuevas canciones de la terraza de jade. Es curioso que en la última etapa Han, la Jian’an, mientras toda la estructura política se derrumbaba, la poesía cobrase un nuevo impulso para eclosionar en la Era de los Tres Reinos y las Seis Dinastías, cobrando vida un nuevo yuefu menos literario y más emocional.
Todo había empezado mucho antes, pues en la mitología china ya hay alusiones a una oficina imperial de música; para ser más exactos, al Gobernador de la Música, que es como se conocía al fundador de ese arte. Se llamaba Ling Lun y según el Lüshi Chunqiu («Crónica de la Primavera y el Otoño del Señor Lü», una especie de enciclopedia escrita en el siglo III a.C.), fabricó flautas con bambú para imitar los cantos de las aves, creando así la antigua escala musical china de cinco tonos (gong, shang, jiao, zhi y yu, equivalentes a las notas do, re, mi, fa sol y la) y los ocho sonidos hechos por otros tantos instrumentos.
Cabe añadir que otra versión atribuye el invento al héore Kui, que para idear las notas musicales se basó en la percusión, fabricando el primer tambor estirando una piel de animal sobre una vasija de barro. El caso es que, cuenta la tradición, Ling Lun se habría encargado de diseñar y fabricar instrumentos para el emperador Shun, que creó un departamento musical específico y puso al frente a Kui. Dicho organismo tenía como objetivo la formación de músicos que sirvieran de modelo para los maestros del sistema educativo imperial.
De ello se deduce que había maestros antes de la propia oficina, no se sabe si trabajando adscritos a alguna institución administrativa o por su cuenta; se conservan los nombre de algunos, como Shi Yan y Shi Kuang, citados en el poema Jiǔ tàn («Nueve lamentos»), de Liu Xang (un poeta de época Han), que forma parte de la antología poética Chu Ci («Elegías de Chu», también conocidas como «Canciones de Chu» o «Canciones del Sur»), atribuida a Qu Yuan y Song Yu, poetas del período de los Reinos Combatientes (siglos V-III a.C.).
Shi Yan fue maestro durante el reinado de Di Xin, último gobernante de la dinastía Shang, en el siglo II a.C. Este monarca se despreocupó de las labores de gobierno para llevar una vida licenciosa y el músico, que era ciego, tenía que componer para acompañar sus excesos. Cuando los Zhou derrocaron a Di Xin, éste prendió fuego al palacio con todas sus posesiones dentro, incluido él mismo; Shi Yan se quitó la vida arrojándose al río Pu y generando la leyenda de que su música espectral se oía siglos más tarde, algo que le relaciona con el otro maestro reseñado en el Chu Ci, Shi Kuang.
Éste, que también era invidente, vivió mucho después, en el siglo VI d.C., al servicio del señor del estado de Jin. Se labró la fama al percatarse del peligro que tenían los compases de ultratumba que se oían en el Pu, obra del fantasma de Shi Yan y tratar de acabar con ellos. Pero ya habían subyugado a su señor, que ordenó permitirlos, lo cual le supuso a éste una maldición: primero un tornado arrancó las tejas de su palacio y luego una pertinaz sequía agostó los campos, para finalmente enfermar él mismo y fallecer.
Todo esto constituiría el antecedente de la Yuefu, que como explicamos antes aparece mencionada por primera vez en documentos de la dinastía Qin. Asimismo, decíamos que su existencia no fue continua sino que en algunos momentos desapareció para renacer posteriormente. Es lo que pasó tras caer los Qin, cuando China quedó envuelta en una guerra civil que supuso su división en dieciocho reinos y tras la que surgieron dos grandes poderes contendientes: el Estado Chu, dirigido por Xiang Yu, y la dinastía Han, que encabezaba Liu Bang. Fue una fase de transición, denominada por los historiadores la Disputa Chu-Han, que terminó con la victoria del segundo, el establecimiento de su dinastía y la recuperación de la Oficina de Música.
Referencias documentales aparte, la prueba más antigua conservada de ese organismo es un sello oficial de la Yuafu del estado de Qi, durante el período de los Reinos Combatientes, cuya cronología va del año 480 al 221 a. C. El Shijing o Libro de las odas (también conocido como Clásico de poesía), una colección poética de tres centenares de obras de los siglos XI al VII a. C., reseña un tipo de funcionarios imperiales dedicados a la recolección de canciones y poesías en las cortes de la dinastía Zhou, en su estado vasallo Lu y en otros durante el período de las Primaveras y Otoños, el que precedió al de los Reinos Combatientes.
Después llegaron tiempos en los que se pasó del uso del bronce al hierro, favoreciendo un salto tecnológico y comercial que en lo político correspondió con un dominio de los señores de la guerra en detrimento del poder imperial de la dinastía Zhou. Terminaron con la unificación del país por los Qin, la primera dinastía de China propiamente dicha. Y aunque ese estado se desmoronó con relativa rapidez, sucediéndose sólo tres emperadores, éstos dejaron unas estructuras burocráticas centralizadas que sí perduraron porque fue una etapa rica económicamente aunque culturamente ambigua, brillante en algunas cosas y represora en otras: los emperadores se rodearon de eruditos a cambio de establecer una férrea censura literaria, lo que supuso la abolición de la Yuafu.
Los Han la recuperaron y floreció especialmente con el emperador Wu, entre el 141 y el 87 a. C., bajo la dirección de Li Yannian. Fue éste el músico oficial de la corte, autor de la obra Jiaren Qu («La canción de la belleza»), descripción de una dama que se ha identificado con la propia hermana de Yannian. Al parecer, su hermosura dejó prendado al emperador, que la tomó como concubina. Cuando ella falleció, Yannia fue perdiendo el favor de Wu y terminó ejecutado por traición junto a parte de su familia, no se sabe si por la paranoia en que había caído el emperador o tras un enfrentamiento con la emperatriz.
Miserias humanas aparte, Wu empleó la Yuafu para su política de renovación religiosa -tengamos en cuenta que en otras épocas la fe y el arte iban de la mano por la capacidad didáctica de este último-, por lo que la amplió y fortaleció dotándola de amplias competencias para recopilar canciones de todos sus dominios, además de crear otras nuevas, como le encargó al poeta Sima Xiangru, considerado el más grande de los rapsodas.
Si atendemos al Kanshu («Libro de Han», una crónica de la dinastía realizada por los historiadores Ban Biao, Ban Gu y Ban Zhao, y terminada en el año 111 d.C., la Yuafu estaba adscrita al Shaofu, es decir, el Tesoro Menor, departamento encargado de los gastos personales del emperador, si bien es probable que no se tratase de algo nuevo sino heredado de tiempos pretéritos, según dice otro destacado cronista de los Han, Sima Quian, en su obra Shǐjì («Memorias históricas», también traducida como «Recuerdos del gran historiador«).
Eso sí, no todos los representantes de la dinastía pusieron tanto interés en la Yuafu; por ejemplo, el emperador Ai la disolvió en el año 7 a.C. para ahorrar, pues en esos momentos se calcula que trabajaban en ella ochocientos treinta músicos y bailarines. De ese modo, la oficina estuvo ausente durante mucho tiempo y no fue hasta varios siglos después que reaparece con el encargo de componer la música para el festival de Chang’an (actual Xi’an).
Para entonces ya gobernaban los Tang, dinastía que subió al trono en el siglo VII d.C. y lo mantuvo hasta el X. La nómina de poetas fue copiosa, con mención especial para Li Bai, Du Fu, Bai Juyi y Yuan Zhen, quienes impulsaron un nuevo tipo de yuafu más libre desde el punto de vista compositivo, aunque tradicional en lo temático, puesto en boca de personajes populares arquetípicos como una campesina, un cazador o un soldado destinado a un puesto fronterizo.
Poco a poco la Oficina de Música recuperó el brillo de antaño. El emperador Huizong, octavo de la dinastía Song y hombre erudito (calígrafo, poeta, músico y pintor) que convirtió su corte en un centro cultural de primer orden, la rebautizó con un nombre acorde a ello: Dasheng Yuefu, es decir, Oficina de Música del Gran Esplendor. No era para menos, pues volvía por sus fueros y en el año 1102 tenía registrados setecientos ochenta y cinco músicos y bailarines. Pero los Song terminaron su etapa en 1279 porque, ocho años ante, China había sido invadida por los mongoles de Kublai Kan, quien fundó una dinastía manchú, la Yuan.
Es el episodio histórico perfecto para terminar este artículo, pues la que quizá sea la obra maestra del estilo Antología de la poesía yuefu, compilada por Guo Maoqian en el siglo XI con más de cinco mil piezas de todas las épocas anteriores, incluye el poema del siglo VI Hua Mulan, famoso por contar la historia de una joven china que se disfraza de soldado para sustituir a su anciano padre en la guerra contra los invasores nómadas de las estepas; sí, el argumento de la película de Disney.
Fuentes
Wiebke Denecke, Wai-Yee Li y Xiaofei Tian (eds.), The Oxford handbook of classical Chinese literature (1000 BCE-900CE) | Anne Birrell, Popular songs and ballads of Han China | Frederick P. Brandauer y Chun-chieh Huang (eds.), Imperial rulership and cultural change in traditional China | David R. Knechtges y Taiping chang (eds.), Ancient and Early Medieval Chinese Literature. A reference guide | Gregorio Doval Huecas, Breve historia de la China milenaria | Wikipedia
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