Investigadores de la Universidad del Oeste de Ontario (Western University) han demostrado que una bola de fuego que se originó en el borde del Sistema Solar estaba hecha probablemente de roca, no de hielo, lo que desafía creencias muy arraigadas sobre cómo se formó el Sistema Solar
Justo al borde de nuestro Sistema Solar y a medio camino de las estrellas más cercanas se encuentra un conjunto de objetos helados que navegan por el espacio, conocida como la Nube de Oort. A veces, el paso de las estrellas empuja a estos viajeros helados hacia el Sol, y los vemos como cometas con largas colas. Los científicos aún no han observado directamente ningún objeto en la Nube de Oort, pero todo lo que se ha detectado hasta ahora procedente de ella está hecho de hielo.
Teóricamente, la base misma de la comprensión de los inicios de nuestro Sistema Solar se construye sobre el fundamento de que en estos confines exteriores sólo existen objetos helados y, desde luego, nada hecho de roca.

Esto cambió el año pasado, cuando un equipo internacional de científicos, observadores de estrellas y astrónomos profesionales y aficionados dirigido por físicos de meteoritos de la Western University captó imágenes y vídeos de un meteoroide rocoso que surcó los cielos del centro de Alberta como una deslumbrante bola de fuego. Los investigadores han llegado a la conclusión de que todo apunta a que el objeto se originó en plena Nube de Oort. Los resultados se publican en Nature Astronomy.
Este descubrimiento apoya un modelo totalmente diferente de la formación del Sistema Solar, que respalda la idea de que cantidades significativas de material rocoso coexisten con objetos helados dentro de la nube de Oort, declaró Denis Vida, investigador postdoctoral de física de meteoritos de Western University. Este resultado no se explica con los modelos de formación del Sistema Solar actualmente aceptados. Es un cambio radical.
Todos los bólidos rocosos anteriores han llegado desde mucho más cerca de la Tierra, por lo que este cuerpo -que claramente recorrió enormes distancias- resulta completamente inesperado. Las avanzadas cámaras del Observatorio Global de Bólidos (GFO), desarrollado en Australia y gestionado por la Universidad de Alberta, observaron un meteoroide rocoso del tamaño de un pomelo (unos 2 kg). Utilizando las herramientas de la Red Global de Meteoros, desarrolladas para el bólido de Winchombe, los investigadores calcularon que viajaba en una órbita normalmente reservada sólo a los cometas helados de largo periodo de la Nube de Oort.

En 70 años de observaciones regulares de bólidos, éste es uno de los más peculiares jamás registrados. Valida la estrategia del GFO establecida hace cinco años, que amplió la ‘red de pesca’ a 5 millones de kilómetros cuadrados de cielos y reunió a expertos científicos de todo el mundo, declaró Hadrien Devillepoix, investigador asociado de la Universidad de Curtin (Australia) e investigador principal del GFO. No sólo nos permite encontrar y estudiar meteoritos preciosos, sino que es la única manera de tener la oportunidad de captar estos acontecimientos más raros que son esenciales para comprender nuestro Sistema Solar.
Durante su vuelo, la bola de fuego de Alberta descendió mucho más profundamente en la atmósfera que los objetos helados en órbitas similares y se desintegró exactamente igual que una bola de fuego que arroja meteoritos pétreos, la prueba necesaria de que, en realidad, estaba hecha de roca. Por el contrario, los cometas son básicamente esponjosas bolas de nieve mezcladas con polvo que se vaporizan lentamente a medida que se acercan al Sol. El polvo y los gases que contienen forman su característica cola, que puede extenderse a lo largo de millones de kilómetros.
Queremos explicar cómo este meteoroide rocoso acabó tan lejos porque queremos entender nuestros propios orígenes. Cuanto mejor comprendamos las condiciones en las que se formó el Sistema Solar, mejor entenderemos qué fue necesario para que surgiera la vida, explica Vida. Queremos pintar un cuadro, lo más exacto posible, de estos primeros momentos del Sistema Solar que fueron tan críticos para todo lo que ocurrió después.
El equipo internacional de investigación estaba formado por Vida, Peter Brown, titular de la Cátedra de Investigación de Canadá sobre pequeños cuerpos planetarios, y Paul Wiegert, profesor de física y astronomía, todos ellos del Instituto de Exploración Terrestre y Espacial de Western, junto con colaboradores de la Universidad de Alberta, la Universidad Curtin, la Universidad Comenius (Eslovaquia), el Centro Marshall de Vuelos Espaciales de la NASA y el Centro RASC Calgary.
Fuentes
Western University | Vida, D., Brown, P.G., Devillepoix, H.A.R. et al. Direct measurement of decimetre-sized rocky material in the Oort cloud. Nat Astron (2022). doi.org/10.1038/s41550–022–01844–3
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