Rávena es una pequeña ciudad de la región de Emilia-Romaña, cerca de la costa adriática del noreste de Italia, famosa porque allí está enterrado Dante Allighieri pero, sobre todo, por el excepcional patrimonio histórico arquitectónico de época paleocristiana que conserva: la iglesia de San Vital, el Mausoleo de Teodorico, las basílicas de San Apolinar Nuevo y San Apolinar en Classe, el Baptisterio de Arriano… De todo ello seguramente merezca una atención especial el Mausoleo de Gala Placidia, tanto por sus fantásticos mosaicos como por el personaje que le da nombre, una mujer de vida realmente interesante porque fue hija, hermana, esposa y madre de emperadores romanos y reina de los visigodos por su matrimonio con el rey Ataúlfo.

Lo cierto es que nunca fue enterrada en ese mausoleo, ya que se construyó como capilla dedicada a San Lorenzo (uno de los siete diáconos de Roma -aunque hispano de nacimiento-, martirizado en el año 258 durante la persecución del emperador Valeriano), aun cuando contiene tres sarcófagos que pudieron guardar los cuerpos de miembros de su familia (quizá su esposo, el emperador Constancio III; quizá su hermano, el emperador Honorio; y quizá su hijo, el emperador Valentiniano III); el que supuestamente correspondía a su cuerpo embalmasado, lo quemaron accidentalmente unos niños con una vela el siglo XVI.

En realidad, probablemente fue enterrada en el Mausoleo de Honorio (la capilla de Santa Petronila de la antigua Basílica de San Pedro), donde en 1458 se encontró un suntuoso sarcófago de mármol que contenía dos ataúdes de ciprés, uno grande y otro pequeño, revestidos de plata y con dos cuerpos en su interior, un adulto y un niño, envueltos en ropas tejidas en oro. Se cree que pudieran ser los de Gala Placidia y su hijo mayor, Teodosio -al que tuvo con su marido visigodo Ataúlfo-, basándose en una crónica anónima del siglo V que narra cómo fue el entierro del joven tras repatriarse sus restos desde la Galia.

Los espectaculares mosaicos del Mausoleo de Gala Placidia en Rávena/Imagen: Prof. Mortel en Wikimedia Commons

No obstante, lo verdaderamente importante del Mausoleo de Gala Placidia son los citados mosaicos que recubren sus paredes interiores, los lunetos y la cúpula, unos con motivos vegetales, faunísticos y geométricos -como el del Jardín del Edén-, y otros figurativos -caso del Buen Pastor-. Se dice que el músico estadounidense Cole Porter compuso su popular canción Night and Day tras ver estas obras durante su luna de miel en Italia, aunque otra versión habla de inspiración en una oración islámica en un viaje por Marruecos. En cualquier caso, su belleza, antigüedad y estado facilitaron su incorporación al Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1996.

Y a todo esto ¿quién era exactamente Elia Gala Placidia? Pues nada menos que la hija que el emperador Teodosio I el Grande, el último que gobernó todo el Imperio Romano antes de separarse éste en los de Occidente y Oriente, tuvo con su segunda esposa, Gala, cuyo padre fue también emperador: Valentiniano I. No se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento porque se solapa con la de su hermano mayor, Graciano -que murió al nacer, arrastrando a su madre al óbito-, calculándose entre los años 388 y 393; pero sí el lugar, Constantinopla, la ciudad levantada por Constantino I sobre la antigua Bizancio y que hoy lleva el nombre de Estambul.

Los favoritos del emperador Honorio, pintura de J. W. Waterhouse/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aparte de Graciano, del que apenas hay una referencia en una carta del obispo de Milán, San Ambrosio, tuvo otros dos hermanos llamados Honorio y Arcadio que reinarían, uno en Occidente y otro en Oriente respectivamente; también una hermana, Pulqueria, que falleció joven. Habría que decir hermanastros, para hablar con mayor exactitud, ya que los tres eran vástagos de Elia Flácida, la primera esposa de Teodosio, muerta en el 385. Esa pequeña diferencia sanguínea iba a costarle cara a Gala Placidia más adelante.

Y es que a la nobilissima puella, como la tituló su progenitor al otorgarle su propia casa ya en la niñez -igualándola en dignidad a Honorio y Arcadio-, no le serviría de mucho haber sido criada en casa de Serena, prima de sus hermanastros y sobrina del emperador, así como mujer del general Estilicón, a la sazón magister utriusque militiæ (generalísimo de todos los ejércitos). Allí recibió una esmerada educación que superaba los estándares femeninos de entonces. Pero Arcadio la odiaba por las maniobras que su madrastra hacía para favorecer a sus propios hijos, y su padre, consciente de ello, la alejó de la corte tratando de protegerla; cuando él falleció, en el 395, las cosas se complicaron.

En el 398, Estilicón y Serena pactaron una estratégica boda de su hija María con Honorio, que había sucedido a su padre en el trono. En el 400 hicieron otro tanto con su hijo Euquerio, de once años, al que dieron la mano de Gala Placidia, de ocho; así emparentarían con la familia imperial de una forma u otra, ya que la ambición de Estilicón de hacerse con el poder chocaba con su origen bárbaro (era vándalo), lo que le vetaba el acceso a reinar personalmente. De hecho, en su última voluntad, Teodosio le nombró tutor de sus dos hijos, ya que Arcadio tenía dieciocho años y Honorio once, de modo que en la práctica iba a ser el regente.

Díptico de la Catedral de Monza mostrando a Estilicón y Serena con su hijo Euquerio/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El primero murió pronto, en el 408, sucediéndole al frente del Imperio Romano de Oriente su hijo Teodosio II. Como éste era niño también, no tardaron en surgir rumores sobre su derrocamiento. Uno de ellos, propagado por el magister scrinii Olimpio, que también tenía sus ambiciones, situaba a Estilicón como conspirador para sustituir al joven emperador por su propio vástago, Euquerio; padre e hijo fueron apresados y ejecutados en una represión que se extendió a las familias de los foederati, debido a que éstos eran leales al malparado general.

Los supervivientes se unieron al rey visigodo Alarico, que aprovechó el caos para marchar sobre Roma y sitiarla tres veces en dos años, pese a ciertos intentos de negociación con Honorio (incluyendo la destitución de un emperador alternativo, Átalo, designado por el Senado, dado que el titular estaba a salvo en Rávena). Gala Placidia quedó atrapada en la ciudad y acabó prisionera de los invasores, que se la llevaron a la Galia cuando Ataúlfo sucedió a Alarico; se ignora si esa captura tuvo lugar durante el célebre saqueo del año 410 o si ya había sido pactada su entrega como rehén, una costumbre de la época.

El saqueo de Roma por los visigodos de Alarico en el 410, obra de Joseph-Nöel Sylvestre/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El caso es que la situación de ella con los visigodos no iba a ser peor que la que vivía en Roma, al estar emparentada con Estilicón y, por tanto, tener siempre sobre ella la sospecha de traición. Fue mejor, de hecho, pues en el 414 se casó con Ataúlfo (el matrimonio con Euquerio nunca llegó a celebrarse por la corta edad de los novios), algo que, por cierto, demuestra que éste tenía la ciudadanía romana exigida por el Código Teodosiano para permitir un enlace entre personas de distinta clase social o, como en este caso, con alguien extranjero.

En el 413, Ataúlfo había derrotado y ejecutado a Jovino y Sebastiano, emperadores romanos occidentales rivales ubicados en la Galia, lo que mejoró su relación con Honorio y favoreció ese matrimonio. En su obra Getica, el historiador Jordanes dice que los contrayentes estaban realmente enamorados, más allá de la aspiración de Ataúlfo de entroncar con la familia imperial, aunque en Rávena no se aceptó la legitimidad del enlace, por lo que Ataúlfo repuso a Átalo en Roma. En el 415 tuvieron un hijo al que llamaron Teodosio, pero murió pocos días después poniendo fin a la esperanza de un sucesor romano-visigodo. Y es que ese mismo año, el monarca fue muerto en Hispania.

Antes del óbito tuvo tiempo de disponer que su esposa fuera devuelta a Roma. Sin embargo, Sigerico, el heredero, que odiaba al fallecido por haber mandado matar a su hermano tiempo atrás y era el cerebro tras el magnicidio, decidió que antes tenía que ajustar cuentas: ordenó ejecutar a los seis hijos que Ataúlfo tenía de una mujer anterior y humilló a Gala Placidia sometiéndola a azotes y obligándola a marchar a pie con otros cautivos una veintena de kilómetros. Algo que no gustó a los partidarios del hermano de Ataúlfo, un respetado guerrero llamado Walia, que una semana más tarde acabaron con la vida de Sigerico y le proclamaron a él.

Ataúlfo, hijo de Alarico y rey de los visigodos. Obra de Raimundo de Madrazo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Como sus predecesores, Walia fracasó en el intentó de pasar a África con los suyos en busca de un territorio donde establecerse y, ante la amenaza de las legiones del magister militum Flavio Constancio, que de paso apresó a Átalo, tuvo que firmar un acuerdo con Roma para pasar a ser foedus a cambio de víveres, expulsar a vándalos silingos y alanos de Hispania, y entregar a Gala Placidia. Así fue cómo ella regresó y, dado que su relación con Honorio era buena (tiempo atrás había co-firmado la condena a pena capital que el Senado dictó contra Serena), se le arregló un nuevo matrimonio con Flavio Constancio, nombrado cónsul ad hoc, al que dio una hija en el 417, Justa Grata Honoria, seguida de un varón en el 419, el futuro emperador Valentinano III.

Entremedias había muerto el papa Zósimo y era necesario elegir un sucesor, algo que iba a provocar más problemas. Dos eran los candidatos que se postulaban a ceñir la tiara: el archidiácono Eulalio, cuyos partidarios -diáconos, laicos y algunos sacerdotes- ocuparon Letrán proclamándole obispo, y Bonifacio, que había sido consejero del papa Inocencio I y fue el elegido por la mayor parte del clero a despecho del otro, que reclamó haber sido escogido antes. Ese argumento llevó al prefecto urbano Aurelio Aunicio Símaco a solicitar al emperador que interviniera a favor de Eulalio. Honorio atendió la petición y convocó un sínodo, pero los seguidores de Bonifacio no la aceptaron y se produjeron enfrentamientos.

Medallón de vidrio retratando a Gala Placidia (derecha) con sus hijos Valentiniano y Justa Grata Honoria/Imagen: dominio público en Wikimedia Common

Finalmente, se ordenó a ambos aspirantes comparecer en un segundo sínodo del que debería salir la decisión definitiva y entretanto tenían que esperar. Eulalio cometió el error de desobedecer para celebrar los oficios religiosos de Pascua, obligando a intervenir a las tropas para impedírselo y perdiendo así el favor imperial, con lo que el nuevo papa fue Bonifacio I. Eulalio tuvo que aceptar y se retiró a un pueblo; tiempo después sería nombrado obispo, pero entretanto Gala Placidia y su marido, que habían apoyado a Eulalio enviando cartas en ese sentido a los obispos africanos, quedaron en mal lugar.

Esta implicación no constituía una novedad; la devoción religiosa de Gala Placidia era conocida y a veces su celo le resultó contraproducente, como cuando convenció a Constancio para que destruyese la estatua de Poseidón que protegía la región de Reggio Calabria del Etna… poco después de lo cual se produjo una erupción; o cuando amenazó a su marido con el divorcio -era legal, tanto en el ámbito religioso como en el civil, aunque implicaba la prohibición de volver a casarse- si no ejecutaba a Libanio, un popular embaucador al que consideraba poseído por el demonio.

Entretanto, en el 418, los visigodos de Walia recibieron permiso para asentarse en Aquitania y fundar su propio reino como foederati de Roma. En ese sentido, cabe decir que Gala Placidia seguía siendo su reina, algo que le permitía tener siempre junto a ella una fiel guardia real compuesta por esos guerreros germánicos. Esa vinculación empezó a levantar suspicacias, que se agravaron al circular el rumor de que su buena relación con Honorio obedecía a algo más. El emperador, que no tenía hijos y además se había divorciado de su esposa Termancia, co-gobernaba con Constancio, lo que significaba que en la práctica Gala Placidia era la única emperatriz; con categoría de augusta, la misma que su homóloga en Oriente, Pulqueria.

Díptico con el retrato de Flavio Constancio, marido de Gala Placidia, como Constancio III/Imagen: Falk Wenzel en Wikimedia Commons

A partir del 421, las cosas cambiaron radicalmente. Primero porque se quedó viuda y segundo porque un enfrentamiento de su guardia con la del emperador redobló las sospechas sobre su lealtad. Gala Placidia fue desterrada con sus hijos a Constantinopla entre el 422 y el 423, año este último en que un edema pulmonar segó la vida de Honorio. Al no haber ningún miembro de la familia imperial en Rávena y a la espera de que Teodosio II nombrase un sucesor desde el Imperio de Oriente, el primicerius notariorum (jefe de la administración civil) Juan se hizo con la corona.

Contó para ello con el favor del poderoso general Flavio Aecio, y el acatamiento de Italia, la Galia e Hispania, no así de las provincias africanas, fundamentales porque eran las que proporcionaban grano al imperio. Tampoco Teodosio II aceptó reconocerlo -más que nada por no pertenecer a la dinastía real- y decidió imponer por la fuerza a su primo, Valentiniano, que, recordemos, además de ser sobrino del fallecido Honorio era hijo de Constancio III y Gala Placidia. Pese a que sólo tenía cuatro años, lo casó con su hija Licina Eudoxia (de dos), mientras enviaba un ejército que en el 425 derrotó a Juan (la guarnición le traicionó y acabó humillado públicamente y ejecutado).

Así asumió el trono Valentiniano III, ejerciendo su madre la regencia hasta el 437. Para ello tuvo que pactar con Aecio, al que nombró comes y magister equitum per Gallias a cambio de que despidiera a los sesenta mil hunos que había reclutado, y que en la práctica se hizo con el gobierno. Gala Placidia tuvo que pagar la ayuda de Teodosio II cediéndole la provincia de Ilírico y trató de crear un equilibrio de poder entre los generales Aecio, Felix Constancio y Bonifacio. Pero los tres estaban destinados a enfrentarse.

Busto atribuido a Valentinano III/Imagen: Jean-Pol GRANDMONT en Wikimedia Commons

Seguramente a causa de un enredo planeado por Aecio, Bonifacio fue acusado de conspirar y acercarse al arrianismo (doctrina según la cual Jesucristo es hijo de Dios pero no eterno). Dado que los arrianos habían sido declarados herejes por los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381), se vio fuera de la ley y su situación empeoró al tener que atrincherarse en Hipona cuando los vándalos de Genserico, con los que había pactado, se le volvieron en contra (San Agustín, por cierto, murió durante ese asedio). Bonifacio pudo escapar y regresar a Roma, donde todo se aclaró y recibió el ascenso a magister utriusque militiae para enfrentarse con Aecio, quien en el 430 había acabado con Felix.

Ambos se enfrentaron en la batalla de Rímini, que terminó con victoria de Bonifacio, obligando a su enemigo a buscar refugio en la corte del caudillo huno Rua. Sin embargo al vencedor le salió caro su triunfo, pues murió a consecuencia de las heridas recibidas en combate. Su yerno, Sebastiano, ocupó su lugar y trató de continuar la campaña; pero Aecio había reclutado otra vez a los hunos en calidad de foederati y terminó por imponerse. Gala Placidia, pese a despreciarle, tuvo que transigir y devolverle sus cargos, habida cuenta de que además todo el estamento militar le respaldaba.

Aecio, de hecho, se había convertido en el hombre fuerte de Roma y sería su principal sostén en los años venideros. A él pedirían ayuda los britanos contra las incursiones de pictos, escotos, sajones y francos, de igual manera que él frenaría a los pueblos bárbaros que amenazaban la integridad del imperio: burgundios, bagaudas, suevos, visigodos… Ninguna de sus victorias solventó los problemas, pues sólo los amortiguaba y a veces cediendo, como cuando permitió el asentamiento de los alanos en la Galia y de los vándalos en el norte de África, pero aún así se ganó el apodo de Último romano.

Retrato femenino de mármol de la primera mitad del siglo V que probablemente represente a Gala Placidia/Imagen: Mx. Granger en Wikimedia Commons

En el 437, Valentiniano III alcanzó la mayoría de edad y ya no fue necesaria la regencia de su madre, que poco a poco fue perdiendo influencia en la corte, donde a partir del 437 hubo nueva emperatriz: aquella Licinia Eudoxia prometida al emperador cuando era niño, que ya había alcanzado la mayoría de edad. Juntos tuvieron dos hijas: Eudocia, a la que se nombró augusta, y Placidia. En cuanto a la abuela, centró su atención en ayudar a los pobres y enfermos pero, especialmente, en la construcción de iglesias con la ayuda de su amigo Pedro Crisólogo, obispo de Roma; la de San Juan Bautista, por ejemplo, la mandó hacer por una promesa hecha al santo cuando lo invocó en medio de una tormenta que amenazaba con hundir el barco en que regresaba desde Constantinopla años atrás.

Valentiniano intentó contrarrestar el creciente poder de Aecio aupando a otros generales, caso del prefecto pretoriano Flavio Cecina Decio. Entonces se produjo uno de los episodios más peculiares del período. En la primavera del año 450, Julia Grata Honoria, la hija de Gala Placidia y hermana del emperador, escribió una carta a Atila, rey de los hunos, sugiriéndole marchar sobre Roma en vez de sobre Constantinopla, como él planeaba. La razón hay que buscarla en el matrimonio obligado que la familia imperial le había arreglado apuradamente con un senador sin ambiciones, Flavio Basso Herculano, para acallar el escándalo de haber sido sorprendida en relaciones con un chambelán del que estaba enamorada, Eugenio.

Con la misiva, Honoria remitió a Atila su anillo de compromiso y éste interpretó que se trataba de una propuesta de casarse con él. Fuera ésa la intención o no, el caudillo huno aceptó, exigiendo la mitad del imperio occidental como dote. Entonces se descubrió el plan; Eugenio pagó con su vida, Honoria se salvó gracias a los ruegos de su madre y Valentinano comunicó a Atila que la oferta de su hermana no tenía autorización y por tanto era ilegal. El otro no se contentó y siguió reclamando lo comprometido, pero Honoria acabó casada con Basso. Curiosamente, Teodosio II sí estaba a favor de aquel insólito enlace romano-bárbaro por razones estratégicas; probablemente Gala Placidia también, dado que Valentiniano no tenía herederos varones y a Atila, al fin y al cabo, se le había concedido la ciudadanía.

El Imperio Romanos (Occidente y Oriente) y su entorno a la muerte de Gala Placidia/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

A su vez, esa conexión entre Gala Placidia y su sobrino resulta curiosa si se tiene en cuenta que ambos mantenían importantes diferencias en la política religiosa, ya que ella era una ferviente enemiga del monofisismo (una doctrina religiosa que se basa en el rechazo de la doble naturaleza de Jesucristo y tenía bastante difusión en esa parte del imperio), como también había combatido el arrianismo -muy difundido entre los visigodos-, mientras que Teodosio II había convocado el II Concilio de Éfeso en el 449 con la idea de que se aprobasen los postulados monofisitas promovidos por el monje teólogo Eutiques.

Pese al debate que muestra su correspondencia, no llegó a haber enfrentamiento familiar porque Teodosio falleció al año siguiente en un accidente de equitación. Su hermana, Pulqueria, quedó de regente -recordemos que la única hija del emperador fallecido, Licinia Eudoxia, era la viuda de Valentinano III- y contrajo matrimonio con el domesticus y magister militum Marciano, proclamado emperador. Ambos se mantuvieron fieles a la ortodoxia religiosa y convocaron el IV Concilio Ecuménico de Calcedonia, que puso fin de momento al monofisismo. Gala Placidia quedó complacida de que se mantuviera la unidad de la fe, aunque surgió otro motivo de disgusto.

Y es que Aecio siguió agrandando su poder al arrancarle a Valentiniano la mano de su hija Placidia para su hijo Gaudencio. Gala Placidia veía en aquella jugada algo similar a lo vivido tiempo atrás con Estilicón, Serena y Euquerio, por lo que se mostró contraria. Pero carecía de la influencia de antaño y no llegó a ver cómo terminaba el pulso entre su hijo y el militar, pues murió a finales de noviembre del 450; en Roma, donde estaba de visita y sin sospechar que la ciudad sería amenazada en breve por un Atila que esgrimía la carta de Honoria como casus belli.


Fuentes

Sergei Ivanovich Kovaliov, Historia de Roma | Adrian Goldsworthy, La caída del Imperio Romano | Edward Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano | Pablo Fuentes Hinojo, Gala Placidia. Una soberana del imperio cristiano | Ana Martos Rubio, Papisas y teólogas. Mujeres que gobernaron el reino de Dios en la Tierra | Wikipedia


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